Revista The Futurist Sept-Oct,
1997, pp.13-15.
Los estándares de vida se han elevado durante el siglo veinte, y los economistas esperan que continúen haciéndolo en las próximas décadas. ¿Significa eso que los seres humanos pueden aspirar a incrementar la felicidad?.
No
necesariamente, advierte Richard A. Easterlin, un economista de la Universidad
de California del Sur, en su nuevo libro “Crecimiento triunfante: el siglo
XXI en la perspectiva histórica”. Easterlin dice que la gente más rica tiene más probabilidades
de describirse a sí mismos como felices que la gente pobre. Pero crecientes
mejorías en la economía americana no se han acompañado de crecientes mejorías
en la descripción que la gente hace con respecto a su felicidad.
La
explicación para esta paradoja podría ser que la gente se vuelve menos
satisfecha con el correr del tiempo al tener un determinado nivel de ingresos.
En las palabras de Easterlin: “A medida que aumenta el ingreso, el nivel de
aspiración aumenta también, y el efecto de este aumento en las aspiraciones es
que vicia las expectativas de crecimiento con respecto a la felicidad debido a
un ingreso mayor”.
El dinero puede
comprar la felicidad, parece decir Easterlin, pero sólo si las cantidades
crecen y si otra gente no obtiene más. Nos sentimos ricos si tenemos más que
nuestros vecinos, pobres si tenemos menos, y sentirse relativemente bien está
igualado con ser feliz.
Los descubrimientos
de Easterlin cambian la jerarquía de necesidades de Abraham Maslow como una
guía confiable para la motivación humana futura. Maslow sugiere que a medida
que las necesidades materiales básicas de las personas son satisfechas, ellas
buscan lograr metas no materiales o espirituales. Pero la evidencia de Easterlin
apunta a la persistencia del materialismo.
Las necesidades son limitadas, pero no las ambiciones. La ciencia no ha desarrollado alguna cura para la envidia, así que nuestra riqueza inunda nuestra felicidad sólo brevemente mientras disminuya la riqueza de nuestros vecinos. Así, el futuro se ve brillante en la visión de Easterlin:
“El futuro, entonces, al cual la época del crecimiento de la economía moderna está conduciendo, es uno de crecimiento económico inacabable, un mundo en el cual cualquier crecimiento o abundancia lleva de la mano aspiraciones crecientes, un mundo en el cual las diferencias culturales se igualarán en la constante carrera para obtener una vida de buena plenitud material. Es un mundo fundado en la creencia en la ciencia y el poder de la pregunta racional y en la última capacidad de la humanidad de formar su propio destino. La ironía es que en este último aspecto la lección de la historia parece ser de otra manera: que no hay alternativa. Al final, el triunfo del crecimiento económico no es un triunfo de la humanidad sbre los deseos materiales; en vez de eso, es el triunfo de los deseos materiales sobre la humanidad”.
NUEVOS CAMINOS HACIA LA FELICIDAD
Pero la perspectiva de Easterlin está dominada por la economía. Los no
economistas siempre han dudado de que la adquisición de riqueza sea una ruta
confiable hacia la felicidad, la cual es, después de todo, un producto de las
muchas influencias luchando en la psique humana. Los religiosos han sostenido
que la riqueza puede de hecho ser un obstáculo para lograr la felicidad. Jesús
mismo dijo: “Es más fácil que un camello pase por la cabeza de una aguja que un
rico entre en el reino de los cielos”. Y el cielo – o al menos el sueño de él –
ayuda a mucha gente a ser feliz.
Las drogas también juegan un rol, para mejor o peor. Ahora hay cientos
de drogas que alteran el estado de ánimo, tanto ilegales como ilegales. La
depresión – la peor forma de infelicidad – conduce al Prozac y al Zoloft. Otras
drogas proveen experiencias placenteras, incluso suspiros, aunque ellas son con
más probabilidad, peligrosas, adictivas, e ilegales. El hecho de que las drogas
puedan otorgar placer significa que hay bases para pensar que algún día la
ciencia será capaz de proveernos de los
significados de la alegría.
¿Pero será la alegría suficiente?. Si alguna gente comienza a
experimentar éxtasis, sus vecinos podrían no estar contentos con la alegría y
demandarían éxtasis a cambio. Una generación atrás, los científicos
identificaron los llamados “centros del placer” en los cerebros de las ratas.
Cuando estos centros son estimulados eléctricamente, la experiencia es tan
placentera que la rata rápidamente se vuelve adicta y presionará frenéticamente
una barra o hará cualquier cosa que sea necesaria para mantener su cerebro
estimulado constantemente.
Químicamente, eléctricamente, o de otra forma, la ciencia podría
eventualmente proveer una solución técnica al problema de la felicidad.
Comenzando quizá con las clases más ricas, la gente sería capaz de comprar
drogas o servicios requeridos para mantener un estado de alegría, y quizá de
éxtasis. Todos los problemas de la vida podrían entonces ser olvidados mientras
uno se relaja en un estado de alegría puntuado por explosiones periódicas de
éxtasis.
Eventualmente, el derecho a ser liberado de la infelicidad será
incluido en el derecho a tener felicidad no sólo a comprarla. La gente que
reclame que no es feliz podría entonces recibir un subsidio para que puedan
tener las drogas, estimulación eléctrica, trasplante genético, o cualquier cosa
más que requieran para lograr la felicidad.
A medida que los robots y los computadores llevan a cabo más y más
tareas humanas, los humanos podríamos ser capaces de disfrutar sin tener que
trabajar o incluso preocuparnos. Podríamos relajarnos en nuestras máquinas de
éxtasis sin pensar incluso acerca del compañero de al lado cuya máquina sea más
grande.
¿No es esto lo que queremos?. Nuestro mundo cambia tan rápidamente que
se ha vuelto cada vez más difícil mantenerse actualizado con los nuevos desarrollos
– mucho menos entender sus implicancias para la sociedad.
FELICIDAD Y SONRISA
La felicidad está asociada con la sonrisa, y viceversa. Pero
investigadores españoles que analizaron la expresión facial de 22 ceremonias de
entrega de medallas de oro olímpicas en Barcelona en 1992, encontraron que
incluso estos ganadores llenos de felicidad no sonríen mucho.
Los ganadores reportaron sentirse intensamente felices en las
ceremonias pero sólo sonreían 10% del tiempo. Sin embargo, durante los breves
momentos en que se les entregaban sus medallas de oro, ellos sonrieron 70% del
tiempo.
Sonreír es un despliegue social ampliamente reservado para las
interacciones públicas y no un acto espontáneo que surge de los sentimientos de
alegría, concluyó el psicólogo español José Miguel Fernández Dols de la Universidad
Autónoma de Madrid en el “Diario
de la Personalidad y Psicología Social”.
“Para ser feliz, no debemos preocuparnos demasiado acerca de los otros”.
Albert Camus