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Percepción y
Comunicación.
Sergio
Augusto Vistrain D.
Octubre de 1999.
A ver, vamos por partes — me decía David, un
joven de veintitantos años, el más pertinaz e incisivo de mis alumnos, al final
de una charla sobre Comunicación Política—, si estoy entendiendo bien, percibir
algo es captarlo a través de nuestro sentidos.
...y darle algún significado —agregué.
Mm. Supongo que sí —indicó.
Se quedó meditando unos instantes.
Bueno —continuó—, si percibo algo a través de
mis sentidos y no le doy un significado...
No, no, espera —le interrumpí. Si no le das
significado, simplemente no lo has percibido. La significación es parte de la
percepción; antes de eso, lo que tienes es tan sólo "sensación".
Recuerda, "la sensación es captar algo a través de uno o varios
sentidos".
Pues eso es lo que iba a decir —replicó— pero
no me has dejado terminar.
Le hice entonces una señal indicándole que
continuara.
Si no le doy significado a lo que captan mis
sentidos, no puedo decir que lo he percibido —afirmó categóricamente—. Eso lo
entiendo perfectamente... pero me crea cierta confusión.
¿Cuál es tu confusión?— inquirí.
Pues mira —me dijo, arrugando la frente— eso me
hace pensar dos cosas: por un lado, pienso que un mismo y único objeto de la
realidad, captado por los sentidos de dos personas distintas, puede ser
percibido de dos diferentes maneras, pues el significado que cada una de ellas
le asigna, puede ser divergente.
Así es —le manifesté—. La percepción es un acto
mental y especulativo, sujeto a la subjetividad de cada individuo, y cuyo
propósito es la re-construcción de la realidad. Captamos la realidad a través
de nuestros sentidos y, al darle un significado, la re-construimos; recibimos
datos y los transformamos en información.
Espérame —dijo con denuedo— no me hagas más
bolas. Si no tienes inconveniente, prefiero hablar de construcción en lugar de
"re-construcción"; de todas maneras lo que hacemos es construir algo
en nuestra mente. ¿O no?
Bueno, sí —le dije, dando mi aprobación—,
cuando algo ya está en nuestra mente, en nuestra memoria, y lo evocamos para
trabajarlo, lo que hacemos no es percibirlo, sino recordarlo. En ese sentido,
creo que podría ser válida la permuta de términos.
Entonces —dijo David, en un tono que denotaba
cierta angustia o desesperación—, la realidad no es única, o peor aún, no es
real. Toma forma sólo cuando es percibida, y su forma no necesariamente
corresponde a nada que en verdad exista. Esto me lleva —agregó mientras me
hacía la seña de que me mantuviera en silencio— al segundo punto. Si la
realidad no existe a menos que alguien la perciba, entonces ¿qué demonios es lo
que percibimos?
Es que la realidad siempre está ahí —aclaré.
Sólo que para ti no existe mientras tú no la percibas. Por eso yo te hablaba no
de su construcción, sino de su re-contrucción. Pero además, la realidad no es
estática, sino dinámica, es decir, cambia constantemente, lo cual significa que
el sujeto cognosciente, el que la conoce, la puede estar percibiendo una y otra
vez, y puede actualizar constantemente la información que tiene acerca de ésta;
en muchos sentidos, la realidad que vivimos hoy, es muy diferente a la realidad
de hace dos siglos, por ejemplo, o inclusive a la de ayer mismo, en ciertos
aspectos. Pero, la percibas o no, la realidad existe, y tú puedes, o no,
re-construirla en tu mente. Al hacerlo, "formas en ti" una imagen de
ella (acto especulativo); te in-formas sobre ella. Pero la forma que tú
le des, desde luego que está matizada por tu subjetividad.
Mhm, de acuerdo —dijo, mientras daba un respiro
profundo, como suspirando, y dejaba caer todo su peso sobre la silla.
Pero entonces —arremetió de nuevo—, ¿cómo puedo
yo saber si lo que percibo es real, o si es sólo parte de mi subjetiva y
particular fantasía, parte de mis propios deseos o mis expectativas? O, dicho
de otro modo, ¿cómo puedo saber si esa imagen que he formado en mi mente acerca
de la realidad corresponde, o no, a ésta?
¿Cómo dices que te llamas? —le pregunté.
David —respondió tajante—. Pero ¿eso qué tiene
que ver?
— ¿Y cómo sabes que ese es tu nombre?
— Pues eso me dijeron cuando era niño.
— O sea que alguien te in-formó que ese
era tu nombre.
— Sí, sí, pero ¿qué tiene que ver?
Me mantuve callado un par de segundos y le
dije:
— ¿Qué no lo ves?
— ¿Ver qué?
La realidad, mi querido David —le dije
pausadamente—, es real si al menos dos personas están de acuerdo con que lo es;
el acuerdo con otra persona es la única manera que tenemos de validar nuestro
conocimiento acerca de lo que es real y lo que no.
Pero eso —insistió— es tan subjetivo como lo
primero.
Lo es —le dije—. Sólo que en ese momento son
dos subjetividades y un acuerdo que media entre la realidad real (la que está
ahí), y la realidad especulada (la que se re-construye en la mente de esas dos
personas). Pero es lo único que la hace válida; socialmente válida.
Ah, pero no es más válida —reiteraba— que mi
propia y personal realidad.
Por supuesto que no —le aseguré—. Aunque
ninguna realidad (especulada, reflejo de la real) es capaz de sustituir a la
real; es sólo una imagen de ella.
Entonces —dijo—, cada quien puede tener una
imagen de la realidad, diferente de la del resto del mundo y, puede además
re-construirla de común acuerdo con otros, ¿o no?.
Así es —le dije asintiendo. Esa realidad que
re-construyes con otros es la realidad social, o mejor dicho, la realidad
socialmente aceptada como verdadera.
De modo que la "verdad" o
"falsedad" de mi realidad —continuó David— no es sino una mera
clasificación de ésta, según la apreciación de quien la juzga, trátese de mí
mismo, en lo individual, o en conjunción con otra u otras personas. La realidad
(re-construida) es verdadera o falsa según lo juzgue yo mismo, los demás o
nosotros, o sea, yo y los demás. ¿Cierto?
Absolutamente cierto —le confirmé—, aunque el
burro no debería ir delante del arriero.
¿Eh? ¡Ah, bueno!, "los demás y yo"
—corrigió, y continuó—. Así que la realidad socialmente aceptada es una
realidad negociada, y por tanto, subjetiva; tanto o más subjetiva que la
individual. Esto significa que, tanto la realidad individual, como la social,
pueden no corresponder a la real, y no por ello dejar de se considerada como
verdadera.
Asentí, mientras observaba cómo mi exasperado
alumno buscaba algo entre las notas que había tomado durante la plática que yo
acababa de dar.
Luego se detuvo en una página y dijo:
— Supongo que a eso te referías cuando decías
que "la comunicación es una negociación entre el emisor y el receptor de
un mensaje, cuyo propósito es la reconstrucción de la realidad".
— Efectivamente. O, como diría un profesor que
alguna vez me dio clase: "La realidad es, lo que acordemos que es".
Fin.