Fuente: Revista Qué Pasa, Año XXXI 1604, 5 de enero 2002

 

 

El disco duro de los humanos

 

El cerebro tiene una memoria equivalente a 300 mil millones de giga bytes, pero su potencial en mucho mayor que el archivo de datos. ¿Cómo se puede cuidar y desarrollar esta capacidad?

 

 

            Los olvidos recurrentes no son exclusivos de la tercera edad. Aunque las enfermedades degenerativas como el Alzheimer suelen afectar a los mayores de 60 años, los más jóvenes también sufren trastornos a la memoria. Tanto es así que cercad de la mitad de los chilenos reconoce tener problemas de este tipo o dice que le gustaría mejorar esta capacidad que permite registrar, almacenar y evocar información. Esto no significa que ese porcentaje de la población deba someterse a tratamiento, pero refleja la importancia que se le asigna a esta habilidad. “Los estudios demuestran que cerca del 10% de los adultos mayores sufre este tipo de enfermedades. Entre los jóvenes no se ha estudiado, pero se especula que alrededor del 3% está afectado y eso es bastante”, explica Jorge Gonzalez, encargado del Programa de Memoria del Servicio de Neurología  del Hospital Clínico de la Universidad Católica.

 

            El buen funcionamiento de la memoria depende de numerosos factores orgánicos y ambientales. Y entre sus enemigos se cuentan los problemas psicosomáticos, como la depresión, los traumatismos, trastornos nutricionales, el abuso de drogas y alcohol y ciertas patologías como las hepáticas, pulmonares o cardiovasculares.

 

            En medio de una sociedad en que la población envejece y cerca del 36% sufre o ha sufrido trastornos psiquiátricos, el tema cobra cada vez más importancia y obliga a un enfoque específico. Es por esto que diversas instituciones han creado programas para superar estos trastornos. El Hospital Clínico de la Universidad Católica de Chile desde hace seis meses y, recientemente, el Hospital Salvador junto con el departamento de Ciencias Neurológicas de la Universidad de Chile, ya habilitaron sus unidades de memoria. Estas buscan orientar a cada persona hacia tratamiento más adecuado y ofrecen una atención integral que involucra a neurólogos, psicólogos y fonoaudiólogos, al mismo tiempo que asesorías para los familiares del afectado.

 

            Pero antes de llegar al tratamiento, hay una serie de recetas útiles para evitar el olvido.

 

            El poder del conocimiento

 

            Mientras mi último PC tiene 10 giga bytes de memoria, el cerebro posee un potencial equivalente a 300 mil millones de giga bytes. “Sin embargo, la comparación es bastante pobre ya que la humana es mucho más que un depósito y pude seleccionar y combinar información”, explica la psicóloga de la Unidad de Memoria del Hospital Salvador, Marta Guillón. Puede obtener información sin que la haya adquirido explícitamente, por ejemplo, podemos reconocer un vaso que vimos una vez, boca abajo, tapado, lleno de agua. etc.

 

            El encargado del almacenaje y recuperación de los datos es el cerebro, que a diferencia de otros órganos no es homogéneo sino que tiene numerosas subespecializaciones. La memoria humana tiene una estructura compleja, ya que intervienen distintas funciones, como la identificación visual, auditiva, etc; por lo que el proceso se produce en diversos lugares del cerebro. Las neuronas cerebrales se relacionan a través de interconexiones llamadas sinapsis, que no son una red de cables ya formados, sino que cada vez que uno adquiere nueva información las conexiones entre las neuronas se modifican y se crean nuevos circuitos.

 

            Así, lo más importante para que la memoria funcione bien es darle información. Esto no sólo permite que se desarrolle sino también protegerla. “A diferencia de otros órganos, como la piel, se pensaba que las neuronas permanecían idénticas a lo largo de la vida y que no había generación de las células. Ahora se ha descubierto lo que se conoce como neurogénesis, es decir, que hay recambio de las células y la experiencia del aprendizaje promueve ese proceso, por lo que la mantención de actividad intelectual de alto nivel es un factor protector”, explica el neurólogo Manuel Lavados, a cargo de la unidad respectiva del Hospital salvador.

 

            Varios estudios han demostrado que las personas con un nivel educacional alto tienen menor riesgo de padecer Alzheimer que los que no lo tienen. “Una investigación demuestra que una persona sin educación tiene el doble de riesgo que una con ocho años, por lo que hace pensar que es un factor fundamental para preservar la memoria”, explica González. Por eso, las actividades como la lectura, hacer crucigramas, esquemas e interactuar con la información a través de la conversación  y la discusión siempre serán útiles para cuidarla.

 

            Vida sana

 

            La memoria no funciona aislada, sino que está relacionada con factores como la concentración, la atención, el estado emocional y la salud, por lo que los doctores hacen varias recomendaciones que aunque no tienen que ver directamente, ayudan a protegerla. Por ejemplo, las vitaminas ayudan a su actividad, especialmente la B1, B6 y B12, presentes en el huevo, cereales o mariscos, mientras que una dieta sana, rica en frutas y verduras frescas tiene un efecto neuroprotector a raíz de la presencia de antioxidantes. A eso se suman hábitos como practicar ejercicio regularmente, cuidar el sueño, ya que se cree que durante éste se consolida la memoria, evitar las drogas y el alcohol y cuidarse del estrés o depresión. “En la mayoría de las personas jóvenes que llegan, los problemas están relacionados con enfermedades psicosomáticas como la depresión”, explica Gonzalez. Además, menciona lo peligroso que puede ser automedicarse ya que muchos remedios, como antiespasmódicos, hipnóticos o antialérgicos, pueden alterar esta capacidad. En el caso de las mujeres, si las menstruaciones se están distanciando o haciendo irregulares es importante consultar al ginecólogo ya que la suplementación hormonal en la postmenopausia se asocia a menor riesgo de Alzheimer, y aunque para los santiaguinos no sea muy fácil, hay que evitar los ambientes contaminados: muchas sustancias volátiles pueden dañar definitivamente la memoria.

 

            Ahora, si se trata de optimizarla, las recomendaciones van por el lado de hacer asociaciones, ya que para el cerebro es mucho más fácil almacenar información que tiene un hilo argumental que datos aislados, buscar el lado atractivo de la información e intentar aprender con todos los sentidos.

 

            Cuando se detectan problemas y estos interfieren con la realización normal de las actividades diarias, como el trabajo o la vida social, hay que consultar lo antes posible. “Incluso sería ideal que se evaluaran a partir de los 45 ó 50 años, ya que yeniendo un diagnóstico inicial es mucho más fácil detectar si existen problemas”, explica Guillón. Lo importante es detectar los trastornos a tiempo, ya que muchos son reversibles y aunque hay otros que no lo son, siempre se puede hacer algo y mientras más temprano se realice la consulta, mayores serán los beneficios del tratamiento.

 

 

 

El “deja vu” o la sensación de estar en una escena ya vivida es una falla en la memoria remota. Lo que se ve, remueve un recuerdo del inconsciente que llega unas milésimas de segundo antes que lo que se está percibiendo, lo que provoca la idea de algo ya experimentado.

 

Cuando una persona sufre de estrés libera una hormona llamada cortisol que influye negativamente en el proceso de memorización.

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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