Tomado de la Revista Cubana de Física 19, 1, 2002, p.68

Falsas Energías, Pseudociencia y Medios de Comunicación Masiva


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 Sumario


 

Cuando los medios de difusión masiva se hacen eco de noticias presuntamente científicas, pero que en realidad son ajenas a la ciencia, aportan un sabor de veracidad a afirmaciones totalmente falsas, tendiendo más a confundir que a ilustrar al lector o televidente, entre los cuales obviamente también se incluyen estudiantes y profesores.   En nuestro país la mayoría de estos supuestamente “nuevos” resultados científicos se relacionan, de una forma u otra, con la aplicación del concepto de energía en el campo de la medicina, y se nutren esencialmente de la ingenuidad y la ignorancia.  De ahí la necesidad de divulgar la realidad sobre este concepto, tanto en las aulas como fuera de ellas.  Por estas razones, en lo que sigue se ha  pretendido:  

1) Analizar, en forma muy resumida, el significado del concepto “energía”. 

2) Resaltar las falacias inherentes a expresiones tales como energía vital, energía piramidal y bioenergía.  

3) Resumir las diferencias más significativas entre la ciencia y la pseudociencia, utilizando un lenguaje lo más sencillo y popular posible para facilitar la comprensión del no especialista.

 Examinando en conjunto las cinco características siguientes:  escepticismo, mecanismos, referencias, magnitudes y reproducibilidad, es posible llegar a discernir con suficiente claridad cuando estamos en presencia de un resultado científico y cuando se nos intenta confundir con una terminología pseudocientífica.  

Estas realidades deben ser divulgadas al máximo entre los estudiantes y profesores de la enseñanza media y universitaria, con el fin de contrarrestar la influencia nociva de los medios masivos de comunicación cuando se hacen eco de estas falsas terminologías.

 

Introducción

 

Resulta un tanto preocupante la difusión que en los últimos tiempos ha alcanzado la divulgación de la pseudociencia[2] en los medios de comunicación,  sin que nuestro país sea la excepción.  Los que en las aulas universitarias nos esforzamos en transferir a los alumnos el conocimiento acerca de los métodos de la ciencia y el significado de las leyes de la naturaleza, muchas veces chocamos con la influencia negativa de los medios de difusión masiva.  Cuando estos medios propalan noticias presuntamente científicas, pero que en realidad nada tienen nada que ver con la ciencia, aportan un sabor de veracidad a afirmaciones totalmente falsas, y tienden más a confundir que a ilustrar al lector o televidente, entre los cuales obviamente también se encuentran estudiantes y profesores.  Y la impresión general que se recibe en estos casos es que tiene mayor primacía el informe puntual de un resultado aparentemente espectacular que el brindar al público una información verídica y objetiva desde el punto de vista científico.

 

En nuestro país la mayoría de estos supuestos resultados científicos se relacionan con las denominadas “terapias alternativas” en el campo de la medicina.  Así, hemos sido testigos de reportajes – que usualmente se repiten una y otra vez - donde se afirma que un cierto medicamento debe ser preparado con una “actitud energética” positiva o favorable por parte de la persona que hace la preparación.  Y también de algún que otro escrito donde se describe la transmisión hacia el paciente de cierta “energía” benéfica, de dudoso origen, con el auxilio de algún aditamento, que puede ser un imán permanente o una pirámide hecha de cualquier material[i].  Reportajes como éstos son antieducativos, pues inducen a confusión sobre la ciencia y sus métodos, no sólo a estudiantes de nivel universitario o preuniversitario, sino incluso a personas con educación universitaria, pero que no son especialistas en el tema específico considerado.

 

No corresponde a los educadores determinar si éstas terapias efectivamente funcionan o no.   Pero sí nos corresponde, e incluso es nuestra obligación, alertar sobre la omisión del empleo del método científico en estos supuestos resultados, así como el uso incorrecto de la terminología científica, dada la gran cantidad de personas con posibilidad de ser afectadas por la falsa información.

 

Como en la casi totalidad de los casos aparece involucrado el concepto de energía, parece indispensable que todo profesor de ciencias exactas o naturales deba contar con un criterio actualizado acerca de éste concepto.   Además, también es muy importante que todo educador tenga suficientes criterios acerca de las características que diferencian la verdadera ciencia de la pseudociencia.

 

No es suficiente conocer y difundir las características del método científico[3], porque en el campo de la pseudociencia también suelen aparecer resultados experimentales (deformados) y  teorías (falsas), donde lo real se mezcla con lo ficticio.  Por otra parte, una de las principales características de la pseudociencia es que utiliza profusamente la terminología científica, pero sin que los conceptos utilizados estén realmente asociados al fenómeno que se pretende describir.

 

Por estas razones, en lo que sigue se pretende:

 

1) Analizar, en forma muy resumida, el significado del concepto de energía.

2) Resaltar las falacias inherentes a expresiones tales como energía vital, energía piramidal y bioenergía.

3) Resumir las diferencias más significativas entre la ciencia y la pseudociencia, con la esperanza de que serán de utilidad a profesores y alumnos para separar la información verdaderamente científica de la que no lo es.

 

1. El Concepto de Energía

 

Al igual que otros muchos conceptos y definiciones en la ciencia, el concepto de energía ha ido evolucionando, ampliándose y perfeccionándose con el transcurso de los años.  Si en los textos de hace 50 años era posible encontrar definiciones tales como:  “la energía de un cuerpo puede ser definida, en sentido amplio, como su capacidad para hacer trabajo[ii], hoy día muchos consideran que ésta definición es inexacta, al menos por dos razones.

 

En primer lugar, desde el punto de vista moderno de la termodinámica, rama de la ciencia que se dedica al estudio de los procesos de intercambio de energía entre sistemas, el trabajo y el calor son formas de transmisión de la energía, y el trabajo queda definido como energía en tránsito [4].  Si se adopta este criterio, la definición mencionada al inicio equivaldría a definir la energía como su capacidad de transmitirse, lo que carece de sentido.

 

En segundo lugar, los cuerpos o sistemas siempre tienen energía, aún cuando esa energía haya perdido su capacidad para realizar trabajo.  Veamos esto último más detalladamente.

  

La energía se puede degradar (perder la capacidad de transmitirse en forma de trabajo útil) aunque durante el proceso no hayan existido pérdidas de energía.[5]  Es posible comprender el significado de la degradación de la energía analizando el siguiente ejemplo.  La energía almacenada en un gramo de combustible puede mover un vehículo varios metros al combustionar, lo que equivale a transmitirse en forma de trabajo útil.  Durante la combustión también se produce cierta transferencia de energía en forma de calor, que eleva la temperatura de las piezas internas del vehículo (incremento de energía térmica).  La suma de las energías que aparecen en forma de:  movimiento +  energía térmica +  energía de los residuos de la combustión,  es exactamente la misma que estaba almacenada en el combustible (principio de conservación de la energía).  Eventualmente, la energía que adquirió  el vehículo en movimiento también se transformará en energía térmica, a causa de la fricción de las partes móviles del motor, de la carrocería con el aire y de las ruedas con el pavimento y los frenos.  La energía almacenada inicialmente en el combustible no se pierde, pero la energía térmica resultante en el proceso  ya no puede volver a ser aprovechada para mover el vehículo.  Por tanto, durante el proceso la energía ha perdido su capacidad de transmitirse en forma de trabajo (se ha degradado).  Como la energía degradada no se puede utilizar nuevamente para obtener trabajo, la definición de energía como “capacidad de hacer trabajo” no parece ser totalmente general

 

Otros conceptos de energía,  tal como “la energía es una medida del movimiento” (clásicos del siglo XIX), entran en contradicción con los textos contemporáneos de física, donde es posible encontrar energías descubiertas posteriormente que no están asociadas al movimiento.

Por citar sólo un ejemplo, en referencia a la famosa relación de Einstein entre la masa y la energía (1905) un conocido texto de física afirma [iii], [iv] :

“ ... podemos aseverar que un cuerpo en reposo tiene una energía Eo = mc2 en virtud de su masa en reposo.  A ésta cantidad se le llama energía en reposo  ... y es adicional a la energía asociada al movimiento de la partícula.  

 

De hecho, hoy día es prácticamente imposible encontrar en los libros de texto una definición generalizada de energía que no pueda ser impugnada por una razón u otra.  Y una posible razón es el hecho de que las ciencias físicas trabajan con magnitudes, y el concepto de energía sólo queda definido sin ambigüedades cuando nos referimos a un tipo específico de energía, cuyo valor pueda expresarse numéricamente (como dicen algunos, a una energía con apellido).

 

¿Que es una magnitud?  Pues todo lo que se pueda medir con un instrumento, de forma que sea posible asignarle un valor numérico.  El amor y la belleza no son magnitudes; ninguno de los dos es posible expresarlos con cifras. 

 

En relación con lo anterior, vale la pena recordar las palabras de William Thomson (Lord Kelvin), uno de los padres de la termodinámica moderna:  “Suelo repetir con frecuencia que sólo cuando es posible medir y expresar en forma numérica la materia de que se habla, se sabe algo acerca de ella; nuestro saber será deficiente e insatisfactorio mientras no seamos capaces de traducirlo en números.  En otro caso, y sea cual fuere el tema de que se trate, quizá nos hallemos en el umbral del conocimiento, pero nuestros conceptos apenas habrán alcanzado el nivel de ciencia” [v].

 

En el caso que estamos analizando, son las correspondientes expresiones analíticas las que definen cada energía particular.  Cada una de ellas queda así perfectamente definida, sin posibilidad alguna de ambigüedad.  Algunos ejemplos se muestran en la tabla siguiente.

 

 

ENERGÍA

EXPRESIÓN ANALÍTICA 

MAGNITUD A MEDIR 

Cinética

 

masa (m), velocidad (v) 

Potencial gravitatoria 

   

masa (m)  

longitud (r),

Potencial electrostática

 

carga eléctrica(q)

longitud(r)

Del campo magnético (por unidad de volumen) 

 

permeabilidad(m),

intensidad del campo (H)

 

 

Otro aspecto a considerar es la descripción del lugar donde se encuentran almacenadas (o de donde provienen) las diferentes energías.  Así, por ejemplo, en termodinámica se habla de la energía interna  refiriéndose a la suma de todos los tipos de energía que puedan existir en un determinado sistema.  El concepto energía química, usualmente se utiliza para designar la energía almacenada en los enlaces químicos de las sustancias.  También se habla de energía eólica, energía solar, etc.

 

Es decir, existe una doble acepción del vocablo energía; se puede utilizar  tanto para designar un tipo específico de energía como para indicar el lugar de donde proviene o se almacena.

 

El principio de conservación de la energía resume la realidad experimental de que siempre que desaparece algún tipo de energía en un sistema (cinética, potencial, del campo)  en algún otro sistema aparece igual cantidad de energía, del mismo o de otro tipo.  Fueron necesarios miles y miles de experimentos cuantitativos a lo largo de cientos años para alcanzar el conocimiento de estas realidades.  Su desconocimiento puede conducir a conclusiones absurdas en temáticas que, a primera vista, no parezcan tener relación directa con la termodinámica.

 

2. Falsas Energías en los Medios Comunicación Masiva

 

Recientemente han comenzado a proliferar en diferentes órganos de prensa (radio, TV, prensa escrita)  informes de  supuestas terapias alternativas que utilizan un lenguaje pseudocientífico, mezclando conceptos científicos con otros que no lo son.    Algunos de estos conceptos se refieren específicamente a la energía, como son los conceptos de bioenergía, energía vital y energía piramidal.  Se habla incluso de ciertos medicamentos donde resulta “indispensable” que el operador “traspase” al fármaco cierta “energía” desconocida durante su preparación.

 

La palabra bioenergía no aparece en los diccionarios y enciclopedias consultadas.  Tampoco es posible interpretarla como energía almacenada en la “bio” (vida).  Es un término que, en el idioma castellano, se ha utilizado para comercializar medicamentos  o terapias alternativas de dudosa efectividad. Usualmente con el fin de un matiz científico a lo que realmente no lo es,  y que no pocas veces incluye alguna componente mística.  En cambio, la bioenergética es el estudio de los procesos mediante los cuales las células vivas utilizan, almacenan y liberan energía[vi].  Pero esta última energía se refiere a nuestras viejas conocidas (energía cinética y  potencial, energía química) y no a algún tipo nuevo de energía que tenga que ver exclusivamente con los organismos vivos.  De manera que el término “bioenergía”, cuando se utiliza para tratar de justificar el efecto causado por alguna supuesta terapia alternativa, tiende mas bien a confundir que a ilustrar, pues en realidad carece de significado.  Y, en consecuencia, no contribuye a incrementar el conocimiento del objeto de estudio;  ni siquiera logra singularizarlo.  En los países de habla inglesa[6] el término bioenergy se refiere a la obtención de energía a partir de fuentes naturales y renovables (como por ej., la obtención de alcohol a partir de la caña de azúcar).  Existe incluso una revista científica dedicada exclusivamente a la bioenergía[vii], y es casi seguro que eventualmente ésta será la acepción que se extienda a nuestro idioma.

 

La energía vital  es un concepto basado en antiguas teorías chinas, que trata de explicar los efectos de la acupuntura.  Según estas teorías, sin puntos de contacto con las ciencias físicas contemporáneas, las enfermedades son causadas por la interrupción de los flujos de energía vital en el cuerpo humano, y  la inserción de las agujas presuntamente restaura la normalidad 6.  Sin embargo, la energía vital no es una magnitud.  No tiene una expresión analítica asociada y no se puede medir. Por tanto, no se puede relacionar a otras energías y al principio de conservación.  Es sólo un concepto totalmente ajeno a la ciencia. (Lo cual no tiene que ver con la posible efectividad o ineficacia de la acupuntura.  Lo incorrecto es la explicación no científica que se pretende dar a sus efectos sobre la base de este concepto, unido a la ausencia de la metodología científica de trabajo).

 

La energía piramidal es otro concepto no científico, similar al concepto de energía vital en que no se puede medir ni relacionar con otros tipos de energía, porque simplemente no está definido.  (A no ser que Ud. lo interprete como la “energía almacenada en la pirámide”, lo que tampoco dice nada porque no se sabe a que tipo de energía se está refiriendo, cuáles son sus propiedades o cómo se mide).  A veces se trata de relacionar la supuesta energía piramidal con la energía del campo magnético terrestre, que sí es una magnitud.  Sin embargo, las referencias acerca de las mediciones y el valor numérico del campo en el interior de la pirámide y fuera de ella siempre están ausentes.  Por más que Ud. las busque... ¡nunca aparecen!.  Pero, además, el campo magnético terrestre es un campo magnetostático, similar al de cualquier imán permanente. Los campos magnetostáticos son conservativos [viii], lo que significa que en las condiciones de la pirámide, donde todo está en reposo, el campo magnético es absolutamente incapaz de transmitir la supuesta energía que sirve para curar.  Otras veces se habla de “energía cósmica” o términos similares, tratando de explicar lo inexplicable con algo que tampoco tiene explicación.  El término “energía piramidal” tampoco aparece registrado en el diccionario, mucho menos en la literatura científica.

 

Otro aspecto que vale la pena señalar acerca de estas supuestas energías es que, además de que se ignora su origen, son inagotables. No se degradan ni contribuyen al crecimiento de la entropía. Y, según aquellos que favorecen su difusión, su aplicación sirve para curar cualquier cosa;  tanto el dolor de cabeza como los dolores reumáticos y los desórdenes mentales;  engordan a los flacos y adelgazan a los gordos y, no menos importante, siempre son benéficas, lo que también carece de fundamento.  Resulta archiconocido que lo benéfico en unas condiciones puede ser muy dañino en otras.  Por citar un ejemplo, la energía solar recibida en la piel en forma de radiación electromagnética es benéfica en pequeñas cantidades.  Produce una sensación agradable de calor en días fríos y estimula la formación de vitamina D en el organismo.  Sin embargo, en grandes cantidades puede causar quemaduras en la piel a corto plazo, y se sabe que a largo plazo existe una relación directa entre la excesiva exposición a la componente ultravioleta de la radiación solar y el cáncer en la piel.

 

3. Ciencia y Pseudociencia. Algunas Diferencias Significativas

 

¿Y cómo surgen y se robustecen estos conceptos y definiciones no científicas?¿Cuál es su origen? Ciertamente, resulta difícil determinar el origen de cada uno de estos falsos conceptos y definiciones; se requeriría de una investigación particular en cada caso.  Sin embargo, lo que resulta indudable es que todos ellos se nutren y desarrollan a partir de la ingenuidad y la ignorancia.  Muchas veces habría que añadir otras características:  el esfuerzo por comercializar algún producto de dudosa efectividad, o el deseo muchas veces bien intencionado, pero indudablemente cándido, de propagar a toda costa un conocimiento presuntamente benéfico para muchas dolencias y que prácticamente no cuesta dinero.  Pero, como dice el refrán, de buenas intenciones también puede estar empedrado el camino hacia el infierno.

 

La ciencia tiene sus propias reglas y métodos de trabajo, que  no pueden ser obviados.  Cuando se obvian, nos adentramos en el terreno de la falsa ciencia o pseudociencia,  que propone afirmaciones y generalizaciones sin tener un verdadero fundamento científico. 

 

Dado el ropaje aparentemente científico con que se cubre usualmente la pseudociencia, ¿existirá algún método simple para separarla de la ciencia? Desde luego que sí.  Ante la presencia de un determinado evento o fenómeno, siempre será posible distinguir entre ciencia y pseudociencia analizando la descripción que se nos ofrece del mismo.  La descripción científica de cualquier fenómeno debe tener necesariamente una serie de características relativas a:

 

I) La acumulación de evidencia experimental.

II) La propuesta de teorías o mecanismos que den explicación a esta evidencia. 

 

En la tabla siguiente se resumen algunas características que puntualizan diferencias esenciales entre la ciencia y la pseudociencia [ix].  La fila cinco se refiere a los hechos experimentales, mientras que la dos trata sobre los mecanismos.  La fila cuatro se asocia tanto al experimento como a los mecanismos.  Cuando se describe un resultado obtenido por métodos científicos, usualmente todas las características de ciencia mencionadas en la tabla están presentes.  No obstante, a veces alguna de ellas puede faltar, sin que por ello el resultado deje de ser científico.  Es más bien el conjunto de todas las características quien determina la diferencia entre ciencia y pseudociencia.

 

 

 

CIENCIA

PSEUDOCIENCIA

1

Es escéptica.  Duda continuamente de sus propios logros como método básico de su desarrollo.

Es crédula.  No exige demostraciones. Toma sólo lo que le conviene y cierra los ojos ante la evidencia contraria.

 

2

Siempre trata de encontrar un mecanismo basado en el conocimiento científico anterior para explicar los resultados del experimento.

No propone mecanismos.  Cuando lo hace, no es un mecanismo basado en conocimientos previos.

3

Los textos y artículos científicos dan citas y referencias de revistas científicas arbitradas[7].

No hay referencias, o las referencias son de textos no arbitrados o de congresos, o se citan opiniones aisladas de alguna supuesta “personalidad”.

4

Utiliza magnitudes y conceptos bien definidos para describir y analizar los fenómenos.

Usa sus propios conceptos, pobremente definidos (usualmente no magnitudes), y los mezcla inadecuadamente con conceptos científicos.

5

Busca incesantemente la reproducibilidad de los resultados

Se satisface a sí misma con ejemplos aislados 

 

 

Por ejemplo, muchos medicamentos se han utilizado con éxito antes de conocer en detalle la explicación del por qué de sus efectos en el organismo,  es decir, antes de que fuera descubierto el mecanismo mediante el cual llevan a cabo su acción curativa.  Por tanto, no se debe considerar un determinado resultado como pseudocientífico sólo porque alguna de sus características particulares no se ajuste a los criterios de ciencia descritos anteriormente.

  

Cuando nos referimos a la evidencia experimental, la palabra clave es reproducibilidad. Un experimento no descrito con suficiente detalle como para que pueda ser reproducido en cualquier otro lugar no puede ser aceptado como un verdadero experimento científico. (¿Cómo comprobar entonces la veracidad de los resultados expuestos?).  Lo anterior significa, por ejemplo, que en el caso de experimentos relacionados con personas, tales como en el ensayo de terapias de cualquier tipo, además de la descripción minuciosa de los instrumentos y métodos empleados, es indispensable tener en cuenta los aspectos estadísticos  - mientras más pacientes, mejor-.  También es indispensable evaluar grupos de control para tomar en cuenta el efecto placebo, así como utilizar el método de a la ciega por partida doble para eliminar la posible sugestión del médico que evalúa el experimento[8].

 

Como ejemplo de texto pseudocientífico que se ajusta a lo descrito en la tabla anterior se puede citar “Magnetoterapia” de H.L. Bansal [9],  libro que recientemente ha tenido cierta difusión en la comunidad médica de nuestro país.  Aparte de contener infinidad de expresiones totalmente falsas como “el cuerpo humano es un imán” o recomendar la ingestión de “azúcar magnetizada", el texto se ajusta exactamente a las cinco características mencionadas anteriormente como propias de la pseudociencia.  Veamos algunos ejemplos (hay docenas).

a) “Cuando el cuerpo humano contacta un imán, aparece una débil corriente eléctrica en la sangre... la cantidad de iones se incrementa notablemente... (y) visiblemente se beneficia el sistema metabólico general”.  Totalmente falso.  Las leyes de la física establecen que un imán en reposo relativo no puede generar una corriente eléctrica, mucho menos en la sangre.  Por otra parte, en los equipos modernos de diagnostico basados en la Resonancia Magnética Nuclear, los pacientes son sometidos en todo el cuerpo a campos magnéticos decenas de veces más intensos que los proporcionados por cualquier imán, sin que nunca se hayan registrado alteraciones en el flujo sanguíneo o en los impulsos  nerviosos.

b)  En el libro de Bansal no hay una sola referencia tomada de una revista científica arbitrada (fila 3 de la tabla). 

c) El libro incluye frases altamente engañosas como, por ej.,   “ … el incremento de temperatura de los electrones de las células”.  Es engañosa porque, en primer lugar, los electrones no se pasean libremente dentro de las células, sino que forman parte de los átomos y moléculas que las componen. La temperatura no tiene nada que ver con esos electrones aunque, en ciertos casos (¡pero no en éste!)  sí sería posible hablar de la temperatura de los electrones (fila 4 de la tabla).  

d) Sólo se reportan casos anecdóticos aislados.  No hay método científico.  No hay grupos de control.  No hay estadísticas. No se reportan los resultados negativos.  No hay reproducibilidad.  No es posible repetir y verificar los resultados de Bansal (fila 5 de la tabla).

 

Conclusiones

 

1. Los conceptos de “energía vital” y “energía piramidal” son conceptos pseudocientíficos, totalmente divorciados del método científico y del concepto de energía que se enseña en las aulas universitarias y en la enseñanza media.  También lo es el concepto “bioenergía”, cuando se utiliza con la pretensión de describir una supuesta energía  asociada exclusivamente a lo vivo.  Estos conceptos, o no están definidos, o su definición es imprecisa y totalmente ajena a los principios de conservación de la energía y crecimiento de la entropía.

2. Esta realidad debe ser divulgada al máximo entre los estudiantes y profesores de la enseñanza media y universitaria, para así contrarrestar el efecto negativo que ocasionan los medios masivos de comunicación en la educación científica, cuando se hacen eco de supuestas novedades fundamentadas en estos falsos conceptos energéticos.

 3.  Examinando en conjunto las cinco características descritas anteriormente: escepticismo, mecanismos, referencias, magnitudes y reproducibilidad, es posible en cada caso particular llegar a discernir con suficiente claridad cuando estamos en presencia de un resultado científico y cuando se nos intenta confundir con una falsa terminología pseudocientífica.

 

Referencias



[1] Departamento Física Aplicada, [email protected]; [email protected]

[2] pseudo: falso;  pseudociencia equivale a “falsa ciencia”

[3] Observación y planteamiento del problema, hipótesis, experimentación, elaboración de una teoría, obtención de una ley.

[4] En forma macroscópica u ordenada, para diferenciarlo del calor, la otra forma (microscópica y desordenada) de transmisión de la energía.

[5] La medida de la degradación de la energía viene dada por el incremento de la entropía, otra propiedad termodinámica de los sistemas muy bien conocida y estudiada, aunque mucho menos popularizada que el concepto de energía. 

[6] También en México

[7] En estas revistas los artículos son sometidos a la crítica de especialistas de prestigio internacional, quienes deciden finalmente si el artículo tiene suficiente novedad científica como para ser publicado.

[8] El placebo es alguna  sustancia inerte que se utiliza en experimentos de control en vez del medicamento o terapia activa.  Un grupo recibe la terapia, y el otro (grupo de control), el placebo.  En cualquier experimento de este tipo, una cantidad significante de pacientes del grupo de control mostrará mejoría.   En un informe del anestesista H.K. Beecher en 1955 sobre un estudio llevado a cabo en 1000 pacientes, se encontró mejoría en el 35% de los pacientes que recibieron el placebo.  En los experimentos a la doble ciega, ni el paciente ni el médico que evalúa los resultados saben si el paciente recibió el placebo o el  medicamento activo (ver ref. 5).

[9] H.L. Bansal, Magnetoterapia, Ediciones Continente, Argentina, 1993.

 


[i] Granma, febrero 14, 2001

[ii] S. Glasstone and D. Lewis, Elements of Physical Chemistry, 2nd Ed., D. Van Nostrand Co. Inc, 1956

[iii] Física Combinada, Partes 1 y 2, Tomo I, p. 170 

[iv] D. Halliday, R. Resnick and J. Walker, Fundamentals of Physics, 4th. Ed., Wiley and Sons, 1993, 1122

[v] Francis W. Sears, Mecánica, Movimiento Ondulatorio y Calor, Ed. R. La Habana, 1968

[vi] Enciclopedia Encarta, 1998

[vii] Biomass and Bioenergy, Pergamon Press, Elsevier Science Ltd.

[viii] J.R. Reitz, F.J.Milford and R. Christy, Fundamentos de la Teoría Electromagnética, 4ta Ed., Addison-Wesley, 1996

[ix] A. González Arias, The Scientific Review of Alternative Medicine, Prometheus Books, USA (to be published in Sept-Dec issue, 2001)