Tomado de https://medium.com/juventud-técnica/covid-y-homeopatía-5f7d9fbb8f71

 

 

 

Covid y homeopatía

 

Por:  DrCs. Jorge A. Bergado Rosado. Profesor e Investigador Titular (R) y

DrCs. Luis Carlos Silva Ayçaguer. Investigador titular y académico de mérito. Escuela Nacional de Salud Pública

 

 

La reciente epidemia de SARS-CoV-2, que puso al mundo de rodillas, desató esfuerzos y desvelos por cuidar de los enfermos y sobre todo, por encontrar y desarrollar tratamientos preventivos y curativos. Al margen de cuidados intensivos, apoyo vital y empleo de ventiladores, entre otros recursos, el control efectivo de la pandemia solo se hizo posible cuando se pudieron desarrollar vacunas efectivas.

Cuba fue la nación pionera del mundo no desarrollado en producir, con el trabajo abnegado de sus investigadores y el concurso de la buena ciencia y biotecnología, unas vacunas efectivas para enfrentar la epidemia. Fueron obtenidas, además, en tiempo récord y constituyeron a la postre un elemento crucial para superar la terrible emergencia sanitaria a la que se vio abocado el país.

Pero, como cualquier crisis, la pandemia agitó todo tipo de ideas, propició ensayos y desató osadas teorías, algunas rayanas en la locura, como la de consumir lejía (sugerida por Donald Trump) o aquel tragicómico material que en YouTube recomendaba abrir la Biblia hasta encontrar un cabello atrapado entre sus páginas, hervir el pelo, y tomarse el agua. Por ahí pasó también la ivermectina, la hidroxicloroquina y otros recursos, estos presuntamente serios, que fracasaron al no lograr la eficacia esperada.

Y por ahí anduvo un producto que, con el nombre de PrevengHo-vir, se distribuyó gratuitamente en Cuba, casa por casa, desde abril de 2020. Su composición es un compendio de todo cuanto la homeopatía ha inventado para prevenir y erradicar síntomas respiratorios, entre los cuales no podía faltar el pato, el Anas barbariae, más conocido en el mundo con el nombre comercial derivado del oscilante coco de Roy.

En 1918, en plena guerra mundial y como si fueran pocos los males que esta producía, se desató una epidemia de gripe. Una dolencia devastadora que acabó, según estimaciones fidedignas, con la vida de más de 50 millones de personas en todo el mundo. Se trataba de la injustamente llamada “gripe española”.

Al menos tres teorías rivales dan cuenta del sitio en que se produjo el caso cero (también conocido como “caso índice” entre los epidemiólogos): China, Francia y Estados Unidos. En la actualidad hay consenso de que la epidemia estalló en Kansas, Estados Unidos en abril de 1918 y arriba a la península ibérica mucho después que a Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. No obstante, en parte porque convenía a estas tres potencias construir una “leyenda negra” en torno a España, en esos países comenzó a llamársele “gripe española” y, aunque está descartado que tuviera su origen en ese país, la denominación hizo fortuna y aún hoy se le conoce universalmente con ese nombre.

La epidemia, además de muerte, pobreza y hambre, dejó secuelas insospechadas, como la encefalitis letárgica, que sumió en una extraña apatía a centenares de sobrevivientes de la enfermedad, conocida también como encefalitis de von Economo, en honor al neurólogo que describió esta rara condición. La película Despertares (Columbia Pictures, 1990) con Robin Williams y Robert de Niro, narra una historia real y emotiva de las esperanzas y frustraciones que anidaban en pacientes afectados por este trastorno.

Pero la epidemia dejó otra secuela, que ha devenido uno de los errores científicos más perdurables y rentables: el Oscillococcinum, el coco vibrante, de cuyos avatares trataremos a continuación.

Examinando muestras de sangre procedentes de fallecidos de gripe, el médico militar francés Joseph Roy creyó haber descubierto una bacteria, un diplococo, y la señaló como la causa de la enfermedad. Lo singular acerca de este supuesto microorganismo es, según Roy, que oscilaba, razón por la cual lo bautizó como Oscilococo, algo sorprendente. Lamentablemente, el coco vibrante no ha sido observado nunca más, por lo que resulta evidente que se trata de un error de observación, un microscopio deficiente, o ambos.

A pesar de no haber podido replicar su observación, el Dr. Roy inventó un tratamiento para combatirlo. Se trata de un producto al que llamó Anas barbariae hepatis et cordis extractum y que se sigue vendiendo como alivio para la gripe, a pesar de saber que las gripes son de origen viral, no bacteriano.

Roy era un entusiasta seguidor de las doctrinas homeopáticas del Dr. Samuel Hanneman y preparó su producto siguiendo las normas de dilución de la “Materia Medica” a partir de corazón e hígado de patos, muy utilizados en la cocina francesa con el nombre de pato de Berberia, aunque el nombre científico de la especie es Carina moschata.

Luego de digerir in vitro el corazón y el hígado usando jugo pancreático, se procedía a etapas reiteradas de dilución y agitación, en la cual se vaciaba el recipiente y se rellenaba con agua, sacudiendo el líquido vigorosamente y golpeando el receptáculo contra el lomo de una Biblia forrada en cuero. El frasco se volvía a vaciar, se rellenaba con agua y se volvía a agitar, procedimiento que, según las instrucciones de Roy, se repetía 200 veces. Del agua finalmente obtenida se tomaba una gota que se depositaba y dejaba secar sobre una tableta de 5 mg de lactosa. Y cuando decimos agua es justamente eso, agua y nada más, porque todo resto del tejido inicial se ha ido esfumando en cada paso de dilución.

Imagine que partimos de un recipiente con 99 ml de agua y añadimos 1 ml de extracto, agitamos el líquido, vaciamos y rellenamos el recipiente y repetimos el proceso 199 veces más. Esto es lo mismo que diluir el extracto original por un factor de 10 elevado a la potencia 400. Teniendo en cuenta que en un mol de sustancias hay 6.02x1023 moléculas, es fácil persuadirse de que, a partir de la duodécima dilución, ya no queda ni una solo molécula del producto original. O sea, a partir de ese punto, solo se tendrá agua.

El Anas barberie se comercializa hoy en muchos países con el nombre de Oscillococcinum por la transnacional homeopática Boirón, que puede producir cientos de miles de millones de pastillitas de azúcar impregnadas de agua, partiendo de un hígado y un corazón de pato. Las ventas anuales de Oscillococcinum superan los 20 millones de dólares. No será la oca de los huevos de oro, pero no es posible negar que este pato tiene un corazón (y un hígado) de valor incalculable

La efectividad de este preparado para prevenir la gripe jamás se ha demostrado. Varios ensayos clínicos se han hecho, todos con resultados negativos. La gripe normalmente, salvo complicaciones infrecuentes, se cura de manera espontánea en unos cinco días. El único estudio que reportó algún beneficio dice que reduce la duración de la enfermedad en ¡seis horas! Por esa razón y para anticiparse al impacto de demandas judiciales, la publicidad del producto establecida por los mercaderes ya no afirma que cura la gripe, sino algo no menos descabellado, pero a salvo de impugnaciones legales: que atempera los síntomas.

De vuelta a la covid

Además de su distribución puerta a puerta, al PrevengHo-vir se le hizo campaña publicitaria exaltando sus supuestas bondades, de la cual se hicieron eco algún que otro bioquímico y hasta algún epidemiólogo. Nunca se sabrá cuántas personas consumieron realmente el producto, aunque es de suponer que el miedo a la infección, combinado con la confianza en nuestro sistema de salud y el impacto de los mecanismos comunicacionales, haya impulsado a millones de compatriotas a aplicarse sus goticas sublinguales, por si acaso.

Foto: tomada de Invasor

Solo algún que otro ciudadano entrenado en el empleo del sentido común y el pensamiento racional, rechazó –incluso en aquellas tensas circunstancias- someterse a esa presunta protección. Pero, de seguro, muchísimas personas se sintieron protegidas, con el agravante de que desarrollaron una sensación de estar a salvo, en virtud de lo cual descuidaron la adopción de precauciones elementales para evitar contraer y esparcir el virus.

Las indicaciones de uso, distribuidas junto con el producto disparan, de inmediato, alarmas muy serias:

1) La dosificación indicaba la colocación de 5 gotas debajo de la lengua durante tres días consecutivos, y aplicarse una dosis adicional una semana después. ¿De dónde salió esta regla? ¿Existieron estudios farmacocinéticos y farmacodinámicos que sustentaron tales indicaciones, como exigen los cánones? O, en su defecto, ¿cuál fue el ensayo clínico que identificó esa dosificación cómo la más efectiva? Téngase en cuenta que se trata de un preparado nunca antes empleado por lo que no existían datos previos que lo avalaran. Aún se espera por las respuestas a estas tres preguntas, habida cuenta de que los creadores de este recurso nunca consideraron oportuno dar a conocer estas informaciones. Los autores de esta nota sospechamos que jamás las tendremos.

2) Se recomienda mantener el producto a menos de 30 grados centígrados, pero no refrigerarlo, lo cual en Cuba puede ser muy difícil. Sin embargo, lo verdaderamente intrigante viene a continuación: se exige mantener el preparado alejado de equipos generadores de campos electromagnéticos (equipos electrodomésticos: televisores, microondas, computadoras, celulares, radios, teléfonos inalámbricos, refrigeradores…), de perfumes y olores fuertes (sic). Al parecer, tan insólita indicación se basa en la convicción (hasta donde sabemos, sin evidencia alguna) de que los campos electromagnéticos afectan al producto, lo cual requeriría conservarlo en una jaula de Faraday, pues nuestro entorno está inundado de ondas electromagnéticas. Encienda la radio y lo comprobará. Por otra parte, ¿cómo mantener el producto a menos de 30 grados y, a la vez, alejado de un refrigerador? Eso, en cuanto a los campos electromagnéticos y la temperatura. El supuesto perjuicio causado por los olores al preparado homeopático responde a un punto de vista que parece provenir de la nada, pues su fundamento tampoco ha sido siquiera esbozado por quienes lo sostienen.

3) Pero lo más sorprendente es la recomendación de golpear diez o más veces el frasco contra la palma de la mano antes de usarlo. Esto habrá causado perplejidad o curiosidad en más de un usuario. En realidad, es parte del rito de preparación de homeopáticos. Cuando Samuel Hanneman estaba inventando esta disciplina hizo pruebas en voluntarios humanos (probings) con las más disímiles sustancias, algunas muy tóxicas y hasta venenosas, como el arsénico o el veneno de crótalo. Por eso se le ocurrió diluir y diluir, hasta borrar toda presencia del producto original, y siendo, como era Hanneman, un vitalista convencido, se le ocurrió agitar el líquido vigorosamente en cada pasó de dilución, mediante el recurso de golpear diez veces el frasco contra el lomo de una Biblia forrada en cuero, para extraer el espíritu, la esencia inmaterial del producto. A esto le llamó “sucusión” y sigue siendo práctica de la preparación de homeopáticos, aunque se sustituya la biblia original de la receta por la palma de la mano. Huelga enfatizar que jamás nadie ha probado que se extraiga realmente algo de las moléculas sacudidas.

Nunca se sabrá cuál pudo ser la eficacia, si alguna tuvo, de este producto. La entrega masiva y carente de todo control lo impide. No se hizo siquiera el intento de un ensayo clínico, como sí se llevó adelante rigurosamente con los candidatos vacunales. Pero eso no sorprende. El método científico es asignatura pendiente para los practicantes de estas y otras pseudoterapias que pululan en el mundo y que, lamentablemente, han encontrado adeptos en nuestro país.

(N. del E. Sin ensayos clínicos: Nuevo producto homeopático contra la sarna, del mismo laboratorio. Ver aquí)

 

 

Por otra parte, y finalmente, más allá de la ausencia de ensayos clínicos, ni siquiera la práctica epidemiológica empírica ofrece el más mínimo aval a esta “vacuna natural”. Algunos de los récords de contagios en nuestro país se produjeron en las comunidades y los centros donde, con mayor intensidad, se aplicó este recurso.

La elaboración, exaltación publicitaria y distribución de este producto en más de dos millones de hogares tuvo costos: financieros y materiales, además del tiempo de trabajo que miles de personas destinaron a su aplicación, en medio de una emergencia que imponía máximas racionalidad y eficiencia. Ese fue el precio de confiar en un producto sin plausibilidad científica alguna, que se generalizó sin que mediaran pruebas de su efectividad, que pudiera ser vapuleado teóricamente por cualquier estudiante de licenciatura en química y basado en prácticas que fueron rechazadas en Cuba ya desde la época colonial por la Real Academia de Ciencias.

Bibliografía consultada

1) Spinney L. El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo. 2017. Barcelona: Crítica.

2) Carlos Santiago Uribe; Adolfo L. González; Paulina González: La encefalitis letárgica de von Economo y la pandemia de la gripe española en Bogotá y Medellín: reseña histórica cien años después. Biomédica vol.39 no.1 Bogotá Jan./Mar. 2019. https://doi.org/10.7705/biomedica.v39i1.4677

3) PrevengHo® Vir. Información oficial y pública del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED). La Habana, Cuba. Rev. Cubana de Farmacia. Vol. 53, №4 (2020)

4) Ernst, E.: Oscillococcinum, the homeopathic solution to the coronavirus threat? Disponible en: https://edzardernst.com/2020/03/oscillococcinum-the-homeopathic-solution-to-the-coronavirus-threat/

5) https://naukas.com/2011/08/17/una-bacteria-inexistente-un-pato-inocente-y-unas-amenazas-insensatas/

6) https://es.wikipedia.org/wiki/Oscillococcinum

7) https://pseudociencia.miraheze.org/wiki/Joseph_Roy

8) Vickers AJ, Smith C. Homoeopathic Oscillococcinum for preventing and treating influenza and influenza-like syndromes., Cochrane Database Syst Rev. 2004;(1):CD001957. PMID 14973976

9) E Ernst (diciembre de 2002). «A systematic review of systematic reviews of homeopathy». Br J Clin Pharmacol 54 (6): 577–582