Deborah Fleischer
Para Klein la posición depresiva
constituye un "progreso" en relación a la posición esquizoparanoide,
si bien ambas posiciones pueden alternarse y aún coexistir en algunas
circunstancias.
1) la ansiedad aquí es depresiva
2)El objeto es total y se siente
ambivalencia por él
3)El yo termina de constituirse
4)las defensas son las mismas
pero en tanto defienden al yo de la angustia depresiva devienen defensas
maniacas
1)El temor en este caso es haber
dañado al objeto y la ansiedad depresiva va acompañada de culpa por ese daño
imaginario al objeto.
2)El sujeto percibe sus impulsos
destructivos dirigidos al objeto, el objeto se integra y es amado y odiado al
mismo tiempo. Su consecuencia, como indiqué anteriormente, es la ambivalencia;
es el amor y el odio no ya hacia objetos distintos (pecho bueno o pecho malo),
sino hacia el mismo objeto.
Esta integración de objeto
permite una mayor integración del yo. El objeto unificado es vivido como
dañado. Sigue habiendo disociación entre un objeto total vivo y otro total
dañado y moribundo.
La culpa devendrá duelo y la
culpa llevará al concepto de reparación. Esta reparación permitiría creer en la
posibilidad de la cura por el amor, pero se ve en los casos clínicos que Klein
nos presenta, como esa reparación es siempre fallida.
La reparación forma parte de la
posibilidad de sublimar y será lo que mantenga a raya la depresión. El duelo
podría ser una forma de teorizar en Klein el tema del objeto perdido freudiano,
que se transformará en un objeto que es necesario perder. Este duelo permitirá
la identificación renovando la posibilidad de renovar los lazos con el mundo
externo.
Así como para Freud en la
melancolía la sombra del objeto cayó sobre el yo, constituyéndose en algo
inasimilable que permite explicar el suicidio melancólico, en tanto no se trata
de matarse sino de destruir a esto inasimilablemente otro que hay en el yo, en
Klein esta "sombra" siempre esta en el yo. Así Klein dirá: "solo
si el objeto ha sido amado como un todo, su perdida puede ser sentida como
total." La perdida del objeto conlleva la perdida del yo y de ahí el
carácter abrumador que tiene esta perdida.
En su artículo El duelo en su
relación con los estados maníaco depresivos, dirá Klein: "mi
experiencia me ha llevado a la conclusión de que, si bien es cierto que el
rasgo normal del duelo es el establecimiento por parte del individuo del objeto
amado y perdido dentro de sí, no está haciéndolo por primera vez, sino que a
través del trabajo de duelo está reinstalando ese objeto así como todos sus objetos
internos amados que siente haber perdido". Cada duelo reactiva las
antiguas ansiedades por los objetos dañados o destruidos. El duelo es una
repetición de lo vivido en la posición depresiva.
Si esta posición depresiva fue
bien elaborada en su momento, los duelos posteriores serán exitosos. El
complejo de Edipo permite que los objetos parciales desempeñen su papel
mientras se establece la relación con los objetos totales. Por eso puede haber,
como se señalará después, envidia hacia los objetos parciales, coexistiendo con
la elaboración de la posición depresiva, que es la de constituir los objetos
como totales.
Es alejar el interés del pecho
materno más que alejarse de la madre, lo que incrementará la posibilidad de
simbolizar y sublimar.
La represión que sucederá a la
escisión no conlleva el peligro de desintegración que si tiene la escisión.
Dirá Klein en Algunas
conclusiones sobre la vida emocional del lactante: "En la
medida en que durante los tres o cuatro primeros meses de vida fue capaz de incorporar
y establecer dentro de sí el objeto bueno que forma el núcleo del yo. Si este
proceso fue exitoso- lo que implica que la ansiedad persecutoria y los procesos
de escisión no son excesivos y que cierto grado de integración ha sido logrado-
el yo puede introyectar y establecer el objeto total y atravesar la
posición depresiva."
En Envidia y gratitud
(1957) escribirá: "Si el objeto bueno se halla profundamente
arraigado, la disociación es distinta y se produce la integración del yo y la
síntesis de los objetos. Se mitigara así el odio por el amor y se establecerá
la identificación con el objeto bueno total "
Al hablar de envidia
primaria, en tanto se envidia al objeto bueno, hay algo que la envidia
hace fracasar como se constata en los momentos de mejoría del paciente cuando
surge un reagravamiento que Klein adjudicará a la reacción terapéutica
negativa, intento de infinitizar la cura, uno de los obstáculos a la cura que
Freud ya describió en 1923 en El yo y el ello. Esto se debe a que
las buenas interpretaciones del analista son equiparadas a un buen alimento,
proveniente del pecho bueno. Se envidiará dirá Klein la capacidad del analista
de interpretar y esto producirá detenciones en la cura. La crítica destructiva,
ligada a la transferencia negativa será particularmente evidente en pacientes
paranoides. Es evidente que como lo afirma Klein el pecho no es un objeto físico
sino que confluyen en él la totalidad de los deseos y fantasías inconscientes
que le infunden cualidades que van mucho más allá del alimento, y aún
metafóricamente de la interpretación que proporciona.
Vemos entonces surgir
resistencias equivalente a las que Freud describe en relación a las
resistencias del Ello y del Superyo, en la Addenda de Inhibición, síntoma y
angustia.
Esta envidia que se dirige al
pecho bueno, convirtiéndolo entonces, en persecutorio, hará poner en cuestión
las posiciones kleinianas a partir de 1957. No desarrollaré este tema.
Simplemente la nombró por que es una de las formas de tematizar el fracaso con
el "buen encuentro" y "la cura por el amor" en la obra
Kleiniana.
La envidia, la voracidad, los
celos son distintas maneras de nombrar la dificultad de este buen encuentro y
como dije están absolutamente referidas a la pulsión de muerte. La envidia
esta en relación al pecho bueno, busca robar los contenidos maternos y colocar
especialmente en su pecho excrementos y partes malas del yo a fin de dañarla y
destruirla mediante la identificación proyectiva. La voracidad es
un deseo vehemente, impetuoso e insaciable que excede lo que el sujeto necesita
y lo que el objeto es capaz y esta dispuesto a dar. Se trata del deseo de
vaciar es decir predomina la introyección destructiva. Los celos a diferencia
de lo que plantea Freud incluyen tres personas, mientras que la envidia es en
relación a un objeto, cuyo estatuto llevo a Eric Laurent a hablar de lapsus del
acto, justamente por la dificultad de su instrumentación en la práctica
kleiniana.
La ilusión de Melanie Klein de
lograr una cura por el amor, encuentra como he señalado a o largo de estos dos
textos, permanentes obstáculos. El núcleo sádico del superyo, el fracaso de la
reparación, la pulsión de muerte, omnipresente y cumpliendo una función de
descompletar a la omnipotente madre kleiniana y finalmente la envidia primaria,
son las piedras que la hacen tropezar. Su mito del goce continuo de la pareja
combinada, requiere de la torsión que dé en 1957,para que el punto de lo no
interpretable, de lo incurable, haga que, pese a la ausencia del padre que hay
en su teoría, se acerque a lo que Laca formuló años después: un más allá del
padre.
Quiero destacar por último, algo
que ocurrió con la obra de Melania Klein.Sus discípulos jerarquizaron
fundamentalmente las posiciones, con lo cual lo que se conoce como
kleinismo, por lo menos en Argentina, es esa parte de su teoría, mientras que
la pulsión de muerte fue segregada. Esa segregación tuvo consecuencias
importantes en el psicoanálisis de los analistas de la A.P.A. Un retorno a la
cura por el amor.
(1) Fragmento del texto: Primeros estadios
del conflicto de Edipo y de la formación del Superyó. Publicado en el libro Incidencias del psicoanálisis. Entre el saber textual y la clínica. Editorial
Anáfora ,1994, Buenos Aires