Experimentar para
comprender |
El trabajo de laboratorio es primordial
en la enseñanza de las ciencias factuales en todos los
niveles. Sin negar la utilidad de la informática, resulta
claro que observar dibujos y animaciones nada tiene que ver
con la experiencia que se obtiene al manipular objetos
reales.
Por Arnaldo González
Enero 27 2014
Además
de compilar y organizar conocimientos, las ciencias se dedican
a buscar las leyes o relaciones de causa y efecto que existen
entre diversos sucesos o eventos. Esa es posiblemente su
misión principal: develar las leyes que rigen la interacción
entre entidades ideales o materiales.
Llegar a conocer las leyes químicas,
biológicas, económicas o físicas es lo que permite encontrar
vínculos aún no descubiertos entre objetos o sucesos para
poder avanzar en el saber. También posibilita el hacer
predicciones certeras, quizás la característica más importante
del saber científico: si tal cosa sucede, invariablemente otra
tendrá -o no tendrá- lugar. Son las leyes descubiertas por la
ciencia, no los videntes o nigromantes, quienes pueden
predecir el futuro.
Las ciencias se dividen en formales y
factuales. Las formales, como las matemáticas, se basan en
ideas. No necesitan referirse a relaciones entre objetos, solo
entre signos. Aunque es usual que construyan sus propios
objetos de estudio haciendo abstracción de los objetos reales,
en realidad no los requieren. Les bastan las ideas y la lógica
para demostrar sus leyes y teoremas con toda
rigurosidad.
De aquí que, por sí solas, no son capaces de
proporcionar información sobre la realidad material. Las
ciencias factuales (naturales, médicas y sociales) se basan en
hechos. Como pretenden describir y predecir sucesos reales,
necesitan forzosamente de la interacción con el medio material
para confirmar sus conjeturas. La experiencia acumulada
a lo largo de años ha conducido a una metodología efectiva
para lograr este fin, el método científico, aplicable en
principio a todas las ciencias.
La interacción con la realidad mediante la
observación y la experimentación es parte esencial del método,
quizás con la excepción de algunas pocas ciencias, como la
astronomía, donde es imposible realizar experimentos por
diversas razones; en ese caso la observación precisa y
reproducible los sustituyen.
El experimento es una repetición del suceso
o evento que se desea estudiar de manera controlada, para
evitar la interferencia de factores ajenos que afecten los
resultados. El análisis detallado de esos resultados da la
posibilidad de encontrar una explicación racional (teoría) que
siempre puede ser verificada a partir de otro experimento (que
a su vez puede ampliar o perfilar la teoría, en un proceso de
aproximaciones sucesivas).
Todo ello apunta a la importancia del
trabajo práctico experimental en la enseñanza de las ciencias
factuales. Para que un estudiante llegue a comprender
correctamente la realidad debe interaccionar con ella, y no de
manera arbitraria, sino de acuerdo al más que probado método
científico. No basta con escuchar una descripción o ver una
lámina; el estudiante necesita aprender a manejar los
instrumentos y procedimientos que sirven para observar, medir
y conocer con mayor precisión las propiedades de los objetos,
desde luego, siempre de acuerdo con el nivel de enseñanza
considerado. En los cursos más elementales, el trabajo
práctico de laboratorio bien orientado también puede llegar a
ser un excelente instrumento de motivación para el estudio, e
incluso decisivo para ayudar a definir una vocación.
El desarrollo informático ha llevado a
algunos a pensar que es posible sustituir el experimento y las
mediciones con una computadora y programas matemáticos que los
representen, obviando la realidad de que manipular o regular
en el laboratorio un instrumento o dispositivo, aunque sea muy
rudimentario, no tiene nada que ver con apretar una tecla en
un ordenador. El uso de las manos y la interacción de los
músculos, los sentidos del tacto, el olfato y el oído, la
visión tridimensional del objeto y el instrumental utilizado,
todo combinado, proporcionan una vía de aprendizaje disímil al
de la simple visión en una pantalla. El mensaje llega al
cerebro de otra forma y las experiencias acumuladas son
otras.
Es por eso que, comenzando por la escuela
primaria, el trabajo de laboratorio es primordial en la
enseñanza de las ciencias factuales en todos los niveles. Sin
negar la utilidad de la informática como apoyo, resulta claro
que apretar teclas u observar dibujos y animaciones nada tiene
que ver con la experiencia que se obtiene al manipular objetos
reales. No hay diferencia entre ignorar por completo el
adiestramiento que brindan las prácticas experimentales y
tratar de suplantarlo con medios virtuales exclusivamente.
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