Publicado en Revista “Perspectivas de la Asociación de
Psicoanálisis de La Plata”. Lecturas sobre el suicidio melancólico.
Deborah Fleischer
“La muerte no es
abordable más que por un acto. Aún para que sea logrado, es preciso que alguien
se suicide sabiendo que eso es un acto, lo que solo sucede muy raramente”.
J.Lacan.
R.S.I. (18/2/75)Seminario inédito
El siguiente desarrollo intenta dar cuenta del estatuto del
suicidio melancólico en la obra de Lacan.
En el momento de la pregunta- ¿qué me quiere el Otro?, Lacan ha explicado que
es en el punto de carencia del Otro, donde el sujeto ofrece al deseo parental
su desaparición como respuesta. Es por la estructura discontinua del
significante que se puede preguntar -¿Qué me quiere?. Es ahí, en los intervalos
del discurso del Otro donde el sujeto aprehende su deseo.(1)
Este suicidio, que podríamos llamar estructural, le permitió decir a Lacan, que
la acción del significante provoca un sujeto entre dos muertes. Muerte que
viene después de la vida, exterior al sujeto hablante, dado que el significante
se sostiene justamente en él, pero para el sujeto hablante esta muerte es
también algo interior, puesto que esta instalada en la experiencia de la
palabra. Es así, que dirá en Encore, que los que hablan no son
cualesquiera, son seres a los que estamos habituados a calificar de vivientes,
y tal vez resulte muy difícil excluir de los que hablan la dimensión de la
vida, pero nos percatamos de inmediato de que esta dimensión introduce a la vez
la muerte, y que de ello resulta una total ambigüedad significante.
La única función a partir de la cual puede definirse la vida, a saber, la
reproducción de un cuerpo, no puede ella misma designares ni como vida ni como
muerte, ya que como tal en tanto sexuada, entraña a ambas: vida y muerte.
Lo dicho hasta aquí introduce el tema. Eric Laurent en una visita a la entonces
Biblioteca Internacional de Psicoanálisis: dijo: -"No se podría decir en
principio que en el fin del análisis se trata de aislar un deseo puro. El deseo
puro es la melancolía. No tiene que ver con la vida sino con la
inmorta-lización del deseo. Hay que hacer compatible ese deseo con lo vivo. La
carne goza cuando se conecta la biología con el deseo. Ahí se produce nuestro
campo".
Planteo entonces que en la afánisis, el sujeto se manifiesta en el movimiento
de desaparición llamado por Lacan, letal.
La ausencia de afanisis, la holofrase o solidificación, hacen serie con el
fenómeno psicosomático, la debilidad mental y la psicosis. La melancolia es
ubicada como un tipo de psicosis, estableciéndose, de esta manera, una
relación con la neurosis obsesiva. ( No hay discurso obsesivo- no hay otra
psicosis que la paranoia). Este lazo entre melancolia y neurosis obsesiva es
explícito en Freud, qué lo toma de Abraham.
En el siglo XIX, la melancolia adquiere para la psiquiatría, el estatuto de
enfermedad maniaco- depresiva, psicosis degenerativa, constitucional o
endógena.
En relación al psicoanálisis, Abraham lo relaciona con la neurosis obsesiva en
tanto compartían la ambivalencia. En 1923 utiliza el término verstimmung,
traducible como disonancia, mal-humor al referirse a la protodepresión de la
infancia, paradig-mática de la melancolía ulterior. Freud en Duelo y melancolía
hará una diferencia entre el trabajo del duelo y la melancolía. Cuando el
melancólico introyecta al objeto, la identificación narcisistica deja sentir
los efectos de la ambivalencia. Si el amor al objeto llega a refugiarse en la
identificación narcisistica, recae sobre el objeto, el odio, calumniándolo,
insultándolo, haciéndolo sufrir y encontrando en ese sufrimiento una
satisfacción sádica. El tormento, indudablemente placentero que el melancólico
se inflige a sí mismo, significa análogamente a los fenómenos correspondientes
a la neurosis obsesiva, la satisfacción de tendencias sádicas y del odio
dirigido a un objeto, pero retraídas al yo por el propio sujeto.
Lo que Freud señala de característico en la melancolía es que el melancólico
sabe a quién a perdido pero no que ha perdido. (diferenciando, el quien del
que, el objeto de amor del objeto de la pulsión). No es el objeto del amor
quien cae sobre el yo, sino su sombra, designando así un a sin maquillaje. No
hay vergüenza por el autorreproche. La neurosis obsesiva y la melancolía
comparte así la pérdida del objeto y la ambivalencia y se diferencian por el
tipo de objeto y porque para Freud lo característico de la melancolía es la
regresión que por un lado vuelve a la identificación y por el otro al sadismo.
El sadismo es aquí la muerte de algún otro.
El odio aparece en Las pulsiones y sus destinos ligado al yo de placer
purificado, el yo percibe así, como hostiles las partes del mundo que no puede
incorporar, acogiendo los objetos que la economía narcisista le permite
absorber y volviendo a cerrarse, percibiendo entonces como hostil lo que le es
extraño. Lo no incorporado queda en relación a lo odiado. Los efectos
unificantes de la libido no alcanzan para dominar un reducto último al que se
acoge cierto real, un resto inalienable, motivo de rechazo y odio.
Si el melancólico no puede soportar la pérdida del objeto, la muerte del otro,
no es sino porque ese otro no es sino el mismo. La melancolía, dice Masotta en El
modelo pulsional, es el intento fallido de reducir el reducto. El otro como
cuerpo extraño, en la enfermedad melancólica, permanece como inalienablemente
otro.
Serge Cottet estableció en el III Encuentro del Campo freudiano una serie:Un
agujero en el Otro, dolor, inhibición, depresión.
Las depresiones las dividirá en neuróticas, psicóticas y la del fin del
análisis. La depresión psicótica es la melancolía. Psicosis que pone de relieve
la impotencia del fantasma para constituirse. Hay disolución del i(a) que hace
aparecer al objeto en su crudeza, al desnudo.
III
Las referencias en la obra de Lacan al suicidio melancólico son las siguientes:
En Televisión, Lacan se refiere a las depresiones como la forma de ceder
ante el deseo, mientras atribuye el suicidio a la manía. Cito:" Y lo que
resulta por poco que esa cobardía de ser deshecho del inconsciente vaya a la
psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje, es por
la excitación maníaca que ese retorno se hace mortal ".
Al concluir el Seminario La angustia (inédito), después de extenderse
sobre la neurosis obsesiva dirá: El problema del duelo es el mantenimiento de
los vínculos por donde el deseo esta suspendido del i(a), por el cual todo
amor, en tanto este
término implica la dimensión idealizada, esta expresado narcisisticamente. Y
esto constituye la diferencia de lo que sucede con la manía y con la
melancolía. Si no distinguimos el objeto
i(a) del a , no podemos concebir lo que Freud recuerda y articula en la misma
nota (se refiere a Inhibición ,síntoma y angustia), así como lo hace en
el bien conocido artículo Duelo y melancolía, en el que indica la
diferencia entre ambos términos.
Recuérdese el pasaje donde después de haberse embarcado en la noción de
retorno, de reversión de líbido pretendidamente objetal, sobre el yo propio del
sujeto, Freud confiesa: es evidente que en la melancolía este proceso no
culmina (lo dice el propio Freud), el objeto supera su dirección y es él el que
triunfa.
Lacan acentúa así la diferencia del a con el i(a) e indica que en la manía no
funciona el a, no solo se lo desconoce. "Es aquello por lo que el sujeto
ya no es lastrado (lesté) por ningún a que a veces sin ninguna posibilidad de
libertad, lo entrega a la metonimia infinita, lúdica, pura de la cadena
significante"
Tenemos entonces en el ciclo duelo/ deseo la referencia al Ideal del Yo que
tiene la función en tanto significante de la identificación primordial
(recordar que estamos a la altura de la enseñanza de Lacan del Seminario La
angustia) de simbolizar este agujero (-@) como falta para el sujeto y
estando radicalmente separado de él.
En Hamlet, Lacan hará algunas reformulaciones interesantes, al hablar
del duelo. Dirá que en la forclusión hay una falla en lo simbólico, en el duelo
un agujero en lo real, falta alguien en lo real ahí donde el la psicosis falta
un significante en lo simbólico. Hay duelo cuando desaparece al-guien cuya
falta colmábamos. Es así que en Matemas I en el texto "Producir el
sujeto" J. a. Miller lo nombra como lo decisivo que fue el sujeto para el
Otro en su erección de ser vivo.
Siendo lo real pleno por naturaleza, para hablar de agujero en lo real es
necesario introducir la dimensión de lo simbólico. Es por eso que Lacan designa
como vida el agujero en lo real para interrogar mediante el nudo borromeo la
estructura necesitada por Freud del lado de la muerte.(2)
Hay una moción que regula este movimiento, que es imaginaria. Si ésta fracasa,
ante la falla de la imagen, el suicidio ¿sería un intento restitutivo, al
devolver al cuerpo los límites donde puede hacer imagen?.
Si i(a) se corre deja al a al descubierto, fallando la función
reguladora del fantasma, ya que ese a es el deseo puro, ahí donde el sujeto no
encuentra nada para identificarse.
En el fantasma sadeano se afirma el carácter indestructible del Otro. El
neurótico obsesivo con su demanda de muerte hace de la muerte un acto fallido,
el fantasma funciona y exige la destrucción del deseo del Otro. En la
melancolía en cambio, al Otro le falta el agujero y eso es sin apelación. No
hay llamado como lo hay en el suicidio neurótico.
Es en la Conferencia de Ginebra donde Lacan habla del suicidio de los hijos no
deseados. Al Otro le falta el agujero, el sujeto se libera de la cadena
significante (a diferencia de la neurosis. Recordar el Niederkommen de la joven
homosexual), ya no se hace representar ahí y escapa a toda inscripción. El
significante ha perdido la batalla. Se trata entonces en la melancolía de un
deseo no ligado a la cadena significante. No hay distancia entre $ y a, más
bien se puede escribir $ equivalente a a ($~a), deseo inmortal que resiste más
allá de toda vida.
El suicidio melancólico entonces no es un acto. Es una certidumbre de goce
cuando el significante ha perdido la batalla ante el duelo imposible
Fuente: http://www.elistas.net/lista/descartes/archivo/indice/141/msg/150/