Publicado en el Suplemento Científico- Técnico de  Juventud Rebelde, mayo 2004

Por Luis Felipe Desdín García*

 

 

 

 

 

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LA ENERGÍA PIRAMIDAL

Y EL ESQUELETO DEL UNICORNIO

 

Nadie en el  pleno dominio de sus facultades mentales duda de la valía del razonamiento lógico, racional y científico. Sin la contribución de la Ciencia, la Humanidad aun estaría sumida en la tenebrosa noche de la ignorancia.

Sin embargo, ello contrasta con la existencia de no pocos seguidores de las seudociencias como el ocultismo, la adivinación, la clarividencia y otras muchas.  Y es que la fascinación que causan estos temas es indudable. Lo oculto, lo “escondido” y lo que va más allá de lo que podemos entender ejerce una atracción casi hipnótica que acompaña a los hombres desde la noche de los tiempos.

Una de las formas de identificar una seudociencia se asienta en el hecho de que sus fundamentos son incompatibles con alguno de los principios más convincentes y probados de la ciencia.

Si se recurre a este procedimiento entonces es fácil identificar a una de las innumerables flores estériles que crece en el pantano de la seudociencia: la Energía Piramidal.

 Los creyentes de esta seudociencia profesan el dogma de que una vez construido un objeto de forma piramidal respetando ciertas proporciones  y orientación, se genera en su interior cierta “energía”. Energía  que sólo se materializa cuando construimos objetos de una forma determinada, “una energía de las formas”.

Resulta instructivo comprobar que los fundamentos de la energía piramidal son incompatibles con uno de los principios más convincentes y probados de la ciencia: la Ley de Conservación de la Energía.

 La palabra castellana energía proviene de la griega energeia: actividad. Una de sus acepciones, la concerniente al término científico universalmente reconocido, la define como la medida general de las distintas formas del movimiento.

La energía se puede clasificar en dos tipos: cinética, que es la que es inherente al movimiento de los cuerpos, y potencial, que tiene que ver directamente con alguna interacción. Pero en la naturaleza sólo se conocen tres tipos de interacciones: la gravitatoria, la electro-débil (interacción que tiene sus manifestaciones en los fenómenos electromagnéticos y en determinados procesos de desintegración que transcurren muy lentamente en el  micromundo) y la nuclear. Por lo tanto, cualquier energía tiene su origen en el movimiento o en una de dichas formas de interacción. De manera que para hablar de energía es necesario definir su origen.

La experiencia acumulada por la actividad humana ha demostrado que las formas físicas cualitativamente distintas de movimiento de la materia son capaces de transformarse unas en otras, y que este proceso de metamorfosis es controlado por equivalentes cuantitativos rigurosamente determinados. Este principio irrebatiblemente demostrado por la práctica se conoce como de la Conservación de la Energía. Y a los alumnos de Secundaria Básica se les formula brevemente así: la Energía no se crea ni se destruye sólo se transforma.

Aunque pudiera parecer algo abstracto la Ley de Conservación de la Energía está presente a cada momento en nuestras vidas. La aplican los gorditos que realizan ejercicios físicos sistemáticos para “quemar la grasa” y siguen dietas hipocalóricas donde se preferencia al yogurt sobre el pan porque 100 gramos de este significan 280 calorías, mientras que igual cantidad de yogurt sólo contiene 62 calorías.  Aunque no piense en esta ley, el taxista sabe que su automóvil sólo es capaz de recorrer 12 kilómetros por cada litro de gasolina quemado. También la usa el vecino que sustituye su bombillo incandescente por uno fluorescente para reducir su gasto mensual y recibir una mejor iluminación. En todos estos casos de la cotidianidad se comprende que el origen de la energía parte de una forma concreta de materia que experimenta las correspondientes reacciones químicas (yogurt, pan, gasolina o diesel) liberando una energía que experimenta una transformación para dar al final de una cadena de metamorfosis calor, luz y movimiento (o acumularse “el combustible no quemado” en forma de salvavidas en caso de no seguir la dieta y los ejercicios de una manera consecuente).

 Pero la Energía Piramidal es una energía que proviene de la “forma”, no se encuentra asociada a la materia.  Y como la energía es una medida del movimiento estaríamos aceptando que existe el movimiento separado de la materia. Significaría que la ley de Conservación de la Energía no es cierta. Aceptar semejante afirmación sería contradecir todos los conocimientos científicos en los que se basa la ciencia y la tecnología contemporánea.

 

ENERGÍA PIRAMIDAL, DRAGONES  Y  UNICORNIOS

 

Otra de las formas de identificar una seudociencia se basa en que invoca entes materiales o sobrenaturales inaccesibles al experimento. Veamos como la Energía Piramidal satisface plenamente este criterio.

La facultad de sentir, percibir y representarse los objetos del mundo que nos rodea está ligada, en cierta medida, a la naturaleza fisiológica y puede manifestarse como resultado de su actividad práctica. Por ejemplo, el colorista de una fábrica textil distingue muchísimos más matices de colores que personas de otras profesiones, el paladar de un catador es mucho más agudo que el de la mayoría de las personas, por no comparar el oído de un buen director de orquesta con el de un simple mortal. Pero como regla, por muy entrenado que se tengan los sentidos, nuestros órganos sólo pueden percibir una parte insignificante de todas las formas de la materia realmente existentes.

Para fortuna nuestra, la ciencia tiene la posibilidad de acrecentar el poder cognoscitivo de los órganos sensoriales con la ayuda de instrumentos, dispositivos y aparatos. Estos además de acrecentar el poder de los órganos de los sentidos, nos proporcionan órganos suplementarios, por así decirlo, de la percepción. Unos ejemplos: no podemos sentir la radiactividad, el campo eléctrico o magnético, pero los aparatos nos permiten hacerlo.

De manera que si la Energía Piramidal existe y no la podemos percibir por nuestros sentidos, entonces resultaría lógico medirla con aparatos apropiados a través de alguna interacción que ella experimente  con la materia como se hace en los casos anteriormente citados. En tal caso nada mejor que recurrir a  un árbitro imparcial tal y como nos lo enseñó Galileo: un experimento. La medición nos ayuda a desembarazarnos del subjetivismo en la valoración de muchas cosas. Por ejemplo, a una persona le parece que el tiempo corre como una flecha cuando está en compañía de una persona amada, mientras que para esa misma pasa con extraordinaria lentitud cuando está esperando su turno en el dentista. Al medir el tiempo con un reloj se puede establecer fácilmente la verdad. Galileo solía enfatizar el valor del experimento al decir que “Ciencia es medir”.

Si usted afirma que el mercado de B y 19 en el Vedado es el más barato de Ciudad Habana, resulta natural que usted pueda decir cual es el precio de los productos que allí se ofertan para poder compararlos con los de otros mercados. Y cuando hable del precio seguramente se referirá a una unidad de monetaria concreta: peso o  peso convertible. De manera que resulta muy natural preguntarnos ¿Cuánto más energética es una pirámide de cristal que una de aluminio? ¿En que unidades se expresa esa energía?

Pero cuando continuamos con esta línea de razonamiento resulta que además de que la Energía Piramidal  no la perciben nuestros órganos de los sentidos, tampoco ha sido medida nunca por un instrumento, dispositivo o aparato. ¿Cómo poder afirmar la existencia de algo que no está al alcance de ningún procedimiento de comprobación? En el medioevo se creía en la existencia de dragones y unicornios pero lo cierto es que nunca nadie vio uno vivo y hasta ahora ningún paleontólogo ha encontrado un esqueleto de ellos.

 

LA PANACEA PIRAMIDAL

 

Las seudociencias nos  ofrecen conocimiento y sabiduría sin el esfuerzo del estudio, otras nos prometen producciones sin necesidad de esforzarnos y de gastar energía; algunas nos dicen pronosticar con exactitud el futuro y lo que entonces va a ocurrirnos. Y sin duda las más populares dicen que nos curarán de nuestros males sin tratamientos costosos, dolorosos e inciertos, como sin duda lo son muchos de la medicina científica.

No de extrañarnos entonces que la Energía Piramidal tenga  como rasgo común con las otras seudociencias que es fácil y no exige de largos aprendizajes. Y la razón es que no se fundamenta sobre un cuerpo de conocimientos genuinos. Si usted se dedica a la cirugía, a la bioquímica, a la termoenergética, a la agronomía  o la computación deberá dedicar muchos años de esfuerzo y dedicación. Y si deja de estudiar después que se gradúa su competencia profesional será efímera.

Con la Energía Piramidal todo es cómodo y realizable: afilar una cuchilla, incrementar los rendimientos agrícolas, evitar las incrustaciones en las tuberías, reducir los consumos energéticos, curar enfermedades, en fin toda una panacea. Si usted analiza los escritos de Energía Piramidal  observará que no encuentran, ni utilizan leyes generales como lo hacen las Ciencias. Y sólo les interesa lo que tenga uso práctico, no hay una búsqueda de la verdad como ocurre en una investigación científica legítima.

La Ciencia ya hace siglos que dejó de ser un juego para aficionados. Es como la pelota, muchos hablan y opinan de ella con apasionamiento, pero ello no significa que cualquiera pueda pichar un juego frente al equipo de Las Tunas o dirigir al equipo de Ciego de Ávila.  Con el paso del tiempo, cada vez fue más necesario para el científico limitarse a una parte del saber, si quería profundizar intensamente en él (por eso también existen entrenadores de picheo, bateo, preparadores físicos, masajistas, etc.). Esta lección no la han aprendido quienes se dedican a la Energía Piramidal pues como ocurre con frecuencia en las otras seudociencias sus seguidores no conocen la metodología de la Ciencia o se ponen a investigar en un campo ajeno a su preparación o nivel. Miguel de Cervantes afirmó sabiamente que ninguna ciencia, en cuanto a ciencia engaña; el engaño está en quien no sabe.

Las explicaciones de esta “energía de las formas” son muy pintorescas, dignas de la mente del Ingenioso Hidalgo. Algunos seguidores la explican porque “que la pirámide funciona como catalizador, transportando en su interior la energía cósmica que se condensa y activa y que dentro de ellas se genera una concentración y circulación de energía que comienza en cada uno de los cinco vértices y confluyen en el área central”. Otros adeptos hablan de que “es la resultante del paso de los rayos cósmicos a través de la pirámide”. También ciertos fieles argumentan “que las pirámides por el hecho de tener cinco ángulos -cuatro de la base y el del vértice- generan microondas, las cuales producen en su interior una atmósfera altamente saturada de energía que también irradia hacia el exterior por las aristas”. Y otros prosélitos, los no menos osados, afirman sin inmutarse que las pirámides “son una cavidad resonante donde se modulan todas las energías, tanto cósmicas como telúricas, dando lugar a esta nueva energía de una altísima frecuencia y agregan que los que la han podido constatar, saben que la energía piramidal es inmensa, inconmensurable en sus potencialidades”.

En estas explicaciones existe una concentración de disparates y absurdos difícilmente superables y si se sigue su lógica podemos llegar a conclusiones divertidas.  Veamos algunas curiosidades que desprenden de estas “teorías”. Si las Pirámides generan microondas ¿Por qué no construimos los hornos de microondas de forma piramidal? Si de rayos cósmicos se trata entonces la Energía Piramidal será mucho mayor en una montaña que a nivel del mar, pues es conocido que la atmósfera atenúa la radiación cósmica.

En el arte y la literatura hay una gran libertad en el uso de las palabras y los términos, porque muchas veces el encanto radica en la subjetividad del mensaje, en las múltiples y en ocasiones contradictorias interpretaciones de la obra de arte. En la pintura abstracta la percepción del mensaje depende mucho de las experiencias vitales del observador. El escritor puede darse el lujo de inventar términos, como lo hizo Alejo Carpentier cuando creó la palabra buenahembra   para referirse a una criollita de Wilson. Sin embargo, en las ciencias los términos deben definirse rigurosamente antes de ser empleados. En este sentido la Ciencia es como la pelota: ¿puede usted imaginarse un juego de pelota en que el árbitro no tuviera definido la zona de strike?

El uso de los términos científicos de manera arbitraria y estrafalaria en estas extravagantes teorías que pretenden explicar la Energía Piramidal obedece al deseo de aprovechar la credibilidad del lenguaje científico para ganarla ella misma. Aquí se aplica una las máximas del gran escritor alemán Wolfgang Goethe: se tiende a poner palabras allí donde faltan ideas.

Según la mitología cristiana Adán y Eva en el paraíso podían obtener los frutos más suculentos sin ningún esfuerzo hasta que se les ocurrió comerse la manzana. En ese paraíso no dudo que la Energía Piramidal ocupara un lugar trascendente.

Pero aquí en la Tierra, donde tenemos que vivir de nuestro trabajo, la ciencia ha descubierto un principio que muchos encontramos en principio razonable, pero al que no nos resignamos: no se puede obtener algo a cambio de nada. Hay un dicho estadounidense que describe a las mil maravillas estas circunstancias: no hay almuerzos gratuitos. Es decir siempre tendremos que pagar por los bienes que recibimos.

 

 

*Doctor en Ciencias Físicas. Investigador Titular

del Centro de Aplicaciones Tecnológicas y

Desarrollo Nuclear (CEADEN)