Para nosotros, que residimos en una �poca presidida por las certezas del conocimiento cient�fico y la tecnolog�a, el t�rmino mito nos evoca una idea de antiguas leyendas llegadas de la mano de met�foras y expresiones art�sticas. A menudo vemos en ellos la belleza de sus formas sin alcanzar a desentra�ar su fondo.

Hubo un tiempo en que los hombres estaban a merced de los fen�menos naturales que, en sus incomprensibles vaivenes, determinaban la prosperidad o la desgracia, igual que sus propias pasiones pod�an conducirles hacia la felicidad o el dolor por unos caminos jalonados por la vida y la muerte.

La Grecia cl�sica, fue testigo del nacimiento del logos, como instrumento para dar sentido al caos aparente que domina la vida. Hasta que eso ocurri�, la forma de explicarse lo que ocurr�a era la creaci�n del mito.

Un mito no es otra cosa que una historia inventada, un cuento, una met�fora que trata de explicar lo que ocurre en la naturaleza y en la vida de los hombres como un reflejo de lo que sucede en el mundo divino o una lucha entre lo divino y lo humano. Todo ello dirigido por el fatos, un destino caprichoso e inexorable que todo lo preside.

Proyecto Arcadia es el resultado de una fascinaci�n por esa hermosa forma de entender el mundo a la que denominamos mito. Esa fascinaci�n nos ha inducido a recopilar una considerable cantidad de materiales sobre mitolog�a, sin otro �nimo que el de disfrutar con el conocimiento de las m�ltiples representaciones que en diversos pueblos y culturas se ha hecho de la naturaleza, la humanidad y la vida, vali�ndose de met�foras y leyendas para poner orden en el caos.

�Porqu� Arcadia? Porque este nombre evoca el poder de los mitos, capaces de transformar una �rida regi�n del interior del Peloponeso, en el feraz territorio evocador de la l�rica pastoril. Porque Arcadia es, por la magia del mito, la patria de aquella edad dorada en la que, seg�n palabras que Cervantes puso en boca de Don Quijote, los que en ella viv�an ignoraban estas dos palabras de tuyo y m�o y en que a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto.





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Colaboradores - �ngel G�mez y Miguel G�mez (Chronos)



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