Analisis del concepto dependencia emocional
Ponencia
expuesta en el I Congreso Virtual de Psiquiatría,
avalado por la WPA (Asociación Mundial de
Psiquiatría).
Mesa
Redonda 6: "Trastornos de la personalidad"
ÍNDICE
Resumen 1
1. Introducción 3
Utilización del término
"dependencia emocional" 3
Objetivos del presente
artículo 3
2. Conceptos afines.
Semejanzas y diferencias 4
Apego ansioso 4
Sociotropía 6
Personalidad
autodestructiva 7
Codependencia 8
Adicción al amor 9
Conclusiones 10
3. Características de
la dependencia emocional 11 Relaciones interpersonales 11
Autoestima 14
Estado de ánimo y comorbilidad 14
Elección de objeto 15
4. Hipótesis
etiológicas 17
Factores causales 18
Carencias afectivas
tempranas 18
Mantenimiento de la
vinculación 19
Perspectivas psicodinámicas: exposición y crítica 21
Factores mantenedores 25
5. Consideraciones
diagnósticas 26
Diagnóstico diferencial
27
Propuesta diagnóstica 28
6. Conclusiones 29
7. Referencias
bibliográficas
ANÁLISIS DEL
CONCEPTO "DEPENDENCIA EMOCIONAL"
RESUMEN
La dependencia emocional
es un concepto utilizado con cierta frecuencia, pero que no ha sido claramente
delimitado ni estudiado. En el presente artículo se propone analizarlo en
profundidad. Primero, se revisarán conceptos afines como apego ansioso, sociotropía, personalidad autodestructiva, codependencia o adicción amorosa. Se analizarán los
paralelismos y las diferencias que presentan con la dependencia emocional
obedeciendo a un doble fin: (1) profundizar en ella sirviéndonos de las
similitudes con dichos conceptos, y (2) delimitarla considerando las
discrepancias, ya sean de contenido o de perspectiva. A continuación se
detallarán las características que posee el mencionado constructo,
que se define como un patrón persistente de necesidades emocionales
insatisfechas que se intentan cubrir desadaptativamente
con otras personas, y se formularán hipótesis etiológicas fundamentadas en las
relaciones afectivas frustrantes y perturbadoras existentes en la historia de
estos sujetos. Finalmente, se efectuarán consideraciones sobre la ubicación de
la dependencia emocional en los sistemas de clasificación psicopatológica
actuales, y se propondrá la creación a tal efecto de un trastorno específico de
la personalidad. La citada propuesta nosológica nos conduciría al logro de una
entidad propia y a una delimitación clara del citado concepto, de forma que
dejaríamos de asimilar los problemas de estos pacientes a los esquemas teóricos
y clínicos propios del apego ansioso, la sociotropía,
la personalidad autodestructiva, la codependencia o
la adicción al amor, que, como mostraremos, no son enteramente satisfactorios
para la comprensión psicopatológica de la dependencia emocional.
PALABRAS CLAVE
Dependencia emocional,
apego ansioso, sociotropía, personalidad
autodestructiva, codependencia, adicción amorosa.
ABSTRACT
Emotional dependence is a frequently used concept which, however, has
not been clearly delimited nor systematically studied to date. Accordingly,
this paper attempts to analyze it in depth. First, related concepts such as
anxious attachment, sociotropy, self-defeating
personality, co-dependence or love addiction will be treated. The parallelisms
and discrepancies they present with emotional dependence are analyzed so as to:
(1) understand emotional dependence through the similarities found with these concepts,
and (2) delimit emotional dependence by considering its differences with such
concepts, whether in content or in perspective. Second, the features of the
construct defined as a persistent pattern of unsatisfied needs that the subject
tries to meet maladjustingly with other people are
detailed. Some aetiologic hypotheses based on the
frustrating and perturbing affective relationships underwent by these subjects
are formulated. Finally, the place of emotional dependence in the current clasification systems of psychopathologies is discussed,
and its existence as a specific personality disorder is postulated. Such nosological proposal defends a clearly defined concept with
an entity of its own, so that the problems of these patients would no longer
need to be assimilated to the theoretical and clinical approaches based on
anxious attachment, sociotropy, self-defeating
personality, co-dependence, or love addiction. As it is shown in this paper,
these are not fully satisfactory to understand the psychopathology of emotional
dependence.
KEY WORDS
Emotional dependence, anxious attachment, sociotropy, self-defeating personality, co-dependence, love
addiction.
1.- INTRODUCCIÓN.
Utilización del
término "dependencia emocional"
Cuando leemos en algún
artículo que un paciente presenta un patrón interpersonal de dependencia
emocional, o que depende emocionalmente de su psicoterapeuta, todos sabemos a
grandes rasgos de qué tipo de psicopatología nos
están hablando. Igualmente, en medios de divulgación como prensa, radio o
televisión, en los libros de autoayuda, e incluso en conversaciones informales,
aparece la "dependencia emocional". Sin embargo, este término se
utiliza escasamente en la literatura científica y no tiene el estatus de otros constructos personológicos como
"introversión", "narcisismo" o "asertividad",
por citar sólo algunos conocidos.
No obstante, la
dependencia emocional sí se ha estudiado indirectamente mediante conceptos
afines. Dichos conceptos tienen entidad propia, pero nos han servido
para conocer mejor a este fenómeno y a esta clase de pacientes, y especialmente
nos han proporcionado un marco de referencia para su comprensión, evaluación y
tratamiento. Es posible que cuando nos referimos a un paciente que presenta una
pauta permanente de apego ansioso, a otro que mantiene relaciones autodestructivas,
a un tercero codependiente de un alcohólico, a
otro con depresión sociotrópica, y a uno más
con adicción amorosa, estemos en ocasiones hablando con términos o perspectivas
diferentes de un mismo tipo de personas: los dependientes emocionales. No cabe
duda de que la aproximación que nos ofrecen estos conceptos similares es sólo
tangencial, y que no podemos equipararlos o utilizarlos como sinónimos; lo más
beneficioso sería, entonces, estudiar los puntos que tienen en común con la
dependencia emocional con el fin de conocerla en profundidad, y después
analizar las diferencias que sin duda existen.
Objetivos del presente
artículo
Este trabajo tiene varias
finalidades. Una de ellas es defender la entidad propia del concepto, a efectos
de disponer de un mayor bagaje de conocimientos sobre él. Esto nos permitiría
identificar a los pacientes con dependencia emocional, comprender mejor sus
problemas, realizar hipótesis etiológicas fundadas para contrastarlas
empíricamente, desarrollar instrumentos estandarizados de evaluación, o diseñar
estrategias terapéuticas específicas.
En segundo lugar, y como
ya se ha comentado, diferenciar este constructo de
otros similares que también se revisan. Se examinará dónde existe solapamiento
y dónde no, discutiéndose el tipo de discrepancia que se produce (de contenido
o de perspectiva).
A continuación,
profundizar en el estudio de la dependencia emocional, que se define como un
patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan
cubrir desadaptativamente con otras personas,
analizándose aspectos como sus características, las diferentes hipótesis
etiológicas que se sostienen sobre la génesis de este fenómeno, o su ubicación
en los sistemas de clasificación psicopatológica actuales. Nos serviremos para
ello de las mencionadas afinidades con otros conceptos (sociotropía,
personalidad autodestructiva, apego ansioso, codependencia
y adicción amorosa) que nos serán útiles para aprovecharnos de los hallazgos
obtenidos en su investigación, además de utilizar la experiencia clínica con
dependientes emocionales.
2.- CONCEPTOS AFINES.
SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS.
Apego ansioso
En sus trabajos, J.Bowlby describe un tipo especial de apego infantil, en el
que el niño tiene un miedo constante a la separación de una figura vinculada
(por ejemplo, la madre), protesta enormemente cuando se aleja y se aferra a
ella de una manera excesiva. Como su propio nombre indica, el vínculo que
mantienen estos niños no es seguro, y esto produce en ellos un continuo estado
de alerta ante la temida separación y desprotección. Según el citado autor, la
explicación radica en que estos miedos son justificados a causa de la frecuente
historia de separaciones como internamientos en orfanatos, hospitalizaciones,
etc.; o bien de amenazas recurrentes de abandono, que como bien describe Bowlby pueden revestir infinidad de formas: desde llevar al
niño a un castillo plagado de monstruos, hasta dejarlo solo en un lugar desconocido,
por poner únicamente dos ejemplos, .
El apego ansioso o
ansiedad de separación se ha relacionado con psicopatologías adultas como la
depresión y la agorafobia1, , e
indirectamente con el comportamiento violento o antisocial2.
Las similitudes de este
concepto con la dependencia emocional son evidentes; de hecho, en ésta se
presentan los tres subcomponentes fundamentales del
apego ansioso: temor a la pérdida de la figura vinculada, búsqueda de
proximidad, y protesta por la separación.
La diferencia entre el
apego ansioso y la dependencia emocional se basa en el enfoque excesivamente
conductual del primero, es decir, en que en su conceptualización
los fenómenos del apego y de la separación están minusvalorados afectivamente.
De hecho, las referencias explícitas a las emociones se producen cuando se
describe la reacción ante un apego exitoso (bienestar, alegría) o uno
frustrado (ansiedad, tristeza o ira)2, por lo que se echa en falta
una mayor relevancia del componente afectivo del vínculo. Bowlby
otorga una importancia excesiva a una separación puntual o al recuerdo de
amenazas de abandono, y sin duda la tienen, pero sólo si son un aspecto más
de unas relaciones familiares perturbadas o insatisfactorias. Autores
como M.Rutter han expuesto muy acertadamente que lo
patógeno no es en sí una separación temporal, sino la pérdida de vínculos
afectivos creados, y mucho más cuando no hay oportunidad para crear otros
nuevos o se producen situaciones de indefensión (peligros, soledad, entorno
desconocido). El mencionado autor llegó a la conclusión fundada empíricamente
de que tanto las experiencias repetidas de desamparo como la deficiente
calidad de la relación previa podían ser por sí mismas determinantes de la
ansiedad de que se produzca una separación, y por tanto del apego ansioso
posterior. Esto explicaría las diferencias individuales en las reacciones ante
la separación, observadas por el propio Bowlby.
El enfoque etológico
propugnado por este autor puede haber influido en esta perspectiva puramente observacional de acontecimientos y reacciones manifiestas,
minusvalorando los sentimientos subyacentes. La finalidad evolutiva de la
conducta de apego, según el citado autor, sería la del cuidado de la progenie y
protección contra los peligros, resultando suficiente para el niño la cercanía
de un adulto -siempre y cuando no tenga expectativas negativas al respecto,
como sucede cuando se han producido de hecho separaciones o amenazas-. En el
presente trabajo se sostiene que el vínculo afectivo presenta una segunda
finalidad biológica aparte de proporcionar seguridad, y es la de relacionar
emocionalmente a los individuos con el propósito de lograr una organización
social cohesionada, y es esta finalidad la que está directamente relacionada
con la dependencia emocional. Aquí la necesidad insatisfecha no es la de
protección y cuidado, única invocada en la teoría del apego, sino la de afecto,
y así lo demandan explícitamente las personas que sufren de carencias
emocionales. Las figuras vinculadas no son sólo "bases seguras"2.
En definitiva, nos
encontramos con que los dependientes emocionales siempre presentan apego
ansioso, pero lo contrario no es cierto, porque la ansiedad de separación se
puede dar también por otros motivos como la indefensión o la falta de capacidades
para desenvolverse en la vida cotidiana, como por ejemplo se produce en las
personas diagnosticadas de trastorno de la personalidad por dependencia (ver
más adelante).
Sociotropía
Desde hace tiempo se ha
observado que existen dos grandes tipos de estilos cognitivos en los pacientes
deprimidos: uno de ellos centrado en la dependencia interpersonal, la necesidad
imperiosa de afecto, o el temor y la sobrevaloración
del rechazo; el otro más independiente y perfeccionista, con rumiaciones sobre el fracaso o la inutilidad. Al primero de
los estilos cognitivos se le denominó "sociotropía"
y al segundo "autonomía", pasando después a considerarse como rasgos
de personalidad predisponentes a la depresión, que
interactuaban con eventos vitales que los pacientes percibían como estresantes
de acuerdo con sus creencias, , , y que poseían perfiles sintomatológicos
diferentes. En la sociotropía, los acontecimientos
desencadenantes estarían más ligados al rechazo, y en la autonomía a los logros
personales, . Podemos afirmar que la sociotropía ha tenido más aceptación y evidencia empírica
favorable que la autonomía, encontrándose en este constructo
hallazgos contradictorios sobre su validez6, 9,
, .
Sin duda, la sociotropía es uno de los conceptos más parecidos al que
estamos estudiando en el presente trabajo. Los lamentos y las creencias
subyacentes en un caso de depresión sociotrópica son
fieles exponentes del sufrimiento que puede llegar a padecer un dependiente
emocional, hasta el punto que podemos hablar de conceptos solapados. No
obstante, para cumplir con nuestro objetivo de situar a la dependencia
emocional donde le corresponde, no podemos considerarla únicamente como un
rasgo de personalidad que predispone a la depresión. Un concepto que ha de
tener relevancia propia no debe estar subordinado a otro; sería como concebir a
la evitación solamente como un rasgo que predispone a padecer ciertos
trastornos de ansiedad. Situar un rasgo de personalidad en la perspectiva
de la depresión trae como consecuencia descuidar su existencia en pacientes asintomáticos, al margen de que el término
"dependencia emocional" sea mucho más adecuado que el de "sociotropía" para dar cuenta de los componentes
fundamentales de necesidad y anhelo subyacentes.
Personalidad
autodestructiva
Desde el psicoanálisis
clásico se ha venido estudiando un tipo llamativo de carácter, en el que aparentemente
se busca el dolor y se niega la experimentación de sensaciones agradables o
placenteras. Desde su denominación original de "masoquista", esta
personalidad ha pasado a convertirse en "autodestructiva", con tal de
eliminar la supuesta necesidad de castigo o el placer en el dolor que se habían
sugerido como hipótesis etiológicas desde la tradición psicodinámica.
Actualmente este concepto se considera como un trastorno de la personalidad,
caracterizado por: mantenimiento de relaciones interpersonales de
subordinación; rechazo de ayuda o elogios; estado de ánimo disfórico
y/o ansioso; minusvaloración de los logros; tendencia
a emparejarse con personas explotadoras; escasa evitación del dolor; asunción
del papel de víctima; etc.. Además, poseen escasas
habilidades sociales como la asertividad, , tienden a padecer trastornos depresivos, su autoestima
es muy baja, y apenas experimentan placer en sus vidas, . De acuerdo con el
presente trabajo, se ha relacionado la personalidad autodestructiva con la
sociotropía17 y con apegos ansiosos.
El componente más afín de
este concepto con la dependencia emocional es, sin duda, el interpersonal. La
descripción de las relaciones de sumisión que llevan a cabo, el anhelo por
preservarlas a cualquier coste, o el emparejamiento con personas narcisistas y
explotadoras, son también la esencia de la dependencia emocional, que,
ciertamente, es autodestructiva. Otros rasgos son también comunes, como el
estado de ánimo disfórico o la pobre autoestima. No
obstante, existen otros componentes como la escasa evitación del dolor, el
rechazo de ayuda, o los comportamientos autopunitivos
y de "sabotaje interno", que no son propios del concepto objeto del
presente estudio.
Pero la diferencia más
fundamental, que se expone a continuación, es de perspectiva. Se han postulado
numerosas hipótesis para explicar este comportamiento, desde las
psicoanalíticas tradicionales sobre la génesis del masoquismo, hasta otras más
modernas de diversa procedencia teórica. Desde el conductismo se ha afirmado
que el comportamiento autodestructivo pudo haber sido reforzado con cuidados y
atención en la historia de estos sujetos, pero se ha encontrado que es más bien
todo lo contrario: cuando estas personas estaban enfermas recibían una mayor
desatención, inconsistencia y falta de cariño. Las hipótesis psicodinámicas más actuales giran en torno a la psicología
del self* , y se fundamentan en la necesidad crónicamente
insatisfecha de simbiosis con determinadas personas –objetos del self-, a efectos de reafirmar la
autoestima, . En el capítulo dedicado a las
hipótesis etiológicas nos detendremos en esta interesante propuesta. Desde un
punto de vista más ecléctico que integrador, Millon y
Davis especulan que los masoquistas -utilizando su
terminología- persisten en las situaciones de sufrimiento para acostumbrarse
mejor al dolor, expían sus culpas por deseos no reconocidos, y asocian el
sometimiento con la aceptación.
Como podemos observar,
muchas de las hipótesis parten del supuesto de que estos sujetos son
masoquistas (es decir, gozan del dolor) o por lo menos
"autodestructivos", término que continúa recordándonos su procedencia
psicoanalítica y que sigue teniendo connotaciones peyorativas, como la de
inculpar a la víctima. Como veremos más adelante, desde este trabajo se
proponen hipótesis etiológicas de naturaleza bastante diferente, quizá más
cercanas a las provenientes de la psicología del self,
y que se centran más en las graves carencias emocionales y en el mantenimiento
de pautas relacionales patogénicas como la idealización excesiva, la
subordinación a la persona encumbrada o la continua autoanulación
para congraciarse con ella. Los dependientes emocionales no tienen como fin
autodestruirse, y ni mucho menos gozan del dolor, sino que tienen una
autoestima deficiente, un sentimiento continuo de soledad y una insaciable
necesidad de afecto que les conducen a emparejarse con personas explotadoras,
que les maltratan y no les corresponden. Ésta es la diferencia fundamental
con la personalidad autodestructiva.
Codependencia
Este concepto, un tanto
confuso, se creó para dar cuenta de las diversas perturbaciones emocionales que
ocurrían en las parejas de personas con trastornos relacionados con sustancias.
Aunque no se puede definir claramente un patrón de personalidad codependiente, sí existen ciertas características identificativas de estas personas: se obsesionan y
preocupan más del trastorno relacionado con sustancias –generalmente
alcoholismo y toxicomanías- que la propia persona que lo padece, con la
consiguiente necesidad de control de su comportamiento, ; presentan una gran comorbilidad con trastornos del eje I; se descuidan o
autoanulan28, ; tienen baja autoconfianza
y autoestima26, 28, ; y se involucran continuamente en
relaciones de pareja dañinas y abusivas29.
Aparentemente, los
paralelismos con la dependencia emocional son incuestionables: baja autoestima,
subordinación, desarrollo de relaciones interpersonales destructivas, temor al
abandono, o falta de límites del ego. No obstante, analizando más en
profundidad este concepto,
surgen algunas discrepancias. La primera
es de perspectiva, y es que la codependencia está
condicionada por otra persona, generalmente un alcohólico o un toxicómano,
aunque también se haya extrapolado este concepto a otras situaciones como la
convivencia con enfermos crónicos. Los dependientes emocionales no están
vinculados necesariamente con personas que sufran enfermedades o condiciones
estresantes crónicas como las mencionadas, e incluso pueden estar solos. El
concepto de codependencia se sitúa en la perspectiva
de los trastornos relacionados con sustancias.
La segunda diferencia es
de contenido. Aunque, como hemos dicho, no podemos configurar un patrón
homogéneo de la personalidad de los codependientes,
sí es frecuente en ellos la autoanulación para
entregarse y cuidar a la persona con problemas. Ciertamente, un dependiente emocional
puede realizar los mismos actos, pero con una diferencia notable de fondo:
lo hará únicamente para asegurarse la preservación de la relación, y no por
esa continua entrega y preocupación por el otro que caracteriza a los codependientes. Podríamos calificar a los codependientes como abnegados, siendo sus motivos
altruistas aun con una desatención patológica hacia sus propias necesidades;
estando el dependiente emocional en el caso opuesto, centrado únicamente en sus
gigantescas demandas emocionales. Cuidar y entregarse sería un fin para el codependiente, y sólo un medio para el dependiente
emocional. En todo caso, al no tratarse de una diferencia lo suficientemente
manifiesta, muchos dependientes emocionales emparejados con personas
alcohólicas o toxicómanas habrán sido calificados como "codependientes", motivo por el cual se incluye este
concepto en la revisión de términos afines.
Adicción al amor
Conceptualmente, podemos
equiparar la adicción amorosa con la dependencia emocional. Se trata de una de
las nuevas "adicciones sin sustancias", aunque es posiblemente tan
antigua como el propio ser humano. Algunos trabajos han estudiado este fenómeno
comparándolo con el modelo tradicional de los trastornos relacionados con sustancias,
, encontrando numerosas coincidencias que han justificado su denominación de
"adicción": necesidad irresistible ("craving")
de tener pareja y de estar con ella; priorización de
la persona objeto de la adicción con respecto a cualquier otra actividad;
preocupación constante por acceder a ella en caso de no encontrarse presente
("dependencia"); sufrimiento que puede ser devastador en caso
de ruptura ("abstinencia"), con episodios depresivos o
ansiosos, pérdida aún mayor de autoestima, hostilidad, sensación de fracaso,
etc.; y utilización de la adicción para compensar necesidades psicológicas.
Como hemos dicho, la
equivalencia de contenido con la dependencia emocional es total. No podemos
afirmar lo mismo en el caso de la perspectiva de ambos conceptos, y es que en
la adicción amorosa el punto de vista se focaliza en
las relaciones interpersonales, es decir, en la existencia de una dependencia
real hacia un objeto de adicción: la pareja. En este momento reiteramos lo
expuesto en la revisión de la codependencia, y es que
el dependiente emocional no necesariamente tiene que estar involucrado en una
relación para serlo. Podemos clarificar esta matización manifestando que el
dependiente emocional puede estar "asintomático" -entendiendo la
adicción como el síntoma- pero por supuesto continuar siéndolo, y que sólo se
convertirá en un adicto al amor cuando esté involucrado en una de sus numerosas
relaciones destructivas. Esta diferencia de perspectiva es fundamental, porque
si se nos presenta en la consulta una persona con tendencia a ser "adicta
al amor" pero que actualmente se encuentra sola, quizá pensemos que nos
baste con una prevención de recaídas dentro de un planteamiento
cognitivo-conductual (por otra parte, totalmente indicado para cualquier otra
adicción con o sin sustancias); mientras que si entendemos al paciente como a
un dependiente emocional, enfocaremos la intervención en la comprensión y
reestructuración de su personalidad, utilizando técnicas interpersonales, psicodinámicas, o de reestructuración cognitiva sobre sus
creencias nucleares.
Conclusiones
No cabe duda de que estos
conceptos se solapan en gran medida con la dependencia emocional y entre ellos
mismos17, 32, pero en ningún caso podemos afirmar que
sean sinónimos o totalmente equivalentes. Se han detallado las diferencias
existentes con el propósito de delimitar el concepto objeto del presente
estudio, matizando si éstas eran de contenido (comportamiento derrotista y
búsqueda del dolor -personalidad autodestructiva-, abnegación –codependencia-) o de perspectiva de estudio (subordinación
a trastornos depresivos –sociotropía-, influencia de
determinados presupuestos etiológicos y connotaciones peyorativas del término
–personalidad autodestructiva-, enfoque prioritariamente conductual –apego ansioso-
o existencia imprescindible de otra persona, sea dependiente de sustancias u
objeto de adicción –codependencia y adicción amorosa
respectivamente-). Siendo estos conceptos importantes y necesarios, en el
presente trabajo se señala la necesidad de la creación de uno específico para
la dependencia emocional, que nos proporcione a los profesionales de la salud
mental un adecuado marco de referencia para la comprensión y tratamiento de
este fenómeno psicopatológico.
3.- CARACTERÍSTICAS DE
LA DEPENDENCIA EMOCIONAL.
Como se ha indicado, se
define la dependencia emocional como un patrón crónico de demandas afectivas
frustradas, que buscan desesperadamente satisfacerse mediante relaciones
interpersonales estrechas. No obstante, como expondremos más adelante, esta
búsqueda está destinada al fracaso, o, en el mejor de los casos, al logro de un
equilibrio precario. A continuación detallaremos las características que posee
este constructo, clasificadas en diferentes ámbitos.
Es preciso recordar en este momento que lo que conocemos sobre las
características y la etiología de la dependencia emocional proviene del
análisis de los conceptos afines antes reseñados –sobre todo aquéllos similares
en su contenido-, y por supuesto de la experiencia clínica con estos pacientes.
Relaciones
interpersonales
En este apartado nos
centraremos en las relaciones de pareja por ser las más representativas, aunque
gran parte de lo expuesto sobre éstas se puede extrapolar perfectamente a
otras, con las lógicas diferencias de la significación que tengan para el
individuo. Por ejemplo, un dependiente emocional puede tener pautas similares
de interacción con un amigo y con su pareja, pero la intensidad de
sentimientos, pensamientos y comportamiento será menor.
Para describir las
relaciones que llevan a cabo estas personas, nos apoyaremos parcialmente en el
trabajo de B.Schaeffer sobre los adictos al amor33
y en las interacciones que se producen en la personalidad autodestructiva.
Éstas son las
características de las relaciones interpersonales, especialmente de pareja, de
los dependientes emocionales:
Por
supuesto, a medida que el vínculo es más relevante la necesidad es mayor, pero
también hay cierta preocupación por "caer bien" incluso a desconocidos.
Lo excesivo de esta necesidad genera en ocasiones rumiaciones
sobre su aceptación por un determinado grupo, empeños en tener una buena
apariencia, o demandas más o menos explícitas de atención y afecto.
Éste
es uno de los rasgos más molestos en estas personas, motivo frecuente de
enfados y rupturas. La necesidad de la pareja (o del amigo, hijo...) es
realmente una dependencia como se produce en las adicciones, lo que
genera que el otro sujeto se sienta con frecuencia invadido o absorbido. El
dependiente emocional quiere disponer continuamente de la presencia de la otra
persona como si estuviera "enganchado" a ella, aspecto comportamentalmente similar al apego ansioso. Llamará
continuamente a su pareja al trabajo, le pedirá que renuncie a su vida privada
para estar más tiempo juntos, demandará de ella
atención exclusiva y todavía le parecerá insuficiente, etc. No debemos perder
de vista que el motivo subyacente no es la posesión o el dominio, sino la tremenda
necesidad afectiva de estos individuos. En cualquier caso, es comprensible la
sensación de agobio que produce en sus parejas.
En
sus trabajos sobre la adicción al amor, Schaeffer
compara este fenómeno con la intoxicación de los alcohólicos o
drogodependientes. Posiblemente, son de los pocos momentos verdaderamente
felices de su vida: cuando empiezan una relación o al menos tienen
posibilidades de que esto ocurra. La excesiva euforia que manifiestan se
refleja en expectativas irreales de formar pareja con alguien a quien no
conocen bien, o en su injustificado encumbramiento.
Esta
característica ha sido muy estudiada en la investigación sobre la personalidad
autodestructiva. Su pobre autoestima, y la elección frecuente de parejas
explotadoras (ver más adelante el apartado sobre la "elección de
objeto") conducen al dependiente emocional a una continua y progresiva
degradación. Tienen que soportar desprecios y humillaciones, no reciben
verdadero afecto, en ocasiones pueden sufrir maltrato emocional y físico,
observan continuamente cómo sus gustos e intereses son relegados a un segundo
plano, renuncian a su orgullo o a sus ideales, etc. Su papel se basa en
complacer el inagotable narcisismo de sus parejas, pero lo asumen siempre y
cuando sirva para preservar la relación.
Es
importante diferenciar la subordinación altruista, que puede darse en
personalidades abnegadas o en codependientes, de la
egoísta, que es la que aparece aquí. Los dependientes emocionales se dan
para recibir por su terrible anhelo de mantener la relación, igual que el
jugador patológico gasta todos sus ahorros por la irresistible necesidad de
continuar jugando.
Hemos
comentado que los pocos momentos de felicidad se producen ante la posibilidad
de iniciar una relación, y es que las enormes expectativas que despierta no se
ven luego cumplidas. Las parejas que forman suelen ser tan insatisfactorias
como patológicas porque no se produce intercambio recíproco de afecto,
responsable del incremento de la autoestima y de la calidad de vida de sus
componentes. No obstante, estas personas están tan poco acostumbradas a
quererse y a ser queridas que no esperan cariño de su pareja, simplemente se
enganchan obsesivamente a ella y persisten en la relación por muy frustrante
que ésta sea. Como veremos más adelante, necesitan tremendamente de otra
persona, pero en realidad no conocen lo que demandan porque nunca lo han
disfrutado de manera adecuada: afecto.
Tras
todo lo expuesto, es inevitable que antes o después devenga una ruptura, aunque
curiosamente no parta del dependiente emocional, sino de su pareja narcisista
que, como veremos más adelante, busca a una nueva persona que le rinda
pleitesía. A esto puede contribuir el comportamiento excesivamente apegado de
la persona con necesidades emocionales, su estado de ánimo ansioso y disfórico, el paradójico desprecio del narcisista hacia la
persona que se somete, etc.
A
pesar de lo patológico e insatisfactorio de este tipo de relaciones, el trauma
que supone la ruptura es verdaderamente devastador, y constituye con frecuencia
el acontecimiento precipitante de episodios depresivos mayores –aquí
situaríamos a la depresión sociotrópica- u otras
psicopatologías. No obstante, "el periodo de abstinencia" les conduce
a buscar de nuevo otra pareja, y así se forma un auténtico círculo vicioso.
Su
baja autoestima y constante necesidad de agradar impide que desarrollen una
adecuada asertividad. Además, si su demanda de
atención hacia otra persona alcanza ciertos límites, pueden manifestarla sin
importarles demasiado la situación o las circunstancias, mostrando así falta de
empatía. Por ejemplo, un individuo con dependencia emocional puede enfadarse
con un amigo porque no va a visitarle, aunque éste argumente que al día
siguiente tiene un examen de oposición muy importante.
Autoestima
Si
existe un denominador común en todos los conceptos afines reseñados con
anterioridad, es la baja autoestima y autoconfianza18, 25,
30, 33, , . Estos sujetos no se
quieren porque durante su vida no han sido queridos ni valorados por sus
personas significativas, sin dejar por este motivo de estar vinculados a
ellas.
Consecuentemente,
el autoconcepto es también pobre, y en numerosas
ocasiones no se corresponde con la realidad objetiva del individuo a causa de
su continua minusvaloración. Tienen, en general, una autoimagen de perdedores que minimiza o ignora lo positivo
de ellos mismos y de sus vidas.
Estado de ánimo y comorbilidad
La razón de unir en un
mismo epígrafe estos dos ámbitos es que están enormemente relacionados, ya que
el estado anímico y sus fluctuaciones determinan en gran medida las frecuentes comorbilidades que se producen.
Su
expresión facial y su humor denotan una tristeza honda y arraigada, con lógicas
fluctuaciones. Cuando sufren preocupaciones suelen girar en torno a una
separación temida (ansiedad de separación) o a sentimientos de desvalimiento
emocional y vacío, más frecuentes cuando no están inmersos en relaciones
estrechas. Dichos estados anímicos están generados por la baja autoestima y las
necesidades emocionales crónicamente insatisfechas, sin contar con los efectos
de las circunstancias adversas que atraviesan al emparejarse con sujetos
narcisistas y explotadores.
Todos
los conceptos afines revisados presentan un patrón similar de comorbilidades, pero entre ellos destaca la sociotropía, creado desde la perspectiva de los trastornos
depresivos. Los dependientes emocionales presentan con frecuencia episodios
depresivos cuando se rompe una relación, por muy patológica e insatisfactoria
que ésta sea, y así surgió el concepto de depresión sociotrópica.
En
los periodos en que sus relaciones corren grave peligro de romperse pueden
llegar a padecer trastornos por ansiedad, con el riesgo consiguiente de abuso y
dependencia de sustancias tales como tranquilizantes, alcohol, etc.
Más
adelante propondremos la dependencia emocional como un trastorno de la
personalidad, y como tal es común la presencia simultánea total o parcial de
otros síndromes del Eje II. Entre ellos podemos destacar los trastornos de la
personalidad por evitación o histriónico.
Elección de objeto
Este término, proveniente
del psicoanálisis, denota los rasgos que una persona busca en otra para
vincularse con ella, y suele utilizarse en el contexto de las relaciones
amorosas, como haremos en el presente trabajo. Las parejas u
"objetos" hacia los que tienden los dependientes emocionales se
caracterizan por:
Los
dependientes emocionales no son muy selectivos a causa de sus necesidades
acuciantes, pero si rastreamos factores comunes en la aparente heterogeneidad
de sus objetos, encontramos uno que destaca especialmente: todos tienen una
férrea autoestima, en muchas ocasiones superior a la media. Con frecuencia,
este rasgo arrastra una serie de implicaciones como el narcisismo y la
dominación que se detallarán más adelante dentro de este mismo apartado. Lo que
en este momento nos importa es que su posición "superior" con
respecto a las demás personas, y sobre todo si éstas
son de pobre autoestima como sucede con los dependientes emocionales, les
convierte en individuos especialmente susceptibles de idealización.
Hemos
comentado que las personas con graves necesidades afectivas realmente no
esperan ni buscan cariño porque nunca lo han recibido –ni siquiera de sí
mismas-, y podemos añadir ahora que tampoco están capacitadas para darlo por el
mismo motivo, simplemente se apegan obsesivamente a un objeto al que idealizan.
¿Por qué sólo se interesan por objetos "idealizables"?
Porque su deficiente autoestima provoca en ellas un estado de fascinación
cuando encuentran a una persona tremendamente segura de sí misma, con
cierto éxito o capacidades (aunque muchas veces sean más supuestas que reales),
y que observa al resto del mundo "desde las alturas". Las personas
con mayor equilibrio emocional buscan objetos similares para establecer
relaciones simétricas, pero en las dependientes sucede todo lo contrario, creen
ver a su salvador en los objetos que poseen todo lo que les falta a ellas: amor
propio.
Aunque
excede los propósitos del presente estudio, debemos señalar que es un fenómeno
similar al de los ídolos y fans en la adolescencia:
fascinación ante objetos susceptibles de encumbramiento por poseer
características que los distinguen de los comunes. Los dependientes
emocionales entienden el amor como apego, sumisión y admiración al objeto
idealizado, y no como un intercambio recíproco de afecto.
En
sus trabajos con individuos con perturbaciones del self,
H.Kohut describe una interacción similar entre
paciente y terapeuta: la transferencia idealizadora. En su teoría sobre el
narcisismo, entendido en un sentido evolutivo, afirma que para poseer una sana
autoestima el niño debe internalizar a un objeto (objeto
del self) que sea idealizable
y que al mismo tiempo le elogie. A juicio de este autor, los pacientes con
transferencia idealizadora han carecido de un objeto del self
idealizado, y por eso ensalzan al terapeuta y a otras personas. En sus
palabras, están "hambrientos de ideal". Volveremos sobre este autor
en el capítulo sobre hipótesis etiológicas.
Como
hemos mencionado, los objetos generalmente elegidos por los dependientes
emocionales son en muchas ocasiones ególatras, narcisistas y manipuladores.
Carecen de empatía y afecto, creen que poseen privilegios y habilidades fuera
de lo común, y que los demás deberían estar continuamente alabándoles y
concediendo prerrogativas. El carácter sumiso y torturado del dependiente
emocional no hace más que potenciar y perpetuar estos rasgos. No hay que
olvidar que las diferencias reales entre ambos componentes de la pareja son de
autoestima, pudiendo darse la paradoja de que el dependiente emocional posea
capacidades y habilidades superiores a las de su objeto, aunque ninguno de los
dos lo reconozca así. La sobrevaloración de un polo
se complementa a la perfección con la minusvaloración
del otro.
Desde
un marco conceptual diferente, O.Kernberg manifiesta
al referirse a la personalidad depresivo-masoquista (equivalente a la
personalidad autodestructiva) que sus objetos predilectos son sádicos e
inaccesibles, y Glickauf-Hugues
y Wells24 señalan, para este mismo tipo de personalidad, que tienden
a escoger objetos con estructuras narcisistas y límites a los que idealizan.
Con
todas las características expuestas anteriormente, nos damos cuenta de que con
muchísima frecuencia los dependientes emocionales se involucran en relaciones
asimétricas, asumiendo ellos la posición subordinada y los objetos la
dominante. Los caracteres narcisistas se distinguen por su fatuidad, deseo de
elogios y desprecio hacia los demás. Los dependientes emocionales son su objeto
perfecto: se someten con tal de preservar la relación; no les "hacen
sombra" por su baja autoestima; les admiran continuamente, ignorando sus
defectos y ensalzando sus virtudes; soportan e incluso aceptan como normales
los desprecios y humillaciones sistemáticas que sufren por su parte; les sirven
para consolidar su posición de superioridad con respecto al mundo; etc. A este
respecto, autores como Schaeffer33 afirman que los adictos al amor
poseen unas "débiles fronteras del ego", aseveración que aquí se
suscribe únicamente por su valor descriptivo y metafórico. Lo cierto es que
presenciar cómo una persona puede infravalorarse y subordinarse tanto a otra,
llegando en ocasiones a perder su identidad y criterios personales, justifica
plenamente este tipo de afirmaciones.
4.- HIPÓTESIS
ETIOLÓGICAS.
Como se indica en el
mismo epígrafe, los factores etiopatogénicos
expuestos en este capítulo son de naturaleza hipotética; ahora bien, poseen una
incuestionable base empírica fruto de la investigación de los conceptos afines
revisados, los trabajos efectuados con estos pacientes desde determinadas
corrientes psicodinámicas, y la experiencia clínica.
Factores causales
A efectos de claridad
expositiva, se dividirá este apartado en tres subapartados.
Los dos primeros tratarán de explicar el origen de la dependencia emocional
desde el punto de vista que se sostiene en el presente trabajo. En el tercer subapartado se expondrán de forma crítica y comparativa los
planteamientos psicodinámicos más influyentes, por
tratarse de la corriente psicológica más preocupada en el estudio de estos
pacientes.
Puede llamar la atención
la no inclusión de factores genéticos dentro de los causales. Actualmente se
considera obsoleto cualquier posicionamiento extremista genético vs. ambiental, abogándose por una concepción interaccionista
del ser humano en la que el patrimonio genético y el entorno se afectan
recíprocamente. Un ejemplo indiscutible de la naturaleza interactiva
genético-ambiental del ser humano es la inteligencia. Desde este trabajo se
suscribe en su totalidad este posicionamiento, siendo el único motivo de la
mencionada exclusión la falta de información al respecto en la literatura
científica actual. Igualmente, y debido a la propia naturaleza de nuestro
objeto de estudio, se considera que los factores ambientales son condición
necesaria para el desarrollo de la dependencia emocional.
De
acuerdo con Millon y Davis25 y multitud de
autores y corrientes psicológicas, las experiencias tempranas* juegan un papel trascendental en la constitución psicobiológica del individuo. Con el paso de los años, las
experiencias posteriores se asimilarán fundamentándose en las iniciales, y a su
vez el sujeto se acomodará adaptativamente a dicha
información reciente. El concepto de "esquema", creado por la psicología
cognitiva, da cuenta de este intercambio recíproco entre información pretérita
y reciente. Un esquema es un patrón interiorizado fruto de experiencias
iniciales, que sirve de base para el aprendizaje de las posteriores y que es
susceptible de modificación por éstas. Como veremos cuando expongamos los
factores mantenedores, se ha extendido la utilización de los
"esquemas" al ámbito afectivo e interpersonal.
¿Cómo
han sido estas primeras experiencias afectivas en los dependientes emocionales?
Podríamos etiquetarlas como frustrantes, insatisfactorias, frías,
menospreciadoras, etc., y sólo tendríamos una remota idea de lo que significa
para estos sujetos no ser adecuadamente queridos y valorados por sus personas
significativas, aunque lo anhelaran con todas sus fuerzas. En cualquier
caso, su existencia torturada y las profundas necesidades emocionales que no
dudan en exteriorizar, nos sirven para aproximarnos a sus sentimientos y a su
historia. Consecuentemente, estas primeras experiencias han ido conformando
esquemas cognitivos y emocionales como el pobre autoconcepto,
la idealización de los objetos, la búsqueda de las necesidades insatisfechas en
dichos objetos, la sumisión como estrategia -coherente con la baja autoestima-
para evitar el abandono, la idea de amor como apego obsesivo y admiración en
lugar de como un intercambio recíproco de afecto, etc.
En
los estudios sobre los conceptos afines revisados, se llega a las mismas
conclusiones sobre la naturaleza de estas carencias afectivas tempranas. Refiriéndose
al apego ansioso, Rutter5 afirma que éste es mayor cuando las
relaciones previas con el objeto apegado son perturbadoras e insatisfactorias.
Por ejemplo, la repulsión y los rechazos maternos hacen incrementar y no
disminuir la conducta de apego, y la ansiedad tras una separación es mayor si
la relación precedente es negativa. En este mismo sentido pero dentro de su
particular marco teórico, Bowlby2 considera que una "base
segura" en la niñez, entendida como la presencia y accesibilidad de
figuras adultas, es condición básica para la autoestima y autoconfianza.
En sus trabajos sobre la adicción al amor, Schaeffer33 manifiesta
que estas personas tratan de cubrir con su dependencia necesidades
insatisfechas durante su infancia. Finalmente, diversos estudios sobre las
experiencias vitales tempranas de las personas autodestructivas llegan a las
mismas conclusiones: Williams y Schill21
informaron que la crianza de dichas personas fue descrita por ellas mismas como
ambivalente, fría y rechazante; y Glickauf-Hugues y Wells24 aseveran que el ambiente de su
niñez fue errático y frustrante.
Con
lo expuesto hasta el momento, se puede objetar que dichas carencias afectivas
no son exclusivas de los dependientes emocionales, y que las podemos encontrar
incluso más graves y con existencia de abusos de todo tipo en la historia de
pacientes límite y antisociales. Quizá llama más la atención la ostensible
diferencia que existe entre los dependientes emocionales y las personalidades antisociales,
y es que los primeros mantienen su capacidad para vincularse con los demás,
mientras que los segundos la tienen gravemente menoscabada.
Vamos
a intentar explicar el porqué de esta diferencia, dejando de lado la
incuestionable influencia de factores biológicos, socioculturales y de
aprendizaje que se produce en el comportamiento antisocial. Comenzaremos
apoyándonos en un concepto de la teoría de Bowlby: el
desapego1, 2. Éste se produce en los niños cuando se
reencuentran con el padre o la madre después de una separación significativa, y
consiste en un comportamiento activo de rechazo, acompañado de sentimientos de
rencor, disgusto y desprecio. Dependiendo de la intensidad de la mencionada
separación –y de la calidad de la relación previa, añadimos nosotros-, el desapego durará más o menos tiempo.
Lo
que este concepto de Bowlby nos indica es que los
vínculos tempranos con los padres u otras personas significativas se pueden
romper temporal e incluso permanentemente, y que esta ruptura está acompañada
de una profunda ira. Matizando la naturaleza de dicha ruptura, insistimos en
que no es imprescindible una separación para que se produzca el desapego, puede existir presencia física pero no emocional
de los padres, por no hablar de negligencia, malos tratos, etc. La desvinculación* , que es como preferimos denominar
a este fenómeno para incidir en su esencia afectiva, y la agresividad
consiguiente, pueden quedar grabadas constituyéndose como esquemas prioritarios
de relación interpersonal. Sin duda alguna esto es lo que sucede con las
personalidades antisociales, y lo que explicaría su insensibilidad hacia los
demás, su prepotencia y la rabia descomunal que esconden y por desgracia muchas
veces manifiestan.
Abundando
sobre esta cuestión, Rutter5 afirma con apoyo empírico que las
personalidades antisociales tienen una historia característica de ruptura
de vínculos previamente formados, por pobres e inestables que éstos fueran.
Añade que los psicópatas presentan una peculiaridad adicional, y es que nunca
han tenido las condiciones adecuadas para poder formar vínculos, ni siquiera
insatisfactorios y patológicos como en los caracteres antisociales. Aludiendo
al fenómeno de la psicopatía, especula sobre posibles periodos críticos para la
formación de vínculos, tema que excede los fines del presente trabajo.
Si
las personas antisociales han conseguido desvincularse en mayor o menor medida,
¿por qué los dependientes emocionales no lo han hecho? En principio, parece que
la gravedad de las carencias afectivas no ha sido tan pronunciada. De hecho,
los adjetivos que hemos utilizado en el subapartado
anterior refiriéndonos a sus experiencias tempranas han sido "frías",
"rechazantes", "ambivalentes" o
"erráticas". Además, las familias de origen no están tan
desestructuradas, prueba de ello es que no son comunes los abandonos graves,
las negligencias, los abusos sexuales, físicos, etc. De esto deducimos que la
desvinculación que se produce en las personas antisociales es fruto de lo
peculiar de su entorno, de sus experiencias adversas, y de sus vínculos tan
frágiles y precarios, y hasta podemos calificarla de reacción adaptativa, al menos mientras se producen dichas
condiciones. Sin embargo, los dependientes emocionales han mantenido la
vinculación, aun siendo insatisfactoria.
Al
margen de no haber sufrido unas experiencias tan terribles, un segundo factor
que juega en contra de la desvinculación es la baja autoestima. A veces
tratamos con pacientes que, después de estar hundidos por una frustración
emocional –por ejemplo, un desengaño amoroso-, recuperan su autoestima e
inmediatamente incrementan su desvinculación, acompañada de rencor y desprecio.
Es como si el sustento en uno mismo hiciera falta para ser capaz de separarse
emocionalmente de los demás* ;
pero para esto es imprescindible poseer una autoestima con un mínimo de
consistencia, hecho que no sucede en los dependientes emocionales.
Así,
sugerimos que las experiencias afectivas tempranas de los dependientes
emocionales no son lo suficientemente negativas como para provocar una
desvinculación severa; ni lo suficientemente positivas como para posibilitar
una autoestima mínimamente consistente. Desde
siempre, mantienen sus vínculos hacia personas insatisfactorias emocionalmente.
Los dependientes
emocionales aparecen con mucha frecuencia en la literatura psicoanalítica desde
su inicio, adoptando distintas formas o denominaciones: "personalidad
masoquista", "perturbación narcisista", "self fragmentado", etc. En este subapartado
nos centraremos únicamente en las corrientes más ambientalistas dentro del
psicoanálisis, que son la escuela británica de las relaciones objetales (Fairbairn, Winnicott, Guntrip, Balint, etc.) y la psicología del self
(Kohut). Por considerarlos menos interesantes, no se
tratarán postulados psicoanalíticos clásicos sobre este tema como la noción de
un masoquismo primario, o como la hipótesis de un superyó
tiránico que conduce al sujeto a una necesidad constante de castigo;
igualmente, se obviarán las especulaciones kleinianas
como la introyección de pulsiones destructivas
dirigidas hacia los objetos, o la teoría de M.Mahler
sobre conflictos en la separación-individuación.
A medio camino entre los
planteamientos más clásicos y la teoría kleiniana, D.W.Winnicott fue uno de los primeros analistas que aceptó
la decisiva influencia de la presencia y afecto paternos en las fases más tempranas del sujeto. Las "relaciones objetales" (o relaciones interpersonales, si no
utilizamos terminología psicoanalítica) de las que hablaba eran reales, y no
sólo
fantaseadas como propugnaba M.Klein. De esta manera, consideraba condición etiológica
básica la falta de un "ambiente facilitador"
o "entorno suficientemente bueno", en el que la madre ejerciera su
función de "sostén" (holding), entendido en sus dos vertientes
de protección
y de afecto. Una segunda
contribución de Winnicott muy relacionada con
nuestras hipótesis etiológicas es su descripción de "la capacidad para
estar solo", requisito necesario para el establecimiento de la autoestima
y de unas relaciones emocionales sanas. Según el citado autor, esta capacidad
se adquiere por la internalización de la función de
sostén materna, de tal forma que "la capacidad para estar solo se basa en
la experiencia de estar solo en presencia de alguien"42, es
decir, estar solo pero al mismo tiempo acompañado de objetos interiorizados
gratificantes. Nosotros añadimos que lo contrario ocurre, por ejemplo, con los
dependientes emocionales: cuando están solos no están acompañados, sino que
sienten con más intensidad su vacío y su necesidad.
Perteneciente también al
grupo británico de las relaciones objetales, M.Balint estudió a pacientes cuyos problemas no
correspondían al ámbito edípico, claro foco de
atención del psicoanálisis freudiano, sino al de "la falta básica".
Muy acertadamente, y desmarcándose de los posicionamientos más ortodoxos, no
calificó este periodo como de "preedípico"
o "pregenital" con tal de enfatizar su
componente afectivo-interpersonal. Este autor afirmaba que existían pacientes
con graves perturbaciones emocionales que habían carecido en sus primeros años
de vida de relaciones objetales reales
gratificantes, y que la esencia de su patología no era el conflicto, como
sucede según estos planteamientos en las psiconeurosis, sino una falta, la
"falta básica"41. Estos pacientes sufrían en su
tratamiento una "regresión maligna", que les provocaba una avidez
descomunal de afecto, un deseo de fusión con el analista para que cubriera su
falta, reacciones de cólera y desesperación si no se satisfacían sus anhelos, etc.. La similitud de estos fenómenos transferenciales
con las pautas de interacción propias de los dependientes emocionales es
evidente.
El gran mérito del grupo
británico de las relaciones objetales es acentuar el
papel patógeno de las carencias afectivas y de las experiencias adversas
tempranas, es decir, adoptar una postura con mayor carga ambientalista que la
propugnada por Freud o sobre todo M.Klein.
La crítica que se puede efectuar es que no profundizan lo suficiente en estos
fenómenos, ni sistematizan sus hallazgos. Por ejemplo, Winnicott
afirma que la carencia de un ambiente lo suficientemente bueno puede provocar
psicosis o psicopatía, pero no detalla ni cómo ni por qué sólo se producirían
estas dos condiciones patológicas, o cuándo se daría una y cuándo la otra. Balint no efectúa una descripción exhaustiva de los
pacientes con "falta básica", ni relata con el suficiente detalle sus
historias obtenidas mediante el psicoanálisis. Por otra parte, aunque estamos
totalmente de acuerdo en el papel patógeno fundamental de las carencias
tempranas, señalamos igualmente que los determinantes de la dependencia
emocional –en este caso, aunque podríamos generalizar a otros trastornos- no se
limitan a ese periodo, sino que continúan en fases posteriores como la niñez y
la adolescencia, y por desgracia se perpetúan en la adultez, como veremos en el
apartado sobre "factores mantenedores".
Continuando con nuestra
revisión, surge a principios de la década de los 70 una nueva corriente dentro
del psicoanálisis: la psicología del self41. Su creador, H.Kohut37, 38, ,
elaboró una teoría que acabaría subordinando los postulados clásicos del
complejo de Edipo, la regresión o los conflictos, a los suyos propios
fundamentados en la constitución del narcisismo. Este autor afirmaba que para
la adquisición de un narcisismo o autoestima saludable es necesaria la
intervención real de los padres o personas significativas al cuidado del
niño, llamadas por él "objetos del self".
Esta denominación nos indica el carácter constitutivo que para Kohut tienen las personas más significativas durante la
infancia, en tanto son objetos imprescindibles para el desarrollo del self o individuo. Dichos objetos deben poseer la suficiente
empatía como para advertir las necesidades del niño y sus deseos de ser
elogiado cada vez que logra un avance en su desarrollo, o de ser aplaudido
cuando sonríe o hace una gracia, es decir, tienen que cumplir una función
especular que alimente su incipiente narcisismo y sus fantasías de
omnipotencia infantiles. Al mismo tiempo, deben servir de modelos a seguir para
que el niño les admire, cumpliendo así su función idealizadora. Estas
dos funciones de los objetos del self las incorpora
el niño mediante el proceso de "internalización
transmutadora", que posibilita la
adquisición de un narcisismo equilibrado, y, por tanto, de una estructura del self cohesionada y normal.
Ahora bien, ¿qué es lo
que sucede cuando los objetos del self no cumplen adecuadamente
con alguna de estas dos funciones? La respuesta es que se generan condiciones
patológicas en el área narcisista de la personalidad, o dicho de otra manera,
"perturbaciones narcisistas". Kohut las
atribuye a la falta de empatía de los padres o personas significativas a cargo
del niño, con su consiguiente desequilibrio entre las necesidades frustradas de
éste: idealización o grandiosidad. Simplificando, podemos aseverar basándonos
en la teoría del citado autor que el deseo insatisfecho de grandiosidad, que
debería haber sido cubierto por la especularidad de
los objetos del self, conduce a lo que ahora
denominamos "trastorno narcisista de la personalidad", o sea,
autoestima exagerada, deseo de alabanzas, ausencia de empatía e
hipersensibilidad a la crítica. Aquí, en palabras del autor, el sujeto estaría
"hambriento de espejo", buscando continuamente personas que le
admiren como no hicieron sus objetos del self. Por
otra parte, el deseo insatisfecho de idealización produciría un cuadro clínico
similar al que hemos definido en el presente artículo para la dependencia
emocional: depresión difusa, autoestima muy baja, deseos de agradar,
vulnerabilidad ante las críticas, sensación de vacío, anhelo profundo de
interés y afecto por parte de los demás, graves perturbaciones en caso de
rupturas sentimentales, etc. En "Análisis del self"37,
Kohut describe un caso de estas características, en
el que el sujeto (el Sr. A) está "hambriento de ideal".
Por tratar el tema que
nos ocupa, profundizaremos en este segundo tipo de perturbaciones narcisistas
descrito por Kohut. Estas personas desarrollan en su
análisis una "transferencia idealizadora", es decir, que
siguen con su terapeuta los mismos patrones de interacción que con sus objetos
más significativos (observaremos que Balint llegó a
la misma conclusión cuando se refirió a la "regresión maligna"). El
origen de esta perturbación narcisista se fundamenta en que los objetos del self no han cumplido adecuadamente su función idealizadora,
es decir, estos sujetos no han tenido unos padres susceptibles de modelo y
admiración, ya sea por fracasos o por cualquier tipo de desilusión con respecto
a ellos. En consecuencia, su self se verá
profundamente alterado, apareciendo la baja autoestima y la búsqueda en la
adultez de objetos del self que compensen las
necesidades frustradas de idealización.
¿Qué paralelismos
encontramos entre las características e hipótesis etiológicas de la dependencia
emocional, expuestas en el presente artículo, con la teoría de Kohut? Sin duda alguna, muchos. En primer lugar, se
confiere una importancia trascendental al papel de los padres o personas
significativas en el desarrollo emocional de los individuos. Los objetos del self deben ejercer adecuadamente sus funciones, de lo
contrario no se internalizarían y no se constituirían
estructuras sanas y cohesionadas en el individuo. La psicología del self es claramente interactiva en su concepto del ser
humano, y habla de carencias ambientales en fases tempranas de la misma forma
que se hace en el presente trabajo. En segundo lugar, se subraya la influencia
que ejerce la baja autoestima en la génesis y mantenimiento de este tipo de
trastornos –dependencia emocional y perturbación narcisista por falta de
idealización-. En tercer lugar, se señala en ambas descripciones el papel
central que ejerce la idealización en la elección de objeto de estos pacientes.
Por último, se incide en que en la vida adulta otras personas deben cubrir las
carencias tempranas a las que nos hemos referido, que serían de naturaleza
afectiva en nuestras hipótesis sobre la dependencia emocional, y de falta de
objetos a los que admirar en la teoría de Kohut sobre
este tipo concreto de perturbación narcisista.
¿Cuáles serían, entonces,
las diferencias? Como acabamos de indicar, y al margen de que tampoco hay
referencias a la existencia de factores mantenedores, residirían sobre todo en
la naturaleza de las carencias que habrían ocurrido en la infancia del
individuo. Según Kohut, en la génesis de la
perturbación narcisista por falta de idealización lo esencial estribaría en que
el niño no admira a sus padres ni los toma como modelo, ya sea por haberles
visto fracasar reiteradamente, o porque hayan contemplado situaciones
traumáticas de humillación de estos objetos del self.
Hemos afirmado que la psicología del self es
interactiva, en el sentido de que considera que el sujeto se desarrolla como
tal en su trato con los demás, especialmente con sus personas más
significativas. No obstante, dicha interacción no es un intercambio afectivo,
sino una especie de potenciación del narcisismo del niño a base de elogios y de
tomar a los padres como ideales. No cabe duda de que esto es importante, pero
se echan a faltar en el citado autor los componentes básicos de cualquier
vínculo afectivo, que se basa en la reciprocidad, en la preocupación por la
otra persona, en su cuidado, en las alegrías y en las penas compartidas, en la
identificación mutua; en definitiva, en su naturaleza bidireccional.
Incluso el vínculo afectivo de un padre con su hijo pequeño es también
recíproco, y no se basa únicamente en inflar su ego lanzándole piropos, o en
servirle de modelo. La psicología del self es
interactiva, pero unidireccional, porque parece que los objetos del self sólo tienen como función potenciar y consolidar el
narcisismo infantil, y es mucho más que eso. Los dependientes emocionales
sienten que les falta autoestima, pero también les falta afecto, aunque
el origen de ambas carencias sea común.
Factores mantenedores
De la misma manera que no
profundizamos antes en los factores genéticos, tampoco lo haremos ahora en los
biológicos para explicar el mantenimiento del trastorno. De ninguna manera esto
significa que no se reconozca su papel: es evidente que la interacción entre
los citados factores genéticos y los ambientales debe tener su correlato en
diversas estructuras y funciones psicobiológicas. Por
ejemplo, a causa de la mencionada depresión clínica y subclínica que sufren
estos pacientes, deberán producirse disfunciones en los sistemas de neurotransmisión serotoninérgico
y noradrenérgico, que, como es lógico, consolidan y
mantienen la dependencia emocional.
En otro ámbito, siguiendo
la línea propuesta por T.Millon25,
consideramos que en fases posteriores a la infancia y la niñez se consolidan
los rasgos de personalidad, sean éstos sanos o disfuncionales, mediante lo que
podríamos denominar "procesos de autoperpetuación".
Los esquemas interpersonales40 o pautas de relación
adquiridas serían los principales responsables de que el trastorno se
perpetuara por sí mismo en fases posteriores de la vida del sujeto. Recordemos
que los dependientes emocionales parten de una base de baja autoestima,
necesidad descomunal de afecto, adhesión excesiva hacia las personas
significativas, y elección de objeto fundamentada en la idealización y la
sumisión. Todo esto configura las pautas relacionales que estos sujetos
utilizarán con cada nueva interacción.
Al igual que en la
mayoría de personas, en los dependientes emocionales estos esquemas de relación
adquiridos se perpetúan o alimentan a sí mismos. Sintetizando, podemos afirmar
que este mantenimiento se produce por las respuestas o reacciones
complementarias40 de las personas con las que interactúan.
Dentro del tema que nos ocupa, pensemos en un dependiente emocional, con todas
las características citadas anteriormente, que se relaciona con una persona que
pudiéramos calificar de "normal". Dicha persona acabaría rechazando
de una manera más o menos manifiesta al dependiente, por su baja autoestima (no
es agradable tratar con personas que se quieren y respetan poco) y por el
agobio que generarían sus deseos de acceso constante y de exclusividad en la
relación. Esto, a su vez, reforzaría la mencionada baja autoestima y los deseos
emocionales.
Imaginemos ahora que
intenta relacionarse con una persona narcisista y explotadora, carácter que,
como hemos visto, cumple adecuadamente con los requisitos de idealización del
objeto. La interacción duraría mucho más tiempo, porque el narcisista sí
encuentra atrayente una persona que le admira y que se somete continuamente.
Esto también reforzaría las pautas de relación del dependiente emocional,
porque minaría todavía más su ya pobre autoestima, incrementaría su tendencia a
la idealización y la sumisión, y no cubriría adecuadamente sus necesidades emocionales
porque una persona narcisista no podría proporcionarle el afecto genuino que
realmente necesita.
5.- CONSIDERACIONES
DIAGNÓSTICAS.
En este capítulo
revisaremos las opciones diagnósticas para la dependencia emocional que nos
ofrecen los sistemas actuales de clasificación psicopatológica, concretamente
el DSM-IV.
La
especificación de "síntomas atípicos" en los trastornos depresivos
(por ejemplo, trastorno depresivo mayor o distimia)
viene acompañada de un criterio diagnóstico en forma de rasgo de personalidad:
"patrón de larga duración de sensibilidad al rechazo interpersonal, no
limitado a episodios de alteración del estado de ánimo, que provoca un
deterioro social o laboral significativo"45. Igualmente, se
precisa de la existencia de anhedonía parcial,
pudiendo ocurrir una reactivación del estado anímico ante determinados eventos,
generalmente interpersonales. Por otra parte, suelen tener un inicio temprano y
un curso más crónico sin recuperación interepisódica
total, lo que indica que existen permanentemente síntomas depresivos clínicos y
subclínicos. Es de señalar que todas estas características coinciden con
nuestra concepción de la dependencia emocional. Se presentarían dos
inconvenientes: no se podría diagnosticar un trastorno depresivo si el
dependiente emocional estuviera asintomático, y la especificación de síntomas
atípicos requiere también la presencia de al menos uno de los siguientes
fenómenos: hipersomnia, hiperfagia
o abatimiento corporal.
Sería
la categoría diagnóstica elegida para dar cuenta del concepto ya explicado de
"adicción al amor", por lo que nos remitimos al capítulo
correspondiente. Reiteramos que al tratarse de un trastorno del Eje I no
podríamos utilizarlo cuando el sujeto estuviera asintomático, en este caso
cuando no estuviera involucrado en una relación adictiva.
Aunque
no figura en el DSM-IV, sí se efectúa una propuesta de inclusión en el apéndice
del DSM-III-R. Si incluimos aquí esta malograda categoría diagnóstica es porque
para muchos profesionales de la salud mental tiene validez, y porque su
definición se solapa en gran medida con la dependencia emocional, como hemos
indicado también más arriba. En definitiva, sería actualmente la opción más
válida dentro del Eje II, si exceptuamos la propuesta que a continuación
efectuaremos.
Diagnóstico
diferencial
La dependencia emocional
debe distinguirse de dos trastornos de la personalidad con los que puede
existir confusión:
Aparentemente,
y no sólo por el término común "dependencia", existen paralelismos
entre ambos cuadros: excesivo aferramiento interpersonal, sumisión, ansiedad de
separación, descompensaciones en caso de rupturas, etc. Pero se da una
diferencia que desde nuestro punto de vista es fundamental, y que reside en la
naturaleza de la referida dependencia. Como hemos señalado, en nuestro
objeto de estudio la necesidad es emocional, está basada en un anhelo
irresistible de ser querido, escuchado o atendido, y de tener alguien al lado
al que adorar que proporcione el ansiado suministro afectivo, suministro que
por otro lado el propio sujeto no se da a sí mismo.
En
el trastorno de la personalidad por dependencia, la naturaleza de ésta es
principalmente de cuidado y protección. El sujeto necesita a los demás para que
tomen las decisiones por él, para que asuman responsabilidades que le
corresponden, para que le aconsejen continuamente sobre la más mínima
dificultad que se presente, etc. Es como un "niño adulto" que no sabe
conducirse ante la vida, y que para conseguirlo adopta un comportamiento
interpersonal similar al del dependiente emocional, pero con una motivación
subyacente y un carácter muy diferentes. Millon y
Davis25 señalan como historia característica en estos pacientes la
excesiva sobreprotección parental, condición
etiológica radicalmente diferente a la expuesta en el presente trabajo para la
dependencia emocional.
En
estos pacientes sí aparece con claridad la dependencia emocional, sólo que
alternada con periodos totalmente opuestos en los que son más autónomos y
agresivos. Se produce "un patrón de relaciones interpersonales inestables
e intensas caracterizado por la alternancia entre los extremos de idealización
y devaluación"45, fenómeno que podríamos denominar "oscilación
vinculatoria" y que en absoluto es exclusivo
de los pacientes límite, si exceptuamos la notable intensidad con la que dichos
pacientes establecen y luego rompen sus lazos afectivos, transitando entre
periodos de gran vinculación y de tremenda desvinculación.
Además,
en los dependientes emocionales tampoco se producen inestabilidades
clínicamente significativas en el estado de ánimo o en la identidad.
Propuesta diagnóstica
Sobre la base de todo lo
expuesto en el presente artículo, y siguiendo los criterios diagnósticos
generales para los trastornos de personalidad45, podemos afirmar que
la dependencia emocional cumple con todos los requisitos: afecta la cognición,
la afectividad, la actividad interpersonal y el control de los impulsos; es
persistente, inflexible y abarca numerosas situaciones personales y sociales;
es de larga duración y de inicio temprano; y no se debe a otro trastorno
mental, a los efectos de sustancias o a enfermedades médicas. Como en otros
trastornos específicos de la personalidad, la dependencia emocional se sitúa en
el extremo de un continuo basado en un rasgo adaptativo,
que en este caso es la vinculación interpersonal. Así, tener cierta dependencia
emocional es frecuente e incluso deseable, igual que sucede con el narcisismo,
la suspicacia o la introversión.
Por tanto, efectuamos la
propuesta nosológica de creación de un trastorno específico de la personalidad
para la dependencia emocional. Mientras tanto, se puede utilizar la categoría
residual para el Eje II "trastorno de la personalidad no
especificado", al margen de los diagnósticos que sean necesarios en el Eje
I por la gran comorbilidad que presenta este cuadro.
5.- CONCLUSIONES.
El objetivo del presente
artículo ha sido proporcionar a la dependencia emocional un
esquema teórico y clínico propios, por considerar que los utilizados
actualmente para estos pacientes, y que se corresponden con los de los
conceptos afines revisados, no son enteramente satisfactorios. La propuesta
diagnóstica de un trastorno específico de la personalidad tiene como fin la
utilización unívoca del término y su adecuada ubicación nosológica. Finalmente,
se espera que se estimule la investigación sobre este fenómeno, incluyendo
ámbitos no tratados aquí como la evaluación y el tratamiento.
Jorge Castillo
Psicologo