Publicado en “Orbe”, La Habana, 21 Febrero del 2005

por E.  Altshuler

 

 

 

 

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La increíble credulidad de nosotros, los físicos

 

Como suele ocurrir en tales oportunidades, ayer sábado en la noche recibí un torrente de llamadas de mis colegas para que sintonizara el popular programa de TV Para no salir de casa”: estaban entrevistando a un entusiasta de la llamada Energía Piramidal.  Luego de los habituales elogios al uso de la supuesta energía para los más disímiles fines (desde mantener el filo de las cuchillas de afeitar hasta curar diversas afecciones físicas), el invitado extrajo de su bolsillo algo que presentó como una forma compactadade la Energía Piramidal, que, por lo visto, consistía en una suerte de holograma.  Mientras el entrevistador recordaba que la “ciencia establecida” no acepta estos conceptos, el entrevistado colaba una frase que rezaba algo así como “esto es Física Cntica pura, mientras blandía el supuesto holograma piramidal en la mano.  Que tristeza sentí, recordando los cientos de horas que en los lejanos anos 80's consumí estudiando para salir bien en el temido examen de Mecánica Cuántica de la licenciatura en Física.  La misma que siento, por cierto, cuando oigo el contenido de las cartas que los lectores dirigen al doctor Oscar Álvarez –invitado habitual del programa Pasaje a lo Desconocido” acundolo, en términos más o menos directos, de incrédulo y “atravesado”, por resistirse a creer festinadamente en las supuestas abducciones” realizadas por seres extraterrestres.

 

Creer.  Sin dudas, el ser humano necesita creer desesperadamente.  Y mientras más fe haga falta para creer, más efectivo el creer es como tónico para el alma.  Por lo visto, yo tampoco escapo de esa arista extraña de la naturaleza humana.  De hecho, creo en cosas mucsimo más inusuales que la energía piramidal, y las abducciones realizadas por extraterrestres.  Una de mis pesadillas más aberrantes es la siguiente.  Soy un cosmonauta al que se le encomienda la misión de visitar una lejana galaxia en una nave per-rápida, que puede viajar a casi trescientosmil kilómetros por segundo.  Gracias a esa maravilla tecnológica, realizo el viaje de ida y vuelta a la Tierra en tan sólo 7 años según mi reloj de pulsera.  Cuando regreso a casa, me abre la puerta una mujer unos 50 años, que tomo por mi esposa.  Pero no.  Pronto constato con pesar que es mi hija, la cual tenía menos de un año de edad en el momento de mi partida.  Y comprendo entonces que no estoy soñando: se me había olvidado que esta situación es perfectamente consistente con la Teoría de la Relatividad, cuyos fundamentos Albert Einstein dio a conocer en 1905.  Como la abrumadora mayoría de los físicos del mundo –y millones de otras personas– también creen es esta alucinante realidad, hemos decidido, justo un siglo después, celebrar en el 2005 el Año Mundial de la Física.  Penndolo bien, cualquiera podría pensar que se trata de una celebración ritual de alguna secta de alucinados.

 

Como ven, soy extraordinariamente crédulo.  Soy capaz de creer en cosas que a cualquiera le parecerían absurdas. Pero quisiera hacer una aclaración:en 1919 se demostró irrefutablemente la Teoría de la Relatividad de Einstein mediante contundentes observaciones simultáneas de un eclipse desde África y Sudamérica, y más tarde se ha comprobado experimentalmente, con todo rigor, en los mas disímiles contextos y lugares.  Justo ahí esta mi problema: necesito pruebas.  En ese sentido, mi generosa credulidad arrastra una pesada cruz.