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Instituto de
Terapia Cognitiva INTECO - Santiago de Chile |
Ps. Jaime R. Silva C.
Psicólogo Clínico, Profesor Universidad Central y Universidad Mayor
[email protected]
Resumen
Se
explora la evidencia teórica y empírica del estudio de la consciencia y la
autoconsciencia enfatizando la perspectiva evolutiva y el Darwinismo Neural
como un marco conceptual general para la comprensión de los fenómenos
descritos. Se concluye delineando la autoconsciencia como un proceso de la
experiencia humana, que incluye la dialéctica entre consciencia primaria y de
orden superior, a través de la cual se construyen experiencias emocionales y se
generan teorías de la mente.
Intentar
responder la pregunta de ¿qué es la autoconsciencia? lleva al investigador a un
espacio enorme de conocimiento, en donde existen diversos puntos de vista, de
complejidad igualmente variada. En términos generales el concepto
"autoconsciencia" significa o refiere un proceso recursivo de la
consciencia, es decir, consciencia de la consciencia. Teóricamente, por lo
tanto, un primer paso lógico es intentar obtener una explicación, dilucidar qué
es el fenómeno de la consciencia en sí mismo. Desde esa conceptualización se
espera construir un modelo que permita describir y, en último término, explicar
la autoconsciencia como un subproducto, un elemento específico o como la
evidencia teórica lo sugiere un proceso estructural y funcionalmente
codependiente a la consciencia. (Edelman, G. 1989,1992,1995; Guidano, 1987,
1991; Silva, J. y Lecannelier, F. 1998).
Se esbozará, por
lo tanto, un modelo general de la consciencia, para luego ir desarrollando una
conceptualización de la autoconsciencia, tanto en términos
evolutivo-filogenético como de desarrollo-ontogénetico.
El estudio
científico de la consciencia; problemática y estado actual.
El inicio mismo
del estudio de la consciencia puede desilusionar a un investigador
principiante. En efecto, el campo de estudio es, por un lado extremadamente
amplio en cuanto a explicaciones posibles, y por el otro, extremadamente
complejo (Ver por ejemplo Hameroff, S. R., Kaszniak, A. W. & Scott, A. C.,
1997). Así nos encontramos con teorías que intentan describir y/o explicar la
consciencia desde perspectivas muy variadas, por ejemplo, neurociencias
(Edelman, G. 1989, Calvin, W. 1996) filosofía de las ciencias (Chalmers, 1996,
Searle, J 1997; Nagel, T., 1974, 1998) psicología (Combs, A., 1996; Baars, B.
1997) y física cuántica (Penrose, 1994; Lockwood, M., 1989). Aunque algunas de
estas formulaciones poseen una complejidad conceptual abrumadora, muy pocas han
podido ser llevadas a pruebas empíricas que validen los conceptos formulados.
Por otro lado, si bien se trata de un esfuerzo multidisciplinario, el estudio
de la consciencia posee un pobre desarrollo transdiciplinario, en el sentido de
que carece de cuerpo teórico y metodológico compartido (Vandervert, L., 1998).
Desde ahora, es importante aclarar que el entendimiento de la consciencia,
lejos de disponer una teoría explicativa final, sólo posee formulaciones
aproximadas o programas de investigación por confirmar o refutar. De todas formas,
se intentará bosquejar sencillamente el estado actual del estudio científico de
la consciencia, tanto en su objeto de estudio, como en la descripción de una de
las propuestas teóricas más sobresalientes que se ha desarrollado en el último
tiempo. Luego se centrará el foco de atención en los procesos de la
autoconsciencia propiamente tal.
El problema
de la consciencia.
Lo primero que
se debiera esperar, si pretendemos comprender y explicar un fenómeno, es la
definición de éste; podríamos hacerlo a través de sus características,
propiedades, elementos constituyentes, etc. Sin embargo, esta es la primera
dificultad que encontramos en el estudio de la consciencia; ¿Cómo definir un
fenómeno cuya esencia es subjetiva, en el sentido de que el único observador de
la consciencia (si es que puede serlo) es aquel que la posee?, y, por otra
parte ¿Cómo delimitar un proceso complejo sin reducirlo a uno de sus tantos
componentes (por ejemplo, potenciales evocados, respuestas verbales, percepción
visual, etc.)?. John Searle (1997, 1998) propone acertadamente que, para
estudiar la consciencia, no debemos esperar en principio una definición
científica o final sino que, al contrario, como cualquier inicio de un
desarrollo teórico/investigativo, lo único que se dispone es una definición o
conceptualización de sentido común, desde la cual, obviamente se espera ir
desarrollando y especificando conceptos cada vez más válidos y confiables.
Tener
consciencia, en términos de sentido común, es tener una experiencia sentida,
vivida subjetivamente en el aquí y ahora o, en palabras de John Searle (1997,
1998), "Un estado subjetivo de enterarse que comienza cuando uno despierta
de un dormir sin actividad onírica y continúa hasta que uno vuelve a dormir de
nuevo, o cae en coma, o muere, o de alguna forma se vuelva, como uno pudiera
decir, inconsciente".
De aquella
noción primitiva surgen los problemas del estudio de la consciencia; problema
en el sentido de que son disyuntivas que cualquier teoría de la consciencia
debiera explicar para dar cuenta satisfactoriamente del fenómeno. El filósofo
David Chalmers (1996) divide esta problemática en dos grupos concretos; el
problema accesible (Easy-Problem) y el problema intrincado (Hard-Problem). El
problema accesible se refiere a ciertas características y propiedades que
pueden ser fácilmente explicadas a través de las metodologías de las ciencias
cognitivas actuales, incluiría por ejemplo, discriminación y reacción a
estímulos, procesamiento de la información, etc. En otras palabras, serían todas
aquellas propiedades de la consciencia que pueden ser abordadas por algún
modelo disponible en la actualidad científica. El problema intrincado se
refiere a lo que se ha venido llamando el problema del cualia. Este
concepto hace referencia a la subjetividad, a lo "vivido interiormente y
con determinada cualidad". Así por ejemplo, cuando usamos nuestra vista
tenemos una experiencia subjetiva que se corresponde a una experiencia visual,
experimentamos la cualidad de la luminosidad, el colorido, la cualidad de la
profundidad, etc. La misma experiencia cualitativa y subjetiva se obtiene a
través de otras modalidades sensoriales que, en su conjunto, forman una
continuidad momento a momento de la experiencia subjetiva. Teniendo en
consideración esta subdivisión, es fácil imaginar que un dispositivo mecánico,
un robot por ejemplo, sea capaz de analizar datos, discriminar objetos, incluso
de aprender y mantener una conversación básica con un humano, en otras palabras
llevar a cabo alguna operación relacionada al problema accesible de la
consciencia. Pero ¿Es posible imaginar a ese mismo robot con una experiencia
sentida, subjetiva de todo esto, es decir, llevar a cabo una operación del
sistema intrincado?. Ciertamente no, es más uno podría imaginarl llegar a crear
un sistema tan complejo como el ser humano, pero llegar a pensar que ese
sistema genere una experiencia subjetiva, es altamente improbable. Es tan
complejo este sistema que nadie, a nivel teórico al menos, ha sido capaz de
explicar cómo surge el cualia, lo que sería equivalente a explicar el
fenómeno de la consciencia en sí. Ya en el año 1974 el filósofo Thomas Nagel
había puesto en escena esta problemática con todos sus ingredientes, en su
célebre artículo "What is like to be a bat?" (¿Qué es ser como un
murciélago?): "La experiencia consciente es un fenómeno extendido. Ocurre
a varios niveles de la vida animal... pero no importa como varíe su forma, el
hecho que un organismo tenga una experiencia consciente significa, básicamente,
que hay algo que es ser como ese organismo... podemos llamar a eso el carácter
subjetivo de la experiencia. Esto no es capturado por ninguno de los análisis
reductivos recientemente diseñados, para todos ellos es lógicamente compatible
su ausencia" Efectivamente, aún hoy en día todos los modelos teóricos
propuestos para explicar la consciencia son compatibles con la ausencia de
subjetividad o de cualia, y si asumimos que explicar la consciencia es explicar
una experiencia esencialmente subjetiva, entonces es evidente que aún el problema
de la consciencia sigue siendo el "misterio de la consciencia". En
otras palabras, mientras no se solucione el "problema intrincado" el
problema de la consciencia permanecerá irresoluto.
El Darwinismo
Neural.
Ciertamente que
se han llevado a cabo grandes avances científicos que hacen que el panorama del
estudio de la consciencia se vea alentador. En especial, dentro de las
neurociencias, se ha desarrollado una teoría bastante elaborada y profunda
(Sacks, O. 1995; Searle, J. 1997) por el Nobel Gerald Edelman. Por ello, se
explicará brevemente esta formulación para luego esclarecer sus implicaciones
para el entendimiento de la "autoconsciencia".
Desde una
perspectiva estrictamente científica Edelman (1989, 1992) intenta esbozar un
modelo explicativo de la consciencia, basado en lo que él ha llamado Darwinismo
Neural. En términos generales el Darwinismo Neural es una selección del
"más viable" al interior del sistema nervioso, que ocurre entre
grupos de neuronas, a través de tres mecanismos básicos; selección de
desarrollo, selección experiencial y el reintegreso o mapas reentrantes:
-Selección de
desarrollo: se corresponde con la formación del sistema nervioso en el cual se
diversifica la conectividad entre neuronas en las diversas regiones cerebrales.
Esta diversificación estructural durante el desarrollo ontogénico resulta de la
regulación epigénica de la división celular, migración, muerte y procesos de
extensión, así como la actividad neuronal en sí misma (Edelman 1989). Esta
diversidad generada epigénicamente, llevaría a la formación de un repertorio
primario consistente en un gran número de grupos neuronales dentro de una
región anatómica dada (Edelman 1989). En otras palabras, el repertorio primario
resultante de una selección de desarrollo sería el contexto de constricción
estructural de un sistema nervioso dado.
-Selección
experiencial: Esta selección ocurre en la población de sinapsis (a través del
fortalecimiento o debilitamiento) dentro del repertorio primario de grupos
neuronales, dando origen a nuevos grupos ahora dependientes del fortalecimiento
diferencial de ciertas sinapsis y no de otras. Es decir, en correspondencia a
la experiencia del organismo con su medio, en el sistema nervioso se formaría
un repertorio secundario basado en el fortalecimiento de algunas
sinapsis y el debilitamiento de otras. En palabras de Edelman (1989) "la
selección experiencial no ocurre, como en la selección natural en la evolución,
como resultado de la reproducción diferencial, sino que como resultado de una
amplificación diferencial de ciertas poblaciones sinápticas".
- Mapas
reentrantes o reingreso: un mapa es una lámina de neuronas (grupo de grupos de
neuronas) en el cerebro que está relacionada (vía conexiones sinápticas) con
láminas de receptores sensoriales específicos, por un lado, y relacionada con
otros mapas en áreas diversas del cerebro, por otro. Estas relaciones de mapas
tienen una propiedad especial: el reingreso. El reingreso es un proceso de
señalización paralela entre mapas, donde un mapa 1, por ejemplo señala (activa)
un mapa 2, este a su vez reingresa o señala al mapa 1 y este nuevamente al mapa
2, formando así "loops" de reingreso o coactivación. Esta
propiedad de la relación entre mapas permite, entre otras cosas, la correlación
temporal de las distintas actividades de los grupos neuronales dentro de cada
mapa y entre mapas. El cerebro posee distintas clases de mapas desde los más
primarios, relacionados directamente con áreas sensoriales, hasta mapas de alto
orden o mapas de mapas de mapas, etc.
En síntesis, por
medio de los tres mecanismos antes descritos, ocurriría una selección de grupos
neuronales específicos; a través de la selección de desarrollo se
individualizaría una distribución específica de grupos de neuronas en un
sistema nervioso igualmente específico. Luego, por medio de la selección
experiencial se favorecerían relaciones específicas (por medio del
fortalecimiento diferencial) de grupos neuronales y, finalmente por medio de
"loops" reentrantes o de reingreso se actualizaría
efectivamente una red de relaciones de coactivación de mapas neuronales (grupo
de grupos neuronales) de niveles de complejidad creciente (mapas de mapas o
"mapeos globales").
Teniendo en
cuenta estas características y/o mecanismos que operan como principios
generales y fundamentales del funcionamiento cerebral podemos abordar de forma
más clara la conceptualización de la consciencia a partir del Darwinismo
Neural.
Para Edelman la
consciencia humana consistiría en la integración de dos tipos de consciencia;
la consciencia primaria y la consciencia de orden superior. En este punto me
referiré preferentemente a los aspectos fenomenológicos de ambos tipos de
consciencia aludiendo al correlato neuronal sólo de forma global (un análisis
de profundidad se puede obtener de Edelman 1989, un análisis global y más
integrador en Edelman 1992). En general, la consciencia primaria posee
estructuras cerebrales bien definidas desde las cuales se han desarrollado
estructuras evolutivamente más recientes (Areas de Broca y Wernicke, Lóbulo
frontal) que se relacionan directamente con la consciencia de orden superior.
Tener
consciencia primaria se relaciona con la compleja y diversa actividad neuronal
vinculada con ciertas áreas cerebrales y la percepción sensorial, que se
llevaría a cabo mediante patrones de reingreso, generando así una coactivación
de mapas asociados a distintas modalidades sensoriales. Desde una perspectiva
fenomenológica estar en consciencia primaria es tener una escena, en el
sentido de experimentar momento a momento una sucesión continua de vivencias
sensoriales en correlación y globalidad. Así por ejemplo, tener consciencia
primaria de la lluvia sería una experiencia integral de imágenes de gotas
cayendo, sonidos de agua golpeando distintas superficies, sensaciones térmicas
del agua sobre la piel, olor de la mezcla del agua con distintos elementos,
etc., todo ello en una globalidad. Sin embargo, este tipo de consciencia es
exclusivamente consciencia del presente (momento a momento) o, en otras palabras,
es una sucesión focalizada en el aquí y ahora. De esta manera podemos
comprender que la consciencia primaria es una consciencia vinculada en tiempo
real a las experiencias sensoriales, además dada la influencia de los procesos
asociados a mecanismos, que Edelman llama, de "memoria de valor"
(memoria, dicho en términos negativos, de lo que es "no viable" para
el organismo y por lo tanto debe evitarse) es que aquellas experiencias
sensoriales no aparecen como una experiencia "vacía". Al contrario,
son experiencias con un alto significado global, por lo que Edelman llama
metafóricamente a la consciencia primaria "el presente recordado";
"presente" porque la consciencia en este nivel siempre es momento a
momento ligada al presente sensorial inmediato y "recordado" por el
significado evolutivo que van adoptando las distintas experiencias y que
influyen a la siguiente. Finalmente es necesario señalar que este sería el tipo
de consciencia de, al menos, los mamíferos y en general de algunos organismos
con ciertas características de sistema nervioso pero que no poseen lenguaje ni
autoconsciencia (los elementos centrales de la consciencia de orden superior de
los humanos).
Gracias a
ciertas estructuras cerebrales que evolucionaron (en relación a determinadas
condiciones ambientales) y que posibilitaron especialmente la emergencia del
lenguaje, es que surge la consciencia de orden superior como tal como se
observa en los humanos. Esta consciencia se esboza levemente en los primates
superiores o grandes simios. En efecto, según Edelman (1989): "el Homosapiens
es el único animal con un lenguaje verdadero, aunque los primates superiores
parecen usar símbolos individuales con un grado de referencia semántica (no
sólo simple significación). Estos primates, tales como los chimpancés, carecen
de ricas fuentes sintácticas, aunque demuestran alguna evidencia de
autoconsciencia. La emergencia de esta característica sugiere que los
chimpancés poseen al menos un inicio de consciencia de orden superior con
alguna capacidad para formar modelos de sí mismo en relación a un modelo de
mundo. El verdadero lenguaje es por lo tanto probablemente no absolutamente
necesario para la emergencia de la consciencia superior, aunque se requiere
para su posterior elaboración" (pág. 187).
La consciencia
de orden superior sólo es posible si existe la consciencia primaria y la
habilidad del sistema para producir conceptos. Al ser recategorizados los
procesos de la consciencia primaria, mediante patrones de reingreso, se van
generando modelos a largo plazo o categorías relacionadas con el "sí
mismo" y "no sí mismo". Gracias a este lenguaje aquellas
categorías se van complejizando cada vez más, posibilitando al individuo
generar modelos (de sí mismo y el mundo) en donde aparece, a diferencia de la
consciencia primaria, una distinción entre pasado, presente y futuro. Gracias a
esta capacidad emergente es que en los sistemas vivos con consciencia del orden
superior se ha incrementado enormemente el rango y flexibilidad conductual
junto con el aprendizaje. Teniendo el concepto de reingreso en mente y
asumiendo que la consciencia de orden superior es un proceso de
recategorización de la consciencia primaria podemos afirmar que los seres
humanos, al poseer una consciencia de orden superior, no pueden experimentar la
consciencia primaria en sí misma sin algún componente de la consciencia de
orden superior, por un lado, y que los procesos de la consciencia primaria son
el marco referencial y de constricción de los procesos de la consciencia de
orden superior, por el otro.
Así, la
consciencia humana, tal como lo anticiparon diversos autores (por ejemplo,
Guidano, V. 1987) se corresponde con el proceso continuo de tener una
experiencia automática global e inmediata (consciencia primaria) junto con un
reordenamiento (recategorización) en modelos conceptuales explícitos del sí
mismo y el mundo (consciencia de orden superior).
En adelante, nos
ocuparemos del proceso particularmente complejo relacionado con el emerger de
la consciencia de orden superior, en especial de la autoconsciencia. Para ello
el análisis se centrará en la evolución de la autoconsciencia en los primates
incluyendo los seres humanos, para luego establecer las consecuencias del
surgimiento de ella en el desarrollo individual humano.
Autoconsciencia:
evolución y desarrollo.
Desde el punto
de vista genérico, dentro del ámbito de la psicología cognitiva, la
autoconsciencia se define al menos desde cuatro modelos distintos (Kihlstrom y
Klein, 1997); como concepto, como historia (narrativa), como imagen y como red
asociativa. Independiente de cual se adopte, todas hacen referencia al
conocimiento (llevado a cabo bajo distintos procesos) que una persona tiene
acerca de sí mismo. Esta habilidad trae consigo, como veremos más adelante,
consecuencias determinantes en la forma que toma la experiencia de los seres
humanos en su desarrollo. Por otra parte, la conformación o calidad específica
que tal conocimiento de sí mismo adquiere esta directamente vinculado con las
relaciones de apego tempranas que acompañan el desarrollo individual (Bowlby,
1980, Schore, 1994). Por ejemplo, es una observación común que, en términos
generales, las relaciones tempranas inestables (en el sentido de la continuidad
y congruencia del patrón de interacción, sea este positivo o negativo) se
acompañan del desarrollo de un sí mismo igualmente inestable y lo contrario
ocurre si la relación resulta ser estable. Esta relación de la autoconsciencia
con las interacciones tempranas, como profundizaremos más adelante se debe
principalmente a la participación de estas últimas en la regulación afectiva en
correspondencia con el lenguaje.
Como se puede
deducir de lo expuesto anteriormente, la autoconsciencia no es una
característica "dada" en el organismo sino que, por el contrario, es
una habilidad que se desarrolla en el tiempo y en congruencia con las presiones
evolutivas, ya sean ambientales o sociales. Esto último es válido en el sentido
evolutivo-filogenético como en el evolutivo-ontogenético. Por ello nos
ocuparemos en adelante de la filogenia y la ontogenia de la autoconsciencia.
Filogenia de
la autoconsciencia; el auto-reconocimiento.
De acuerdo a una
perspectiva filogenética, la autoconsciencia es una habilidad que se ha
desarrollado en algunas especies y no en otras. En su máxima expresión se
observa en los seres humanos, sin embargo formas rudimentarias de conocimiento
de sí mismo se observan en los grandes simios, específicamente en los
chimpancés y orangutanes. Esta forma rudimentaria de autoconsciencia es lo que
se ha llamado "el auto-reconocimiento" o la capacidad de
autoidentificarse. La evidencia de las afirmaciones anteriores surge de la
línea de investigación iniciada en el año 1970 por Gordon Gallup Jr. en un
artículo publicado en la revista Science titulado "Chimpanzees:
Self-recognition" (Chimpancés: auto-reconocimiento). Para evaluar el
auto-conocimiento, Gallup diseñó un test que llamó "el test de la
marca" el cual permitía determinar si un animal poseía o no la capacidad
de auto-reconocerse.
Este test surge
debido a la observación general de que los chimpancés respondían a sí mismos al
ser confrontados repetidamente con el espejo. Por esto, Gallup ideó una forma
más sistemática y controlada de evaluar si ellos se reconocían en aquellos
espejos. El procedimiento consiste en adormecer a un chimpancé (o cualquier
primate que se estudie) que ya tiene experiencia con espejos y se le pinta con
una sustancia inodora de color rojo en un área de la cabeza que no podía ser
observada, a menos que se utilice un reflejo. Luego se observaba que ocurría
cuando el chimpancé despertaba y volvía a contemplarse en el espejo. Obviamente
la respuesta más frecuente en los chimpancés fue llevarse la mano a la mancha
roja (no al espejo) e intentar explorarla. Si ello ocurría se dice que el sujeto
"pasó el test de la mancha" y que por lo tanto se auto-reconoce. Esta
capacidad se ha encontrado en humanos, chimpancés, orangutanes y eventualmente
en gorilas. Otros primates a pesar de ser expuestos durante años a un espejo
continúan reaccionando a su reflejo como si se tratara de otro animal. Por
ejemplo en un estudio hecho con Macacus Rhesus (Gallup, G. y Suarez,
S.D. 1991) se encontró que, aunque fueron expuestos a un espejo durante más de
doce años, mostraban poco interés de su imagen y que, si respondían a ella, lo
hacían como si fueran confrontados con otros simios.
La hipótesis de
cómo llegó el ancestro común (hoy extinto) de los grandes simios y humanos a
desplegar el auto-reconocimiento es interesante para el análisis de la
autoconsciencia humana. Básicamente se ha desarrollado una explicación de la
emergencia de aquella capacidad observando a los orangutanes, ya que se supone
son la aproximación más cercana al ancestro común (Povinelli y Cant, 1995). Los
orangutanes a diferencia de los otros grandes simios permanecen gran parte de
su tiempo en los árboles. Si se considera el tamaño y peso de estos simios
entonces aparece de inmediato una dificultad o "presión evolutiva"
relacionada con el desplazamiento a través de los árboles y las consecuencias
de una caída; dado el peso y tamaño del orangután las probabilidades de sufrir
una caída o de sufrir lesiones mortales luego de una caída son mucho mayores
que en el resto de los primates. Es así que el orangután (y supuestamente el
ancestro común) se ha visto en la necesidad de desarrollar un patrón locomotor
muy complejo. En efecto, los orangutanes ejecutan una serie de metódicas y
cuidadosas respuestas no estereotipadas y altamente flexibles (Povinelli y
Cant, 1995; Gallup, 1997) de modo de poder desplazarse a través de los árboles.
La forma general de desplazarse se ha denominado "balanceo" y supone,
según Povinelli y Cant (1995), el desarrollo de un monitoreo "en
línea" de la actividad motora lo que requiere un sentido de agencia
personal que a su vez llevaría al auto-reconocimiento. Recientemente Anne
Russon (1998) ha propuesto que la clave en el desarrollo de las habilidades
cognitivas superiores en el orangután, más que deberse al problema del
desplazamiento a través de los árboles, se debe a presiones evolutivas
ejercidas por la dificultad en obtener comida. Los orangutanes dado su tamaño y
peso y las características físicas de la localización y forma de los alimentos
que requieren, deben realizar una serie de conductas complejas y flexibles que
requieren el desarrollo de un "intelecto complejo", específicamente
la jerarquización como mecanismo cognitivo principal.
Independiente de
cual hipótesis es correcta las consecuencias para nuestro análisis son las
mismas. Para que exista una capacidad de autoconsciencia como en los seres
humanos, como se mencionó anteriormente, debió desarrollarse el lenguaje en
correspondencia con le evolución de nuevas áreas cerebrales; el área de Broca y
Wernicke (Edelman, 1989) junto con el desarrollo del tercio anterior del
cerebro o Lóbulo Frontal (Case, R, 1992; Stuss, D, 1992). Efectivamente la
evolución de nuevas áreas cerebrales necesariamente aumenta los niveles de
complejidad de recategorización entre mapas neuronales permitiendo en su
conjunto, como se dijo, el aumento de la flexibilidad conductual y el
aprendizaje. El que esto haya incluido el despliegue de la autoconsciencia se
relaciona con el hecho de que para el surgimiento de una alta complejidad
conductual, relacionada con las presiones evolutivas correspondientes, se
debería recategorizar o reorganizar (no cambiar) gran parte del sistema,
surgiendo una dialéctica entre dos sistemas, un sistema general y global
(consciencia primaria) y un sistema específico que reorganizara paso a paso al
anterior y a sí mismo (consciencia del orden superior). En este sentido,
metafóricamente hablando, uno de los sistemas debe "percibir" al otro
para poder reordenarlo o recategorizarlo. Bernard Baars (1996, 1997) ha
sugerido, en relación a lo anterior, que el sí mismo y la subjetividad surgen
como consecuencia de la relación entre áreas cerebrales donde unas
"reconocen patrones" resultantes de la actividad de las otras. No es
de extrañar entonces, tal como lo demuestra Donald Stuss (1992), que el lóbulo
frontal esté relacionado con el aprendizaje y el control de respuestas noveles
en conjunto con la autoconsciencia; Para que evolucionara una alta
flexibilidad conductual en el sistema debió desarrollarse en correspondencia
con la autoconciencia, el uno no es posible sin el otro; el primer paso en esta
dirección ocurrió en el ancestro común al desarrollarse el auto-reconocimiento,
lo que en sí mismo significó, como ya hemos señalado, un aumento en la
capacidad de combinación de conductas que posibilitaron la viabilidad de este simio
y los que evolucionaron a partir de él. Luego en los seres humanos evolucionó,
a partir del auto-reconocimiento y las estructuras cerebrales que lo
posibilitaron, el lóbulo frontal y la capacidad de desarrollar la
autoconsciencia, elevando a niveles nunca vistos la flexibilidad conductual y
las posibilidades de aprendizaje. La forma que tomó este desarrollo
filogenético es descrito lúcidamente por Povinelli (1998) "la evolución de
un sistema psicológico nuevo no reemplaza ni se sitúa apartado del sistema
ancestral, más bien los nuevos sistemas o subsistemas pueden crearse mediante
la construcción dentro del marco ancestral de tal forma que las propensiones
conductuales útiles de estos organismos son conservados"(pág. 90), más
adelante afirma "...a pesar de la diversidad de hábitat y culturas, y a
pesar de la enormidad de posibilidades abiertas por la especialización
cognitiva, sospechamos que, con raras excepciones los bloques de construcción
conductual que los humanos usan para generar nuevas acciones futuras han
permanecido inalterables desde aquellos presentes hace millones de años atrás
en el ancestro común" (pág. 91). En otras palabras, los ingredientes
conductuales de la experiencia humana estaban presentes ya en el ancestro común
(rango conductual) y lo que surgió en el hombre fue una mayor habilidad para
crear mayores combinaciones de aquellas conductas (flexibilidad conductual) lo
cual está ligado a la complejización del auto-reconocimiento en
autoconsciencia.
Ontogenia de
la Autoconsciencia.
El desarrollo
individual de la autoconsciencia es un proceso gradual que, luego del
surgimiento del auto-reconocimiento, se va desplegando en correspondencia con
la complejización del lenguaje. Gracias a este último el individuo es capaz de
construir modelos o categorías acerca de sí mismo (y el mundo) de alto nivel.
Como veremos la evolución de estos procesos, desde su forma más rudimentaria,
el auto-reconocimiento, hasta su forma más elaborada, la autoconsciencia del
adulto, trae consecuencias altamente significativas para el desarrollo
individual; por un lado, A) permite la aparición del mundo emocional como una
dimensión psicológica subjetiva y de referencia personal y, por otro, B)
posibilita la generación de simulaciones internas de la experiencia subjetiva
de los otros (teorías de la mente). Tanto la experiencia emocional como la
teoría de la mente que el individuo desarrolla continúan elaborando y
articulandose a lo largo del ciclo vital y es, junto con la dialéctica entre
consciencia primaria y de segundo orden (fenomenológicamente hablando), lo que
en último término caracteriza la subjetividad humana.
Se analizará en
adelante el papel de la autoconsciencia en la vida emocional y la formulación
de teorías de la mente.
A) Schore (1994)
afirma "aunque se piensa usualmente que la (auto)consciencia connota
solamente procesos cognitivos, el envolvimiento de procesos afectivos es un
componente esencial". En efecto, a través de la continua interacción de
cierta actividad somática y fisiológica de la consciencia primaria con los
procesos de ordenamiento de la consciencia de orden superior, es que se van
trasformando los estados emocionales en experiencias emocionales.
Más aún, puede decirse que gracias a la posibilidad de observarse como un
objeto relacionado a la autoconsciencia, la dimensión emocional aparece como
tal; sin aquella última permanecería constantemente referida al mundo externo.
Un estado emocional es una "constelación particular de cambios de
actividad somática y neurofisiológica" (Lewis, M. 1993) que en un sentido
general caracteriza a los mamíferos y se relaciona específicamente con la
evolución del sistema límbico (Mac Lean, P. 1993). Es gracias a la
participación de la corteza prefrontal que en los seres humanos dichos estados
emocionales se van articulando de un modo complejo, posibilitando la aparición
de la experiencia emocional. Esta última corresponde a la "interpretación
y evaluación que hace un individuo de su estado y expresión emocional"
(Lewis, M. 1993). En otras palabras, para poder construir una experiencia
emocional a partir de un estado se requiere que el individuo focalice y
atienda, como parte de sí mismo aquellos estados así como la situación en que
ocurren. La evidencia empírica (Hart, D. y Karmel, M.P., 1996) demuestra que,
como debiera esperarse, para alcanzar una experiencia emocional rudimentaria e
incipiente los infantes deben auto-reconocerse y eso no ocurre sino hasta
alrededor de los 2 años y medio. Sin embargo, aunque la transformación de
estados en experiencia emocionales es una habilidad que se inicia en la niñez,
este no acaba nunca a lo largo del ciclo vital, más aún es un proceso que debe
ser llevado a cabo (en complejidad creciente) momento a momento y con la
participación permanente de los procesos de la consciencia de orden superior.
Así, en esta actividad constante de construir ciertas experiencias y no otras,
se va elaborando un marco de referencia (e identidad) experiencial específico y
personal.
Por otro lado,
la autoconsciencia es una habilidad claramente relacionada con la regulación
somática y fisiológica del individuo en la medida que mediatiza y controla
cierta actividad de la consciencia primaria que, de otro modo, sería
automática. En efecto, se ha demostrado, por ejemplo que cierta intensidad de estimulación
interna y la necesidad de organizar información fisiológica facilitan o
aceleran la emergencia del auto-reconocimiento como instancia reguladora
(Lewis,M. y Ramsay, D, 1997).
Por último,
aunque la posibilidad de auto-reconocerse o de auto-observación que posee un
niño es limitada, las consecuencias que implican son muy notorias con respecto
a la configuración del dominio emocional, específicamente a partir de las
emociones básicas y su interacción con la autoconsciencia surgen las llamadas
emociones autoconscientes (Lewis 1993, 1998) que incluyen la vergüenza, envidia
y empatía. Esta emociones permiten o posibilitan un incremento en la
flexibilidad y complejidad de la coordinación del niño en el contexto social
(Parker,S.T.,1998).
El lenguaje es
una variable clave en el proceso anteriormente descrito, es a través de éste
que es posible realizar distinciones de la actividad global e indiferenciada de
la consciencia primaria, sea esta referida a sí mismo o no. En otras palabras,
gracias al lenguaje y la posibilidad que otorga de "hacer referencia
a" es que se puede construir un marco conceptual complejo del sí mismo y
el mundo paralelo a la actividad psicofisiológica y somática de la consciencia
primaria.
B) Como se
anticipó, una de las características centrales de la subjetividad humana es la
capacidad de construir "teorías de la mente". El concepto
"teoría de la mente" fue acuñado por Premack y Woodruff en 1978 y
hace referencia a la habilidad específica de los seres humanos de poder inferir
y representarse los estados internos (mentales) de los otros y los propios. En
otros términos, elaborar una teoría de la mente se relaciona con la actividad
de simular "internamente" la experiencia subjetiva de un otro. Esto
no implica que el individuo sea capaz de "ver" la experiencia del
otro, o tener un acceso privilegiado a esta, todo lo contrario, se trata de
construcciones basadas en la propia experiencia del individuo y su coherencia
interna (Guidano, 1991). En términos de su inicio en el desarrollo individual,
las teorías de la mente son más tardías que la construcción de experiencias
emocionales, estas siguen al inicio del auto-reconocimiento, en cambio aquellas
empiezan a establecerse alrededor de los 4 años. En relación con esto último,
se puede afirmar que gracias a que el niño comienza a diferenciar un mundo
interno, es decir a construir experiencias emocionales, puede luego
"proyectar" a los otros su propia experiencia. En una investigación
reciente Hughes, C. y Dunn, J (1998) demostraron que la toma de perspectiva
afectiva predecía la ejecución de individuos en tareas relacionadas con
"teorías de la mente". Es decir, para poder simular la mente de un
otro, un ingrediente esencial es poder simular su emoción y para poder simular
su emoción es necesario poder diferenciar, aunque sea rudimentariamente, esa
emoción en uno mismo. En una línea de investigación similar, Wellman (1990)
asume la experiencia de distintos niveles de elaboración de teorías de la mente
y en cada una de ellas un nivel de comprensión y/o entendimiento del dominio
emocional. La progresión que establece es claramente afín con lo que se plantea
aquí; para poder desarrollar teorías de la mente, o una "psicología de la
falsa creencia" como él lo llama, el niño debe comprender primero que las
emociones o "deseos" cambian la conducta de las personas
("psicología del simple deseo"). Así podemos ver cómo el elaborar una
teoría de la mente es una secuencia de procesos que surgen una vez logrado el
auto-reconocimiento y que comienza con la diferenciación emocional o la
construcción de experiencias emocionales, seguida de la atribución de esos
estados a otros, concluyendo finalmente en la elaboración inicial de una teoría
acerca de la "mente" de los otros.
Autoconsciencia:
integración.
La evidencia
actual (Povinelli, D. y Preuss, M. 1995; y Povinelli, D y Eddy, T. 1996)
demuestra que la capacidad de generar teorías de la mente, si bien es una
habilidad que depende del auto-reconocimiento y sus consecuencias, es una
innovación evolutiva reciente ya que en los grandes simios, en los que se
observa el auto-reconocimiento y emociones autoconscientes rudimentarias
(Parker, S.T., 1998) no se ha encontrado. No es difícil deducir que aquella
habilidad está directamente relacionada con la evolución de la corteza
prefrontal (Povinelli, D. y Press, M. 1995) y el lenguaje. En efecto, tal como
explicamos, la consciencia de orden superior no requiere del lenguaje
propiamente tal para su emergencia, como se observa en los grandes simios, pero
sí para su complejización y articulación como se observa en humanos.
Todo lo que se
ha mencionado sobre el desarrollo de la autoconsciencia y sus consecuencias
para el desarrollo individual ocurre, obviamente, en un contexto particular. En
este sentido, dad la relación de los vínculos afectivos con el desarrollo del
lenguaje y la vida emocional, podemos considerar a estos como la variable
fundamental en la facilitación del desarrollo de una calidad específica de
autoconsciencia. En efecto, es en la variación de las relaciones tempranas que
se favorece la recurrencia y el emerger específico de ciertos estados
emocionales y no otros (Bolwby, J. 1980) generando un marco de referencia
específico para los procesos de la consciencia de orden superior. Además a
través de la interacción con sus cuidadores es que el niño aprende a
"etiquetar" y/o distinguir alguno de aquellos estados y no otros.
Así, el sí mismo (Guidano, 1991) y la autoconsciencia dependen, por un lado
directamente del contexto vincular en donde se actualizan y, por el otro, del
contexto social (comunidad lingüística) donde aquella relación se hace
efectiva. En este sentido, y siguiendo a Rychlak, J. (1997), podemos hacer una
distinción útil; un proceso es un curso de acción repetible y
discernible en base al cual un ítem bajo descripción y explicación (la
autoconsciencia en nuestro caso) está secuencialmente ordenado. Un contenido,
en cambio, es un ingrediente que es producido, acarreado o, de alguna manera,
utilizado por un proceso. Así podemos ahora comprender claramente que la
autoconsciencia y el sí mismo o identidad personal son un proceso
invariante en la experiencia humana, que incluyen la dialéctica entre
consciencia primaria y de orden superior, a través de la cual se construyen
experiencias emocionales y se generan teorías de la mente, cuyo contenido tal
como enfatiza la filosofía hermenéutica (Gadamer, H.G. 1979) y el
constructivismo social (Gergen, K.J. 1985) son discursos históricamente
determinados, construidos en la especificidad de determinada red de interacciones
sociales. Negar el uno o el otro, proceso y contenido, acarrea un error
epistemológico y metodológico lamentable.
Comentarios
finales.
Probablemente el
estudio de la consciencia y la autoconsciencia sea una de las tares científicas
más complejas y complicadas, respecto de ambas existen con creces más preguntas
que respuestas efectivas. Sin embargo, como se intentó presentar en este
trabajo, existen algunos elementos muy significativos que han podido ser
reconocidos; la consciencia humana, como vimos, es una dialéctica de procesos
cerebrales entre una consciencia primaria y de orden superior donde no es
posible experimentar el mundo y a nosotros mismos si no es con ambos procesos
de interacción. En este contexto, la autoconsciencia es un fenómeno que surge
con la evolución de áreas cerebrales relacionadas con la consciencia de orden
superior y el lenguaje. En efecto, aunque existe evidencia que es posible la
consciencia de orden superior sin el lenguaje como en los grandes simios, su
complejización en un alto nivel, como en los seres humanos, lo exige. En
relación con esto, el auto-reconocimiento pareciera ser lo más distintivo de la
consciencia de orden superior independiente del lenguaje. Es justamente a
través de este que el ser humano desarrolla una alta complejidad en su nivel de
autoconsciencia a través de la construcción de experiencias emocionales y el
desarrollo de teorías de la mente. Lo anterior sólo es posible en un mundo
social y vincular específico donde los significados compartidos representan
contenidos para los procesos invariantes antes descritos.
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