1. INTRODUCCIÓN Evaluación
psicológica, medida de algunos aspectos del comportamiento humano por medio
de pruebas objetivas (test) que exigen contenidos cuidadosamente seleccionados
y métodos de actuación e interpretación rigurosos. Los contenidos de estas
pruebas pueden hacer referencia a cualquier aspecto del funcionamiento
psíquico, incluyendo los rasgos de personalidad, las actitudes, la inteligencia
y otros aspectos de índole emocional.
En general, el test es
aplicado por un psicólogo clínico, industrial o educativo, de acuerdo a
principios éticos y profesionales. La interpretación se basa en la comparación
de las respuestas del individuo con los niveles previamente establecidos
mediante las respuestas habituales. Su utilidad dependerá de su capacidad para
predecir el comportamiento (validez externa, predictiva). Al ofrecer
información sobre la conducta de una persona y sus respuestas o resultados ante
determinadas situaciones, son una gran ayuda a la hora de tomar decisiones.
2.
HISTORIA
El desarrollo de las
principales pruebas de evaluación partió de la necesidad de dar respuesta a
ciertas demandas sociales. El primer test de inteligencia fue elaborado en 1905
por los psicólogos franceses Alfred Binet y Théodore Simon, quienes desarrollaron
una serie de pruebas para identificar qué niños de las escuelas de París
necesitarían una educación especial por su menor cociente intelectual. En 1916,
el psicólogo estadounidense Lewis Terman elaboró la primera revisión de la
escala Binet-Simon para una población a partir de los tres años. Este test
sería revisado posteriormente en 1937 y en 1960, siendo aún hoy una de las
escalas más utilizadas para medir la inteligencia.
Poco después, la necesidad
de clasificar a los soldados en la I Guerra Mundial motivaría el
desarrollo de dos grupos de tests de inteligencia, el Alfa y el Beta. Además,
para ayudar a detectar a los soldados que pudieran sufrir crisis nerviosas
durante el combate, el psicólogo estadounidense Robert Woodworth elaboró el Personal
Data Sheet (Hoja personal de datos), antecedente de los modernos tests de
personalidad.
Durante la década de 1930,
los debates sobre la naturaleza de la inteligencia condujeron al desarrollo de
la escala de inteligencia Wechsler-Bellevue (WAIS) que, además de proporcionar
una medida general de la capacidad mental, daba información sobre las áreas de
mayor fuerza o debilidad intelectual. La escala de Wechsler abarca desde la
etapa preescolar a la adulta y hoy tiene la misma importancia que la escala de
Binet.
A medida que el interés por
el psicoanálisis aumentaba en esos años, se introdujeron dos técnicas de
proyección para el estudio sistemático de la motivación inconsciente: el test
de las manchas de tinta del psiquiatra suizo Hermann Rorschach y el TAT (Test
de Apercepción Temática), test narrativo de los psicólogos estadounidenses
Henry A. Murray y C. D. Morgan. Ambos son frecuentes en el estudio de la
personalidad, sobre todo en el ámbito clínico.
3.
SU UTILIZACIÓN
En los programas de
educación, los tests de inteligencia y de evaluación de conocimientos son
aplicados de forma rutinaria para asesorar las decisiones individuales y para mejorar
la educación y organizar los planes de estudio. En las escuelas primarias se
utilizan los tests audiovisuales para determinar la capacidad del alumno para
aprender a leer y escribir. A través de ellos se detectan posibles problemas de
la vista, del oído y de su desarrollo general que podrían hacer recomendable
para el niño algún tipo de educación especial. Si el progreso del niño en la
escuela es lento, o si aparecen signos de incapacidad para el aprendizaje o
desórdenes en el comportamiento, los tests pueden aclarar si se trata de un
problema neurológico o emocional. Más adelante, en la educación secundaria,
muchos centros de enseñanza aplican tests de intereses y aptitudes para orientar
profesionalmente al estudiante.
En las clínicas y en los
hospitales, los tests se realizan para completar el diagnóstico y planificar el
tratamiento, ya que proporcionan información sobre el funcionamiento y estructura
de la personalidad del paciente y la conveniencia de aplicar algún tipo de
psicoterapia; los tests también se pueden centrar en alguna cuestión
específica, como la presencia o ausencia de trastornos orgánicos cerebrales.
Por regla general, se aplica una serie de tests que son interpretados en
conjunto para describir los estados intelectuales y emocionales del paciente.
Es obvio que las decisiones sobre el tratamiento no dependen en exclusiva de
los resultados, sino del juicio del equipo clínico del que forma parte el
psicólogo.
Los tests también se emplean
en algunas organizaciones empresariales para la selección y clasificación del
personal, ofreciendo criterios para aceptar o rechazar a un candidato a un
puesto de trabajo o para ubicarlo en el lugar idóneo. A los tests de
inteligencia o de personalidad suelen añadirse pruebas específicas, propias de
la tarea concreta que se desea cubrir.
4.
TIPOS
Normalmente se utiliza una
amplia gama de pruebas, cada una de las cuales evalúa objetivos específicos.
4.1.
Test de conocimientos adquiridos
Se emplean por lo general
para estimar el nivel que tiene el alumno en una materia académica concreta,
por lo que se aplican como indicador del aprendizaje previo y como índice para
predecir éxitos académicos futuros. En la educación primaria pública, lo
habitual es que los alumnos realicen diferentes tests para evaluar el
vocabulario, la habilidad con el lenguaje, la comprensión en la lectura, el
cálculo numérico y la resolución de problemas, las ciencias naturales y las sociales.
4.2.
Test de aptitudes
Predicen la ejecución futura
en un área en la que el individuo aún no ha sido formado. Las escuelas, compañías
privadas e instituciones públicas se sirven de ellos para asignar puestos
específicos a cada candidato. También son necesarios para la orientación vocacional.
Si alguien puntúa en las diferentes aptitudes (es decir, tiene un determinado
‘perfil’), como los profesionales de un campo concreto, se puede suponer que
será apropiado para ocupar un determinado puesto de trabajo. Algunos cubren un
amplio rango de habilidades necesarias para profesiones muy diferentes,
midiendo la capacidad de razonamiento general, la percepción, la coordinación
motora y la destreza manual. Otros se centran en un área profesional
determinada, como el arte, la ingeniería o la capacidad para aprender idiomas.
4.3.
Test de inteligencia
A diferencia de los tests de
habilidades y capacidades específicas, los de inteligencia miden la capacidad
global de un individuo para relacionarse con su entorno. Pueden ser de distintos
tipos: el de Stanford-Binet —revisión de la escala de Binet-Simon realizada por
Lewis Terman—destaca las habilidades verbales, mientras que las escalas de
Weschler (WAIS y WISC para niños) separan en dos subescalas la inteligencia
verbal de la no verbal, cada una con su cociente intelectual específico. También
hay tests infantiles específicos que no requieren el uso del lenguaje y tests
de inteligencia diseñados para ser aplicados de forma colectiva.
Las primeras escalas de
inteligencia evaluaban la ‘edad mental’, nivel intelectual del niño según el
promedio de su grupo de edad; de esta forma se podía conocer si un niño estaba
situado por encima, por debajo o al mismo nivel que los demás. Dividiendo la
edad mental entre la cronológica, se obtenía una cifra (el cociente
intelectual) que, multiplicada por cien, daba la medida de la inteligencia,
método que aún hoy se emplea. La media o promedio es 100 y casi la mitad de la
población puntúa entre 90 y 110. El posible grado de error también se controla
dentro de un proceso completo de evaluación, contrastando el conjunto de puntuaciones
obtenidas en distintos tests.
4.4.
Test de actitudes e intereses
Utilizados en orientación
vocacional, pueden predecir los índices de satisfacción futura en una
determinada actividad. Los cuestionarios de autoaplicación son realizados por
el propio individuo, que indica sus preferencias entre una serie de actividades
profesionales. Estos tests no pretenden predecir el éxito en una profesión
concreta, pero sí ofrecer un marco que reduzca el abanico de posibilidades para
el estudiante.
4.5.
Test psicométrico de personalidad
Este tipo de tests miden el
ajuste social y emocional, y se utilizan para identificar la necesidad de ayuda
psicológica. Sus ítems describen brevemente sentimientos, actitudes y
comportamientos típicos que se agrupan posteriormente en subescalas, cada una
de las cuales representa un estilo o rasgo de personalidad determinado, como la
extraversión o la depresión. En conjunto, estas subescalas dibujan el perfil de
la personalidad del sujeto.
4.6.
Técnicas proyectivas
Algunos tests de personalidad
se basan en el fenómeno de la proyección, proceso descrito por Sigmund Freud
como la tendencia de atribuir a otros ideas o sentimientos que uno no admite
tener. Debido a su relativa falta de estructuración, logran obtener las
respuestas más personales y significativas que orientan sobre las motivaciones
profundas del individuo.
Los más conocidos son el
test de Rorschach, o test de las manchas de tinta, y el TAT. Hay otros que
consisten en completar frases, asociar palabras o dibujar (el de la figura humana
—llamado ‘esquema corporal’—, la casa y el árbol son los más empleados).
Aunque la complejidad de la
interpretación y el grado de subjetividad que implican los ha hecho vulnerables
a las críticas metodológicas, son difíciles de aplicar en grandes grupos,
aunque son muy útiles en psicología clínica, ya que aportan información más
relevante, aunque en ocasiones menos rigurosa, que las pruebas psicométricas y
profundizan en el análisis individual de la personalidad.
5.
INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS
El aspecto más importante de
la evaluación psicológica es la interpretación de los resultados.
5.1.
Puntuaciones
La puntuación absoluta es el
recuento numérico de respuestas acertadas. Presenta una utilidad muy limitada,
ya que debe transformarse en una puntuación percentil (tanto por ciento de la
población que queda por debajo del sujeto) o en una puntuación estándar (en
desviaciones típicas por encima o por debajo de la media o promedio), puntuaciones
que hacen referencia al promedio de la población.
Si un sujeto tiene un
percentil 50, significa que el 50% de la población puntúa por debajo de él y el
otro 50% por encima. Si es 80, significa que el 20% lo sobrepasa y el 80% está
por debajo.
Las puntuaciones estándar
dependen de la media o promedio y de la desviación típica. La media se obtiene
de la suma del conjunto de las puntuaciones dividida entre el número total de
individuos. La desviación típica o estándar es la raíz cuadrada de la media del
cuadrado de las desviaciones. Si una puntuación absoluta se resta de la media y
se divide entre la desviación típica, nos da la puntuación estándar. Véase
Estadística.
Las tablas de normas, que se
incluyen en los manuales de evaluación psicológica, indican la escala de
puntuaciones absolutas previstas a partir de estudios en los que un determinado
test ya ha sido aplicado a grandes grupos representativos de población, y
deben, por tanto, especificar cuáles eran las características de la muestra en
cuanto a sexo, edad, ocupación y situación geográfica. Si las normas se han
obtenido partiendo de un grupo de población distinto al del sujeto, no serán
una buena referencia de comparación.
5.2.
Validez
En último término, la
interpretación de las puntuaciones de un test supone hacer una predicción del
comportamiento del sujeto en una situación determinada, por lo que si el test
permitió realizar pronósticos acertados, se dice que tiene una gran validez
(externa o predictiva). Sin embargo, antes de que la validez sea probada nos
debemos enfrentar a una cuestión previa: la fiabilidad, es decir, que mida
siempre lo mismo, de un modo consistente, aun si son diferentes profesionales
los que lo aplican. Además de la fiabilidad, un test debe ser válido (que mida
lo que debe medir) en al menos tres sentidos:
Validez interna:
que los ítems incluidos en el test sean una muestra suficientemente representativa
de los que eventualmente se podrían haber utilizado. Por ejemplo, en un test
que consista en deletrear palabras, éstas deben presentar distintos grados de
complejidad.
Validez externa o de
criterio: se refiere a la capacidad del test para ajustarse a un hecho
futuro o concurrente. Por ejemplo, un test de aptitudes artísticas tiene
validez externa o predictiva si las puntuaciones más altas las obtienen quienes
después tendrán mayor éxito en esa actividad. La validez de criterio de un
nuevo test de inteligencia puede establecerse si sus puntuaciones tienen una
estrecha correlación con las de un test clásico, de validez ya contrastada.
Validez de
construcción: hace referencia a los rasgos o cualidades psíquicas que el test
mide, demostrando que ciertas pautas del comportamiento humano son en cierto
grado relevantes para puntuar en el test. Por ejemplo, un test que mida la
necesidad de éxito debe demostrar que quienes puntúan más alto son los
individuos que trabajan de forma más independiente, que persisten más en las
tareas de resolución de problemas y que en situaciones competitivas obtienen
los mejores resultados.
6.
CRÍTICAS
La mayor crítica a la
evaluación psicológica parte de dos aspectos interrelacionados: primero, los
defectos técnicos en el diseño de los tests y los problemas éticos a la hora de
interpretar sus resultados; segundo, sus aplicaciones. Todos los tests tienen
defectos técnicos, por lo que es esencial que sus resultados sean considerados
sólo como una parte más del complejo proceso de la evaluación psicológica. La
mayor parte de las críticas han surgido por sobrevalorar sus resultados a la
hora de tomar decisiones esenciales, críticas especialmente acusadas en los
tests de inteligencia.
Los psicólogos, por lo
general, están de acuerdo en que el empleo de los tests para excluir a los
jóvenes de oportunidades educativas concretas, sin una cuidadosa consideración
de las motivaciones, es poco ético, ya que este tipo de tests tienden a
seleccionar y destacar las habilidades generadas por la competitividad de los
jóvenes de la clase media alta en detrimento de otros grupos sociales,
discriminando a los menos favorecidos. Es evidente que mientras subsistan las
desigualdades en la educación, éstas se seguirán reflejando en los resultados.