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Fuente: Diccionario de
Psicoanálisis. Laplanche, J. & Pontalis, J. Paidós. 1ª Edición, 1996.
¿QUÉ
ES EL PSICOANÁLISIS SALVAJE?
En
sentido amplio, es un tipo de intervenciones de “analistas” aficionados o
inexpertos, que se basan en conceptos psicoanalíticos a menudo mal comprendidos
para interpretar síntomas, sueños, palabras, actos, etc. En sentido más técnico,
se califica de salvaje una interpretación que no tiene en cuenta una
determinada situación, en su singularidad y en su dinámica actual, en especial
revelando directamente el contenido reprimido sin tener en cuenta las
resistencias y la transferencia.
En el
artículo que consagró al análisis salvaje Psicoanálisis
“silvestre” (Uber “wilde” Psychoanalyse, 1910), Freud lo definió ante todo por la
ignorancia; el médico cuya intervención critica había cometido errores científicos
(referentes a la naturaleza de la sexualidad, de la represión, de la angustia)
y técnicos: “constituye un error de técnica lanzar bruscamente al rostro del
paciente, durante la primera visita, los secretos que el médico ha adivinado”. Así,
puede decirse que todos aquellos que no han recibido la formación teórica y técnica
necesaria efectúan un análisis salvaje.
Pero
la crítica de Freud va aún más lejos: se extiende a los casos en que el diagnóstico
formulado es correcto y la interpretación del contenido inconsciente exacta. “Ya
hace mucho tiempo dejamos atrás la concepción según la cual el enfermo sufre de
una especie de ignorancia: suprimiendo ésta mediante la comunicación (acerca de
las relaciones causales entre su enfermedad y su biografía, los acontecimientos
de su infancia, etc), la curación será segura. Pero
no es este desconocimiento en sí el factor patógeno, sino el hecho de que esta
ignorancia se basa en resistencias
internas que le dieron origen y que continúan manteniéndola. Comunicando a
los enfermos su inconsciente, se provoca siempre en ellos una reactivación de
sus conflictos y una reactivación de sus conflictos y una agravación de sus
dolencias”. Es por esto que tales revelaciones exigen que la transferencia esté
bien establecida y que los contenidos reprimidos se hayan aproximado a la
conciencia. De lo contrario, crean una situación de ansiedad no controlada por
el analista. En este sentido, el método analítico en sus comienzos, todavía mal
diferenciado, como subrayó Freud con frecuencia, de las técnicas hipnóticas y
catárticas, puede calificarse hoy en día de salvaje.
Sin
embargo, sería presuntuoso considerar el análisis salvaje como algo propio de psicoterapeutas
no cualificados o como algo perteneciente a épocas pasadas del psicoanálisis,
lo que constituye un modo cómodo de creerse a salvo del mismo. En efecto, lo
que Freud denuncia en el análisis salvaje no es tanto la ignorancia como cierta
actitud del analista que encontraría en su “ciencia” la justificación de su
poder. En un artículo en que Freud aborda la cuestión del análisis salvaje,
aunque sin utilizar este término, cita el Hamlet: “¿Creéis
que es más fácil servirse de mí que de una flauta?”. En este sentido, es
evidente que el análisis de las defensas o de la transferencia puede efectuarse
de un modo tan salvaje como el del contenido.
Ferenczi definía el análisis salvaje
como la “compulsión a analizar”, compulsión que puede manifestarse tanto dentro
como fuera de la situación analítica; lo contrapone a la elasticidad que exige todo análisis desde el momento en que no se
ve en él una estructura edificada según un plan preestablecido. Glover hace observar que el analista que “salta” sobre un lapsus, aísla un sueño o uno de sus fragmentos, halla en
ello ocasión de experimentar una “frágil omnipotencia”.
Continuando
tales observaciones, veríamos en el análisis salvaje, “sabio” o ignorante, una
resistencia del analista al análisis singular en el que está implicado,
resistencia que ofrece el peligro de conducirla a desconocer la palabra de su
paciente y a “imponer” sus interpretaciones.