EL BORRADOR DE LA HISTORIA

50 AÑOS

LA PUBLICIDAD Y EL CONSUMISMO

LA PUBLICIDAD NUESTRA DE CADA DÍA

La revolución de la industria de la publicidad comenzó recién en los años '70. Antes era una industria incipiente, que promocionaba el consumo a través de eslóganes en la radio y proyecciones en los intermedios de los cines de barrio.

La historia de la publicidad ha ido de la mano con el desarrollo económico (Foto: COPESA)

 

La tarea no era fácil. Había que explicar y convencer a los empresarios chilenos de las bondades de la publicidad. Pero, ¿para qué invertir en ella? El mercado chileno era muy pequeño y, sobre todo, existía mayor demanda que oferta. Con los precios fijados por el Estado, una economía monoproductora y escasa competencia, publicitar un producto parecía ser sólo "gasto".

Quienes lideraron este cambio de mentalidad en el país hoy son recordados por la industria publicitaria como los tótems. Esos primeros publicistas ­la mayoría inmigrantes europeos que huyeron de la II Guerra Mundial- llegaron a un país donde el sector no se había desarrollado, pese a que la primera Oficina de Publicidad y Propaganda chilena fue fundada en 1928. Los tótems crearon en los años '50 las primeras "grandes" agencias nacionales, dando inicio a un proceso que ­con reformas económicas de por medio­ convertiría a la publicidad en una de las claves para el éxito empresarial y un ítem más a la hora de definir los costos de un producto.

EL GRAN DESPEGUE

La historia de la publicidad ha ido de la mano con el desarrollo económico. Si en los '50 la industria era pequeña y sus mensajes elitistas -no existía un mercado de consumo masivo-, a fines de los '60 la situación no había mejorado mucho. "Incluso, se puso algo más complicada", sostiene el presidente de la Asociación Chilena de Agencias de Publicidad, Juan Carlos Fabres, a causa de las políticas nacionalizadoras de industrias y la convicción oficial de que el mercado no era el modelo a seguir.

Sin embargo, a fines de los '70 vendría la gran revolución. Al abrirse la economía al exterior, ingresó al país una avalancha de productos importados y las empresas se vieron forzadas a competir si querían sobrevivir. En ese escenario, la publicidad comenzó a tomar un rol preponderante en un mercado que se tornó cada vez más agresivo y masivo.  

De allí en adelante, la publicidad incorporó los adelantos tecnológicos, y en los '80 comienza una escalada progresiva hasta alcanzar un nivel internacional. De hecho, con la excepción de 1982 y 1983, la industria publicitaria protagonizó 20 años seguidos de crecimiento con tasas de hasta un 10 % anual.

CONSUMIDORES Y MARCA

Dos fenómenos marcarían la pauta de los años '80 y '90. Con el aumento del poder adquisitivo de los chilenos la publicidad comenzó a masificarse, dejando de apuntar sólo a la elite. El paso siguiente fue la aparición del consumidor y, por ende, los estudios de mercado, que llegarían a perfilar hasta el más mínimo detalle los gustos e intereses de los diferentes estratos económicos.

Si en los '90 los publicistas comenzaron a subirse al carro de la globalización y de la internacionalización -compitiendo en campañas de firmas internacionales- también tomó fuerza el concepto de "marca". Mientras pocas décadas atrás las opciones de compra no eran muchas -"y un televisor era sólo un televisor"- la competencia exacerbada obligó a la mayoría de las compañías a distinguirse de la competencia ofreciendo junto a su producto algo más: status, glamour o sofisticación. Un viejo concepto, pero ahora extendido a casi todos los productos.  

Aunque en octubre de 1950 La Tercera recogió que "la propaganda radial mortifica al auditor", criticando que "de un programa de media hora se destinen 12 minutos para avisos", probablemente la población de ese entonces nunca pensó que el libre mercado convertiría esa incipiente actividad en un sofisticado negocio que movería millones de dólares y que pasaría a ser ingrediente diario de la vida de los chilenos.

   

LLEGA LA TV

Unos pocos afiches camineros, publicaciones en diarios y revistas, proyecciones en los intermedios de los cines y, principalmente, mensajes radiales eran los medios que utilizaba la publicidad en los años '50. Por eso, en esa época el eslogan tenía mucha fuerza. Había que captar al consumidor con pocas palabras, como "Galletas McKay más ricas no hay" o "De noche y de mañanita, Odontine".

La llegada de la televisión a Chile en 1962, sin embargo, revolucionó el ambiente y la mayoría de los avisadores comenzaron a optar por esa vía. En algún momento la TV llegó a representar cerca del 60 % de toda la torta publicitaria. Hoy acapara un 44 % y hay consenso de que no existe receta ni medio ideal a la hora de publicitar.

 

Apuntes de publicidad

Producto para los más osados

Uno de los desafíos históricos de la publicidad chilena fue la llegada de la Coca-Cola, en 1943. La resistencia de los consumidores al nuevo producto obligó a los publicistas a apuntar hacia los más jovenes y "modernos". El afiche muestra una azafata -la máxima aspiración de las jovenes de la época- y la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, centro de la aspiración masculina.

 

Un recuerdo

"Y ahora un bailable de farmacia Andrade" (Publicidad radial en 1950)

 

Acelerado crecimiento

La inversión publicitaria se ha multiplicado por cuatro en las últimas cinco décadas: si en los años '50 y '60 ésta representaba cerca de un 0,2 % del Producto Interno Bruto (PIB), en 1999 -crisis de por medio- se empinó al 0,86 % del PIB, es decir 295.154 millones.

 

Volumen de negocios

"El año 1969 llegamos a ser la agencia nacional más grande del país y nuestras ventas no superaban los dos millones de dólares, cifra que hoy una agencia vende en menos de 15 días".

Hans Storand, creador de la agencia Storand.  

LA OLA CONSUMISTA

A lo largo de estas cinco décadas en Chile murió el lema de comprar sólo lo necesario y no endeudarse. El alto consumo que nos caracteriza desde los '80 cambió nuestro estilo de vida, pasó a ser un signo de status y modificó definitivamente las opciones de decidir de los chilenos.

Lo que antes no era indispensable, hoy es una necesidad, una adicción y hasta un pecado. En cinco décadas el consumismo cambió de sopetón el rostro de un país austero y acostumbrado a vivir puertas adentro. De los jóvenes de los '50, por ejemplo -marcados por la educación fiscal, la vida de barrio, las góndolas y por una sociedad casi sin acceso a los productos importados-, Chile saltó a los jóvenes de los '90, grandes consumidores de horas en internet, cuyas familias inundan desesperadamente los malls el día domingo y se alimentan de "chatarra" en las cadenas norteamericanas de comida rápida.

El consumismo ha sido uno de los más radicales y frenéticos cambios en el estilo de vida de los chilenos en las últimas décadas. Antes era un consumidor básico y primitivo, ahora es informado y con la mayor variedad de bienes y servicios en la historia del país. ¿Pero qué originó esta transformación? Las reformas estructurales de la economía chilena y la globalización mundial. Sin embargo, los efectos en la población han sido más profundos que un mero aumento de los bienes que ofrece el comercio.

Hoy, a diferencia de los '50, la enorme variedad de opciones que tiene el chileno no se agota en la alimentación o el vestuario. Hay una dimensión más amplia, absolutamente impensada en el Chile estatal, que permite a la gente escoger entre 30 universidades, más de 100 canales de televisión, 26 isapres o cualquier AFP donde se pacta la jubilación de acuerdo a las necesidades individuales. El aumento de la oferta en las más diversas áreas de la vida ha creado un nuevo chileno, con mayor poder de decisión y libertad para escoger.

UNA RADIO Y UN RELOJ

En 1950 Chile era un país cerrado y aislado, con fuerte presencia de industrias nacionales y donde los escasos productos importados eran privilegio de la elite. Las expectativas, en términos de consumo, eran muy bajas. Con costumbres propias de una población pequeña y poco tecnologizada, las compras se hacían en los almacenes del barrio, donde se "fiaba" a los vecinos y se adquiría el aceite suelto y la yerba mate. La visita de los aguateros suplía en los barrios periféricos la falta de infraestructura sanitaria y los afiladores de cuchillos eran personajes de la vida cotidiana.

Era una sociedad mucho más pobre. No sólo en ingreso per cápita -los chilenos ganaban en promedio menos de un cuarto que en la actualidad-, sino que también por una oferta escasa y homogénea. La incipiente publicidad no ofrecía más que un puñado de alimentos básicos, donde no figuraba gran parte de lo que hoy conocemos cotidianamente. La Coca-Cola, que había llegado al país en 1943, era un lujo sólo para ocasiones especiales de la población urbana más acomodada. En el mercado existían sólo dos tipos de panes -la marraqueta y la colisa-, la ropa era confeccionada por costureras y la prensa publicitaba el lienzo para hacer los pañales en casa. Las grandes ambiciones de la población eran poseer una radio -la que se masificaría en los '60- y un reloj pulsera. Estos productos se ofrecían en las tiendas de la época, pagaderos en 12 cuotas.

El 41 % de los chilenos que vivía en el campo tenía un consumo aún más rudimentario: en 1953 la ley permitía que a los inquilinos se les cancelara sólo la cuarta parte de sus jornales en efectivo, pudiéndosele pagar el resto en especies o con el uso de tierra. Con ese pequeño porcentaje de liquidez, el consumo era mínimo y la galleta -pan negro y grande, que se entregaba diariamente a los inquilinos- era parte importante de la ingesta diaria.

Con todo, aquel país introvertido, en que se cocinaba a leña la carne de "buey", comenzó un nuevo ciclo. Quizás los cimientos del nuevo consumidor se remontan a la década de los '60, con el desarrollo de los medios de comunicación masivos, especialmente la televisión, que tuvo un fuerte impacto en el comercio y en la influencia de la moda y música de Europa y Estados Unidos.

Paralelamente, la mujer entró con más fuerza al mercado laboral, y el tradicional lema de comprar sólo lo que se necesita y no endeudarse queda progresivamente obsoleto a fines de la década.

NACE LA FIEBRE

Si bien en 1957 se inauguró el primer supermercado en el país, el Almac -símbolo del cambio de conducta del consumidor chileno-, los primeros pasos de la fiebre del consumismo se remontan a fines de los '70, cuando se liberalizó y se abrió la economía al comercio exterior. Llegaron así los productos importados, y la televisión en colores floreció como emblema de una nueva generación. Antes de que se acabara 1978 se habían vendido casi 140 mil de estos aparatos, principalmente gracias al mundial de fútbol de Argentina.

A esa época se le conoce como "los años de la plata dulce", con un dólar fijo a 39 pesos y la economía creciendo a más del 7 %. La población podía ver películas en videos con el sistema Betamax, comprar calculadoras e ir a los primeros centros comerciales en espiral -los "caracoles"- o al primer gran hipermercado, el Jumbo. Fue también la época en que aparecieron las tarjetas de crédito, lo que masificó la compra en cuotas.

La gran diferencia con el pasado no fue sólo la enorme variedad de productos que saturaron las vitrinas; también fue la capacidad de los chilenos para acceder a ellos, debido al sostenido aumento del ingreso.

"A partir de la década de los '80 se empieza a generar el actual concepto de consumismo, donde surge la necesidad de tener más bienes para sentirse más personas y por un elemento de status", afirma Ramón Cavieres, gerente de estudios de Search Marketing.

La inauguración del primer mall en Chile, en noviembre de 1981, cambió definitivamente los hábitos de ocio del chileno urbano. Si antes la entretención del fin de semana era ver Sábados Gigantes por televisión, con el explosivo auge de los automóviles (ver recuadro) la gente convirtió la visita a los centros comerciales en una tradición familiar.

EL PERFIL DE LOS '90

Tras la recesión del '82, que arrojó por el suelo el exitismo imperante, se reanudó un período de bonanza económica, aunque sólo en 1991 -10 años después- se recuperó el nivel de consumo per cápita de 1981.

Sin embargo, el consumidor que surgió en los '90, y que se mantiene hasta hoy, no se parece en casi nada al de una década atrás. Creció en cantidad y en sofisticación. "Es más informado. Sabe que es el rey y que tiene un rol importante en la economía. Además es más crítico y es capaz de levantar la voz en un restaurante o devolver un producto", afirma el experto de Search Marketing.

Debido a sus nuevas costumbres y necesidades, emergió con fuerza el consumo de la comida rápida (fast food), los productos light y los celulares, que hoy alcanzan a los 2.260.000. La comida preparada, por su parte, entró con fuerza, duplicando sus venta durante los últimos 18 meses, mientras 30 millones de personas visitan anualmente el mall Plaza Vespucio. Si bien el chileno continúa siendo definido como un consumidor aspiracional -"tiende a representar más de lo que tiene"-, en medio siglo ha alcanzado una realidad impensable para sus abuelos: una oferta casi infinita de productos y la capacidad de acceder a ellos.

   

EL CAMBIO SOBRE RUEDAS

En la década del '50 los automóviles se importaban en forma restringida para un pequeño círculo social. Hoy, con 35 marcas diferentes, el mercado automotriz nacional es uno de los más competitivos del mundo. El vehículo ha pasado a ser un bien accesible para la mayoría de la población, cambiando drásticamente los hábitos de la sociedad.

Entre 1950 y 1970 no sólo estaba prohibido importar automóviles en forma masiva. En los 60 se creó la ley automotriz con el fin de producirlos en el país, los que llegaban semi armados y sólo se le ponían las piezas faltantes, como neumáticos y baterías. Sin embargo la verdadera apertura llegó recién a fines de los '70. La venta de automóviles, que alcanzó las 7.000 unidades en los '60, subió a 30.000 en 1978, y a 175.000 en 1998. Hoy, únicamente en Santiago, más del 65 % de las familias tiene automóvil.

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