BAJA AUTOESTIMA

Todos tenemos en el interior sentimientos no resueltos, aunque no siempre seamos conscientes de ellos. Los sentimientos ocultos de dolor suelen convertirse en enojo; y con el tiempo volvemos el enojo contra nosotros mismos dando un puntapi� inicial a la depresi�n. Estos sentimientos pueden asumir muchas formas: odiarnos a nosotros mismos, ataques de ansiedad, repentinos cambios de humor, culpa, reacciones exageradas, hipersensibilidad, encontrar el lado negativo en situaciones positivas o sentirse impotente y autodestructivo. Estos sentimientos son entonces t�xicos para nuestro organismo. Somos prisioneros de lo que no queremos aceptar.

Comprender la influencia del medio familiar en nosotros y aceptarla sin condenar nos permite liberarnos y disfrutar de la vida. Creer en nosotros mismos es el primer trabajo para realizar. Creer que uno est� antes que el logro. Si uno no cree en uno mismo, nadie lo har�.

Indudablemente nos preguntaremos el por qu� de nuestra existencia en el mundo, y tal vez no nos centremos en la b�squeda de la respuesta en s�, sino mas bien en la pregunta misma. Si nos preguntamos el por qu�, impl�citamente damos por descontado que la existencia tiene un sentido, una finalidad, una meta. Desconocida, atemorizante, ilusionadora, esa finalidad se encuentra en un m�s all� en el tiempo, en un futuro que siempre se nos presenta incierto.

Considerar el tiempo como una variable categorial de la existencia es uno de los postulados de la psicolog�a Humanistica. El tiempo que nos limita y nos enfrenta con la posibilidad del no ser, de la nada, de la muerte. El tiempo que nos se�ala la importancia del momento presente y la labilidad del futuro, as� como la presi�n que en nosotros ejerce nuestra biograf�a.
Enfrentar el no ser nos confronta con nuestra propia finitud, derribando las ideas de omnipotencia y eternidad tan propias del ser humano. No pensamos en la muerte propia como una probabilidad, a menos que alguna enfermedad m�dica as� lo diagnostique, Y a�n as�, el no ser se nos presenta ajeno.

Pero el no ser no es solo la finitud de la existencia biol�gica en cuanto tal. Es tambi�n el conformismo a lo pautado por los otros, el acceder a la renuncia del ser propio y ajustarnos a no ser, para convertirnos definitivamente en seres inaut�nticos.

Desde la inautenticidad se originan los mayores sufrimientos, las enfermedades psicol�gicas, la depresi�n, las neurosis, y ciertos rasgos que pueden no llegar a ser patol�gicos pero constituyen una fuente de insatisfacciones y de dolor: timidez, baja autoestima, verg�enza, temores, trastornos psicosom�ticos.

La Psicolog�a Human�stica se basa en la fuerte creencia de la existencia de una naturaleza positiva de los seres humanos que dan una perspectiva terap�utica favorable a sus sufrimientos. La teor�a de la personalidad de Rogers lo resume: "el hombre es un organismo digno de confianza.( 1977). Este organismo apunta a desarrollar sus capacidades movi�ndose hacia la autonom�a. Esta orientaci�n est� presente en todos los seres vivos, y aunque la tendencia a la actualizaci�n se pueda suprimir no puede nunca destru�rse sin la destrucci�n del organismo.. Cada persona tiene en s� el mandato de satisfacer su potencial, por lo que la tendencia a la autorrealizaci�n es inherente a la condici�n humana.

Pero...qu� es lo que lleva a una persona al sentimiento de minusval�a existencial? Qu� lleva a lo que llamamos "baja autoestima"?

Las respuestas pueden brindarse desde diferentes marcos referenciales. Consideraremos desde aqu� el aporte de los psic�logos humanistas cuya visi�n nos acerca a la vivencia personal de los existenciarios b�sicos: temporalidad, espacialidad, corporalidad, causalidad. De modo tal podemos observar que quien experimenta baja autoestima suele ser un ser que no tiene plena confianza en las posibilidades propias, bien sea por experiencias que as� se lo han hecho sentir, o por la respuesta especular de sus otros significativos, es decir, de las personas importantes en la vida del sujeto que mediante mensajes de confirmaci�n o desconfirmaci�n refuerzan el s� mismo o lo denigran.

Los mensajes que recibimos desde peque�os se hacen carne. Nuestro s� mismo se va conformando por lo que los dem�s piensan que soy ( y que me lo transmiten mediante palabras y actitudes), lo que yo creo que los dem�s piensan que soy ( que implica la elaboraci�n subjetiva de tales mensajes) y lo que en realidad yo mismo creo que soy ( se instaura aqu� una perspectiva personal que est� en estrecha vinculaci�n con las anteriores).

Ya desde el nombre que se nos impone se forja un concepto social de quienes somos. Nuestro nombre se identifica con quienes somos de modo inseparable, para los otros y para nosotros mismos. El ser humano es un ser altamente simb�lico, y nuestras reacciones intersubjetivas est�n en funci�n del intercambio comunicacional ( no solo del lenguaje verbal sino tambi�n del anal�gico). Cuando afirmamos nuestra identidad lo hacemos ante nosotros y ante los dem�s, y muchas veces hay un hiato entre la identidad social y la personal que se expresa en un mal-estar, en una mutaci�n del Dasein ( el existir de la persona) que el terapeuta debe comprender y la realidad con la que ha de empatizar para su funci�n psicoterap�utica. El sujeto es un sujeto activo, un sujeto en busca de la autonom�a, de la libertad. Hacerse cargo de la realidad tambi�n implica hacerse cargo de la propia realidad que se quiere ser. La personalidad se va haciendo, deshaciendo e incluso rehaciendo.

El yo es una relaci�n consigo mismo, pero la mismidad de esta relaci�n ser�a una ficci�n si no fuera originariamente una relaci�n con las cosas y con los otros yo. No existe una autopercepci�n puramente ps�quica porque la comprensi�n de nosotros mismos, de nuestros actos e intenciones acontecen en la medida que el ambiente nos suministra los temas y preocupaciones. "Las manifestaciones de la vida ps�quica deben ser examinadas como reveladoras de modos esenciales de existir y proyectar un mundo. Cada enfermedad es espec�fica y cada caso tiene su particularidad en virtud de la condici�n y libertad de paciente"( Jaspers).

Y del mismo modo que somos-con-nuestro-nombre, que es parte misma de nuestra identidad, somos-con-nuestro-cuerpo. Desde el Existencialismo vemos el cuerpo como lo que aparece, como el fen�meno. Es un cuerpo que aparece ante alguien y ante alguien se manifiesta, lo que le da categor�a de existencia en la realidad objetiva. Pero adem�s ese fen�meno que existe en s�, existe para s� y eso nos remite a una relaci�n con la propia corporalidad que no se da de manera totalmente conciente. Hay regiones del ser que permanecen opacas al s� mismo, porque el ser est� aislado de su ser.

Cuando hablamos de cuerpo nos referimos a algo concreto, al cuerpo del hombre, hablamos del hombre en el mundo y de la uni�n espec�fica del hombre con el mundo, lo que Heidegger llam� ser-en-el-mundo. Hablar del hombre es referirnos siempre a la relaci�n con el mundo, a lo que llamamos :"dasein". Dasein nos ofrece una visi�n �nica, del hombre concreto en el mundo, pero adem�s de este hombre especial y �nico ( Juan, Mar�a, ni�o, joven, adulto, anciano, alto, flaco, obeso, argentino o ecuatoriano). Cada subjetividad �nica y distinta de todas es un ser-en-el-mundo y cada dasein se instaura en una relaci�n con Su mundo. En esa relaci�n podemos instalar el sentimiento de minusval�a existencial.

La baja autoestima se relaciona tambi�n con la vivencia del tiempo. Cronos nos recuerda que el fin puede estar cerca y puede tornarse persecutorio. As� el tiempo vivido con la intensidad del presente nos categoriza al existente como ser que habita un tiempo personal: un beso, hacer el amor, festejar un gol, asistir a un culto religioso nos permite salirnos momentaneamente del cronos compartido, pero inevitablemente volvemos a �l. Y nuestra percepci�n del tiempo es tan personal y subjetiva que puede no coincidir con la de los otros. Tiempo compartido, tiempo privado. Seg�n la valorizaci�n de uno u de otro nos sentiremos mas o menos adecuados al Mitwel o co- mundo enunciado por los existencialistas. Y al igual que somos cuerpo, tambi�n somos tiempo. No estamos en �l, sino que somos �l.

El espacio vivido es otra categor�a a revisar. Nuestro cuerpo nos permite asociarnos con otros desde lo sensorial a lo afectivo m�s profundo, desde la mirada hasta la fusi�n mas org�smica en la que se pierde el sentido de ser. En el espacio el cuerpo se experimenta, no excluye la palabra sino que la integra en la carga afectiva de la vivencia.

Tenemos ahora ciertos elementos para considerar: Un cuerpo que es causa y efecto de nuestras propias experiencias, que se relacionan directamente con dimensiones, intensidades y matices de la corporalidad. Un cuerpo que es vivenciado de manera diferente seg�n las etapas evolutivas por las que atravesamos y que se somete a cambios constantes. Un cuerpo que se recicla en un ser que est� "siendo" proporcionando dolor, placer, que habla, que calla, que oculta, y que da cuenta del tiempo vivido. Esa es la esencia primera del ser: est� en devenir.

C�mo vivenciamos este complejo y �nico ser que somos?. Como capaz de llegar a ser, es decir, con un proyecto, con posibilidades, con objetivos a cumplir? C�mo un ser incapaz, imposibilitado, vulnerable?. Esta �ltima pregunta es la que har�amos a quien se siente poca cosa, poco ser, poco existente, poco devenir, poca persona. La propia desvalorizaci�n es producto, entre otros, de la comparaci�n con los otros. Percibimos al otro en la plenitud de sus atributos y me comparo con �l. Pierdo en esa comparaci�n. Me siento en inferioridad de condiciones. Mi cuerpo es diferente, es feo, no cumple con lo estipulado por la sociedad, soy obeso o extremadamente delgado, o tal vez mi estatura no es la adecuada a los c�nones sociales vigentes. Mi cabello es rizado o lacio, mi nariz es prominente o muy peque�a. No llego a comprender que todos somos diferentes, �nicos, irrepetibles. Tengo una discapacidad f�sica, o psicol�gica. No llego a los rendimientos que otros alcanzan. Me considero menos que otros, en inferioridad de condiciones. Mi ser es vulnerable ante un mundo que se me presenta hostil, avasallante, grandioso. Mi existencia no encuentra una finalidad, un sentido, y me siento incapaz de otorg�rselo. Mis seres significativos me descalifican y mi existencia se reduce a la de un ser casi sin ser.

En definitiva, nuestras categor�as se desarrollan en la trama evolutiva de nuestra vida, ligadas a nuestra experiencia social y personal , y a las tecnolog�as con las que convivimos. Se nos ofrecen perspectivas variadas y disponemos de la libertad para optar, haci�ndonos responsables del lugar desde el cual elegimos. Cuando nuestra libertad se encuentra acotada por la inseguridad en nosotros mismos, es el momento de pedir ayuda. Debemos ser conscientes de que tenemos posibilidades a descubrir, y cuando solos no podemos, hemos de recurrir a quien nos pueda acompa�ar en el camino de fortalecimiento de la autoestima, a quien nos ayude a ver con otros ojos el ser que somos y el que hemos de ser, que nos acompa�e en este ser siendo que es inherente a la naturaleza humana . Llegar a habitarnos en cuanto a corporalidad inserta en el mundo reconociendo las limitaciones pero sin descuidar las posibilidades. Tal es la propuesta de la terap�utica existencial. La angustia nos remite a la fragilidad del sujeto en cuanto a incapacidad de ejercer sobre su propio cuerpo cualquier poder de sujeto parlante. El angustiado pierde distancia respecto del cuerpo del otro y deviene una corporeidad expuesta a su mirada. El angustiado canaliza en el cuerpo el afecto incontrolado, rompe la discursividad y es sentida por el terapeuta como especularmente .

Quien padece baja autoestima suele desarrollar un "falso self" que lo protege ilusoriamente de la confusi�n y desorientaci�n que le provoca la verg�enza internalizada. Al sentirse incapaz y desvalorizado empieza a encubrir lo que verdaderamente siente como estrategia. Esta m�scara con la que se presenta al mundo puede tomar diferentes formas por las que esta persona reclama, demanda, de manera insatisfecha, un reconocimiento del otro. Este c�rculo vicioso en el que se encuentra el ser fue descripto por R. Laing: "Me parece que tu sabes qu� es lo que yo deber�a saber, pero no puedes decirme qu� es porque no sabes que no s� lo que es. Tal vez tu sepas lo que yo no s�, pero no sabes que yo no lo s�, y no puedo dec�rtelo. As� es que tendr�s que dec�rmelo todo".

Damos por sentado que el otro sabe qu� es lo que necesito, y as� se generan los malos entendidos en la relaci�n con los otros significativos.: todo ha sido por mi culpa, ya no me quiere m�s, de seguro ya no me desea. Evitar�amos mucho sufrimiento si en vez de suponer pudi�semos preguntar y hablar. Pero se teme a la respuesta. Y por miedo a no ser queridos nos sometemos a la m�s terrible de las soledades: la soledad estando acompa�ados. Entonces encubrimos nuestra angustia y nuestro ser desvalido con la m�scara de autosuficiente, de fuerte, de inteligente, de fracasado, de violento, de insaciable.

Cuando logramos conectarnos con nuestra propia fortaleza, (y en general suele lograrse mediante psicoterapia), aplastada bajo un c�mulo de m�scaras y mandatos, atravesamos el miedo a enfrentarnos con nuestro propio deseo y empezamos a conducirnos de modo diferente. No peleamos m�s con nosotros mismos, nos animamos a cuestionar mandatos y creencias, nos arrancamos las m�scaras...Empezamos la sanaci�n.

Ps. y Prof. Liliana Villagra
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