A. González Arias

Juventud Técnica Digital

Abril 2008

 

 

 

 

 

Ciencia y pseudociencia

 

 

En el Oxford American Dictionary aparece una definición breve y precisa.  Pseudociencia: cualquier conjunto de conocimientos, métodos, creencias o prácticas que, alegando ser científicas, en realidad no se rigen por el método científico

En la pseudociencia es usual encontrar una sutil apropiación de términos científicos conocidos para designar, de forma tergiversada, supuestos objetos o fenómenos cuya existencia ni siquiera está comprobada.  De esa manera se trata de dar apariencia científica a lo que no lo es, presentando las creencias como si fueran evidencias.  Y no siempre se hace a propósito o conscientemente, sino más bien por desconocimiento acerca de la ciencia y su metodología. Se crea de esta manera una especie de subcultura marginal que pretende ser ciencia sin aplicar sus métodos, deformando los conceptos científicos.

 

Figura 1.  Metodología de la ciencia

Figura 2. Deformación pseudocientífica

 

En las figuras 1 y 2 aparecen esquemas comparativos mostrando, a grandes rasgos, en que consiste el método científico en las ciencias físicas y otras afines, y la forma en que la pseudociencia lo desnaturaliza.  El esquema de la figura 1 nos dice que cuando tenemos nociones de determinado fenómeno (observación), usualmente se establece una suposición acerca de por qué ocurre y cuales son sus causas (hipótesis). 

Es necesario entonces repetir el fenómeno - o parte de él- controladamente, (experimentación) con el fin de evitar la interferencia de agentes ajenos que afecten lo que se desea estudiar, y así poder obtener valores numéricos confiables y reproducibles.  Esto último es de primordial importancia.  Si los resultados de un experimento no son reproducibles en otros laboratorios, por otros operadores y utilizando otro instrumental, no se podrá afirmar absolutamente nada de los resultados obtenidos. Significa que el resultado particular obtenido fue, si no erróneo, cuando más casual. Es un indicio de que el experimento no fue controlado lo suficiente y hubo factores ajenos, no identificados, que afectaron el resultado.

 Una vez que se tiene el resultado de un experimento, -que puede confirmar o negar la hipótesis- es necesario buscar alguna explicación racional basada en ese resultado (teoría).

Y cuando se posee una teoría, a partir de ésta siempre es posible tratar de predecir lo que ocurrirá en alguna otra situación parecida, e idear algún otro experimento que servirá de comprobación al anterior, y también a la teoría (de ahí la doble flecha curva en el esquema de la figura 1).  De esta manera se establece una interacción continua entre teoría y experimento, que constituye sin lugar a dudas el núcleo esencial y “fuerza motriz” del método científico. 

Asociada a esta interacción hay todo un proceso de divulgación internacional de resultados a través de publicaciones en revistas científicas arbitradas, críticas, errores y rectificaciones.  Y no es raro que teorías muy bien establecidas deban ser reformadas, al detectarse algún nuevo fenómeno que la teoría existente no es capaz de explicar satisfactoriamente.

Cuando la teoría se hace suficientemente amplia y sólida, cuando es capaz de dar explicación a gran cantidad de fenómenos y relaciones de causa-efecto, y también de rebatir racionalmente cualquier crítica, se llega a la ley.  Las leyes tampoco son eternas.  Muchas veces se hace necesario generalizarlas para lograr explicar fenómenos no detectados hasta el momento.  Hay muchísimas leyes físicas, químicas, biológicas y de otras ciencias: todas ellas provienen del proceso que acabamos de describir.

En realidad, la afirmación anterior no se ajusta estrictamente a la verdad, pues en algunas ciencias es materialmente imposible llevar a cabo experimentos controlados en relación a un fenómeno determinado.  Así ocurre, por ejemplo, en la arqueología, la geología o la astronomía, cuyos métodos de análisis e investigación no se ajustan exactamente al esquema de la figura 1 (ver [2]).   No obstante, en esos casos la observación precisa y reproducible sustituye al experimento, y las teorías se consideran válidas cuando:

a) son capaces de asociar racionalmente muchos hechos en apariencia independientes y,

b) logran predecir la existencia de relaciones y fenómenos no detectados hasta el momento. 

Existe incluso una disciplina, la filosofía de la ciencia, que entre otras cosas se ocupa de estudiar cómo se desarrollan, evalúan y cambian las teorías científicas.

Como indica el esquema de la figura 2, la pseudociencia se las arregla para obviar la parte esencial del método científico, pasando directamente de la hipótesis a algún punto medio entre la teoría y la ley, obviando el experimento.

Las suposiciones de algún “iluminado” y sus seguidores se convierten así en “leyes” sin pasar por el fino tamiz de la interacción teoría-experimento.  (Pero estas suposiciones, al hacer abundante uso de la terminología científica en sus descripciones, pueden engañar fácilmente a cualquiera no familiarizado con el quehacer científico).

La mayor parte de las veces la experimentación simplemente se omite.  Se toma la hipótesis como una verdad absoluta.  Otras veces se llevan a cabo unos pocos experimentos mal diseñados, y se propone una teoría desligada del experimento.  Y cuando hay resultados experimentales aparentemente favorables, no son reproducibles.  Como el motor de avance de la ciencia es precisamente la crítica y la interacción teoría-experimento, la pseudociencia no tiene forma de avanzar.  Sus leyes y teorías están siempre dadas de una vez y para siempre.

Por ejemplo, en la medicina convencional, el experimento o ensayo de un medicamento consiste en comprobar su efectividad, y posibles efectos secundarios, aplicándolo previamente a células, animales, voluntarios, etc., en un proceso que puede durar muchos años.  En la homeopatía -típica pseudociencia de finales de los 1800-, a un sujeto sano se le da a tomar alguna sustancia, que puede ser orgánica o inorgánica, para tratar de provocar los mismos síntomas que la enfermedad que se desea curar.  Una vez encontrada la sustancia adecuada, ésta se le suministra al paciente extremadamente diluida, con la esperanza de que ese procedimiento le alivie sus dolencias (sin otro tipo de ensayo adicional) [1].  No están claras las razones por las cualesen muchos países  a los remedios homeopáticos no se les exige los mismos requisitos que a las medicinas convencionales. Cuando se llevan a cabo ensayos comparables a los establecidos en la medicina convencional, usualmente se obtienen resultados negativos (si no son realizados por homeópatas) [i],[ii].

Hay tres razones fundamentales para denunciar y condenar la pseudociencia:

1. Es falsa. Toda pseudociencia predica nociones contrarias a las impartidas en las aulas de cualquier universidad.

2. Constituye una pérdida de tiempo, esfuerzo, recursos, y algo similar a lo que los economistas llaman   “costo de oportunidad”.  Es decir, no solo se pierde lo dicho anteriormente, también se pierde lo que se pudiera haber ganado de emplear esos recursos y esfuerzos en algo verdaderamente productivo.

3. Cuando la pseudociencia está ligada a una falsa terapia, el posible perjuicio para el paciente siempre está presente, ya bien sea por causa directa, o bien porque éste no logre atender a tiempo su dolencia, al entretenerse con la pseudoterapia sin someterse a un tratamiento verdaderamente eficaz. No son suposiciones; hay testimonios muy concretos.


 

[1] Cuando la sustancia utilizada proviene de tejidos enfermos o de alguno de sus productos (orina, heces fecales, sangre, pus, esputos) el remedio se denomina nosode (del griego nosos –enfermedad).

 [2]  Durante una observación astronómica resulta imposible para el operador controlar la distancia entre los astros, su perídodo de rotación, velocidad de traslación o cualquier otro parámetro; de ahí el nombre de observación. En un experimento, el operador siempre tiene la posibilidad de modificar a su conveniencia los parámetros que influyen en el fenómeno que desea estudiar


[i].  G.T. Lewith, A D Watkins, M E Hyland, S Shaw, J.A. Broomfield, G. Dolan and S.T. Holgate, Use of ultramolecular potencies of allergen to treat asthmatic people allergic to house dust mite: double blind randomized controlled clinical trial, British Med. J., vol 324, 520, (2002).

[ii] . Aijing Shang, Karin Huwiler-Müntener, Linda Nartey, Peter Jüni, Stephan Dörig, Jonathan A.C Sterne, Daniel Pewsner y Matthias Egger,  ¿Son los efectos clínicos de la homeopatía efectos placebo?  Estudio comparativo de ensayos placebo-controlados de homeopatía y alopatía, doi:10.1016/S0140-6736(05)67177-2;  “The Lancet”, vol 366, Agosto 27 (2005).