Agresividad en las aulas

Artículo aparecido en el Semanario Brecha 27/3/1998

Educar no es tarea fácil. No porque sí se ha implementado un premio por presentismo en el área educativa. Principal motivo de las faltas al trabajo: problemas de salud. Orden de problemas: psicológico. Síntoma: depresión.

MARY VIDELA

SERÍA SIMPLIFICADOR y apresurado pensar que esta profesión solo atrae a personalidades depresivas. Al contrario: a un gran entusiasmo inicial le sigue una tibia rutina que termina siendo una dolorosa insatisfacción, una sensación de desaliento que lleva a algunos a preguntarse incluso dónde quedó su vocación de antaño.
  Podrían sopesarse aquí problemas financieros, en el sentido de tener en cuenta que la progresiva depauperación que viene sufriendo la educación -en especial la pública- mina poco a poco el ánimo de sus protagonistas. La referencia a problemas "financieros" no es ociosa ni preciosista. Está hecha para para subrayar la diferencia con lo que serían problemas "económicos", ya que estos términos se usan como sinónimos y no lo son tanto.El psicoanálisis hace uso frecuente de la palabra "económico" para expresar en parte la dinámica psíquica. En este sentido considera la existencia de una economía libidinal, que tiene que ver con los afectos y que en muchos casos abarca incluso al manejo de la economía financiera que hace cada sujeto particular.
  Es básicamente esa economía libidinal la que se ve afectada cuando se trata de educar.El encuentro con el otro siempre genera cierta dosis de tensión. Muy probablemente surgirán diferencias, banales o serias, en cuanto a las actitudes, el lenguaje, las ideas, incluso la ropa. A veces esas variables actúan en silencio, durante un tiempo hasta prolongado, sin que uno se entere. Pero la aparición de un gesto, un comentario como caído al azar, una broma, una irritación aparentemente inmotivada, dan la pista de que allí ocurre algo más que el mutuo aprecio. En otras ocasiones, en

cambio, la "convidada de piedra" es una franca agresividad. Desde el insulto anónimo escrito en el pizarrón, pasando por los groseros pegotines de cartelitos en la espalda hasta las ironías de algunos estudiantes brillantes: la agresividad en las aulas puede tener muy variados matices. En esta oportunidad interesa detenerse en lo que sucede inmediatamente después de un hecho calificado de agresivo. Es la pregunta acerca de qué hacer para evitar que tal cosa se repita, es decir, cómo sancionar y cómo prevenir.
  En este punto no se abre un abanico de posibilidades. La educación, si bien no puede decirse que ignore el tema, sólo maneja dos o tres alternativas de solución, y todas ellas con suerte desigual.
  Si el Area IV del CODICEN, a la que son derivados los niños "problemáticos" para ser tratados por psicólogos, ha obtenido éxitos, debe llamar la atención que ello ocurra mayoritariamente en el interior del país. Se conocen excelentes experiencias en Solymar, Florida y Tacuarembó. En Montevideo, sin embargo, uno de los hechos notables es que los alcances de esa área se confunden con la función que desempeña el Profesor Orientador Pedagógico. También es sabido que el estudiante derivado al Area IV intenta eludir lo más que puede la entrevista con el psicólogo aduciendo el manido "yo no estoy loco para ir al psicólogo".
  Por otro lado los servicios de Salud Pública, que ofrecen una buena atención, no dan abasto con el número de pacientes que deben atender, de modo que es común que para un problema surgido en junio, por ejemplo, haya que esperar hasta diciembre para tener una entrevista con el psicólogo o el profesional idóneo. En la psique los hechos son siempre actuales, así como los traumas hasta que se puede hablar de ellos, pero

esto no puede permitir sos- layar la idea de que lo mejor es actuar inmediatamente.
  Ante este poco auspicioso panorama comienza a instalarse una nueva alternativa, probablemente tan poco alentadora como las otras.Ha comenzado a dar charlas, a dictar conferencias y a dar cursos, un grupo todavía pequeño de lo que podrían llamarse "tecnócratas de la educación", cuya acción bien puede resumirse en un "decime lo que te pasa y te diré cómo solucionarlo". Desde un enfoque particularmente ecléctico que no elude pequeñas dosis de psicoanálisis, se destacan las teorías neurofisiológicas y sobre todo de la psicología social y grupal para explicar la ocurrencia de fenómenos como los de la "agresividad en el proceso educativo", a propósito del título de una de estas conferencias. El punto al que, según estas teorías, hay que abocarse a solucionar, es de losvínculos, la relación con el otro. Las cosas funcionan mal porque nos vinculamos mal, dicen. Solucionado eso, la buena convivencia en el salón no se hará esperar. Las diferencias individuales, su lejano origen temporal así como su complejísima conformación, no son observados por el tecnócrata más que a modo de fenómenos de ocurrencia variable que si tienden a perturbar la cohesión del grupo, deberán ser modificados para que el vínculo grupal se sostenga.
  No es ocioso preguntarse cómo se realizará ese trabajo grupal, y es entonces que surge la preocupación. A título de comentario ejemplificante, un doctor en medicina citó una experiencia personal que tuvo lugar en Brasil: parece que allí asistió a cursos en los que se trabajaba con ¡tres mil personas!. Resulta aterradora la idea de que tantas personas juntas estén haciendo lo mismo, al mismo

tiempo y bajo la dirección de una sola persona. En este punto sería interesante releer la "Psicología de las masas y análisis del yo" escrito por Freud en 1921 pero de permanente actua- lidad para el abordaje de la función que cumple en la cuestión que nos ocupa el coordinador del grupo, vale decir, el líder carismático que nuclea a tantas personas. Más jugoso aún puede ser relacionar ese trabajo con los conceptos de Lacan en relación con la posición del Amo. Planteos como éste, de trabajo con grandes números de personas, no deben nunca dejar librado al azar un factor fundamental: el ejercicio de poder que hace el líder.
  Se pretende educar a un sujeto pero ¿cómo?, ¿en qué?, ¿para qué?. Si el ideal apunta a la formación de un sujeto capaz de desarrollarse y crecer, pudiendo sostenerse incluso en aquello que lo hace diferente, único, irrepetible, no parece que ello pueda darse por la vía de la globalización.
   No por ser adulto y profe- sor se cuenta con todas las garantías de idoneidad para una tarea como la educativa. Abundan en Uruguay los adolescentes-adultos que, ya ingresados en la treintena, viven aún en casa de sus padres, igual que sus alumnos quince años menores. Y también es conocida la situación de muchos divorciados que regresan (muchas veces con hijos) al hogar paterno tras su propia separación matrimonial.
   A la hora de educar, los maestros y profesores nunca fallan por su ignorancia, resguardados como están detrás de una mesita que los separa de los otros, los ignorantes; como irónicamente señala Jacques Lacan, siempre saben lo suficiente para cubrir los cuarenta minutos de clase. Pero, ¿están realmente en una posición subjetiva diferente como para ponerse en maestros de alguien?.

 

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