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Medicina sin apellidos

Basta mirar el conjunto de procederes que se incluyen bajo el nombre de Medicina Natural y Tradicional para darnos cuesta de que más que un sistema de prácticas con una unicidad y base teórica, se trata de una colección diversa y variopinta de todo lo que no cabe en el concepto de Medicina con base científica. El nombre dice poco y tergiversa los propios conceptos.

Por Dr. Jorge A. Bergado Rosado (Centro Internacional de Restauración Neurológica, CIREN)
30 Noviembre, 2011

“…los higienistas saben de la naturaleza humana y sus achaques más que los abominables curanderos, que demuestran que la ignorancia  osada todavía es reina de los hombres, y que en estos tiempos de luces aún hay quien crea en hechiceros y encantadores...”.

José Martí, Sección constante de La Opinión Nacional,
Caracas, 3 de mayo de 1882

Medicina sin apellidosLeía recientemente una entrevista publicada en el periódico Trabajadores (1) en la cuál se ofrecía información acerca de un conjunto de prácticas curativas que nuestro Sistema de Salud acoge bajo la denominación de Medicina Natural y Tradicional y no pude sustraerme a la reflexión, ya que por las razones que expondré, el término me parece inadecuado e injustificado.

Cuando yo era niño la Medicina no tenía apellidos. No necesitaba de calificativos que la definieran o diferenciaran de otras medicinas, porque había solo una, y esa medicina era producto y parte del desarrollo de la ciencia moderna.

Existían, claro está, chamanes y curanderos, que pretendían curar enfermedades aplicando métodos terapéuticos al margen de la ciencia y, por esa misma razón, quedaban automáticamente descalificados para ser considerados como prácticas médicas. Una cosa era ir al médico y otra ir al curandero. Hubo quien consultaba a los dos... por si acaso; a otros solo les alcanzaba para el segundo. La Revolución puso la atención médica al alcance de todos y propició un desarrollo inigualado de la Medicina cubana.

Ha llovido bastante desde entonces: cayeron muros, fracasó en Europa el socialismo, el más grande experimento social de todos los tiempos, que se pretendió científico e infalible y que, con su desplome, ha servido a las hordas postmodernas para proclamar el fracaso de la ciencia y la necesidad de cambiar el modelo, el paradigma, como gustan de llamarlo para que suene profundo.

Aunque es evidente que el modelo socialista europeo naufragó precisamente por no ser suficientemente científico, los matadores postmodernos, hábiles en capoteos intelectuales, toman el toro por la cola y decretan el fin de la Ciencia.

Esa crisis de conceptos, ha afectado, y no podía ser de otro modo, a la Medicina. El problema se agrava por el descrédito que las malas y crueles prácticas de transnacionales y aseguradoras, unido a las malas políticas de salud de muchos gobiernos, han arrojado contra la Medicina. Ahora, si bien este demérito afecta a la Medicina como negocio y  nada tiene que ver con la Medicina como ciencia, una y otra se resienten en la conciencia colectiva y una vez más se corre el peligro de botar la criatura junto con el agua sucia.

En ese contexto se entiende que en los últimos tiempos, hayan hecho irrupción en la Medicina enfoques terapéuticos foráneos; se entiende que hayan ganado espacios propuestas sobrevivientes de épocas remotas o que hayan ganado popularidad otras sin crédito ni méritos, solo por buscar alternativas en tiempos de crisis.

Esa irrupción ha hecho necesario distinguir entre dos Medicinas y sobre todo identificar a esa Otra Medicina que nos invade. Los calificativos han proliferado: Medicina alternativa, Medicina tradicional, Medicina natural, Medicina bioenergética, unos más precisos y otros más vagos; pero todos infelices y todos intentando cubrir con la benevolencia de un nombre amable la verdadera naturaleza y las notables insuficienciencias de casi todas esas “medicinas”. Creo que precisamente la abundancia y variedad de nombres demuestra el carácter quincallesco de esa colección de prácticas.

Aquí se ha impuesto el calificativo de Medicina Natural y Tradicional y, según el sitio homónimo albergado en Infomed, en ella se incluyen: Fitoterapia, Apiterapia, Medicina tradicional asiática, Ozonoterapia, Homeopatía, Terapia floral (de Bach), Hidrología médica, Helio Talasoterapia, Ejercicios terapéuticos tradicionales y Orientación nutricional naturalista; los cuales están declarados como aceptados por Resolución No. 261 de 2009 por el Ministerio de Salud Pública. A estos se suman otros, como el uso terapéutico de pirámides, que sin estar amparados en esa resolución, sí se encuentran representados y divulgados en el sitio Web de esa especialidad.

Ofreceré argumentos para demostrar que la definición de ese conjunto es, además de infeliz, engañosa. Basta mirar la lista para darnos cuenta de que, más que un sistema de prácticas con una unicidad y base teórica, se trata de una colección diversa y variopinta de todo lo que no cabe en el concepto de Medicina con base científica. El nombre, por tanto, dice poco y tergiversa los propios conceptos.

¿Por qué llamar, en Cuba, Medicina tradicional a la acupuntura? La Medicina tradicional asiática puede ser muy tradicional en China o la India, pero en modo alguno lo es en nuestro entorno. Aquí es una práctica exótica antes que tradicional, exótica tanto por sus prácticas como por sus postulados teóricos. Una muestra:

“El hombre recibe el Qi que se mueve entre los riñones del Cielo como sus influencias vitales. Los riñones están asociados a la primera de las Doce Ramas Celestes (así dice textualmente); son el asiento del Agua; están asociados con el trigrama Kan, el símbolo de las regiones del Norte. Están vinculados con el número 1 del Cielo y se relacionan con el primero de los Cinco Movimientos, precediendo al fuego, la madera, el metal y la tierra. De ahí que son el origen de las influencias vitales; ellos constituyen la raíz y el fundamento de todos los vasos”. (Hua Shou-1361- en su análisis de la Dificultad 8 del Nan Jing. Cita tomada de la nota al pie 11, página 3 de “El envejecimiento y sus manifestaciones patológicas en la Medicina Tradicional China” de Marcos Díaz Mastellaris.

No pretendo discutir cuánto de cierto o falso pueda haber en esa interpretación, en primer lugar porque no entiendo su significado ya que forma parte de un sistema conceptual que me es ajeno. Imagino que en igual situación estarán los millones de cubanos no iniciados en esta filosofía, lo cuál demuestra su carácter exótico en nuestra cultura. En Cuba, aquel famoso Médico Chino, a pesar de su popularidad, era un alienígena. Entonces... ¿Medicina Tradicional o Exótica?

¿Medicina Natural?

Samuel Hahnemann
Samuel Hahnemann, médico alemán de principios del siglo XVIII, creador de la homeopatía. Hasta hoy sus postulados no han sido probados.

No sé qué de natural tiene insertar agujas bajo la piel en puntos definidos. Es evidente que la conjunción que une Natural con Tradicional debe ser o en lugar de y en la denominación que analizamos, porque ni la más tradicional de las medicinas interventivas es natural. Sin ser muy exigentes podríamos considerar como “naturales” a la Fitoterapia o a la Fangoterapia, ya que ambas emplean productos de origen natural poco o nada elaborados (2). La Apiterapia... bueno, las abejas pican, eso es natural, pero no lo es que me haga picar por ellas para curar dolencias.

Analicemos otros miembros de la lista. ¿Es natural que te introduzcan por vía endovenosa o rectal unos mililitros de ozono, un compuesto químico raro y escaso (hasta en la Manta ya escasea)?

Un ejemplo paradigmático de las inconsecuencias de esa denominación lo proporciona la Homeopatía. La Homeopatía no es ni natural ni tradicional. Este sistema terapéutico fue inventado por Samuel Hahnemann, un médico alemán, en la época de la Medicina pre-científica, es decir, principios del siglo XVIII.

Narran sus biógrafos que Hahnemann, horrorizado por los cruentos procedimientos que empleaban los médicos de su época, abandonó la práctica de la profesión. Una observación casual le hizo concebir la idea de que si una sustancia era capaz de provocar un síntoma, esa misma sustancia sería capaz de curarlo. Se autoadministró una dosis de quinina que se empleaba para tratar el paludismo y experimentó, según su reporte, los síntomas de esa enfermedad. Esa es la idea central y la que da nombre a la modalidad: similia similibus curentur, lo similar cura lo similar: homeopatía.

Una hipótesis interesante con la que Hahnemann se adelantó a su época al realizar pequeños experimentos (probings, les llamó) en voluntarios sanos a los que administraba sustancias, observaba las consecuencias y buscaba similitudes entre los síntomas observados y los de enfermedades conocidas. Claro, muchas de las sustancias probadas eran tóxicas y tratando de evitar reacciones adversas severas, concibió la idea de diluir muchas veces el producto. En cada paso de dilución sucesiva se debe agitar fuertemente la mezcla.

Aunque Hahnemann fue contemporáneo de Amadeo Avogrado no conoció de sus trabajos, los cuales establecen (dicho en términos modernos) que en un mol de cualquier sustancia existe siempre la misma cantidad de moléculas (6x1023 el famoso Número de Avogadro).  De cualquier modo, Hahnemann era consciente de que al diluir repetidas veces, la cantidad de sustancia se reducía exponencialmente, de ahí la agitación fuerte, tratando de dinamizar por esa vía la mezcla resultante, es decir, con la esperanza de que “algo” de la “esencia” de la sustancia pasara a la dilución final.

Las diluciones homeopáticas no son cosa trivial. Una dilución 30 C es común en muchos preparados homeopáticos. Consiste en tomar una parte del producto y diluirlo en 99 partes de agua...y agitar vigorosamente. De esa dilución se toma una parte que se disuelve y agita en otras 99 de agua. Se repite 30 veces. Conociendo el número de Avogadro se puede calcular que en una dilución 9C no queda una sola molécula del preparado original.

La homeopatía es considerada por muchos como una pseudociencia. Primero por el carácter axiomático de su postulado fundacional, porque la hipótesis de Hahnemann no ha sido nunca comprobada. Segundo porque los preparados que se emplean, dada su dilución extrema no deben tener efectividad alguna, más allá del efecto placebo, cosa que confirman la mayor parte de los ensayos clínicos realizados para demostrar su eficacia. Tercera, porque las bases de la teoría no son científicas. Para Hahnemann la enfermedad es causada por desequilibrios de una supuesta “fuerza vital” exclusiva de los seres vivos.

No se puede culpar demasiado a Hahnemann, en esa época todos creían en la fuerza vital como aliento de la vida. Tampoco había Pasteur descubierto los microorganismos e identificado a estos como causa de enfermedades. Lo que sucede es que a doscientos años de Hahnemann y después de Pasteur, Koch y Avogadro, los seguidores y practicantes de la Homeopatía siguen aplicando los mismos principios como si nada de eso hubiera ocurrido.

Hahnemann defendía su vitalismo con una pregunta: “¿Ha visto alguien alguna vez la materia de la gota o el veneno de la escrófula?” Unas décadas después de la muerte de Hahnemannn, Garrod demostró que el urato monosódico es «la materia de la gota» y Koch que el Mycobacterium tuberculosis es «el veneno de la escrófula». Sin embargo para los homeópatas de hoy la gota y la tuberculosis siguen teniendo su origen en un desequilibrio del espíritu.

De manera que ni natural ni tradicional definen el conjunto de esas prácticas. Algo en común tienen muchas de ellas y es su origen en épocas pre-científicas. En algunos casos se han hecho intentos de actualizar los fundamentos de unas y otras sobre bases científicas, o de obtener, al menos, alguna evidencia de su efectividad.

Los resultados han sido poco concluyentes. La acupuntura parece activar centros cerebrales relacionados con la analgesia, aunque algunos admiradores reniegan de esos intentos y siguen defendiendo los conceptos taoístas originales. La homeopatía, con menos fortuna, no ha logrado evidencia siquiera mínima de efectividad más allá del placebo, pero sus practicantes la siguen defendiendo con más ardor que argumentos.

Edward Bach
La terapia Floral de Edward Bach, nacida en la primera mitad del siglo XX, en plena era moderna, no ignora a la Ciencia por haberla antecedido, sino que deliberada y conscientemente renuncia a ella

La terapia Floral de Bach, nacida en la primera mitad del siglo XX, en plena era moderna, no ignora a la Ciencia por haberla antecedido, sino que deliberada y conscientemente renuncia a ella.

Su creador, Edward Bach, escribió: “Este sistema de tratamiento es el más perfecto que se le ha ofrecido a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Tiene el poder de curar las enfermedades; y por ser sencillo, puede utilizarse en casa. Su sencillez precisamente, unida a sus efectos de curación de todo, hace que sea maravilloso. No se requiere ciencia alguna, ni conocimientos previos, aparte de los sencillos métodos que aquí se describen; y los que más beneficios conseguirán de este regalo enviado por Dios serán aquellos que lo conserven tan puro como es: libre de ciencia y de teorías, pues todo en la naturaleza es muy simple. Este sistema de curación, que se nos ha revelado por conducto divino, demuestra que nuestros temores, nuestras preocupaciones, nuestras ansiedades y demás son los que abren la puerta a la invasión de la enfermedad” (los subrayados son míos). Se pregunta uno: ¿conocen los que aprobaron y practican esta presunta terapia el origen real del método?

Edward Bach fue médico y trabajó en un hospital donde se practicaba la Homeopatía y así conoció del sistema de Hahnemann. Uno de sus primeros aportes fue el desarrollo de los llamados nosodes, especie de vacunas homeopáticas creadas a partir de residuos altamente diluidos, al uso hahnemiano, de restos de cadáveres humanos o animales.

Cuando le fue diagnósticado un cáncer se retiró al campo y ahí le fue “revelado” el método floral. Observando las flores de la campiña galesa, encontró similitudes entre ellas y ciertas características humanas. Así la flor de Impatiens que lanza bruscamente sus semillas le pareció semejante a una persona impaciente y pensó que podría servir para tratar la impaciencia en las personas. Así describió 38 remedios originales al que se sumó uno muy popular el llamado Rescue Remedy (Remedio de rescate), una mezcla de 5 preparados florales para resolver crisis profundas.

Los primeros preparados eran de una delicadeza conmovedora. Recogía Bach en tempranas horas del día las gotas de rocío que cubrían las flores y quedaban así impregnadas del “espíritu” floral. Mezclaba con brandy y diluía después esa tintura madre. Claro que la recolección de gotas de rocío es un método muy poético pero poco productivo, de modo que pronto lo sustituyó por uno más vulgar y rendidor: poner las flores en agua y exponerlas por un tiempo al sol. Lo demás igual. Aunque se parece a la homeopatía en cuanto al uso de diluciones extremas, difiere de esta en que no aplica el Principio de los Similares. Lo de Bach es más que una hipótesis, es una verdad revelada.

Luego de analizar estos ejemplos creo que solo queda una denominación lógica y certera para este conjunto de prácticas: Medicina No Científica. Esta denominación no es denostativa, es justa. Los terapeutas que emplean estas prácticas las seguirán empleando en muchas partes del mundo donde el acceso a servicios médicos no está garantizado a toda la población.

Así lo admite la Organización Mundial de la Salud (3), aunque insta practicantes y gobiernos a realizar las investigaciones que comprueben eficacia, seguridad y otros aspectos imprescindibles para el buen uso de aquellas que prueben su efectividad.

Los terapeutas adeptos a estas prácticas en países como el nuestro, donde el acceso a los servicios de salud es gratuito y universal, podrán seguirla empleando amparados en resoluciones vigentes, pero en tanto no recorran el obligado camino de la experimentación rigurosa, el camino de la evidencia que demuestre su eficacia más allá de toda duda razonable, no estará justificado considerarlas como Ciencia o Medicina.

(1) Opción eficaz para conservar la salud. Medicina natural y tradicional. Periódico Trabajadores, versión digital 07:40 Carmen R. Alfonso / 22-10-2011

(2) Lo cuál en modo alguno significa inocuidad, como a veces se nos quiere hacer creer. Los venenos y tóxicos naturales también existen

(3) OMS. Documento sobre el punto 5.7 del orden del día 24 de enero de 2003. Medicina tradicional



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