1. Los orígenes de la filosofía moderna. Las fuentes de conocimiento: experiencia y razón (Racionalismo y Empirismo)


Dentro del epígrafe “filosofía moderna” se engloban dos “filosofías” o escuelas de pensamiento, racionalismo y empirismo. Ambas son exponentes de un nuevo modo de hacer filosofía, modo que se caracteriza por hacer del problema del conocimiento el problema central de la filosofía: su esfuerzo teórico se dirige a la elaboración del estatuto del conocer humano (se analiza el papel de las distintas facultades -sensación y razón-, se busca el método capaz de asegurar la validez de los conocimientos, y se pregunta por los límites del conocimiento)


Frente a la filosofía anterior que desde la antiguedad griega viene centrándose en el Ser, la filosofía en la modernidad asume como tema principal el conocer. Efectivamente, la reflexión griega (principalmente Aristóteles) y medieval es profundamente objetivista y realista, en ella el hombre aparece como un ser volcado hacia un mundo de cuya objetividad no se duda, la teoría del conocimiento es secundaria y se limita a aclarar el “cómo” del conocimiento humano. Descartes y la filosofía moderna suponen una ruptura en el modo de concebir la actividad filosófica: el dato primario no es el ser -el objeto- sino el pensamiento -el sujeto-, con el añadido de que el pensamiento no trata directamente sobre los objetos sino sobre las ideas de éstos (SUBJETIVISMO - IDEALISMO). La teoría de las ideas se constituye así en el núcleo de la teoría del conocimiento tanto en los sistemas racionalistas como en las explicaciones empiristas. El proceder racionalista parte de la constatación de que las cosas sólo son conocidas en las ideas y no directamente en sí mismas. Por ello es posible dudar de su existencia. La realidad del mundo no es -para el racionalista- “evidente”, ha de ser deducida; la contrapartida es que lo deducido gozará de una seguridad absoluta al estar fundamentado en el puro proceder de la razón. Los empiristas también centran su atención en las ideas, en los contenidos mentales que re-presentan lo real, preguntándose acerca del criterio que permite distinguir las ideas que re-presentan “verdaderamente” la realidad de aquellos otros contenidos mentales que “falsean” lo real; en síntesis las respuestas de los autores empiristas (Locke, Berckeley, Hume) consisten en determinar la “legitimidad” de la re-presentación en función de su origen sensible (Hume: ¿Queremos saber si una idea cualquiera es verdadera? Comprobemos si procede de alguna impresión sensible). Las diferencias entre ambas escuelas se sitnetizan a continuación:

a)Origen y fuentes del conocimiento

-Racionalismo: La escuelas racionalismtas se caracterizan por una absoluta confianza en la razón humana: se parte de la convicción de que la razón es la única facultad que puede conducir al hombre al conocimiento de la verdad. La razón "racionalista" es una razón autónoma cuyo poder radica en la capacidad de sacar de sí misma las verdades primeras y fundamentales -llamadas ideas innatas- que son conocidas mediante intuición intelectual; a partir de ellas, y por deducción, es posible obtener todas las demás y construir el “sistema” del mundo (Modelo matemático de saber).

-Empirismo: La fuente originaria de los materiales que conforman el conocimiento humano es -en las filosofías empiristas- la experiencia sensible, los sentidos (contra el racionalismo, no existen ideas innatas). La mente es considerada como un papel en blanco (Locke) sobre el que la experiencia va dejando su “huella”: son los sentidos y las sensaciones los vehículos a través de los cuales surgen las ideas en la mente.


b)Valor y límites del conocimiento


-Racionalismo: Las verdades fundadas racionalmente son verdades necesarias (su contrario es imposible) y universales (válidas sin restricción para cualquier ser racional). Los autores racionalistas asumen que no hay límites en las posibilidades de conocimiento de la razón e intentan proporcionarle un método que la guie y asegure la verdad de sus resultados. Según los racionalistas la razón puede alcanzar un conocimiento absolutamente válido acerca de la totalidad de la realidad (se incluyen los “objetos” metafísicos: Dios, Alma y Mundo como totalidad) y todo ello a partir de los principios de la propia razón, es decir, independientemente de la experiencia. La metafísica es así para el racionalismo el “saber fundamental”, un saber que trata acerca de lo supra-sensible y que proporciona los fundamentos al resto de los saberes.


-Empirismo: El valor del conocimiento remite a su base en la experiencia. La experiencia no sólo es el origen del conocimiento sino también su límite. Esta limitación es doble: en cuanto a su extensión (no podemos ir más allá de lo que permita conocer nuestra experiencia) y en cuanto a su certeza (sólo podemos estar ciertos acerca de lo que cae dentro de los límites de la experiencia). La razón empirista reduce la realidad a lo que aparece en nuestras impresiones (fenomenismo) e imposibilita, en última instancia, toda previsión de hechos futuros culminando en el escepticismo al rechazar el valor científico de la “causalidad” (no es posible legitimar la idea de que entre una causa y su efecto exista una conexión necesaria -que siempre que se de la causa se de el efecto-) El conocimiento de los hechos, la ciencia, no es más que una generalización a partir de “acontecimientos pasados”, su grado de verdad no es la certeza sino la probabilidad en mayor o menor medida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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2. La filosofía de René Descartes en sus textos: Discurso del Método (Partes 1, 2 y 4) y Meditaciones metafísicas (IIª)


2.1 La experiencia vital de René Descartes


Descartes nace en La Haya (Turena, Francia) en 1596. En 1604 ingresa en el colegio de La Fléche en Anjou, donde los jesuitas formaban a la juventud noble. Tras el estudio de la Humanidades (Gramática, Historia, Poesía, Retórica) profundiza en Lógica y Metafísica (Escolástica) y destaca en Matemáticas y Latín; son estas dos últimas disciplinas -principalmente las Matemáticas- las únicas que considerará provechosas manifestando una profunda decepción por el contenido y método de enseñanza de las restantes. En 1616 realiza estudios de legislación en Poitiers, interesándose también por la Medicina. Al mismo tiempo se instruye en danza, equitación y esgrima. Se alista en la milicia -1618- combatiendo en la Guerra de los Treinta Años entre protestantes y católicos, primero en el bando protestante y después en el católico. Continua sus estudios de matemáticas y física. El 10 de Noviembre de 1619 tiene varios sueños que le convencen de que su misión es “la búsqueda de la verdad mediante el empleo de la razón”; en sueños dice descubrir los “fundamentos de una ciencia maravillosa” en la que se unifica todo el saber mediante un método racional, deduciéndolo todo a partir del pensamiento. Desde 1620 viaja por Europa (Holanda, Bretaña, Suiza, Venecia, Roma) buscando “aprender en el libro del mundo” . En 1628 tras una estancia en París donde encuentra “el mundo que se divierte” se instala en Holanda -el país más tolerante de Europa- para llevar una vida aplicada al estudio (“decidí alejarme de todos aquellos lugares y sitios donde conocidos y amigos pudieran distraerme de mis trabajos”) De esos “trabajos” destaca la redacción de “El Discurso del Método” (1637) y las “Meditaciones Metafísicas” (1641). En 1649 la reina Cristina de Suecia -interesada por la ciencia y la filosofía y que ya mantenía una correspondencia con Descartes- invita al filósofo a Estocolmo donde, tan sólo un año más tarde, muere. Otras obras son: “Reglas para la dirección del ingenio” -redactadas en el período 1625-1628 y publicadas postumamente en 1701, “Tratado del Mundo” obra que a consecuencia de la condena de Galileo queda inacabada y no se publica hasta 1664, y el “Tratado de las Pasiones” escrita en 1645.

2.2 El “Discurso” como autobiografía y sistema. El proyecto filosófico de Descartes


El “Discurso del Método” aparece, en principio, como el retrato autobiográfico de su autor. En él Descartes nos cuenta las circunstancias que rodean la búsqueda (y hallazgo) de un nuevo método que, por una parte permite a la razón dirigirse hacia el conocimiento de la verdad y por otra confiere unidad al conjunto del saber. Pero además en el Discurso (el título completo es “Discurso del método para diriguir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias, seguido de la Dióptrica, los Meteoros y la Geometría, que son ensayos de este método”) hallamos un sistema filosófico cuyos elementos son:


-los principios del método y su aplicación a la construcción de una nueva filosofía y
-un resumen de metafísica, física y moral.


No es un “tratado” sino precisamente un “discurso”, una exposición de sus pensamientos, escrita en francés para asegurarse una mayor divulgación, y que tiene como fin acostumbrar a los lectores a un nuevo modo de filosofar.


2.2.1 Problemática general del cartesianismo. La unidad del saber y la necesidad de un método


¿Cómo saber con certeza que estamos en la verdad? ¿Es verdadero el conocimiento sólo porque nos lo parece -o nos lo han dicho, enseñado...-o hay un criterio objetivo para decidir sobre su validez? En definitiva, ¿existe algún modo de que los seres humanos lleguen a conocer alguna verdad absoluta, y en caso de que así fuera, cuál es ese modo? Estas preguntas son el punto de partida de la filosofía cartesiana comprometida en la búsqueda de un saber que esté fundamentado, esto es, de un saber del cual sea imposible dudar, vale decir de un saber que sea cierto. La búsqueda de la verdad (filosofía) implica, en Descartes, la búsqueda de la certeza. Certeza y verdad no son lo mismo: la certeza es un estado mental, la verdad una propiedad de las afirmaciones que, por lo general, se relaciona con la forma que tienen las cosas de ser en el mundo exterior. Mas Descartes cree que sólo si se tienen bases para la certeza es posible saber que se puede alcanzar la verdad. Esta búsqueda de la certeza (=lo indudable) es, además, el fundamento del proyecto cartesiano de unificación del saber. Descartes juzga que la razón humana es única (esto es, igual para todos y a todos debe llevar a las mismas conclusiones) y que las distintas ciencias no son sino sus manifestaciones, es decir, que más allá de la peculiaridad de cada disciplina particular -se distinguen en función de su dominio u objeto- todas las ciencias son la expresión de la misma razón, en palabras de Descartes:


“ Todas las ciencias no son sino la sabiduría humana, que permanece siempre una y la misma por más que sean diferentes los objetos a los que se aplica” Reglas para la dirección del espíritu I


El propósito de la filosofía de Descartes es lograr -sobre el supuesto aludido de que la razón es una- la unificación del saber. Dos circunstancias de la época de Descartes iban contra este propósito: la dispersión del saber en la ciencia escolástica y el renacimiento del escepticismo (el escepticismo había cobrado fuerzas en la obra de Miguel de Montaigne, un ensayista francés del siglo XVI).

En cuanto a la ciencia escolástica - si bien había entrado en crisis en el siglo XIV con Guillermo de Occam- lo cierto es que tres siglos después sigue siendo todavía el telón de fondo de la cultura europea (prueba de ello es la propia educación de Descartes en el colegio de La Fleche, donde se impartía una enseñanza escolástica, renovada por jesuitas españoles como Pedro Fonseca y Francisco Suárez). Descartes -como veremos- toma una posición fuertemente crítica contra la educación recibida, a la que considera un pseudosaber basado en un método (el silogístico) estéril e ineficaz. Rechazará así el razonamiento silogístico escolástico porque éste parte de primeros principios basados en la fe o en la autoridad, no en la razón, y porque la conclusión a la que se llega en el silogismo no es una verdad nueva sino que está incluida implícitamente en los principios de los que se parte, de modo que en vez de ser un método para descubrir nuevas verdades (un "ars inveniendi"), resulta ser un método de exposición de tesis -presuntas verdades- ya aceptadas de antemano por el argumentador (no es más que un método didáctico). Además de estas razones, el silogístico es un método ineficaz por la gran cantidad de reglas que utiliza, lo que va contra las condiciones, que para Descartes, ha de tener una buena demostración: simplicidad y claridad.
  
En cuanto al escepticismo, Descartes reacciona ante él con una actitud a la vez comprensiva y crítica. Por un lado, toma del escepticismo la duda universal como punto de partida (como una precaución para no aceptar más que lo que se imponga con total evidencia). Ahora bien, por otro lado, Descartes busca esta verdad evidente y no puede tomar, como el escéptico, la duda como un estadio definitivo. 
  
Ante este panorama, Descartes está convencido de que la necesaria unidad del saber no se ha producido por la falta de un método adecuado. La tarea para Descartes va a ser buscar este método. De entre las ciencias que Descartes conocía sólo una podía figurar como modelo de conocimiento riguroso: la matemática. Sólo en ella encuentrará Descartes un proceder absolutamente indudable. Ahora bien, lejos de sacar de ahí la consecuencia de que la matemática sea la única ciencia posible, lo que hace Descartes es preguntarse a qué se debe el hecho de que las otras ciencias no se encuentren a la misma altura que ella. Es decir, Descartes pretende obtener de la certeza matemática una lección sobre cómo ha de ser la ciencia en general. Para ello hay que ver por qué razón la matemática es absolutamente cierta. Pues bien, Descartes advierte que lo que se admite como conocimiento en las ciencias se suele hacer proceder de dos fuentes y de la colaboración entre ambas: experiencia y deducción (razón). Por deducción hay que entender el ir de una verdad a otra en la mente por el puro proceder de la mente. La deducción realizada conforme a este proceder necesario de la razón es absolutamente cierta: no cabe la posibilidad de dudar. De la otra fuente del conocimiento -la experiencia- no cabe decir lo mismo. La experiencia siempre puede ser engañosa, puede darnos ahora un resultado, luego otro; siempre podemos haber visto mal... Es decir, la experiencia es, por principio, incierta: cabe siempre dudar de ella. Pues bien, la matemática no recibe nada de la experiencia. La matemática es toda ella del entendimiento: proceder puro del entendimiento según su propia ley, dice Descartes. Las verdades que no admiten duda son verdades que no dependen en absoluto de la experiencia sino que construye el entendimiento en sí mismo. Este es el ideal de certeza, tomado de las matemáticas, que Descartes pretenderá ampliar al conjunto del saber: un proceder de la mente que signifique la imposibilidad absoluta de dudar. (Es una construcción de la mente que no tiene que ver en absoluto con lo arbitrario: las demostraciones matemáticas son construcción mental y sin embargo son el modelo de lo obligatorio). Este es el método que Descartes pretende aplicar a la filosofía para conseguir la absoluta certeza y, sobre ésta, la unidad del saber.
 
En definitiva, el proyecto cartesiano de unificación del saber sigue el siguiente plan:
        
1º La formulación de un método.
2º La formulación de unas reglas de moral provisional (puesto que la moral definitiva sólo puede ser establecida al final, junto con el cuerpo de los saberes, y mientras tanto hay que seguir viviendo (para lo que se necesita unas reglas de conducta provisionales)).
3º El desarrollo de las ciencias, comenzando con la metafísica, siguiendo con la física y concluyendo con las demás.

2.2 Primera Parte del Discurso del Método


Las ideas que Descartes propone en la primera parte del DM se resumen así:

Comienza por advertir que el buen sentido o razón -la facultad de juzgar bien y de distinguir lo falso de lo verdadero- está repartido en todos los hombres por igual. Lo que distingue a los hombres es el uso que hacen de él: el método. A continuación anuncia que ha tenido la fortuna de descubrir un nuevo método que proporciona la base para lograr la unidad del saber en una única ciencia. Para mostrar cómo ha llegado a él sin mérito especial, por circuntancias de su vida, cuenta su historia intelectual, sus estudios (su aprendizaje en los libros) y sus viajes (su aprendizaje en el gran libro del mundo). El resultado de ambos aprendizajes no puede ser más decepcionante, pues, aún procurando “adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida” se encuentra, sin embargo, en una situación de perplejidad radical. Todo es dudoso y en nada encuentra seguridad. Decide, por último, indagar la verdad en sí mismo, en su propio pensamiento.


En la referencia a sus estudios se contiene una crítica a la formación humanística y escolástica de la época. Destacan los ácidos comentarios que dedica a la filosofía (“no encontramos todavía en ella ninguna cosa sobre la cual no se dispute y que no sea, por lo tanto, dudosa...”). De todas las ramas del saber que Descartes evalúa tan sólo las matemáticas “por la evidencia y certeza de sus razones” escapan a su juicio negativo.


2.3 Las reglas del Método: -Evidencia -Análisis -Síntesis -Enumeración. El funcionamiento de la Razón: la intuición y la deducción . (Segunda Parte del Discurso del Método)


Resumamos: lo fundamental para la constitución del saber estriba en el método. La decepción cartesiana con el saber recibido supone y exige un nuevo método mediante el cual poder acceder a nuevos conocimientos; es tal la centralidad del método para el pensamiento que Descartes llega a escribir:


“ Es mucho más acertado no pensar nunca en buscar la verdad de cosa alguna que hacerlo sin método”
Reglas para la dirección del espíritu I


En la segunda parte del Discurso es donde se exponen las reglas del método, precedidas de las circunstancias que rodearon su descubrimiento. Comenta Descartes que su decisión de buscar la verdad “en sí mismo”, esto es, de considerar como válidos únicamente aquellos contenidos de conciencia “legitimados” por la propia razón, le ha conducido a la formulación de un “método” que permite “llegar al conocimiento de todas las cosas de las que la razón es capaz”. Pero no quiere parecer ni presuntuoso ni revolucionario. Se limita a decir que las obras en las que intervienen varios son menos perfectas que aquellas en las que interviene uno solo y que su intención “no ha sido nunca otra que la de reformar sus propios pensamientos”. No obstante encuentra en la lógica, en el análisis geométrico y en el álgebra los fundamentos del método que resume en cuatro reglas o preceptos:


Evidencia - Análisis - Síntesis - Enumeración

a) Evidencia: Sólo se ha de aceptar como verdadero aquello que aparece con absoluta evidencia a la razón, es decir, lo que se presenta con tal claridad y distinción que es imposible dudar de ello.

b) Análisis: Dividir los problemas en tantas partes como sea posible... hasta llegar a sus elementos más simples (naturalezas simples ), los cuales se revelarán de inmediato como verdaderos o falsos (De lo complejo -compuesto- avanzamos hasta lo simple); la operación mental mediante la que se capta lo simple es la intuición

c) Síntesis: Conducir ordenadametne los pensamientos partiendo de los objetos más simples y fáciles de concocer hasta ascender progresivamente a los más complejos. Mediante la síntesis se procede ordenadamente a encadenar unas ideas a otras; Descartes llama deducción a esta operación de la mente.

d) Enumeración: Hacer “enumeraciones tan completas y reisiones tan generales” que estemos seguros de no omitir nadaConsideraciones a las reglas del método

1. En la primera regla se establece un nuevo criterio de verdad: la evidencia. Lo verdadero es lo evidente que es definido por dos notas: claridad y distinción. Clara es una idea cuando está separada y es conocida separadamente de las demás ideas. Distinta es una idea cuando sus partes o compones son separados unos de otros y conocidos con interior claridad. Basta que un contenido mental se presente a mi espíritu con claridad y distinción para que el mismo sea verdadero. La verdad o falsedad de una idea no consiste, como para los griegos y los escolásticos, en la adecuación o conformidad con la cosa: las cosas existentes no nos son dadas en sí mismas sinoque aparecen como ideas o representaciones a las cuales suponemos que corresponden realidades fuera del sujeto de conocimiento (yo). Pero el material del conocimiento no es nunca otro que ideas -de diferentes clases- y, por tanto, el critero de la verdad de las ideas no puede ser -según este planteamiento- extrínseco, sino que debe ser interior a las ideas mismas: “las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas” (DM, IV) “es seguro que nunca tomaremos por verdadero lo falso si tan sólo prestamos asentimiento a lo que percibimos clara y distintamente” (Principios de filosofía, I)

La evidencia -ideas claras y distintas- se alcanza en la intuición. Esta operación de la inteligencia es inmediata (esto es, no mediada), es decir, revela directamente la verdad de la idea considerada por la mente. En la medida en que la inteligencia intuye evita la precipitación y la prevención a la hora de juzgar. La precipitación consiste en aceptar como verdadero lo que aún no es evidente, eso es, claro y distinto; la prevención, por el contrario, consiste en negarse a aceptar una idea a pesar de ser clara y distinta. En las “Reglas para la dirección del espíritu” Descartes define la intuición como “la concepción que aparece sin esfuerzo y tan distintamente en una mente atenta que quedamos completamente libres de duda en cuanto al objeto de nuestra comprensión”


Junto a la intuición, Descartes admite una segunda operación de la inteligencia: la deducción “todo lo que se concluye necesariamente a partir de otros hechos que son conocidos con certeza” Reglas III. Por la deducción “muchas cosas se conocen con certeza (es imposible la duda) aunque ellas mismas no sean evidentes”. Descartes la caracteriza como una especie de movimiento o sucesión del pensamiento que, en cada acto, va intuyendo cada cosa, separadamente, por lo que requiere de la memoria como soporte. La deducción es mediata y temporal.


2. La segunda y tercera regla del método expresan el camino que conduce a la evidencia misma: el análisis divide las dificultades (los problemas) hasta alcanzar los elementos simples, esto es, hasta alcanzar aquellas ideas que ya no admiten división -o sea, hasta alcanzar los elementos que constituyen el último término del conocimiento (a éstos los llama Descartes “naturalezas simples”) y que son objeto de intuición. La síntesis ordena las naturalezas simples en cadenas deductivas de modo que todo enlace entre aquéllas se imponga con evidencia. Resumiendo, se puede afirmar que es la búsqueda ordenada de lo simple lo que caracteriza el proceso metódico cartesiano. Se pretende reducir mediante el análisis todo lo complejo a sus elementos simples (“naturalezas simples”) que son intuidos, es decir, conocidos como ideas claras y distintas. Intuición y deducción son las dos únicas operaciones de nuestro entendimiento. El método se convierte así en una técnica de precaución que asegura que el funcionamiento natural de la razón no es desviado por factores ajenos a la misma. Descartes está convencido de que, igual que sucede en las demostraciones de la geometría, todas las cosas que el hombre puede conocer se siguen unas de otras según un orden que es posible reconstruir. La confianza en la razón es total ya que siguiendo ese orden y absteniéndose de tomar por verdadero lo que no sea tal, Descartes afirma que:

“no puede haber algunas -verdades- tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer, ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir” (DM, II)

Una vez presentadas las reglas del método (único, adecuado a la razón también única) Descartes afirma que hasta el momento ha sido utilizado sólo en el ámbito de las matemáticas, produciendo resultados admirables. Nada impide -y Descartes va a hacerlo- aplicarlo a los demás ámbitos del saber, pero al advertir que “los principios de las ciencias se toman de la filosofía” tal aplicación se ejecutará en primer lugar sobre ella, sobre la “ciencia primera” o filosofía .

2.4 La moral provisional (III Parte del Discurso)


Mientras el edificio del saber está en construcción, Descartes “elabora” una “moral provisional” con el fin de “vivir con la mayor dicha posible”. Las máximas de esta moral se comentan en la tercera parte del Discurso. Son cuatro:

a)La primera máxima expresa una actitud de prudencia y cautela... Obedecer las leyes y costumbres del país donde a uno le toca vivir, ser fiel a su religión y seguir las opiniones más aceptadas. En caso de conflicto entre opiniones, decidirse por las más moderadas

b)La segunda es una regla de resolución y firmeza: una vez que se ha tomado una decisión, mantenerse firme en ella. (Actuar con resolución, aunque las acciones no sean correctas)

c)La tercera: “Procurar vencerme a mí mismo antes que a la forturna”, esto es, “cambiar los propios deseos antes que el orden del mundo”

d)Pasar revista a todas las ocupaciones posibles para elegir la mejor. Para Descartes esta “mejor” no es otra que el “cultivo de la razón”, la filosofía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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