El planteo de D. Goleman, un típico producto de la psicología norteamericana, propone a la inteligencia emocional como un importante factor de 'éxito', y básicamente consiste en la capacidad - aprendible- para conocer, controlar e inducir emociones y estados de ánimo, tanto en uno mísmo como en los demás.
Daniel
Goleman viene investigando desde hace años la cuestión de lo que él llama
'inteligencia emocional'. Ex-catedrático de Harvard y columnista de psicología
y neurología del "Times" de Nueva York, ha publicado en 1995 un libro
que ha resultado un best-seller en nuestro medio, titulado precisamente
"La inteligencia emocional", expresión que nos sugiere dos
cuestiones:
1)
Aparentemente habría otra inteligencia, además de la inteligencia convencional
o propiamente dicha que todos conocemos, y que siempre la hemos relacionado con
el conocer y manejar ideas. La inteligencia emocional guarda relación, en
cambio, con el conocimiento y el manejo de las emociones.
2) Tal vez
buena parte del impacto comercial de la expresión "inteligencia emocional"
se deba al llamativo contraste que sugiere entre las esferas racional y
afectiva, o entre "el cerebro y el corazón".
Siempre
hemos creído, en efecto, que cuando razonábamos bien lo hacíamos fríamente, y
que cuando estábamos emocionalmente pertubados no podíamos razonar, con lo cual
inteligencia y emoción resultaban incompatibles. Todos conocemos, por ejemplo,
la famosa expresión 'cabeza de novia', que alude a la situación de la novia
que, perturbada emocionalmente por la inminencia de su casamiento, se olvida de
todo y comete las más increíbles torpezas.
Sin
embargo, en la concepción de Goleman la inteligencia y las emociones son
conciliables, en la medida en que puedan llegar a un equilibrio donde la
inteligencia no se deja desbordar por las emociones sino que, al contrario,
puede controlarlas y encauzarlas de manera de poder alcanzar resultados
eficaces o 'exitosos'.
El
adjetivo 'exitoso' que suele utilizar Goleman es típico del triunfalismo yanqui
(1), y es lo suficientemente ambiguo como para querer decir cualquier cosa: un
self-made-man que ha llegado de cadete a gerente general en veinte años es tan
exitoso como un asesino psicópata a quien jamás descubrió la policía. Con esto
queremos señalar simplemente que la teoría de la inteligencia emocional es,
como toda teoría, un arma de doble filo: con ella se puede llegar a ser un
vendedor exitoso, pero también un exitoso estafador.
Es así que
Goleman no propone solamente una teoría, sino también una manera de aplicarla
en la práctica para alcanzar ese 'éxito' que siempre hemos anhelado. A
continuación, intentaremos explicar su punto de vista, que no deja de tener sus
aristas interesantes.
Ser
inteligente no alcanza
Señala
Goleman que la inteligencia, como la entendemos habitualmente, no alcanza para
triunfar en la vida. Al respecto, se apoya en la opinión de otros muchos
colegas suyos para quienes la inteligencia representa solamente el 20% de los
factores que determinan el éxito, mientras que el 80% restante depende de otros
varios factores, entre los cuales está la llamada 'inteligencia emocional'.
Cualidades
de la inteligencia emocional
Podríamos
caracterizar la inteligencia emocional como la capacidad para conocer y
controlar las emociones propias y ajenas, con el fin de obtener determinados
fines.
Las
principales cualidades de la inteligencia emocional son cinco: conciencia de
uno mismo, equilibrio anímico, motivación, control de los impulsos y
sociabilidad. Estas cualidades podemos organizarlas a partir del esquema
adjunto: por ejemplo, la conciencia de uno mismo tiene que ver con la
posibilidad del sujeto de poder conocer las emociones propias. La teoría de
Goleman no propone sofocar o eliminar las emociones, sino de controlarlas: por
ejemplo, reducir las emociones desfavorables a un mínimo deseable, o bien
inducir las emociones favorables, como en el caso de la motivación.
1.
Conciencia de uno mismo.- Es la capacidad de reconocer los propios
sentimientos, emociones o estados de ánimo.
Sabemos
que las emociones tienen diversos grados de intensidad: algunas son lo
suficientemente intensas como para poder percatarnos de ellas en forma
conciente, pero otras están por debajo del umbral de percepción conciente.
Por
ejemplo, si a una persona que teme a las serpientes le mostramos una fotografía
de uno de estos reptiles, probablemente la persona afirmará no tener miedo,
pero los sensores que hemos colocado en su piel detectarán transpiración (signo
de ansiedad).
Desarrollar
esta primera cualidad implicará la posibilidad de poder modificar este umbral
que separa las emociones concientes de las no concientes, haciendo que éstas
últimas puedan ser percibidas. Para Goleman, mediante un esfuerzo deliberado
podemos hacernos más concientes de nuestras reacciones viscerales y, con ello,
de nuestras emociones antes imperceptibles.
Después de
una discusión violenta, luego de un tiempo una persona puede sentir
concientemente que ya se tranquilizó, pero sin embargo los efectos de la
discusión continúan, y es posible que esta persona no se de cuenta que está
nerviosa o irritable. De hecho, cuando se lo hacen notar se sorprenderá.
La
importancia de conocer nuestras emociones reside en el hecho de que a partir de
allí podemos controlarlas, pudiendo modificar los estados de ánimo
desfavorables. Las emociones no concientes suelen, en efecto, traicionarnos, y
si estamos bajo su influjo sin ejercer sobre ellas un cierto control, podremos
fracasar en una entrevista laboral o en cualquier otra situación que represente
un escalón hacia el éxito. Las tres cualidades siguientes se refieren,
precisamente, a la posibilidad de controlar los estados de ánimo.
2.
Equilibrio anímico.- Goleman llama así a la capacidad de control del mal humor
para evitar sus efectos perjudiciales, entendidos estos en términos de
conductas indeseables.
El ejemplo
típico es la ira, uno de las emociones más difíciles de controlar. Si otro
coche se interpone de repente en nuestro camino, nuestra ira hará que
comencemos a manejar de manera imprudente (conducta indeseable).
En este
momento podremos recurrir a nuestra inteligencia emocional, y, más
concretamente, a varios recursos para controlar la ira. Goleman cita por lo
menos cuatro de ellos: a) Reconsideración: lo que implica interpretar la
situación de una manera más positiva. Pensar, por ejemplo, que el conductor que
se interpuso en nuestro camino estaba apurado porque debía atender una
emergencia. b) Aislamiento: alejarse de la situación y estar unos momentos a
solas, con el fin de obtener serenidad. c) Distracción: hacer otra cosa, como
por ejemplo salir a dar un paseo a pie. d) Técnicas de relajación como la
respiración profunda o la meditación también ayudan. La respiración profunda no
debe ser confundida con respirar pausadamente cuando se experimenta la cólera,
ya que parece haberse constatado que este es uno de los peores remedios, por
cuanto la oxigenación estimula el sistema nervioso y empeora el mal humor.
Estos
recursos son también útiles en otros casos de sentimientos y emociones
igualmente indeseables, como la ansiedad o la depresión.
3.
Motivación.- Es la capacidad para autoinducirse emociones y estados de ánimo
positivos, como la confianza, el entusiasmo y el optimismo. En una
investigación realizada en EEUU, se comparó el rendimiento de dos grupos
distintos de vendedores: el primer grupo estaba constituído por vendedores
aptos pero pesimistas, y el segundo grupo por vendedores que no pasaron la
prueba de aptitud, pero sí la de optimismo. Resultado: los vendedores
optimistas vendieron más que los pesimistas, por cuanto estos últimos tendían a
interpretar la negativa del cliente como prueba de su fracaso. Los optimistas,
en cambio, se motivaban pensando "estoy errando la estrategia" o
"el cliente estaba de mal humor", es decir, atrubían su fracaso a la
situación, pero no a ellos mismos, con lo cual podían motivarse para hacer
nuevos intentos.
Señala
Goleman que la predisposición al optimismo o al pesimismo puede ser innata,
pero la práctica puede revertir esta situación si la persona es capaz de
detectar el pensamiento derrotista y reconsiderar el problema desde un ángulo
menos sombrío.
Advirtamos,
entonces, la diferencia entre esta cualidad y la anterior: en el equilibrio
anímico el problema que debe resolverse es una emoción intensa, como la ira,
mientras que en la motivación debe resolverse el problema de un sentimiento de
pesimismo y autodesconfianza. En ambos casos se impone un control del estado de
ánimo correspondiente.
4. Control
de los impulsos.- Goleman define esta cualidad de la inteligencia emocional
como la capacidad de aplazar la satisfacción de un deseo en aras de un
objetivo. En términos psicoanalíticos, de lo que se trata es de que el aparato
psíquico pueda funcionar bajo el régimen del principio de realidad a través del
aplazamiento de la descarga.
En una
investigación iniciada en EEUU en los años '60, se les dijo a un grupo de niños
que podían ya mismo tomar un chocolate, o bien, que podían tomar dos si
esperaban a que el investigador volviese de hacer un mandado.
Años
después, se constató que los niños que pudieron esperar para comerse dos
chocolates conservaban la capacidad de postergar el placer en interés de sus
metas, y eran además más desenvueltos, seguros de sí mísmos y más tolerantes a
las decepciones. Los niños que no pudieron esperar demostraron ser, en la
adolescencia, más caprichosos, indecisos y propensos al estrés, atributos estos
que difícilmente podrían asociarse con el éxito.
5.
Sociabilidad.- Si las cuatro cualidades anteriores tienen relación con el
conocimiento y el control de las propias emociones, la sociabilidad tiene que
ver en cambio con el conocimiento y control de las emociones y estados de ánimo
de los demás.
En este
punto, Goleman nos dice que cuanto más hábiles seamos para interpretar las
señales emocionales de los demás (muchas veces sutiles, casi imperceptibles),
mejor controlaremos las que nosotros mismos transmitimos.
El
concepto de Goleman es similar al de inteligencia social en la teoría de
Weschler, en la medida en que apunta a una capacidad para entablar vínculos
con los demás que de una u otra manera puedan beneficiar al sujeto.
Es así que
un profesional puede tener grandes conocimientos sobre su materia y un alto
coeficiente intelectual, pero si no sabe relacionarse con los demás, tener
amigos o 'relacionarse', como se dice entre nosotros, sus posibilidades de
éxito se verán muy disminuídas. Por lo tanto, deberemos relativizar aquello de
que "el conocimiento es poder", siempre y cuando lo entendamos como
simple conocimiento teórico y no como una saber acerca de las emociones de los
demás. Un ejemplo nos viene a la memoria: hace varios años, el periodista B.
Neustadt le hacía un reportaje a un sujeto que comenzó a ponerse violento. Para
controlar la situación, el periodista le preguntó ¿es usted agresivo?. Para
preservar su buena imagen, el hombre se vio obligado a contestar que no, y de
ahí en más se calmó para evitar una disonancia cognitiva entre sus asertos y
sus emociones. Pablo Cazau
(1)
Tal vez podamos hallar la razón de este triunfalismo americano en el proyecto
de sus antepasados europeos, que conquistaron América bajo la ilusión de poder
realizar sus sueños.
Bibliografía
consultada: Goleman Daniel, "Mejore su cociente emocional",
Selecciones del Reader's Digest, Julio de 1996.