Publicado en
“Orbe”,
por E. Altshuler
La increíble credulidad de
nosotros, los físicos
Como suele ocurrir en tales oportunidades, ayer sábado en la noche recibí un torrente de
llamadas de mis colegas para que sintonizara el popular programa de TV “Para no salir de casa”: estaban entrevistando a un entusiasta de la llamada Energía Piramidal.
Luego de los habituales elogios al uso
de la supuesta energía para
los más disímiles
fines
(desde mantener el
filo de las cuchillas
de afeitar hasta curar diversas
afecciones físicas),
el invitado extrajo
de su bolsillo algo que presentó como una
forma “compactada” de
la Energía Piramidal, que,
por lo visto, consistía
en una suerte de holograma.
Mientras el entrevistador recordaba que
la “ciencia establecida”
no acepta estos
conceptos, el entrevistado colaba una
frase que rezaba algo así como “esto es Física
Cuántica pura”, mientras blandía
el supuesto holograma piramidal
en la mano. Que tristeza sentí,
recordando los cientos de
horas que en los lejanos anos 80's consumí estudiando para
salir bien en el temido examen de Mecánica Cuántica de la licenciatura en Física. La misma que siento, por cierto, cuando oigo el contenido de las cartas que los lectores dirigen al doctor Oscar Álvarez –invitado habitual del programa “Pasaje a lo Desconocido”
acusándolo, en
términos más
o menos directos,
de incrédulo y “atravesado”, por
resistirse a creer
festinadamente en las supuestas “abducciones” realizadas por seres extraterrestres.
Creer. Sin dudas, el ser humano necesita creer desesperadamente.
Y mientras más fe haga falta para creer, más efectivo el creer es como tónico para el alma. Por lo visto, yo tampoco
escapo de esa arista extraña de la naturaleza humana. De hecho, creo en cosas muchísimo
más inusuales que la energía piramidal, y las abducciones realizadas por extraterrestres. Una
de mis pesadillas
más aberrantes es la siguiente. Soy
un cosmonauta
al que se le encomienda la misión de visitar una lejana galaxia
en una nave súper-rápida, que puede viajar a casi trescientosmil
kilómetros por
segundo.
Gracias a esa maravilla tecnológica, realizo el viaje de ida y vuelta a
Como ven, soy extraordinariamente crédulo. Soy capaz de creer en cosas que a cualquiera le parecerían absurdas.
Pero quisiera
hacer
una aclaración:en
1919 se demostró
irrefutablemente