Condensado de Skeptic vol. 3, no. 1,
1994, pp. 50-57.
Sistema de curación creado por el médico Samuel Hahnemann (1755-1843),
influido fuertemente por las concepciones del monismo y el vitalismo. Se basa esencialmente en dos leyes
“reveladas” por él: la Ley de los Similares y la Ley de los
Infinitesimales. Ambas son rechazadas
por la ciencia y la medicina convencional modernas. Aunque se han realizado muchos estudios clínicos
experimentales, la efectividad de la homeopatía no ha sido aún demostrada
razonablemente.
La homeopatía
(del griego homois “similar” y pathos “sufrimiento”) es un sistema de curación
creado por Samuel Hahnemann (1755-1843), médico alemán que rechazaba las
prácticas médicas de su época, que incluían sangramientos, purgas, vomitivos y
la administración de drogas altamente tóxicas.
Estas prácticas, sumamente agresivas, se basaban en la teoría humoral
de los griegos antiguos, que atribuye las enfermedades al desbalance de cuatro
“humores” (sangre, flema, bilis negra y bilis verde) y cuatro estados o
condiciones del cuerpo (calor, frío, húmedo y seco).
Las cuatro condiciones se correspondían con los cuatro
elementos de la naturaleza (tierra, aire, fuego y agua).
Para curar al paciente, los
médicos intentaban establecer un balance entre los humores, tratando los
síntomas con sus “opuestos”. Por
ejemplo; la fiebre (calor) se atribuía a un exceso de sangre, porque los
pacientes se ponían encarnados. Por
tanto, se buscaba el balance extrayendo sangre, mediante sanguijuelas
usualmente, para “enfriar” el paciente.
Hahnemann denominó esas prácticas “alopatía” (de allos “opuesto” y
pathos “sufrimiento”) y trato de reemplazarlas con su “Ley de los Similares”,
que trataba “similar con similar”.
Aunque la medicina moderna no se ajusta en absoluto a la antigua
alopatía, los homeópatas siguen llamando alópatas a los médicos convencionales,
con el fin de hacer aparecer como ideológicas las diferencias entre ambos
métodos. En realidad, la diferencia fundamental
entre la medicina convencional y la homeopatía es la completa ausencia de metodología
científica de ésta última. Como muchas
otras acepciones, el término “alopatía” también ha evolucionado, y existen
definiciones alternativas como, por ejemplo, la del Webster’s New Collegiate Dictionary,
que define la alopatía como “un sistema de práctica médica que hace uso de
todos los recursos cuyo valor ha sido comprobado en el tratamiento de las
enfermedades”.
“Hahnemann...es...un hijo de las ciencias naturales de la era moderna, un
adepto a la química de su época... Pero
aún es capaz de mantener la convicción de que una entidad vital inmaterial
mueve nuestro organismo hasta la muerte, cuando las fuerzas químicas puras
prevalecen y lo descomponen... Esta
energía vital, que él caracteriza como inmaterial y espiritual, mantiene
saludable la armoniosa totalidad del organismo es, de hecho, su totalidad, y
puede ser influida por causas dinámicas.
¿Cómo intentó Hahnemann esclarecer estas ideas? Él llamó la atención acerca de fenómenos
tales como las influencias magnéticas, la luna y las mareas, las enfermedades
infecciosas y, quizás lo más importante, la influencia de las emociones e
impulsos de voluntad en el organismo” (pp. 221-225).
El vitalismo moderno apela a los seguidores de la denominada medicina
“Holística” o de la “Nueva Era”, quienes prefieren una visión metafísica del
proceso de la vida y aceptan de inmediato la homeopatía, a pesar de sus
deficiencias científicas.
Se considera que la invención de la homeopatía tuvo su
origen en la siguiente experiencia. Estando totalmente sano, Hahnemann ingirió
una dosis sustancial de corteza de cinchona bark (chinchona officinalis o
árbol de la quina) a partir de donde se obtiene la quinina, utilizada
en su época para tratar la malaria, y notó que los síntomas que experimentó
eran similares a los de la enfermedad.
Razonó entonces que si una sobredosis del producto curativo causaba
síntomas similares a los de la enfermedad, esta particularidad podría ser
utilizada para esclarecer el valor curativo de diferentes medicinas. Llamó a esta supuesta ley “Ley de los Similares” (Law of Similia) y al
proceso de “experimentación” le llamó la “prueba” (proving) del medicamento.
En realidad, la denominada “Ley de los Similares” no es ninguna ley
derivada del método científico de investigación, sino el ropaje
pseudocientífico que adopta en las manos de Hahnemann una de las creencias
primitivas del monismo. Ésta creencia considera que... “la naturaleza es un todo orgánico,
unitario, sin partes independientes” con principios inherentes tales como “lo similar es lo similar”, “lo similar hace lo similar” y “lo similar cura lo similar”.
El monismo es la base de muchas prácticas de los
antiguos; (por ejemplo, comer el corazón de un león para obtener su coraje) y
establece que:
a) si un objeto se asemeja a otro, ambos son similares en
su esencia (lo similar es lo similar),
b) la imagen tallada de un dios de alguna forma se
convierte en el dios (lo similar hace lo
similar).
c) La influencia del monismo también se advierte en
algunas prácticas médicas folclóricas; por ejemplo, la raíz de serpiente (una
planta) es buena para las mordeduras de culebras, a causa de su parecido (lo similar cura lo similar).
Este último aspecto también se relaciona con la Doctrina de los Signos
de Paracelso, quien declaró que determinadas plantas eran capaces de curar
estados o partes anatómicas a las que se asemejaban (Garrison, 1929, p. 206).
La Ley de los Similares carece de bases científicas y
contradice los conocimientos actuales de las ciencias básicas, la fisiología,
la farmacología y la patología.
La Ley de los Infinitesimales sostiene que mientras
menor sea la dosis de medicamento, más potentes serán sus efectos.
Hahnemann enseñaba que las sustancias podían ser
“potenciadas”; es decir, que era posible liberar los “poderes inmateriales y
espirituales” de los medicamentos para incrementar el efecto de sus componentes
activos, y también para activar los inactivos.
El proceso de “potenciación” involucraba la dilución continuada de los
agentes curativos mediante un proceso al que llamó “sucusión” (sucussion). En este proceso, las mezclas iniciales son
agitadas no menos de 40 veces, se desechan 9 partes, se añaden 9 partes de
solvente (usualmente agua) y se agita la mezcla nuevamente. El proceso se repite tantas veces como se
desee. El golpear ligeramente sobre una
almohadilla de cuero o en la palma de la mano se consideraba que podía duplicar
la dilución – en contra de lo establecido por las leyes elementales de la
física - .
Los medicamentos homeopáticos se diluyen en potencias de
diez y se denominan con combinaciones de números arábigos y romanos (ejemplo,
3X = 1/1000, 4X = 1/10,000, 3C o 6X = 1/1,000,000, etc.). El hecho innegable de que los medicamentos
homeopáticos del siglo XIX consistieran en placebos diluidos los hacía sin duda
preferibles a los repelentes potingues y mejunjes que recetaban los partidarios
de las teorías humorales.
Sin embargo, la química elemental nos dice que existe un límite a la
dilución que se puede alcanzar sin que se pierda totalmente la sustancia
original. Este límite, determinado por
el número de Avogadro (6.023 x 10-23) se corresponde con una
potencia homeopática de 12C ó 24X (1 parte en 1024). A este grado de dilución existe menos de un
50% de probabilidad de que incluso una sola molécula del material original permanezca
en la disolución después del proceso de potenciación. El mismo Hahnemann se dio cuenta de que prácticamente
no existía probabilidad de que quedara algo de la sustancia inicial tras un
proceso tan grande de dilución, pero se las arregló para buscar una explicación
en términos metafísicos.
Además de contradecir la física y el sentido común, la Ley de los
Infinitesimales queda totalmente invalidada cuando se hacen estudios
farmacéuticos sobre la dosis aplicada de un medicamento y la respuesta que éste
ocasiona en el organismo.
Un resumen de las investigaciones realizadas hasta el
momento en homeopatía fue publicado por Scotfield en 1984, quien concluye: ...
“resulta obvio del resumen que, a pesar de la gran cantidad de trabajo
experimental y clínico, sólo hay muy poca evidencia experimental sugiriendo que
la homeopatía es efectiva. Esto se debe
al mal diseño y ejecución de los experimentos, malos informes, análisis, y
particularmente a la falta de repetición de experimentos promisorios...”. La declaración más favorable de Scotfield es
que “ciertamente, la ineficacia de la homeopatía no ha sido demostrada”, aunque
esta última afirmación es criticable, ya que no se ajusta estrictamente al
método científico: el resultado experimental importante hasta el momento es la
ausencia de pruebas que avalen la homeopatía, no la ausencia de pruebas que
la rechacen. (No es deber de la ciencia demostrar la falsedad de las infinitas
hipótesis absurdas que se pudieran proponer sobre cualquier tema, sino de
encontrar evidencia sustancial en apoyo de aquellas hipótesis que son
verídicas). Análisis más recientes
llegan a resultados similares (Kleijnen, 1991).
En 1988, un científico francés proclamó haber encontrado que altas
diluciones en agua de cualquier sustancia dejaban una “memoria” en ella,
suministrando así una explicación racional a la Ley de los
Infinitesimales. Los resultados de su
investigación, financiada con fondos de una compañía de productos homeopáticos,
se publicaron en una conocida revista científica de gran prestigio (Nature, 1988). Investigaciones posteriores revelaron que la
investigación se había realizado incorrectamente. El escándalo tuvo como consecuencia la
suspensión del científico. Aún más, un
análisis cuidadoso del resultado de los experimentos reveló que, si los
resultados hubieran sido auténticos, la homeopatía habría causado mas daño que
beneficio, pues habría sido imposible prever de antemano el efecto de una misma
dosis, de un instante a otro, en un mismo paciente, (Sampson, 1989).
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