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Fuera de este registro, es imposible saber lo que Freud dice en la
psicología del Duelo y la Melancolía.
¿Qué es lo que significan el duelo y la melancolía? Con respecto al duelo, es
en torno a la función metafórica de los rasgos, en lo que refieren al objeto
del amor, en tanto tienen privilegio narcisístico, que va a girar toda la
continuidad del duelo. Freud insiste sobre ello. El duelo consiste en
autentificar la pérdida real del objeto pieza por pieza, signo por signo, Ideal
por Ideal.
¿Qué habría que decir si este objeto fuera un "a", un objeto de
deseo, sino que este objeto está siempre enmascarado detrás de sus atributos?
El asunto no comienza sino a partir de La Melancolía.
El objeto es allí mucho menos aprehensible, por estar ciertamente presente y
desencadenar efectos catastróficos por amenazar allí a ese Trieb fundamental
que los adhiere a la vida.
Freud indica no se que decepción que no sabe definir, ¿qué veremos nosotros
allí para un objeto tan velado, oscuro?, Estos no son ninguno de los rasgos de
un objeto que no se ve, al cual el sujeto se prende; podemos encontrar algunos
a partir de sus propias carácterísticas: "no soy nada".
No es a la imagen especular a lo que se tiende.
El está en el dominio de las auto-acusaciones, en el dominio de lo simbólico,
incluido allí el Tener: está arruinado.
¿Acaso esto no les indica algo?.
Este punto de conjunción no es el del duelo ni de la depresión en el sujeto por
la pérdida de un objeto, sino de un cierto tipo de remordimientos,
desencadenado por un cierto tipo que es del orden del suicidio del objeto.
Entonces, remordimientos a propósito de un objeto ingresada en el campo del
deseo, y que, debido a ciertos riesgos que ha corrido en la aventura, ha
desaparecido.
Analicen estos casos, Freud nos trazó la vía.
Ya en el duelo normal, esta pulsión que el sujeto vuelve contra si, era, en el
lugar del objeto, una pulsión agresiva. Sondeen estos remordimientos dramáticos
la fuerza de la cual vuelve contra el significante mismo una potencia de
insulto que puede lindar con la de la melancolía, encontrarán ahí la fuente;
con este objeto que se ha escapado así, no valía la pena tomar tantas precauciones
—haberse alejado de su verdadero deseo si este deseo, a este objeto, se lo
llega hasta a destruir,
Este ejemplo extremo, que no es raro ver en el rodeo de tal pérdida, después de
lo que sucede entre sujetos deseantes, en el transcurso de esos largos abrazos
que se denomina las oscilaciones del amor, les lleva al corazón de las
relaciones entre I y a.
Este limite, en torno al cual siempre es cuestionada la seguridad del limite,
es aquello de lo cual se trata en ese punto del fantasma, que es aquel con el
cual debemos saber tratar.
Esto supone en el analista una completa función mental de la función del
significante, en tanto debe captar por qué desvío es siempre ella la que está
en juego cuando se trata de la posición del Ideal del yo.
Pero es algo distinto lo que concierne a la función del "a".
Lo que Sócrates sabe, y que el analista debe entrever, es que con respecto a
"a" la cuestión es muy distinta de aquélla del acceso a ningún ideal.
Lo que está en Juego aquí en esta isla, este campo del ser que el amor no puede
sino circunscribir, es algo de lo cual el analista no puede más que pensar que
cualquier objeto lo puede llenar.
Somos llevados a vacilar sobre los límites en que se plantea esta cuestión:
¿qué eres tú con cualquier objeto que entra una vez en el campo de nuestro
deseo?.
Que no hay ningún objeto que tenga más valor que otro. Es en torno al duelo que
está centrado el deseo del analista. Agatón hacia quien se dirige el elogio de
Sócrates, es el más boludo de todos, y es a él a quien se atribuye haber dicho,
bajo la forma ridícula, lo que hay de más verdadero en el amor. El no sabe lo
que dice, y no por eso es menos el objeto amado. Y Sócrates dice a Alcibíades:
"todo lo que me dices, es para él",
La función del analista conlleva un cierto duelo, "Amarás a tu prójimo
como a tí mismo" (conservación del jarrón), es esto lo que quiere decir: a
propósito de cualquier cosa, es plantear así la cuestión de la perfecta
destructividad del deseo;a propósito de cualquier cosa, pueden interrogar ustedes
mismos a un ser, a riesgo de desaparecer allí ustedes mismos.