Cuando alguien fallecía, se procedía a embalsamar su cadáver, con el fin de mantener a la persona que se moría con el mismo
aspecto que cuando estaba viva.
Primero se extraía el cerebro, una parte por las narices y el resto mediante drogas. Después se abría el
cadáver y le eran extraídos
los líquidos, los intestinos, el estómago, el pulmón y el hígado que eran lavados y conservados
en cuatro vasos distintos (llamados canopes).
Jamás se le extraían ni el corazón (tenía que ser pesado en el juicio de Osiris) ni los riñones. El
cadáver era
limpiado y perfumado con esencias y se le dejaba cubierto de natrón durante 70 días. Pasado este tiempo le volvían a lavar y perfumar, le
envolvían enteramente con vendas y se le cubría con amuletos protectores.
Las vísceras eran guardadas y conservadas
junto al cadáver en sus respectivos vasos que se enterraban con el cuerpo. El cuerpo era introducido en un
sarcófago.
Un sacerdote procedía a ejecutar un ritual llamado la "apertura de boca" por el que creían que el espíritu del muerto o
parte vital del ser humano, cobraba de nuevo vida.
Era corriente que se enterrara entre las piernas de las
momias un ejemplar del libro de los muertos, para que les sirviera de ayuda en el juicio de Osiris.
Al nacer a esa nueva vida,
el espíritu necesitaba a su alrededor las cosas que había tenido en la vida física, de ahí que en las tumbas se encontraran objetos de
uso cotidiano, muebles e incluso comida, tanto originales como reproducciones en miniatura.
La conservación de las vísceras era tan primordial, que se creía que había 8 dioses custodiándolas. Los 4 hijos de Horus y cuatro dioses
más.
Amsiti e Isis cuidaban del hígado, Hapi y Neftis del pulmón, Tuemeft y Neit del estómago y Kebhsneuf y Selket de los intestinos.