Historia real de un afectado por Distrofia Muscular relatando las dificultades que se ha ido encontrando en la vida durante el desarrollo de su enfermedad, desde una edad juvenil con 12 a�os cuando se comenz� a manifestar la enfermedad, pasando por el desarrollo durante su edad de adolescente hasta su edad adulta. Un documento social que relata con detalle las grandes dificultades que se ha ido encontrando esta persona y como las ha ido superando o como ha tratado de luchar para superarlas. Encontrandose con un muro social en muchos aspectos ante la falta de oportunidades y previsi�n que la sociedad brinda a las personas en esta situaci�n, muy especialmente en las grandes ciudades donde a pesar de los avances, estas personas se convierten en los grandes olvidados. En gran medida a causa de la gran deshumanizaci�n social que existe en estos grandes nucleos urbanos y la falta de adecuados programas sociales para paliar estos inconvenientes a estas personas.
RELATO: Historia de una vida: "La fuerza de la juventud".
Ilusiones y esperanzas desvanecidas.
Tengo 38 a�os y estoy afectado por una distrofia muscular de las cinturas
(Subtipo: D�ficit de Calpa�na 3), enfermedad muscular degenerativa que tuvo su primer s�ntoma a la
edad de 12 a�os (1981) al no poder asentar bien los talones y no correr con la misma facilidad que
los dem�s ni�os. Aunque no me fue diagnosticada hasta much�simos a�os despu�s (1992), cuando la misma
ya estaba muy avanzada.
De mi infancia, a pesar de que padec� una compleja convivencia entre mis padres, tengo bonitos
recuerdos porque los ni�os guardan siempre el color de las cosas. Recuerdo aquella camisa de lunares
que subido en una silla, mi madre me puso una ma�ana en mi primer d�a de colegio a los tres a�os,
las meriendas con Tea en las c�lidas tardes de sol, tras el regreso del colegio, escuchando historias
a mi abuela materna, emigrante gallega en la Cuba de los a�os 20.
Tantos y tantos bonitos recuerdos que no cabr�an en cien folios. Siempre tuve una filosof�a positiva
ante los peores momentos y nunca di demasiada importancia a aquellos castigos de las clases de gimnasia
cuando con doce a�os me mandaban correr con los peque�os delante de mis compa�eros por no poder seguir
su ritmo. Nunca lo tom� demasiado mal y siempre encontr� una buena filosof�a para superarlo, pues al
final siempre terminaba acompa�ado de alguno otro que, o bien por gordito o por c�modo compart�a el
castigo, cumpli�ndose el dicho de que �las penas compartidas son menos�, convirti�ndose as� en un modo
de hacer nuevos amigos.
Al finalizar la Ense�anza General B�sica en 1984, comenc� estudios de delineaci�n de edificios y
obras en un centro de formaci�n profesional del cual guardo quiz�s los recuerdos mas agradables de
mi vida por los buenos compa�eros, profesores y el buen ambiente que reinaba en aquella escuela
profesional. Obteniendo la titulaci�n cinco a�os despu�s, en 1989 con una nota media de notable.
En los dos �ltimos a�os, recuerdo que ya me costaba un gran esfuerzo f�sico el hecho de tener que
cambiar de aula para cada materia, debiendo de subir y bajar repetidas veces las escaleras de las
diversas plantas del edificio. Pero era joven y hab�a siempre �nimo para todo, nada me resultaba
pesado e incluso participaba en la clase de gimnasia con una gran comprensi�n por parte de la
entonces profesora. Al final siempre llegaba donde los dem�s compa�eros, a mi ritmo y con una
gran aceptaci�n, solidaridad y respeto por parte de todos, tanto de profesores como de compa�eros.
En aquellos dos �ltimos a�os acad�micos, cuando ten�a 18 y 19 a�os de edad, decid� realizar el trayecto
de casa a las clases caminando diariamente 4 Km, pues por aquella �poca no hab�a como hoy autobuses
urbanos de piso bajo. Eran escalonados y debido a mi dificultad, el subir ya me supon�a una gran
barrera que ven�a superando a base de un agudo ingenio no exento de riesgo, sujet�ndome con las
manos para ayudar a las flojas rodillas cuando se negaban a responder. En ocasiones, el autob�s
repleto de viajeros trataba de continuar la marcha mientras los viajeros sub�amos, lo que en mas
de una ocasi�n me dio tal susto que decid� poco a poco ir abandonando la idea e ir caminando.
Mi insistencia en correr para seguir el ritmo de los dem�s, me cost� no pocas ca�das y tropiezos
que superaba con �nimo delante de mis compa�eros y amigos, convencido a menudo de que aunque lo que
me ocurr�a era algo an�malo e inexplicable, probablemente a consecuencia de la edad de crecimiento,
un d�a mejorar�a.
Tal vez gracias a ese �ingenuo� modo de pensar juvenil o quiz�s al mismo instinto de supervivencia
que todos llevamos consigo, pude seguir adelante con este problema que los m�dicos entonces diagnosticaron
como un acortamiento del tend�n de aquiles, para lo cual suger�an una intervenci�n quir�rgica de
alargamiento, aunque sin garantizar �xito completo ni dar soluci�n a la debilidad muscular,
�nicamente asentar ambos talones. Dadas las escasas garant�as, nunca acept� la sugerencia por temor
a no poder caminar posteriormente, pues el postoperatorio era largo y la rehabilitaci�n compleja,
sin garantizar resultados. A�os despu�s, en 1992 una vez diagnosticada la enfermedad, especialistas
en neurolog�a me aseguraron que ante una enfermedad como es esta, no hubiera servido de nada una
cirug�a as� y posiblemente mi rehabilitaci�n no hubiese sido sencilla.
Cuando termin� mis estudios de delineaci�n en el a�o 1989 ten�a 20 a�os de edad, una �poca en la que
a�n ten�a una movilidad medianamente aceptable y aunque ten�a problemas para subir las escaleras sin
ayudarme del pasamanos, a�n conduc�a con total facilidad una moto con velocidades y freno que deb�an
ser accionados con ambos pies y de la que recuerdo que por aquel a�o o el siguiente di en ella mis
�ltimos paseos, cuando a consecuencia de no poder levantar bien mi pierna para impulsar con fuerza
la palanca de arranque ya encontr� serias dificultades para ponerla en marcha.
De inmediato, en aquel colorido a�o 1989, nada mas culminar mis estudios y pasar las vacaciones
de ese verano; me puse a trabajar como delineante en una empresa de ingenier�a el�ctrica que me
realiz� un contrato de seis meses de los denominados de pr�cticas que existen o exist�an para los
reci�n titulados. Comenc� yendo a trabajar en metro desde la estaci�n de Carabanchel hasta la de
Quevedo y viceversa, subiendo y bajando con lentitud escal�n por escal�n agarrado al pasamanos.
Pero la peor dificultad que me quitaba el sue�o, era un alto escal�n para entrar al interior del
edificio de oficinas, el cual no ten�a pasamanos, por lo que en mas de una ocasi�n me cost� un resbal�n.
As� mismo tambi�n ve�a peligroso subir a los vagones repletos de viajeros en hora punta (7.00AM)
y salvar el hueco y escal�n que hab�a entre coche y and�n.
Por aquel entonces, obtuve el permiso de conducir y compr� mi primer coche �de segunda mano�, un Fiat
UNO que conduje durante unos 9 a�os y para el cual di la entrada con el ahorro de los primeros tres
meses de salario y unas letras mensuales que recuerdo eran de 25.000 pesetas/mes (unos 150 euros/mes).
El peque�o coche fue un gran alivio para mi movilidad, concedi�ndome unas amplias posibilidades para
desplazarme con comodidad y seguridad durante los nueve a�os posteriores, dado que ya no pod�a
pr�cticamente usar los transportes p�blicos, especialmente el autob�s. Viaj� mucho por Espa�a
con aquel peque�o coche que me era f�cil y c�modo manejar, con �l v� el mar mediterr�neo por
primera vez desde una ladera de Casteldefells, dej�ndolo por �ltima vez un verano del a�o 1999
con 500.000 km (medio mill�n) sin un solo incidente y a�n vendi�ndolo a un Guardia Civil
jubilado para usarlo en caminos rurales.
Aquel veh�culo fue sin duda para mi, no solo una terapia de libertad, sino una fundamental herramienta
de movilidad, sin la cual me hubiese sido imposible desarrollar mi posterior empleo pues tras la
finalizaci�n de aquel primer contrato, acept� una tentadora oferta mas acorde con mi titulaci�n,
trabajando para una conocida empresa de construcci�n en la oficina t�cnica de unas obras de
construcci�n de 32 Km de un tramo de autov�a en la provincia de Zaragoza, lejos de mi lugar de residencia.
Ello era precisamente el tipo de trabajo que mas me gustaba, con el que siempre so�� cuando estudiaba,
un trabajo como delineante a pi� de obra. All� me fui con mis ilusiones y limitaciones, alquil� mi
primera casa en un pueblito de unos 800 habitantes llamado Cetina, de donde guardo con cari�o gratos
recuerdos. Fue mi primera, corta y �nica experiencia de vida independiente que he tenido a lo largo
de mis hoy 38 a�os. Un lugar tranquilo y apacible con un vecindario y personas encantadoras y en
donde existe un caser�n o palacete en el que cuentan que pas� la luna de miel el afamado y popular Quevedo.
All� pude compartir buenas vivencias con las gentes del pueblo y su comarca.
En aquel nuevo empleo que comenc� con much�sima ilusi�n, bien remunerado y con unas amplias ilusiones,
pues mi af�n era conocer lugares y que mejor que hacerlo con un trabajo que ofrece tres o cuatro a�os
en un destino diferente, desarrollando aquello que mas me gustaba; mi profesi�n. En esa empresa me
comenzaron haciendo un primer contrato de seis meses tambi�n de pr�cticas que yo, ante mi ilusi�n
no dudaba que ser�a prorrogado o sustituido por otro fijo, pues mi empe�o, ilusi�n, convencimiento
y vitalidad eran infinitos a mis 21 a�os.
Durante este per�odo, tal vez por el excesivo ritmo de trabajo en una obra de este tipo y un excesivo
agotamiento (propio en estas enfermedades), mi enfermedad, detectada a�os antes por los m�dicos como
un acortamiento de tendones, manifest� un serio avance. Pero continu� desarrollando mis funciones
laborales con pleno entusiasmo hasta el final de contrato dada mi ilusi�n hacia mi actividad que
�en mi interior era mucho mayor que mis dolencias�. Al final de los trabajos, la enfermedad avanz�
tanto que ya me era muy dificultoso inclusive levantarme de una silla, subir una escalera incluso
apoy�ndome, o levantarme del suelo sin ayuda.
Debido a mi juventud, con a penas 21 a�os de edad y a mi ilusi�n por continuar desarrollando aquello
que tanto me gustaba y en lo que me form� profesionalmente, no fui consciente de la gravedad que el
problema de mi falta de movilidad podr�a tener.
Aunque por entonces padec�a una seria dificultad muy a la vista, desde el punto de vista de los
reconocimientos de empresa, se consideraba que no afectaba a mi actividad como delineante, la cual
normalmente se realiza en oficina y sentado y por tanto nadie puso atenci�n a ella. Por mi parte, continuaba obcecado ingenuamente en negarme a mi mismo las evidentes y cada d�a mayores dificultades, convencido de que ser�an propias de ese acortamiento de tendones y de que los s�ntomas no ir�an a mas.
A la finalizaci�n del �ltimo contrato, en diciembre de 1990; la empresa no me renov� y desde entonces
me qued� en la calle desempleado sin ser capaz de encontrar otro trabajo, dado que al asistir a
entrevistas en mis condiciones f�sicas me rechazaban constantemente, incluso para trabajos para los
que yo me ve�a capacitado.
La enfermedad avanz� hasta el punto de obligarme a detenerme tras caminar ocho o diez pasos debido a una
elevada tensi�n muscular. En ese tiempo top� con innumerables dificultades en la atenci�n m�dica
primaria pues no pasaban de remitirme al servicio de traumatolog�a, sufriendo adem�s las persistentes
negativas de una sociedad m�dica particular (a la que estaba abonado) para remitirme a un servicio
especializado a fin de realizarme las pruebas necesarias que diagnosticaran los motivos de mi discapacidad.
Finalmente, a trav�s de una persona conocida, entonces jefa de planta del servicio de neurolog�a de un
hospital p�blico, logr� ser admitido para estudio por el equipo m�dico de su departamento.
De este modo, los m�dicos especialistas en neurolog�a de dicho hospital me realizaron pruebas e
investigaciones sobre las causas de estos s�ntomas, diagnostic�ndome finalmente una distrofia muscular
progresiva que entonces etiquetaron �de las cinturas�. Era el a�o 1992, dos a�os despu�s de aquel
�ltimo empleo. Posteriormente, doce a�os despu�s, en 2004, mediante modernas pruebas gen�ticas se
determin� que es un subtipo causado por �d�ficit de Calpa�na 3�.
En aquel a�o 1992, dado que se me inform� de que no exist�a tratamiento alguno, me somet� paralelamente
de modo particular a unas terapias severas de acupuntura que me mejoraron la fuerza y movilidad, pudiendo
notarlo al levantarme nuevamente de un asiento, lo cual con anterioridad me lleg� a ser imposible.
Esto, acompa�ado de una dieta especial baja en grasas y sin carnes rojas me favoreci� mucho,
contribuyendo a una �aparente� mejor�a y ralentizaci�n de la misma.
En 1994, tras llevar cuatro a�os sin lograr empleo alguno; solicit� a la Tesorer�a General de la Seguridad
Social el reconocimiento de una pensi�n de incapacidad permanente en base a mi imposibilidad para
desempe�ar una actividad laboral con normalidad y a las secuelas y car�cter degenerativo de la enfermedad.
A lo cual, una vez pasado el tribunal m�dico evaluador, en el que se reconoci� la gravedad, secuelas y
limitaciones provocadas por la enfermedad: Dictamin� no concederme pensi�n de incapacidad laboral
debido a mi corto per�odo de cotizaci�n que no exced�a de un total de a�o y medio, cuando se me
requer�a como m�nimo 5475 d�as cotizados (unos 15 a�os) y mis cotizaciones no superaban los 477 d�as.
Posteriormente ese mismo a�o 1994, solicit� el reconocimiento de un convenio especial para poder abonar
por mi parte las cotizaciones necesarias hasta alcanzar el per�odo de 5475 d�as, dado que con mi edad
y fecha de finalizaci�n de mis estudios acad�micos era imposible haber contado con tal cantidad de a�os
cotizados.
Dicho convenio especial tambi�n me fue denegado al no reunir el requisito de 1080 d�as naturales
(unos 3 a�os) cotizados dentro de los �ltimos siete a�os anteriores a la fecha de la baja y haber
transcurrido mas de 90 d�as naturales desde la fecha de la baja laboral hasta la solicitud de dicho
convenio. �Otro requisito imposible de cumplir dada mi edad y fecha de culminaci�n de mis estudios�.
Si ciertamente por mi parte existi� poca agudeza para solicitar estos derechos en su momento oportuno
�dentro de la empresa�, fue debido a mi total desorientaci�n y desconocimiento de lo que implica esta
enfermedad que nadie me cont�, as� como a mi constante ilusi�n por trabajar, frente a solicitar pensi�n
o subsidio alguno. M�xime en un momento en el que ni tan siquiera hab�a sido diagnosticado de dicha
enfermedad.
Me sent� incomprendido a pesar de haber actuado honestamente pues nadie parec�a entender mis explicaciones
sobre las graves limitaciones e imposibilidad para continuar trabajando. Por ello, present� reclamaci�n
administrativa a la desestimaci�n del Convenio Especial.
Tras un a�o sin recibir contestaci�n, tuve que solicitar la mediaci�n del Defensor del Pueblo para que me
remitieran una respuesta. Un a�o mas tarde recib� dicha respuesta desestimando tal reclamaci�n.
En esta situaci�n, el 8 de febrero de 1996 tras haber agotado todas las v�as y recursos administrativos,
una vez recibida la ultima denegaci�n previa a la v�a judicial; decid� interponer el �nico recurso al
que ten�a opci�n: �Demanda por v�a judicial contra la Tesorer�a General de la Seguridad Social�
en base a las causas citadas anteriormente. Avalado todo ello por un informe medico realizado por un
prestigioso medico forense especialista en medicina legal, psiquiatra y decano jubilado de la
Universidad Complutense de Madrid. Dr Jos� Antonio Garc�a Andrade.
El doctor Andrade redact�, conforme a mi petici�n un completo informe sobre la enfermedad, sus secuelas
y el car�cter degenerativo de la misma para ser expuesto ante la sala de lo Social el d�a del juicio,
a fin de explicar mi cuadro cl�nico y las secuelas que �sta enfermedad causa a los afectados, as�
como un detallado historial m�dico que da fe del proceso evolutivo de mi enfermedad.
La demanda judicial que interpuse tuvo muchos problemas para prosperar pues yo carezco de grandes
recursos econ�micos para la presentaci�n del caso ante letrados privados y en el turno de oficio ning�n
letrado quiso hacerse cargo de mi representaci�n �seg�n ellos no exist�a legislaci�n alguna en la que
ampararse, considerando mis pretensiones insostenibles e injustificadas�.
Por ello, convencido de explicar mi problema ante un tribunal, decid� redactar yo mismo la demanda,
por lo que dada mi inexperiencia.., el Magistrado Juez me orden� continuadas veces su subsanaci�n por
falta de tecnicismo. Por mi parte, solicit� abogado de turno de oficio ante el Magistrado para la
subsanaci�n y mi defensa, pero una vez nombrado, �ste se excus� por escrito ante el Magistrado de
subsanar la demanda y asistir mi defensa en base a considerar mis pretensiones �insostenibles e
injustificadas�. Por ello me v� en la lamentable necesidad de subsanar yo mismo la misma
�como buenamente pude� varias veces, hasta que despu�s de tres intentos finalmente fue admitida
por el Sr Magistrado.
Llegado el d�a del juicio, celebrado en el a�o 1996, me v� obligado a presentarme en la sala sin
abogado alguno, con la �nica representaci�n del m�dico forense, vi�ndome obligado a exponer yo mismo
mi demanda, la cual carec�a de tecnicismo jur�dico alguno. No hacia menci�n a art�culos ni a otros
aspectos similares pues yo carezco de conocimientos jur�dicos, sino que �nicamente planteaba con suma
claridad mi situaci�n y enfermedad de la forma mas correcta posible. Por otro lado, la Seguridad
Social envi� a uno de sus letrados para asistir su defensa.
Como detalle recuerdo el comentario del Magistrado Juez cuando termin� de leer la demanda no sin antes
insistir dos veces en que fuese breve, expres�ndome su malestar porque mi petici�n estaba totalmente
fuera de lugar y la descripci�n de la enfermedad estaba haciendo sentir a la sala realmente inc�modos,
por lo que especialmente nunca olvidar� la frase �Y es que usted nos est� incomodado el desayuno�.
Meses mas tarde, en el a�o 1996 se dict� sentencia desestimando mi demanda por lo que decid� interponer
Recurso de Suplicaci�n ante el Tribunal Superior de Justicia, solicitando al juzgado para ello un
letrado de oficio. Dicho letrado al que no tuve nunca la ocasi�n de conocer personalmente pues nunca
me cit� en su bufete, efectu� la demanda por su cuenta �sin hacer menci�n alguna a los argumentos que
son objeto y parte fundamental de mi queja�, ampar�ndose �nicamente en solicitar la nulidad del juicio
por haberme presentado sin letrado de oficio, pero sin hacer menci�n en ning�n momento a mi enfermedad
o problem�tica que la misma me ocasiona, que es el �nico motivo por el que solicit� el
Convenio Especial para la concesi�n de la pensi�n por incapacidad.
Durante 9 a�os estuve a la espera de la sentencia imaginando que a�n no se hab�a emitido, dado que en
este tiempo no recib� notificaci�n alguna al respecto ni por parte del juzgado ni por parte del letrado
de oficio. El mes de mayo del a�o 2005 decid� escribir una carta a los Juzgados de lo Social de Madrid
solicitando informaci�n sobre el caso, dado que en varias ocasiones que as� lo hice al gabinete t�cnico
del abogado de oficio, nunca tuve respuesta, nunca se pon�a al tel�fono ni contestaba mis cartas.
Un mes mas tarde, en junio del presente a�o 2005 recib� copia de la sentencia emitida por el Tribunal
Superior, fechada en el a�o 1997 y ya archivada. En dicha sentencia, se desestimaba la demanda y
argumentos expuestos por este letrado. De todo lo cual nunca tuve conocimiento hasta el 2005 ni recib�
copia original. Por tal desinformaci�n tampoco tuve oportunidad de presentar recurso de casaci�n en el
plazo y fecha indicados en la sentencia (10 d�as despu�s), lo cual era mi �nica v�a para continuar con
la causa y plantearla ante otras instancias judiciales superiores como tal vez el Constitucional.
Despu�s de esto, solo me qued� la opci�n a una prestaci�n social �no contributiva� que actualmente no
supera los 500 euros al mes y que durante muchos a�os ni siquiera se concedi� a nombre de mi persona,
sino a nombre de mi unidad familiar de convivencia por �minusv�lido a cargo� como si se tratase de un
ni�o o de una persona incapacitada jur�dicamente. Algo denigrante que en la actualidad contin�a ocurriendo
a personas con estas enfermedades sea cual sea su edad, desde j�venes con 18 a�os a adultos con mas de
40 cuando residen con familiares de primer y segundo grado en edad laboral.
Lo mas dif�cil de sobrellevar no es en si la evoluci�n de la enfermedad y las consecuentes limitaciones
f�sicas que la misma me ocasiona en el cuerpo, porque �stas son lentas. Me voy preparando frente a ellas
y las voy asumiendo. Lo mas dif�cil de sobrellevar es el hecho de darme cuenta de que por mi enfermedad
y sus limitaciones voy perdiendo posibilidades sociales como la independencia, la capacidad de alcanzar
un status econ�mico similar al de cualquier persona sencilla trabajadora. En definitiva, ver como voy
caminando contra natura, hacia un estado de total dependencia y exclusi�n social. Y de esto a menudo
no puedo culpar a mi enfermedad, sino a la insolidaridad social y a la carencia o poca eficacia de
programas adecuados para que una vida como la m�a pueda desarrollarse en igualdad de condiciones y
posibilidades a la de otros ciudadanos, tal y como garantiza la Constituci�n Espa�ola. La soledad,
la sensaci�n de culpabilidad, la incomprensi�n social y otros fantasmas son fieles compa�eros en
estas enfermedades.
ASUMIR LA SILLA DE RUEDAS.
Este nuevo aparato, al que debe de mirarse como algo material, similar a unos zapatos y a lo que no hay
que dar mas importancia que la que tiene, sino mas bien sentirlo como el mejor invento del mundo,
fue para mi algo fant�stico, porque despu�s de llevar a�os en los que ya ni siquiera pod�a disfrutar
de un paseo al aire libre por un parque o estar en un lugar de ocio; comenc� de nuevo a disfrutar de
la vida. Volv� a montar en Metro tras ocho a�os sin hacerlo, pude subir a un autob�s tras 10 a�os sin
hacerlo, gracias a que ya exist�an autobuses de piso bajo accesibles y varias l�neas de Metro y
estaciones adaptadas, �Algo impensable a�os antes�.
Me pareci� un milagro porque nunca hasta entonces pude imaginar que podr�a de nuevo viajar en transportes
p�blicos, pasear una tarde de primavera por el retiro, por la Plaza Mayor, entre un tumulto de gente
sin miedo a que me empujasen y caer� Para m�, esto fue una bendici�n y me dio un impulso de �nimo y
vitalidad. Tal es as�, que recuerdo que al poco de comprar la silla comenc� a replantearme con ilusi�n
la posibilidad de trabajar, porque me sent�a como cualquier persona que corre.
Mi ilusi�n era total, as� que me fui a ver a mis antiguos jefes de la empresa constructora en la que
trabaj� por �ltima vez doce a�os antes, cargado de ilusiones y con la buena nueva de contarles que podr�an
contar conmigo de nuevo, que pod�a llegar hasta su lugar de trabajo pues aquel d�a lo hice en un taxi
adaptado, aunque fuera al precio de 24 euros.
Nada mas llegar a la central de la empresa, solicit� ser recibido por ellos y esper� en una sala de
visitas. Al poco rato apareci� en la sala mi antiguo jefe, sin esperar encontrarme en una silla de ruedas.
Su primera expresi�n fue ��Que mal te veo!�, cosa que como es propio en mi, no me lo tom� mal,
entendiendo su sorpresa. Conversamos durante unos quince minutos en los que le cont� mi historia
durante todos los a�os anteriores exponi�ndole que con esta silla, de nuevo pod�a salir y desplazarme,
no tenia problemas de ca�das, no tenia problemas para poder incorporarme o sentarme, de agotarme y pedir
ayuda cada vez que me incorporaba de un asiento.
Su �nica pregunta fue; pero �tienes coche para venir hasta aqu�? Yo le dije que no, pero que no habr�a
problemas porque hay taxis adaptados, en el futuro habr�a mas autobuses accesibles y adem�s habr� ayudas
por parte de la administraci�n para un caso as�, etc.
Mis ilusiones al verme de nuevo con una m�nima posibilidad de movilidad, aunque fuera en la silla de
ruedas, eran tantas que no pod�a sino expresarlo como lo sent�a. Y aunque todo qued� en buenas palabras
y promesas, con el tiempo y los mas de seis a�os que han pasado nunca recib� una llamada a tal efecto.
Aunque reconozco que el asunto no era sencillo, me hubiese costado mas de 2 horas poder llegar en
transporte p�blico atravesando la ciudad en tres autobuses y la enfermedad no lo hubiese aconsejado.
Por otro lado, las ayudas para transporte en taxi adaptado en estos casos son muy escasas, no cubren
la totalidad de los gastos en grandes trayectos y no hay opciones de transporte especial en mini-buses
o similar para situaciones as�.
La historia se ha repetido en otras entrevistas de trabajo posteriores, pero mi esperanza sigue
permaneciendo porque �me siento capaz� aunque sea dif�cil de entender por parte de la sociedad.
Estoy agradecido a la vida, por tener unas posibilidades que �aunque parezcan m�nimas a quien
no posee una discapacidad� para mi son �algo muy grande con lo que es posible hacer muchas cosas�.
Solo falta un buen programa social.
VIVIENDA, INDEPENDENCIA Y MOVILIDAD.
CONDUCIR UN AUTOMOVIL CON DISTROFIA MUSCULAR.
TRANSPORTE P�BLICO ADAPTADO.
ACTUALIZAR CONOCIMIENTOS Y SENTIRME UTIL A LA SOCIEDAD.
Tambi�n me he presentado a oposiciones. �En las �ltimas, el pasado a�o, para RTVE qued� a 3 puntos del
aprobado�. Con todo ello, al menos puedo sentirme de alg�n modo �til a la sociedad sin la sensaci�n de
haberme formado �para nada�.
Con el paso del tiempo, he procurado encontrar sentido a mi vida a partir de �stas peque�as posibilidades,
con la ilusi�n de que los derechos e igualdad para las personas en mi situaci�n alg�n d�a sean realidad
y que se comprenda la dif�cil exclusi�n social y falta de oportunidades que padecemos. Mientras ello se
hace posible, tratar� de seguir afrontando la vida con una visi�n positiva, poniendo color a los a veces
grises muros.
E. G, 2008.
Un buen d�a del a�o 2002, tras llevar dos a�os en los que mi movilidad era tan reducida que incluso me
costaba un triunfo poder incorporarme de una silla y dar a penas 4 inestables pasos sin detenerme:
Mi cuerpo, a base de ca�das y golpes dijo que ya no pod�a sostenerme mas. As� que, mi neur�logo accedi�
a mi petici�n de tramitarme la adquisici�n de una silla de ruedas electr�nica que me permitiese
movilizarme por la calle.
Mi ilusi�n dada mi edad actual, con 38 a�os es poder alg�n d�a tener un peque�o apartamento con
espacios adaptados para mi movilidad y en el que encontrar una posibilidad de independencia e
intimidad para desarrollarme personalmente como cualquier ser humano adulto. Una ilusi�n de la
que no desisto en cada convocatoria de vivienda social a la que cada a�o me presento desde hace
ya bastantes, a pesar de que a�n reuniendo todos los requisitos para formar parte de la misma,
me encuentre finalmente siempre con la dificultad de tener que superar un sorteo que nunca me toca.
�Mi suerte con las loter�as nunca ha sido demasiado buena�, a�n as� no pierdo las esperanzas.
Han pasado ocho a�os sin haber vuelto a conducir un veh�culo. Si deseara hacerlo, dada mi discapacidad
necesitar�a una adaptaci�n especial tipo joystick cuyo precio oscila la desorbitada cifra en torno a
los 50.000 euros (casi diez millones de las antig�as pesetas) y para el que a fecha actual no se
conocen subvenciones. As� mismo, me encuentro con el problema de no poder renovar en Tr�fico mi
permiso de conducir sin antes adquirir dicha adaptaci�n, pues me exigen una prueba en pista con
un veh�culo equipado con aquello que necesito y dado que no existen autoescuelas en Espa�a dotadas
con este sistema, ni m�todos oficiales de evaluaci�n que lo tengan, la �nica opci�n es comprar todo
ello para someterme a la prueba evaluadora. Es una situaci�n un tanto at�pica; �Si no compro el veh�culo
con la adaptaci�n, no puedo hacer la prueba para renovar mi carnet�. Es algo muy lamentable que no le
ocurre a ning�n ciudadano en circunstancias normales, por eso me pregunto �Porqu� entonces a las
personas en nuestra situaci�n?
Por suerte, al menos poco a poco ya va siendo posible viajar en algunos transportes p�blicos adaptados,
como los trenes de alta velocidad o los autobuses urbanos. Aunque a�n queda mucho camino por recorrer
para que todo el transporte, �especialmente el interurbano� est� plenamente adaptado. Pienso especialmente
en que una persona con movilidad reducida que resida en cualquier peque�a poblaci�n pueda
tambi�n encontrar accesibilidad a esos transportes para salir de su entorno. En esos lugares,
a�n hay mucho abandono pues las estaciones de tren no est�n adaptadas, los autobuses que
llegan diariamente tampoco tienen rampa ni elevador y adem�s existe una escasa conciencia
al respecto. No es posible ni llegar ni salir de dichos lugares con una silla de ruedas.
Durante estos largos a�os en los que se agudiz� mi enfermedad, he dedicado parte del tiempo a introducirme
en el conocimiento b�sico del manejo del PC. Para ello comenc� asistiendo a un curso anual por la
UNED de introducci�n a la Internet y creaci�n de paginas web mediante lenguaje HTML, aprendiendo a
dise�ar y publicar p�ginas web muy sencillas. De este modo, pude realizar diversas p�ginas como mi
propio curr�culo, un museo virtual de maquinaria de obras p�blicas o una p�gina promocional de cantantes
y artistas de ritmos tropicales entre otras cosas, como una forma de desarrollar la creatividad, practicar
y adquirir conocimientos. En estos quince a�os sin empleo, tambi�n he tratado de mantenerme al d�a en
conocimientos para no perder facultades en mi profesi�n, realizando un curso de Autocad
(programa de dibujo asistido por ordenador, fundamental para cualquier delineante) y desarrollando
actividades de voluntariado como delineante para diversos trabajos y proyectos humanitarios desarrollados
por Caritas o Cruz Roja en desastres naturales como por ejemplo el ocurrido a causa del Hurac�n Mitch.
Octubre de 2008.
Proyecto Abedul.
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