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23 de agosto de 2005

 

Puede ayudar a explicar por qué tantas personas dicen que reciben alivio de terapias y remedios sin beneficio físico real

 

¿Aliviar el dolor mentalmente? Un estudio en la Universidad de Michigan muestra que los propios analgésicos del organismo pueden causar el "efecto placebo"

 

Muestran investigadores que los falsos analgésicos impulsan al cerebro a liberar endorfinas, lo que resulta de ayuda a los que tienen dolor.


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ANN ARBOR, MI - Sólo el pensar que un medicamento va a aliviar el dolor es suficiente para impulsar el cerebro a liberar sus propios analgésicos naturales y calmar sensaciones dolorosas, muestra un nuevo estudio de la Universidad de Michigan.

 

- Jon Kar Zubieta, MD, Ph.D.

Neurocientífico Jon-Kar Zubieta, M.D., Ph.D.

El estudio proporciona la primera evidencia directa de que los propios productos químicos del cerebro, llamados endorfinas, desempeñan un papel en el fenómeno conocido como el efecto placebo, y que esta respuesta se corresponde con una reducción de la sensación de dolor.

 

Estudios previos en la UM y otros lugares han demostrado que el cerebro reacciona físicamente cuando una persona recibe un tratamiento simulado dolor, que ellos creen les ayudará. Pero el nuevo estudio es el primero en identificar un mecanismo específico en la química del cerebro con el efecto placebo. Puede ayudar a explicar por qué tantas personas dicen que reciben alivio de terapias y remedios sin beneficio físico real.  Y puede llevar a una mejor utilización de lo terapia cognitiva o psicológica para las personas con dolor crónico.

 

Los resultados se publicarán en el número de agosto 24 del Journal of Neuroscience por un equipo de la UM Molecular y Behavioral Neurosciences Institute (MBNI). La investigación fue financiada por los Institutos Nacionales de Salud.

 

"Se trata aquí de otro duro golpe para la idea de que el efecto placebo es un fenómeno puramente psicológico, no físico, dice el autor principal - Jon Kar Zubieta, MD, Ph.D., profesor asociado de psiquiatría y radiología en la Escuela de Medicina de UM y científico investigador asociado en el MBNI.  "Hemos podido ver que el sistema de endorfinas de los voluntarios se activó en las esferas del cerebro relacionadas con el dolor, y que el aumento de la actividad ocurrió cuando les dijeron que estaban recibiendo un medicamento para aliviar su dolor.  Dijeron entonces sentir menos dolor. La relación mente-cuerpo  es muy clara."

 

Las conclusiones se basan en sofisticados análisis del cerebro de 14 jóvenes hombres sanos que acordaron permitir a los investigadores inyectar en  músculos de su mandíbula una solución concentrada de agua salada para causar dolor.  La inyección se suministró mientras sus cerebros eran escaneados por Tomografía de Emisión de Positrones (Positron Emission Tomography, PET) .

 

Durante una exploración, se les dijo que recibirían una medicina (en realidad, un placebo) que podría aliviar el dolor y se les pidió que cada 15 segundos calificaran la intensidad de sus sensaciones de dolor en una escala de 0 a 100.  Después del experimento se pidieron informes más detallados.

 

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Los investigadores correlacionaron la información obtenida de los participantes con los resultados del escaneo PET usando una técnica que revela la actividad de los calmantes naturales del cerebro, productos químicos llamados endorfinas -también opiodes endógenos.

 

Los opioides endógenos se unen a los denominados receptores mu-opiáceosde las células cerebrales, y detienen la transmisión de las señales de dolor de una célula nerviosa a otra. Además de los propios productos químicos del cerebro, las drogas como la heroína, morfina, metadona y anestésicos también actúan sobre el sistema de los receptores mu-opiáceos para aliviar el dolor.

 

Debido a que el sistema de endorfinas intenta en forma natural acallar el dolor dondequiera que se produce, los investigadores incrementaron lentamente la concentración de la cantidad de sal inyectada en el músculo mientras continuaba el escaneo, con el fin de mantener a los participantes en un mismo índice de dolor durante todo el experimento. El placebo, una pequeña cantidad de solución hidratante, se admnistró entonces por vía intravenosa cada cuatro minutos.

 

Cuando los investigadores alertaron a los pacientes de que el placebo se iba a suministrar y administraron la dosis, la cantidad de agua salada adicional que se necesitó para mantener la misma sensación de dolor fue en aumento -indicando una reducción en la sensibilidad al dolor de la que el sujeto no tenía conocimiento.

 

En otras palabras, el pensar que estaban obteniendo realmente un calmante les permitió a los participantes tolerar aun más que antes el agua salada causante de dolor.

Después de cada exploración, los investigadores hicieron mas preguntas a los participantes sobre su estado de ánimo, las emociones y otros aspectos acerca de cómo se sintieron durante el análisis. Hubo diferencias significativas entre los resultados y puntuaciones asignadas por los participantes después de la exploración en la que recibió el placebo, y la que se hizo sin él, administrando solamente las inyecciones en la mandíbula.

 

Nueve de los participantes fueron clasificados como de "alta respuesta al placebo", ya que había más de un 20 por ciento la diferencia entre los escaneos con y sin placebo en sus promedios por volumen de agua salada inyectada; en otras palabras, el efecto placebo era fuerte. Los otros cinco fueron clasificados como de "baja respuesta al placebo".

 

Estas valoraciones subjetivas son consistentes con resultados anteriores, apunta Zubieta. Sin embargo, la obtención simultánea de imágenes de los los sistemas de opiáceos endógenos de los participantes arroja nueva luz acerca de por qué se produce el efecto placebo.

 

 

 

El método de imágenes utilizados en el estudio utiliza pequeñas dosis de un medicamento llamado carfentanil, unido a una forma radiactiva de carbón de corto período de semidesintegración, que libera partículas subatómicas conocidas como positrones. Las parejas de de rayos gamma emitidos como resultado de la emisión de positrones se detectan con el escáner PET, que actúa como una cámara fotográfica para captar esos partículas.  Los investigadores también obtuvieron imágenes por resonancia magnética de los cerebros de los participantes, que contrastaron con las registradas en el PET para determinar exactamente cuales fueron las regiones del cerebo que se activaron.

 

Debido a que el carfentanil compite con los  opioides endógenos analgésicos por un espacio en los receptores de las células nerviosas, las exploraciones PET se puede utilizar para ver cuan activo es el sistema de opioides y los receptores mu-opiáceos. Mientras más fuerte sea la señal positrónica para una región particular del cerebro, menos activos serán los mu-opiáceos y viceversa.

 

Todos los participantes mostraron un aumento de la activación de su sistema de endorfinas mu-opiáceas después de que se les dijo que la "medicina" estaba llegando y  se administró el placebo. Las diferencias más pronunciadas se observaron en cuatro áreas del cerebro conocidas por su relación con las respuestas complejas al dolor y su procesamiento: la corteza prefrontal dorsolateral izquierda, la pregenual rostral anterior derecha cingulada, la corteza derecha insular anterior y el núcleo izquierdo accumbens.

 

Cuando los investigadores correlacionaron los cambios en la actividad de los mu-opiáceos con las clasificaciones de los participantes sobre su dolor y sus emociones, también observaron que la activación del sistema opiode se correlacionaba con diversos elementos de la experiencia de dolor.

 

Por ejemplo, la actividad en la corteza prefrontal dorsolateral estaba asociada con la expectativa de alivio del dolor informado por los voluntarios. Otras areas del cerebro estaban asociadas al alivio o la intensidad del dolor,  cuan desagradable era, o incluso a cómo los individuos se sentían emocionalmente durante la experiencia del dolor.

 

Debido a que el nuevo estudio se realizó sólo en hombres sanos entre las edades de 20 y 30, serán necesarias más investigaciones para determinar cómo se produce el efecto  en la mujer y en personas con diversas enfermedades.  El poder de los placebos para aliviar los síntomas de dolor ha sido bien documentado en muchos grupos de enfermedades, pero los investigadores comenzaron con  varones jóvenes sanos para descartar el impacto de dolor crónico, trastornos del estado de ánimo o variaciones hormonales, que también pueden afectar el sistema de endorfinas.

 

Además de Zubieta, el equipo de investigación incluyó los MBNI miembros Joshua Bueller, Lisa Jackson, David Scott y Janyun Xu; el profesor radiología Robert Koeppe, Ph.D.; Thomas Nichols, Ph.D., profesor asistente de bioestadística en la Escuela de UM de Salud Pública, y Christian Stohler, antes de la UM, Escuela de Odontología y ahora en la Universidad de Maryland, Facultad de Odontología.

 

Referencia:  The Journal of Neuroscience, 24, No. 34, agosto 24 2005