EL BORRADOR DE LA HISTORIA

50 AÑOS

LA TECNOLOGÍA Y SUS PROYECCIONES

Proyección 2000-2050
Temo al dios de la tecnología

Después de medio siglo en que hemos visto con morigerada felicidad los textos y las grandes fotografías de exposiciones universales, el proyecto del futuro seguirá de la mano del género humano. Grandes hazañas y grandes horrores y malignidades han de esperarse de esa progente.

Alfonso Calderón (*)

Vi nacer a La Tercera de La Hora hace 50 años. Yo era lector, a ratos, de La Hora, padre o madre. Allí publicaron, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las crónicas del corresponsal Ernest Hemingway. Y los comentarios sobre libros, de Juan de Luigi (Jack the Ripper). Línea del diario: laico, democrático; expresión de un Chile amplio, tolerante, dispuesto al debate de ideas. Se llamó La Tercera, pues salió a competir, y bien, con La Segunda. Tuvo de inmediato un público, pese a que, en ese momento, el radicalismo tenía vara baja, lejos del difunto Frente Popular, debido al enrolamiento en la línea de la guerra fría del gobierno de Gabriel González Videla. ¿No valdrá la pena, ahora, acallada las pasiones y conocida mejor la historia real, ver las cosas positivas de ese gobierno nacional? ¿Qué pasó en ese 1950? La guerra de Corea, el Premio Nobel de Literatura a William Faulkner, la muerte de Arturo Alessandri Palma, el crimen de Di Giorgio, que se parecía mucho a los hechos que narraba Hitchcock en una película del mismo año, La soga. La aparición de platillos voladores, de los cuales dijo, muy impresionado, Joaquín Edwards Bello: "No se trata de una Fata Morgana, ni de un espejismo del desierto. Los discos vuelan, giran y evolucionan". Crisis total en Brasil por los resultados del Campeonato Mundial de Fútbol. El Premio Nacional de Literatura fue otorgado a José Santos González Vera, el cual fue objeto, como es costumbre entre nosotros, de descalificaciones y dicterios. Canciones inolvidables, las de Charles Trenet y Jean Sablon; C'est si bon, Contigo, Delicado, Dance avec moi.

Mi maestro Ricardo A. Latcham escribió un artículo, balance de los primeros 50 años del siglo. No dejó títere con cabeza: llegar a 1950 era asistir a la decadencia, al abandono de nuestras viejas costumbres y del hábito del tiempo feliz. Lamentaba el haber dejado atrás la antigua Pascua con aloja de culén y tragos nacionales, y frutas de la estación, para dejarse llevar por el ponche a la romana y el whisky sauer. Veía con horror a los que bailaban "la raspa", jugaban a la "canasta" o perdían el rumbo agitándose con las "faldas-plato", que, mediante el agregado de un cinturón ancho, exaltaba sensualmente la "cintura de avispa". Se fumaba Flag en vez de Reina Victoria o Abdullah. Benjamín Subercaseaux decía del chileno que era un ser "hecho a disgusto".

La Tercera de La Hora no perdía de vista ni los acontecimientos de la historia universal, nuestra política, la reflexión sobre el futuro, el deporte. Se bailaba en el "Charles", en la quinta "El Rosedal", en "La Antoñana", en el "Domus", entre otros sitios. En verdad, Chile progresaba. Nunca agradeceremos con alegría a los tres gobiernos radicales (Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos, Gabriel González Videla), la industrialización del país, la construcción de caminos, la energía eléctrica, el apoyo a la educación y a la cultura; las políticas agrícolas, la preocupación por la Universidad de Chile, la de Concepción, hasta llegar a la creación de la Universidad Técnica del Estado.

Vi la etapa anterior, en mi niñez: tifus exantemático, pobreza, conventillos, mortalidad infantil alta; cohecho (la técnica del "zapato guacho" y el "medio-colchón" en el pago al elector); la ausencia de alcantarillado, las feroces crecidas de los ríos que arruinaban cosechas y cobraban vidas en el sur (el Cautín, el Biobío), y leía nuestras desgracias en la revista Vea. No habían llegado, sino después de la guerra, los antibióticos. El "sueldo vital" -que en verdad lo era- y las asignaciones familiares, daban salida al viejo problema de la justicia social. Las leyes sociales permiten esperar el futuro.

No hago el balance del hoy y aquí, pero me piden que, en este espacio casual, desarrolle -ligeramente- la idea de qué podría ocurrir en 50 años más, cuando se cumpla, Dios mediante, el centenario de La Tercera. Mala fortuna la de los profetas. Jeremías, expulsado de Jerusalén; Ezequiel es para temblar; Amos, ni hablar. Me gustaría decir que aguardo, en un día de días, el retorno de la austeridad, de la solidaridad sustentable; el fervoroso afán de luchar por valores que conduzcan no el mercado, sino la decencia y el rigor, desagregando el "tener" a toda costa, sin parar mientes en cómo se logra. Me parece excesivo Balzac cuando dice que detrás de toda fortuna hay un crimen, metáfora, sin duda, pero no olvido el postulado.

Podrían aceptar que he visto, con morigerada felicidad, los textos y las grandes fotografías de exposiciones universales. Sin embargo, a la disparada, he contemplado que el proyecto del futuro, mostraba ciudades y caminos que parecían los de la serie de Flash Gordon. Temo al dios frío, sin alma, el de la tecnología. No soy reaccionario, y evito pensar en la supuesta malignidad de ella, pero conozco al género humano, compuesto por mis semejantes. Grandes hazañas y grandes horrores y malignidades han de esperarse de esa progente. Y, en el círculo infernal más helado, está el poder. Cucaña en la que tantos quieren trepar. Ofrezcamos velas a todos los santos, y a San Antón, un cajón, para precavernos. Dejemos esto hasta aquí. En 50 años más oigamos decir de la feria, según como les haya ido a los sobrevivientes, la música que la pague el que la oiga.

(*) Alfonso Calderón, escritor, premio Nacional de Literatura 1998

No hago el balance del hoy y aquí, pero me piden que, en este espacio casual, desarrolle -ligeramente- la idea de qué podría ocurrir en 50 años más, cuando se cumpla, Dios mediante, el centenario de La Tercera (Ilustración: Natalia Herrera).

 

 

Proyección 2000-2050
Transición hacia la era digital

El atractivo computacional es el nombre del nuevo juego. En el nuevo mundo habrá mayores opciones y un mayor acceso al deporte que antaño.

Kevin Roberts (*)

 

Habrá que esperar para ver si el deporte aceptará el reto y si los que están ubicados en las altas esferas de la empresa del deporte podrán tener una transición exitosa hacia la era digital (Ilustración: Roberto Ortega).

 

 

Los nuevos medios de comunicación, y en especial internet, tienen la capacidad de cambiar para siempre la forma en que el público ve y paga por el deporte. Esto es un desafío para las federaciones deportivas, ligas, clubes y atletas, básicamente en la forma de generar ingresos. Internet será capaz de distribuir ilimitadamente fotografías con la calidad del video de los eventos deportivos, dejando obsoleta la visión actual de los presentadores de radio/TV y de la radiodifusión.

El alcance y la diversidad de internet permitirán que los clubes o ligas suministren sus propios productos a un público mundial. Las formas establecidas de radiodifusión, basadas en los territorios nacionales, serán cosa del pasado. ¿Acaso se convertirá en la norma la caja rectangular encargada de la entretención hogareña, distinta al modelo actual donde la TV y el computador desempeñan funciones distintas? Además, existe la tecnología WAP, capaz de suministrar los servicios de internet a los teléfonos móviles. Dentro de tres años los usuarios podrán ver los eventos deportivos en sus celulares.

Los cambios tecnológicos proporcionarán a los consumidores una mayor variedad de medios a escoger y permitirán un mayor intercambio comercial. Pronto nos acostumbraremos al principio de "pagar por ver" y a la idea de comprar en línea productos y servicios ofrecidos por un club o federación.

Esto parece maravilloso, pero quienes trabajan en el sector industrial nunca deben olvidar que las compras por televisión, la innovación de internet y el uso de minicámaras en los centros deportivos no servirán de nada si no hay talento. Es muy probable que los medios de comunicación del siglo XXI enfatizarán ese aspecto. De nada servirá el modo en que usted disfrace el contenido.

En la medida en que se desarrollan los medios de comunicación, surgen mercados altamente competitivos. Las empresas que suministran el servicio del cable aumentan el valor de los derechos. Cuando lo único que ofrecía el cable eran imágenes televisivas, nadie prestaba mucha atención a su relación con el deporte. Pero la toma de conciencia de que el cable también significa contar con una línea telefónica y acceso a internet hizo que su difusión fuera un prerrequisito para los brillantes muchachos que podían visualizar las posibilidades.

El resultado: las empresas del cable se unen a la fiesta, y todos están ansiosos por sentarse a la mesa de las negociaciones con el fin de asegurarse el derecho a ofrecer el fútbol.

Los límites de las batallas ya están trazados y a menos que se establezcan alianzas para ganar este combate, es seguro de que los precios alcanzarán nuevos niveles. El éxito dependerá de un entendimiento del potencial no sólo de los actuales medios de comunicación, sino que de las nuevas tecnologías y de sus posibilidades.

Esto va mucho más lejos. La tecnología tiene la capacidad de alterar la estructura del deporte, sacándolo de su esquema del siglo pasado, donde se presentaba a las federaciones internacionales junto con las federaciones nacionales y locales mirándose unos a otros y a los atletas (el talento, no lo olvide) contrayendo sus músculos.

El antiguo orden ha sido marcado por los ingresos que los eventos selectos han generado, ya que están en manos de las federaciones y de asociaciones capaces de negociar con la televisión y los auspiciadores. No hay razones para que esto deba seguir así.

El atractivo computacional es el nombre del nuevo juego. En el nuevo mundo habrá mayores opciones y un mayor acceso al deporte que antaño. Las nuevas tecnologías fortalecerán los derechos de los propietarios, en la medida en que esos derechos sean bien manejados. Esto llevará a batallas dentro del deporte para establecer el lugar donde se encuentran los derechos. Se espera que siga el conflicto entre los clubes, ligas, federaciones y los deportistas mientras este clima por los derechos no cambie.

La función de las transmisiones establecidas también está abierta al cuestionamiento. Ciertamente es poco probable que se mantenga una posición inalterada por mucho tiempo.

Habrá que esperar para ver si el deporte aceptará el reto y si los que están ubicados en las altas esferas de la empresa del deporte podrán tener una transición exitosa hacia la era digital. O quizás serán derrocados por una nueva generación de tecnócratas que aplicarán una amplia variedad de habilidades al ambiente deportivo.

Naturalmente, el deporte también cuenta con su cuota de pensadores vanguardistas. Prueba de esto es el desplazamiento de los mercados establecidos y de las agencias de corretaje de los derechos hacia las nuevas empresas de medios de comunicación digitales, y el hecho de que los ejecutivos de estas empresas se han transformado en los pilares del establecimiento mundial de los medios de comunicación.

Estas son las personas que ayudarán a dar una nueva forma al deporte en el siglo XXI. Su visión y búsqueda de beneficios, junto con el deseo de impulsar el desarrollo tecnológico, cambiarán la forma en que el deporte se compra, vende y suministra. Su trabajo logrará un cambio en las formas de generar ingresos, las que a su vez tienen la facultad de alterar el equilibrio de poderes y la estructura del deporte.

(*) Kevin Roberts, director editorial de la revista británica SportBusiness

 

Proyección 2000-2050
Héroes virtuales

En los últimos años el ídolo dejó de ser un modelo de vida y espejo de reconocimiento e identidad colectiva. Quizás la tendencia hacia el futuro termine por reemplazar individuos de carne y hueso por la construcción de figuras virtuales hechas a la medida de cada uno.

Eduardo Santa Cruz (*)

En la medida en que están vaciados de contenidos, los ídolos actuales adquieren la característica de desechables, porque lo que importa de ellos no es la persona, sino los resultados que alcancen (Ilustración: Marcelo Cáceres).

 

Los ídolos, especialmente los deportivos, nacen por allá por los albores de la actividad en nuestro país, en el cambio de siglo del XIX al XX. En la medida que el deporte y, sobre todo el fútbol, fue apropiado masivamente y se vivió como expresión de identidades colectivas, surgió la valoración de algunos como los adalides del grupo.

Pocos saben de Carlos Hormazábal, capitán de la primera selección nacional por allá por 1910, o del "Impávido" Leiva, el mejor arquero de esos años. Pero ellos ya concitaban la admiración de un público que se masificaba rápidamente.

Durante la pasada centuria fueron muchos los deportistas o artistas, cantantes, etc. que estuvieron colocados en ese sitial especial. Admirados y seguidos, depositarios de esperanzas y sueños colectivos.

En nuestro país, durante décadas, el ídolo representó una suerte de tipo-ideal, que no sólo era quien debía encabezar la lucha simbólica por los anhelos de muchos, sino también debía ser un modelo de vida a seguir.

De alguna forma, el ídolo debía ser todo lo que el resto, compuesto por imperfectos mortales, no era. Debía ser un espejo de virtudes éticas, de superación y esfuerzo, plasmando en su vida todos aquellos valores que los comunes y corrientes difícilmente vivían y concretaban cotidianamente.

Hay allí una diferencia importante, por ejemplo, con el caso argentino, donde los ídolos más bien son los que desarrollan -más allá de todo límite -todas las facetas humanas, buenas o malas según los valores establecidos. Así, Maradona no es una excepción. Antes de él hubo un "Mono" Gatica o un Ringo Bonavena, ambos boxeadores, muertos trágicamente en el contexto de su propia decadencia y, sin embargo, merecedores de homenajes multitudinarios.

En Chile, reiteramos, era distinto. Por eso, el ídolo era vigilado constantemente y se le exigía una coherencia total y casi sobrehumana. No se le permitía ningún desfallecimiento ni debilidad. Más que todo era un modelo.

En ese mismo sentido, su vida privada no era materia del escrutinio público y si llegaba a saberse algo de ella que atentara contra su estatuto moral, más bien los medios de comunicación tendían a tapar el hecho, para mantener al ídolo incólume en tanto figura pública.

Pero todo aquello cambió hacia el final del Siglo XX. Cambió la cultura cotidiana, los imaginarios y mentalidades colectivas. En la sociedad chilena se hizo presente un profundo proceso de individualización y privatización de la vida personal, actualmente en pleno desarrollo. Se transformó también lo que se entendía por los espacios públicos, privados e íntimos, como esferas separadas y autónomas.

En los últimos años el ídolo dejó de ser un modelo de vida y espejo de reconocimiento e identidad colectiva. Mucho más formateado por la industria cultural y convertido en mercancía, se redujo a una figura que representa el éxito individual. En eso se ha acercado más a las figuras tradicionales del star system de Hollywood.

El ídolo de la actualidad es mucho más divo que ejemplo. Tiene poco o nada que decir. Más que símbolo de contenidos éticos que demostrar con su vida y actitudes, es una imagen que representa el éxito y la eficacia.

Su prototipo en nuestro caso es la presencia algo difusa, distante y monosilábica de un "Chino" Ríos o un Marcelo Salas. No se les exige que sean de cierta manera, sino que ganen siempre y de cualquier modo. En la medida en que están vaciados de contenidos, los ídolos actuales adquieren, al igual que cualquier otro producto transable en el mercado, la característica de desechables, porque lo que importa de ellos no es la persona con una particular forma de ser o de desarrollar su actividad, sino los resultados que alcance.

Para la mentalidad imperante en nuestra sociedad, los ídolos deportivos han venido a encarnar y simbolizar el discurso del país líder, del jaguar emergente, ganador y exitoso. De ahí la frenética y a veces histérica búsqueda de títulos, ojalá mundiales, de cualquier cosa. De ahí la celebración eufórica de cualquier triunfo futbolístico, aunque sea sobre Venezuela.

Por eso también su vida privada e íntima es campo abierto a la curiosidad y a veces a la morbosidad colectiva. Al ídolo actual no se le tiene en un sitial distinto. Podríamos decir que no se le respeta. En tanto producto nos sentimos con el derecho a usarlo mientras sirva. En realidad, no lo vemos como alguien superior; al revés, le exigimos que exhiba todas sus debilidades, como, por ejemplo, que llore ante las cámaras pidiéndole perdón a una polola disgustada.

El ídolo actual está siendo construido a la medida de un sentido común y una mentalidad marcada por el sello del individualismo y su neurótica necesidad del éxito en un mundo ultracompetitivo.

Quizás por eso es que la tendencia hacia el futuro termine por reemplazar individuos de carne y hueso por la construcción de figuras virtuales hechas a la medida de cada uno.

(*) Eduardo Santa Cruz A., académico e investigador de las universidades Arcis y de Chile

 

Proyección 2000 - 2050
La lección del siglo XX

Chile puede seguir creciendo rápidamente, siempre que recupere los equilibrios macroeconómicos de corto plazo, aplique creatividad a la solución de sus problemas estructurales y encauce sus energías a completar la modernización de sus instituciones económicas.

Rolf Lüders Sch (*)

 

¿Por qué no hacer un gran esfuerzo nacional, en que los privados pongan el capital para crear infraestructura y el Gobierno cree las condiciones legales y diplomáticas necesarias para transformar a Chile en el puente de la región hacia Asia?(Ilustración: Marcelo Duhalde).

 

Después de crecer económicamente a la tasa más elevada de su historia, Chile se recupera hoy débilmente de una recesión que ha hecho cundir el pesimismo entre los agentes. ¿Volverá el país a crecer a tasas del 6 % o 7 % al año? Nadie puede saberlo con certeza, pero la teoría y nuestra historia económica, sugieren que, bajo condiciones externas normales, ello es posible si se adoptan las políticas e instituciones económicas adecuadas.

Para crecer hay que acumular capital físico, humano y tecnológico, y usarlo en la mejor forma posible, para que rente el máximo. La teoría y la experiencia internacional han enseñado que eso requiere de disciplina fiscal y monetaria; libre funcionamiento de mercados competitivos que generan incentivos para acumular recursos y asignarlos óptimamente, y paz sociopolítica. También hemos aprendido que para aprovechar las economías de escala, minimizar las empresas con poder monopólico y aprovechar la difusión tecnológica, economías pequeñas como la chilena necesitan insertarse en el mayor grado posible a la economía internacional. Todo eso implica que el sector privado debe producir bienes y servicios y acumular recursos, y el Estado, definir las reglas de juego del sistema, velar por los equilibrios macroeconómicos y contribuir a la paz social. Eso es una "economía moderna".

Mientras Chile aplicó políticas económicas similares a aquellas -durante el siglo XIX y a partir de la segunda mitad de los '70- nuestro producto por persona creció a una tasa mayor que la de los países más desarrollados. En cambio, conforme nos alejamos de ese modelo, por ejemplo entre 1950 y 1973, nos fue relativamente mal. Ojalá nunca olvidemos esa lección.

¿Son suficientemente "buenas" nuestras actuales instituciones y políticas económicas para poder asegurar que volveremos a crecer al 6 % o 7 % al año? En ningún caso, a pesar del enorme progreso hecho en esta materia desde 1974. Para crecer así Chile debe resolver algunos cuellos de botella de corto plazo y seguir avanzando en su modernización económica.

En el corto plazo, la principal restricción es nuestra baja tasa de ahorro nacional. Si creciéramos al 6 % o 7 % al año sin mayores ajustes fiscales, nuestro déficit en cuenta corriente excedería el 6 % del producto, nivel probablemente insostenible. La solución es bajar el consumo público o aumentar la tributación, medidas difíciles de implementar políticamente. De lo contrario, no quedará otra alternativa que aceptar una tasa de crecimiento mas baja.

En el mediano plazo Chile debe continuar su esfuerzo modernizador. Todos hablan de permitir el libre desarrollo de los mercados, pero no faltan los que proponen intervenirlos con regulaciones contraproducentes. Ejemplo de esto es que el terreno laboral, en vez de propender a una mayor flexibilización, se proponen medidas de rigidizacion. Asimismo, se reconoce que el sector público no tiene ninguna ventaja en la producción de bienes y servicios, pero se dilatan privatizaciones urgentes e, incluso, empresas públicas expanden sus negocios. Las contradicciones entre el discurso y los hechos existen también en materias de comercio internacional, energía, comunicaciones, transporte y medioambiente, entre otras.

El problema de muchas de las contradicciones entre el discurso económico liberal y las políticas intervencionistas que se adoptan o proponen -contradicciones que ciertamente no han surgido con el actual gobierno- tiene su origen en las desigualdades económicas del país. Creo que la famosa "cuestión social", que surgió a fines del siglo XIX y nos acompañó durante todo el siglo pasado, conjuntamente con un régimen democrático relativamente avanzado, es responsable de la tendencia al exceso de gasto y el bajo ahorro, además de la adopción de otras políticas demagógicas que nos alejan de la modernidad.

Quizás tengamos ahora la oportunidad de doblegar la desigualdad, en democracia y con crecimiento económico, eliminando el fantasma de políticas demagógicas. Probablemente la única forma de mejorar la distribución del ingreso es aumentar el capital humano de las personas de menores ingresos, lo que requiere inversiones que el Estado no puede solventar. Afortunadamente, las experiencias privatizadoras en materia de educación, salud y vivienda han sido relativamente positivas en Chile y otras partes, lo que permite pensar que su expansión puede ser una formidable fuente de progreso. Ello requiere que las autoridades reestructuren radicalmente la forma como se ha manejado por décadas el sector social. Esta modernización no es sólo la posibilidad de superar la desigualdad, sino también de generar una importante demanda por inversiones rentables y contribuir a la formación del recurso humano.

La inversión privada en desarrollo social no puede ser la única fuente de crecimiento, pero podría liderar el proceso. Otro sector con campo para inversiones privadas es el de infraestructura física, en que todavía estamos relativamente atrasados. ¿Por qué no hacer un gran esfuerzo nacional, en que los privados pongan el capital para crear infraestructura vial, de puertos y comunicaciones, y el Gobierno cree las condiciones legales y diplomáticas necesarias para transformar a Chile en el puente de la región hacia Asia?

Sin duda que Chile puede seguir creciendo rápidamente, siempre que recupere los equilibrios macroeconómicos de corto plazo, aplique creatividad a la solución de sus problemas estructurales y encauce sus energías a completar la modernización de sus instituciones económicas.

(*) Rolf Lüders Sch, profesor de Economía en el Instituto de Economía de la Universidad Católica de Chile.

 

Proyección 2000-2050
Implantes del mañana

Imaginemos una tecnología lo suficientemente pequeña que pueda ser implantada dentro del cuerpo. Implantes capaces de afectar nuestras emociones, los sentidos y las comunicaciones. Son los cambios que podemos esperar para este siglo, pero ¿son acaso avances deseados?

Donald A. Norman (*)

 

La tecnología cambia deprisa; la gente despacio. La evolución es todavía más lenta: los seres humanos no han evolucionado de manera significativa a lo largo de la historia. Pero si la evolución natural, biológica, avanza lentamente, la tecnología se mueve muy rápido. Hasta ahora, esta última ha actuado como un añadido a la capacidad humana. La calculadora actúa fuera del cuerpo: el poder de la mente sin ayuda externa no ha cambiado. ¿Qué pasará cuando la tecnología sea lo suficientemente pequeña y potente como para ser implantada dentro del cuerpo? Hoy tenemos implantes artificiales de huesos y órganos que son fundamentalmente de naturaleza mecánica. ¿Pero qué pasará cuando la tecnología de información más reciente se fusione con las tecnologías biológicas? En los próximos 100 años podemos esperar grandes cambios. Algunas tecnologías empezarán a invadir los campos de la biología y la evolución humana. En el futuro veremos sistemas sensoriales artificiales, accesorios de comunicación implantados bajo la piel, quizá también sistemas de cómputo para aumentar la memoria, las capacidades sensoriales y las habilidades del lenguaje. Quizá planificar tener un hijo será como encargar un nuevo automóvil. El(los) orgulloso(s) padre(s) (¿singular? ¿plural?) podrá elegir entre una lista de opciones características físicas, color de pelo y de ojos, estructura ósea, habilidades cognitivas. ¿Será posible este tipo de planificación? ¿Estará permitido? Si no, ¿aparecerán puntos de venta ilegales para hacerlo de todas formas?

Las necesidades básicas de las personas están marcadas por la biología: incluyen la necesidad de comida, refugio, relaciones sociales, educación y entretenimiento. El sexo, las diferencias de género, las emociones, y la curiosidad intelectual permanecerán probablemente inalterados.

Consideremos algunos tipos de prótesis potenciales: para los sistemas sensoriales, para la memoria, para la comunicación y para los estados emocionales.

Sensorial. Amplificadores de sonido implantados en el cuerpo para hacer que la audición sea más aguda y la visión más precisa. Lentes de zoom y grabador de sonidos incorporados. Pueden pasar décadas hasta que sean pequeños y fiables, pero la posibilidad de aumentar la capacidad y la agudez del oído y la vista está perfectamente a nuestro alcance. ¿Deseamos que ocurra esto? Quizá sea más relevante la pregunta de si podríamos pararlo si quisiéramos : sospecho que no.

Memoria. En un ensayo titulado "The Teddy" predecía el desarrollo de un juguete que se le regalaba a un niño en su nacimiento, un oso que podía grabar los pensamientos del niño y ayudarle en su desarrollo. Con el tiempo el oso sería reemplazado por instrumentos más apropiados, hasta ser implantado en el cerebro, para que la persona pudiera recordar todo el pasado. Yo especulaba con las implicaciones legales: ¿Les estaría a otros permitido tener acceso a los contenidos? ¿Y bajo orden judicial? ¿Y tras la muerte de una persona? ¿Quién sería el dueño de la grabación? ¿Es esto posible? Sí. ¿Es deseable? No está claro. Nuestras memorias falibles son una bendición, porque si recordásemos demasiado, tendríamos muchas dificultades para distinguir los asuntos importantes de lo trivial.

Comunicación. Ya tenemos teléfonos celulares del tamaño de un bolsillo. No falta mucho para que sean tan pequeños como para estar implantados bajo la piel. Si los emparejásemos con el sistema nervioso tendríamos comunicación continua. ¿Cómo cambiaría la sociedad si todo el mundo pudiese estar en comunicación continua con los demás? ¿Y si siempre hubiera alguien hablándonos, guiándonos y dándonos consejos? ¿O quizá ridiculizando nuestras habilidades, incitándonos...? Consenso, en lugar de los atrevidos pasos individuales a los que nos llevan las emociones y los rituales. La idea no es agradable.

¿Pero por qué parar en los amplificadores de memoria y los teléfonos? La traducción de idiomas está empezando ahora a ser posible. ¿Y qué tal traductores implantados? Quizá un pequeño chip de información precodificada con enciclopedias.

Emociones. La emoción es la hija adoptiva de las ciencias cognitivas y neuronales, menos entendida que los mecanismos de sensación y de pensamiento. Aun así, se está progresando en la comprensión de los sustratos químicos y eléctricos de la emoción. ¿Qué ocurriría si los implantes pudieran proporcionar señales eléctricas controladas a los centros del cerebro? Los centros de placer podrían ser intensificados, los sentimientos aumentados o suprimidos. Los instrumentos funcionarían como prescripciones médicas para controlar malfunciones, pero podrían fácilmente subvertirse para intensificar el placer y producir estados emocionales artificiales.

Si estas predicciones parecen extravagantes, son suaves comparadas con lo que otros han propuesto. Intento contenerme; otros han sugerido que podríamos hacer "recargas" enteras del cerebro trasplantando la mente a aparatos electrónicos. Por lo tanto, imaginemos el día en que todo el organismo humano pudiese ser sustituido por software. Afortunadamente, no creo que eso sea posible, y menos dentro del marco de tiempo imaginado. No creo que averigüemos el código interno de los pensamientos, de las emociones y de las acciones que harían posible la comunicación directa con el sistema nervioso; creo que siempre estarán mediadas por nuestros sistemas sensoriales actuales. Podría equivocarme.

* Donald A. Norman es profesor emérito de la Universidad de Sicología y Ciencia Cognitiva de la Universidad de California, investigador en Apple y Hewlett Packard y autor de Los intermitentes son las expresiones faciales de los automóviles (1993) y Cosas que nos hacen listos (1993). Extracto del libro "Predicciones".

 

Ya tenemos teléfonos celulares del tamaño de un bolsillo. No falta mucho para que sean lo suficientemente pequeños como para estar implantados bajo la piel. Si los emparejásemos con el sistema nervioso tendríamos comunicación continua (Ilustración: Natalia Herrera).

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