Profe Cossoli

 
 

Lecturas que hacen bien

 

Página 4

 

 

 

"Cuanto más leas, mejor"

 

 

 

 

CONTENIDO DE ESTA PÁGINA

 

Lecturas para soñar

Textos de Khalil Gibran

Fragmento de El Profeta

 

 

 
 

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Lo que sigue es una selección de textos del libro “El Profeta”. Para adquirir la versión completa se puede consultar la página web al final del texto o buscar en librerías.

 

 

El Profeta

 

Almustafá, el elegido y bienamado, el que era un amanecer en su propio día, había esperado doce años en la ciudad de orfalese la vuelta del barco que debía devolverlo a su isla natal.

 

A los doce años, en el séptimo día de Yeleol, el mes de las cosechas, subió a la colina, más allá de los

muros de la ciudad, y contempló él mar. Y vio su barco llegando con la bruma.

 

Se abrieron, entonces, de par en par las puertas de su corazón y su alegría voló sobre el océano. Cerró los ojos y oró en los silencios de su alma.

Sin embargo, al descender de la colina, cayó sobre él una profunda tristeza, y pensó así, en su corazón.

¿Cómo podría partir en paz y sin pena? No; no abandonaré esta ciudad sin una herida en el alma.

 

Largos fueron los días de dolor que pasé entre sus muros y largas fueron las noches de soledad y, ¿quién

puede separarse sin pena de su soledad y su dolor?

Demasiados fragmentos de mi espíritu he esparcido por estas calles y son muchos los hijos de mi anhelo que marchan desnudos entre las colinas. No puedo abandonarlos sin aflicción y sin pena.

No es una túnica la que me quito hoy, sino mi propia piel, que desgarro con mis propias manos.

 

Y no es un pensamiento el que dejo, sino un corazón, endulzado por el hambre y la sed. Pero, no puedo detenerme más. El mar, que llama todas las cosas a su seno, me llama y debo embarcarme.

Porque el quedarse, aunque las horas ardan en la noche, es congelarse y cristalizarse y ser ceñido por un molde. Desearía llevar conmigo todo lo de aquí, pero, ¿cómo lo haré?

 

Una voz no puede llevarse la lengua y los labios que le dieron alas. Sola debe buscar el éter.

Y sola, sin su nido, volará el águila cruzando el sol. Entonces, cuando llegó al pie de la colina, miró al mar otra vez y vio a su barco acercándose al puerto y, sobre la proa, los marineros, los hombres de su propia tierra.

Y su alma los llamó, diciendo:

Hijos de mi anciana madre, jinetes de las mareas; ¡cuántas veces habéis surcado mis sueños! Y ahora llegáis en mi vigilia, que es mi sueño más profundo. Estoy listo a partir y mis ansias, con las velas desplegadas,, esperan el viento.

Respiraré otra vez más este aire calmo, contemplaré otra vez tan sólo hacia atrás, amorosamente.

Y luego estaré con vosotros, marino entre marinos. Y tú, inmenso mar, madre sin sueño.

Tú que eres la paz y la libertad para el río y el arroyo. Permite un rodeo más a esta corriente, un murmullo más a esta cañada.

Y luego iré hacia ti, como gota sin límites a un océano sin límites.

Y, caminando, vio a lo lejos cómo hombres abandonaban sus campos y sus viñas y se encaminaban apresuradamente hacia las puertas de la ciudad.

Y oyó sus voces llamando su nombre y gritando de lugar a lugar, contándose el uno al otro de la llegada de su barco. Y se dijo a sí mismo:

¿Será el día de la partida el día del encuentro? ¿Y será mi crepúsculo, realmente, mi amanecer?

¿Y, qué daré a aquel que dejó su arado en la mitad del surco, o a aquel que ha detenido la rueda de su lagar? ¿Se convertirá mi corazón en un árbol cargado de frutos que yo recoja para entregárselos?

¿Fluirán mis deseos como una fuente para llenar sus copas? ¿Será un arpa bajo los dedos del Poderoso o una flauta a través de la cual pase su aliento?

Buscador de silencios soy ¿qué tesoros he hallado en ellos que pueda ofrecer confiadamente?. Si es este mi día de cosecha ¿en qué campos sembré la semilla y en qué estaciones, sin memoria?. Si esta es, en verdad, la hora en que levante mi lámpara, no es mi llama la que arderá en ella.

 

Oscura y vacía levantaré mi lámpara. Y el guardián de la noche la llenará de aceite y la encenderá.

En palabras decía estas cosas. Pero mucho quedaba sin decir en su corazón. Porque él no podía expresar, su más profundo secreto.

Y, cuando entró en la ciudad, toda la gente vino a él, llamándolo a voces. Y los viejos se adelantaron y dijeron:

No nos dejes. Has sido un mediodía en nuestro crepúsculo y tu juventud nos ha dado motivos para soñar.

No eres un extraño entre nosotros; no eres un huésped, sino nuestro hijo bienamado. Que no sufran aún nuestros ojos el hambre de su rostro.

 

Y los sacerdotes y las sacerdotisas le dijeron:

No dejes que las olas del mar nos separen ahora, ni que los años que has pasado aquí se conviertan en un recuerdo. Has caminado como un espíritu entre nosotros y tu sombra ha sido una luz sobre nuestros rostros.

Te hemos amado mucho. Nuestro amor no tuvo palabras y con velos ha estado cubierto.

Pero ahora clama en alta voz por ti y ante ti se descubre. Siempre ha sido verdad que él amor no conoce su hondura hasta la hora de la separación.

Y vinieron otros también a suplicarle. Pero él no les respondió. Inclinó la cabeza y aquellos que estaban a su lado vieron cómo las lágrimas caían sobre su pecho.

El y la gente se dirigieron, entonces, hacia la gran plaza ante el templo.

Y salió del santuario una mujer llamada Almitra. Era una profetisa.

Y él la miró con enorme ternura, porque fue la primera que lo buscó y creyó en él cuando tan sólo había estado un día en la ciudad.

 

Y ella lo saludó, diciendo:

Profeta de Dios, buscador de lo supremo; largamente has escudriñado las distancias buscando tu barco.

Y ahora tu barco ha llegado y debes irte.

Profundo es tu anhelo por la tierra de tus recuerdos y por el lugar de tus mayores deseos y nuestro amor no te atará, ni nuestras necesidades detendrán tu paso.

Pero sí te pedimos que antes de que nos dejes, nos hables y nos des tu verdad.

Y nosotros la daremos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, y así no perecerá.

En tu soledad has velado durante nuestros días y en tu vigilia has sido el llanto y la risa de nuestro sueño. Descúbrenos ahora ante nosotros mismos y dinos todo lo que existe entre el nacimiento y la muerte, como te ha sido mostrado.

 

Y él respondió: Pueblo de Orfalese ¿de qué puedo yo hablar sino de lo que aún ahora se agita en vuestras almas?

 

 

El Amor

 

Dijo Almitra: Háblanos del Amor.

Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:

Cuando el amor os llame, seguidlo.

Y cuando su camino sea duro y difícil. Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.

Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines. Porque, así como el amor os corona, así os crucifica. Así como os acrece, así os poda.

Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.

Os desgarra para desnudaros.

Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.

Os pulveriza hasta volveros blancos.

Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.

Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.

Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si, en vuestro miedo, buscareis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.

Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.

El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.

El amor no posee ni es poseído.

Porque el amor es suficiente para el amor.

Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."

Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.

Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:

Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.

Saber del dolor de la demasiada ternura.

Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.

Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.

Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.

Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

  

El Matrimonio

 

Entonces, Almitra habló otra vez: ¿Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?

Y él respondió, diciendo:

Nacisteis juntos y juntos para siempre.

Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.

Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía.

Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del

amor una atadura.

Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.

Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.

Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.

Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.

Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.

Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga.

Porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.

Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte.

Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.

 

 Los niños

 

Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió: Háblanos de los niños.

Y él dijo:

Vuestros hijos no son hijos vuestros.

Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma. Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.

Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.

Porque ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.

Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.

Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.

Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer. Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.

El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para que Su flecha vaya veloz y lejana. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como El ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.

 

 

El dar

 

 

Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del dar.

Y él contestó:

Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis.

Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais.

¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?

Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa? ¿Y qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?

¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?

Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos.

Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.

Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.

Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.

Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.

Dan como, en el hondo valle, da el mirto su fragancia al espacio.

A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, El sonríe sobre la tierra.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.

Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es mayor goce que el dar mismo.

¿Y h ay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día.

Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos.

Decís a menudo: "Daría, pero sólo al que lo mereciera." Los árboles en vuestro huerto no dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.

Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.

Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece, seguramente, de vosotros todo lo demás.

Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestro pequeño arroyo.

¿Y cuál será mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza -no la caridad- del recibir?

¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su orgullo para que así veáis sus mere cimientos desnudos y su orgullo sin confusión?

Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar y ser un instrumento del dar.

Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois sino testigos.

Y vosotros, los que recibís -y todos vosotros sois de ellos- no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.

Elevaos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.

Porque exagerar vuestra deuda es dudar de su generosidad, que tiene el libre corazón de la tierra como madre y a Dios como padre.

 

 

El trabajo

 

 

Entonces, dijo el labrador: Háblanos del trabajo.

Y él respondió, diciendo:

Trabajáis para seguir el ritmo de la tierra y del alma de la tierra.

Porque estar ocioso es convertirse en un extraño en medio de las estaciones -y salirse de la procesión de la vida, que marcha en amistad y sumisión orgullosa hacia el infinito.

Cuando trabajáis, sois una flauta a través de cuyo corazón el murmullo de las horas se convierte en música.

¿Cuál de vosotros querrá ser una caña silenciosa y muda cuando todo canta al unísono?

Se os ha dicho siempre que el trabajo es una maldición y la labor una desgracia.

Pero yo os digo que, cuando trabajáis, realizáis una parte del más lejano sueño de la tierra, asignada a vosotros cuando ese sueño fue nacido.

Y, trabajando, estáis, en realidad, amando a la vida.

Y amarla, a través del trabajo, es estar muy cerca del más recóndito secreto de la vida.

Pero si, en vuestro dolor, llamáis al nacer una aflicción y al soportar la carne una maldición escrita en vuestra frente, yo os responderé que nada más que el sudor de vuestra frente lavará lo que está escrito.

Se os ha dicho también que la vida es oscuridad y, en vuestra fatiga, os hacéis eco de la voz del fatigado.

Y yo os digo que la vida es, en verdad, oscuridad cuando no hay un impulso.

Y todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo saber es vano cuando no hay trabajo.

Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor.

Y cuando trabajáis con amor, os unís con vosotros mismos, y con los otros, y con Dios.

¿Y qué es trabajar con amor?

Es tejer la tela con hilos extraídos de vuestro corazón como si vuestro amado fuera a usar esa tela.

Es construir una casa con afecto, como si vuestro amado fuera a habitar en ella.

Es plantar semillas con ternura y cosechar con gozo, como si vuestro amado fuera a gozar del fruto.

Es infundir en todas las cosas que hacéis el -aliento de vuestro propio espíritu.

Y saber que todos los muertos benditos se hallan ante vosotros observando.

He oído a menudo decir, como si fuera en sueños: "El que trabaja en mármol y encuentra la forma de su propia alma en la piedra es más noble que el que labra la tierra."

"Aquel que se apodera del arco iris para colocarlo en una tela transformada en la imagen de un hombre es más que el que hace las sandalias para nuestros pies."

Pero, yo digo, no en sueños, sino en la vigilia del medio día, que el viento no habla más dulcemente a los robles gigantes que a la menor de las hojas de la hierba.

Y solamente es grande el que cambia la voz del viento en una canción, hecha más dulce por su propio amor.

El trabajo es el amor hecho visible.

Y si no podéis trabajar con amor, sino solamente con disgusto, es mejor que dejéis vuestra tarea y

os sentéis a la puerta del templo y recibáis limosna de los que trabajan gozosamente.

Porque, si horneáis el pan con indiferencia estáis horneando un pan amargo que no calma más que a medias el hambre del hombre.

Y si refunfuñáis al apretar las uvas, vuestro murmurar destila un veneno en el vino.

Y si cantáis, aunque fuera como los ángeles, y no amáis el cantar, estáis ensordeciendo los oídos de los hombres para las voces del día y las voces de la noche.

 

 

La Alegría y el Dolor

 

Entonces, dijo una mujer: Háblanos de la Alegría y del Dolor.

Y él respondió:

Vuestra alegría es vuestro dolor sin máscara.

Y la misma fuente de donde brota vuestra risa fue muchas veces llenada con vuestras lágrimas.

Y ¿cómo puede ser de otro modo?

Mientras más profundo cave el dolor en vuestro corazón, más alegría podréis contener.

¿No es la copa que guarda vuestro vino la misma copa que estuvo fundiéndose en el horno del alfarero?

¿Y' no es el laúd que apacigua vuestro espíritu la misma madera que fue tallada con cuchillos?

Cuando estéis contentos, mirad en el fondo de vuestro corazón y encontraréis que es solamente lo que os produjo dolor, lo que os da alegría.

Cuando estéis tristes, mirad de nuevo en vuestro corazón y veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que fue vuestro deleite.

Algunos de vosotros decís: "La alegría es superior al dolor" y otros: "No, el dolor es más grande."

Pero yo os digo que son inseparables.

Vienen juntos y, cuando uno de ellos se sienta con vosotros a vuestra mesa, recordad que el otro está durmiendo en vuestro lecho.

En verdad, estáis suspensos, como fiel de balanza, entre vuestra alegría y vuestro dolor.

Sólo cuando vacíos estáis quietos y equilibrados.

Cuando el tesorero os levanta para pesar su oro y su plata, es necesario que vuestra alegría o vuestro dolor suban o bajen.

 

 

El Vestir

 

 

Y un tejedor dijo: Háblanos del vestir.

Y él respondió, diciendo:

Vuestra ropa esconde mucho de vuestra belleza y, sin embargo, no cubre lo que no es bello.

Y aunque buscáis en el vestir el sentiros libres en vuestra intimidad, podéis hallar en él un arnés y una cadena.

¡Cómo pudierais enfrentar al sol y al viento con más de vuestra piel y menos de vuestro ropaje!

Porque el aliento de la vida está en la luz del sol y 'la mano de la vida en el viento.

Algunos de vosotros decís: "Es el viento del norte el que ha tejido las ropas que usamos."

Y yo digo: ¡Ay! Fue el viento del norte.

Pero fue la vergüenza su telar y la debilidad de carácter dio sus hilos.

Y, cuando terminó su trabajo, rió en el bosque.

No os olvidéis que el pudor no es protección contra los ojos del impuro.

Y, cuando el impuro no exista más ¿qué será el pudor sino los grillos y la impureza de la mente?

Y no olvidéis que la tierra goza al sentir vuestros pies desnudos y los vientos anhelan jugar con vuestros

cabellos.

 

 

La Libertad

 

Y un orador dijo: Háblanos de la Libertad.

Y él respondió:

A las puertas de la ciudad y a la lumbre de vuestro hogar yo os he visto postraros y adorar vuestra propia libertad.

Así como los esclavos se humillan ante un tirano y lo alaban aun cuando los mata.

¡Ay! En el jardín del templo y a la sombra de la ciudadela he visto a los más libres de vosotros usar su libertad como un yugo y un dogal.

Y mi corazón sangró en mi pecho porque sólo podéis ser libres cuando aíro el deseo de perseguir la libertad sea un arnés para vosotros y cuando dejéis de hablar de la libertad como una meta y una realización.

Seréis, en verdad, libres, no cuando vuestros días estén libres de cuidado ni vuestras. Noches de necesidad y pena. Sino, más bien, cuando esas cosas rodeen vuestra vida y, sin embargo, os elevéis sobre ellas desnudos y sin ataduras. Y, ¿cómo os elevaréis más allá de vuestros días y vuestras noches a menos que rompáis las cadenas que, en el amanecer de vuestro entendimiento, atasteis alrededor de vuestro mediodía?

En verdad, eso que llamáis libertad es la más fuerte de esas cadenas, a pesar de que sus eslabones brillen al sol y deslumbren vuestros ojos.

¿Y qué sino fragmentos de vuestro propio yo desecharéis para poder ser libres?

Si es una ley injusta la que deseáis abolir, esa ley fue escrita con vuestra propia mano sobre

vuestra propia frente.

No podéis borrarla quemando vuestros Códigos ni lavando la frente de vuestros jueces, aunque vaciéis el mar sobre ella.

Y, si es un déspota el que queréis destronar, ved primero que su trono, erigido dentro de vosotros, sea destruido.

Porque, ¿cómo puede un tirano mandar a los libres y a los dignos sino a través de una tiranía en su propia libertad y una vergüenza en su propio orgullo?

Y si es una pena lo que queréis desechar, esa pena fue escogida por vosotros más que impuesta a vosotros.

Y si es un miedo el que queréis disipar, la sede de ese miedo está en vuestro corazón y no en la mano del ser temido, En verdad, todas las cosas se mueven en vosotros como luces y sombras apareadas.

Y, cuando la sombra se desvanece y no existe más, la luz que queda se convierte en sombra en otra luz.

Y, así, vuestra libertad, cuando pierde sus grillos, se convierte ella misma en el grillo de una libertad mayor.

 

La Razón y la Pasión

 

Y la sacerdotisa habló de nuevo: Háblanos de la Razón y la Pasión.

Y él respondió, diciendo:

Vuestra alma es, a veces, un campo de batalla sobre el que vuestra razón y vuestro juicio combaten contra vuestra pasión y vuestro apetito.

Desearía poder ser el pacificador de vuestra alma y cambiar la discordia y la rivalidad de vuestros elementos en 'unidad y melodía. Pero, ¿cómo lo haré a menos que vosotros mismos seáis también los pacificadores, no, los amigos, de todos vuestros elementos?

Vuestra razón y vuestra pasión son el timón y las velas de vuestra alma viajera.

Si vuestras velas o vuestro timón se rompieran, no podríais más que agitaros e ir a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar. Porque la razón, gobernando sola, es una fuerza limitadora y la pasión, desgobernada, es una llama que se quema hasta su propia destrucción.

Por, lo tanto, haced que vuestra alma exalte a vuestra razón a la altura de la pasión, para que cante.

Y dirigid vuestra pasión con el razonamiento, para. que ella pueda vivir a través de su diaria resurrección y, como el ave fénix, se eleve de sus propias cenizas.

Desearía que consideraseis vuestro propio juicio y vuestro apetito como dos queridos huéspedes.

No honraríais, con seguridad, a uno más que al otro; porque quien es más atento con uno de ellos pierde el amor y la fe de ambos.

Entre las colinas, cuando os sentéis a la sombra fresca de los álamos, compartiendo la paz y la serenidad

de los campos y praderas distantes, dejad que vuestro corazón diga en silencio: "Dios descansa en la razón."

Y, cuando llegue la tormenta y el viento poderoso sacuda el bosque y los truenos y relámpagos proclamen la majestad del cielo, dejad a vuestro corazón decir sobrecogido: "Dios se mueve en la pasión."

Y, ya que sois un soplo en la esfera de Dios y una hoja en el bosque de Dios, deberíais descansar en la razón y moveros en la pasión.

 

El Dolor

 

Y una mujer pidió: Háblanos del Dolor.

Y él dijo:

Vuestro dolor es la ruptura de la celda que encierra vuestra comprensión.

Así como la semilla de la fruta debe romperse para que su corazón se muestre al sol, así debéis vosotros conocer el dolor.

Y, si pudierais mantener vuestro corazón maravillado ante los diarios milagros de la vida, vuestro dolor no os pareciera menos prodigioso que vuestra alegría.

Y aceptaríais las estaciones de vuestro corazón así como habéis aceptado siempre las estaciones que pasan sobre vuestros campos.

Y esperaríais con serenidad a través de los inviernos de vuestra pena.

Mucho de vuestro dolor es elegido por vosotros mismos. Es la porción amarga con la que el médico que hay dentro de vosotros cura vuestro ser enfermo.

Por tanto, confiad en el médico, y bebed el remedio en silencio y tranquilidad; Porque su mano, aunque dura y pesada, guiada está por la tierna mano del Invisible.

Y el vaso con que brinda, aunque queme vuestros labios, ha sido moldeado de la arcilla que el Alfarero ha humedecido con sus propias lágrimas sagradas.

 

El Conocimiento

 

Y un hombre dijo, entonces: Háblanos del Conocimiento propio.

Y él respondió:

Vuestros corazones saben, en silencio, los secretos de los días y las noches.

Pero vuestros oídos padecen por el sonido del conocimiento de vuestro corazón.

Querríais saber, en palabras, lo que siempre supisteis en pensamiento; Querríais tocar con vuestras manos el cuerpo desnudo de vuestros sueños.

Y es bueno que lo hicierais.

El manantial escondido de vuestra alma necesita brotar y correr murmurando hacia el mar; Y el tesoro de vuestros infinitos arcanos sería revelado a vuestros ojos.

Pero no pongáis balanzas para pesar vuestro tesoro desconocido.

Y no- registréis los arcanos de vuestro conocimiento con palos ni sondas.

Porque el yo es un mar inconmensurable.

No digáis: "He hallado la verdad" sino más bien. "He hallado una verdad".

No digáis: "He encontrado el alma caminando en mi senda."

Porque el alma camina sobre todas las sendas.

El alma no camina en línea recta, ni crece como un bambú.

El alma se despliega como un loto de innumerables pétalos.

 

El Enseñar

 

Dijo, entonces, un maestro: Háblanos del Enseñar.

Y él respondió:

Nadie puede revelarnos más de lo que reposa ya dormido a medias en el alba de nuestro conocimiento.

El maestro que camina a la sombra del templo, en medio de sus discípulos, no les da de su sabiduría, sino, más bien, de su fe y de su afecto.

Si él es sabio de verdad, no os pedirá que entréis en la casa de su, sabiduría, sino que os guiará, más bien, hasta el umbral de vuestro propio espíritu.

El astrónomo puede hablaros de su comprensión del espacio, pero no puede daros ese conocimiento.

El músico puede cantaros el ritmo que existe en todo ámbito, pero no puede daros el oído que detiene el ritmo ni la voz que le hace eco. Y el que es versado en la ciencia de los números puede hablaros de las regiones del peso y la medida, pero no puede conduciros a ellas. Porque la visión de un hombre no, presta

sus alas a- otro hombre.

Y, así como cada uno de vosotros se halla solo ante el conocimiento de Dios, así debe cada uno de vosotros estar solo en su comprensión de Dios y en su conocimiento de la tierra.

 

La Amistad

 

Un joven dijo: Háblanos de la Amistad.

Y él respondió:

Vuestro amigo es la respuesta a vuestras necesidades.

El es el campo que plantáis con amor y cosecháis con agradecimiento.

-Y él es vuestra mesa y vuestro hogar.

Porque vosotros, vais hacia él con vuestro hambre y lo buscáis con sed de paz.

Cuando vuestro amigo os hable francamente, no temáis vuestro propio "no", ni detengáis el "sí".

Y cuando él esté callado, que no cese vuestro corazón de oír su corazón; Porque, sin palabras, en amistad, todos los pensamientos, todos los deseos, todas las esperanzas nacen y se comparten en espontánea alegría.

Cuando os separéis de un amigo, no sufráis; Porque lo que más amáis en él se aclarará en su ausencia, como la montaña es más clara desde el llano para el montañés.

Y no permitáis más propósito en la amistad que el ahondamiento del espíritu.

Porque el amor que no busca más que la aclaración de su propio misterio, no es amor sino una red lanzada; y solamente lo inútil es cogido.

Y haced que lo mejor de vosotros sea para vuestro amigo. Si él ha de conocer el menguante de vuestra marea, que conozca también su creciente.

Porque ¿qué amigo es el que buscaréis para matar las horas?

Buscadlo siempre para vivir las horas.

Porque él está para llenar vuestra necesidad, no vuestro vacío.

Y en la dulzura de la amistad, dejad que haya risas y placeres compartidos.

Porque en el rocío de las cosas pequeñas el corazón encuentra su mañana y se refresca.

 

El Hablar

 

Y un erudito dijo: Dinos del Hablar.

Y él respondió:

Habláis cuando cesáis de estar en paz con vuestros pensamientos; Y, cuando no podéis morar más en la soledad de vuestro corazón, vivís en vuestros labios y el sonido es una diversión y un pasatiempo.

Y en mucho de vuestro hablar el pensamiento es a medias asesinado, porque el pensamiento es un pájaro del espacio que, en una jaula de palabras, puede, en verdad, abrir las alas, pero no puede volar.

Algunos hay entre vosotros que buscan al hablador por miedo a estar solos.

El silencio de la soledad revela ante sus ojos su yo desnudo y desean escapar.

Y hay quienes hablan y, sin conocimiento ni premeditación, revelan una verdad que no comprenden ellos mismos.

Y hay quienes tienen la verdad, pero no la dicen en palabras.

Cuando encontréis a vuestro amigo a la vera del camino o en el mercado, dejad que el espíritu en vosotros mueva vuestros labios y dirija vuestra lengua.

Que la voz en vuestra voz hable al oído en su oído: Porque su alma guardará la verdad de vuestro corazón, como el sabor del vino es recordado.

Cuando el dolor se olvidó y el vaso ya no existe.

 

Lo Bueno y lo Malo

 

Y uno de los más viejos de la ciudad dijo: Háblanos de lo Bueno y de lo Malo.

Y él respondió:

Puedo hablar de lo bueno en vosotros, no de lo- malo. Porque, ¿qué es lo malo sino lo bueno torturado por su propia hambre y su propia sed?

En verdad, cuando lo bueno está hambriento, busca alimento aun en cavernas obscuras y, cuando está sediento, bebe hasta dé las aguas muertas.

Sois buenos cuando sois uno con vosotros mismos. Sin embargo; cuando no lo sois, no sois malos.

Porque una casa desunida no es un antro de ladrones; es sólo una casa desunida.

Y un barco sin timón puede vagar sin rumbo entre islotes peligrosos y no hundirse hasta el fondo.

Sois buenos cuando os esforzáis en dar de vosotros mismos. Sin embargo, no sois malos cuando buscáis ganar para vosotros.

Porque, cuando lucháis por obtener, no sois más que una raíz que se prende a la tierra y succiona su seno.

Seguramente la fruta no puede decir a la raíz: "Sé como yo, madura y plena y dando siempre de tu abundancia." Porque para la fruta el dar es una necesidad, como el recibir es una necesidad para la raíz.

Sois buenos cuando estáis completamente despiertos en vuestro discurso.

Sin embargo, no sois malos cuando dormís mientras vuestra lengua titubea sin propósito.

Y hasta un vacilante hablar puede fortalecer una lengua débil.

Sois buenos cuando camináis hacia vuestra meta firmemente y con pasos audaces.

No sois, empero, malos cuando vais hacia ella cojeando. Aun aquellos que cojean no retroceden.

Pero vosotros que sois fuertes Y veloces, cuidaos de no cojear delante del lisiado, imaginando que eso es bondad.

Sois buenos en incontables modos y no sois malos cuando no sois buenos.

Sois solamente indolentes y haraganes.

Es una lástima que los ciervos no puedan enseñar velocidad a las tortugas.

En vuestro anhelo por vuestro yo. Gigante reposa vuestra grandeza y ese anhelo se encuentra en todos vosotros.

Pero en algunos de vosotros esa ansia es un torrente que corre con fuerza hacia el mar llevando los secretos de las colinas y las canciones de los bosques.

Y en otros es un hilo de agua que se pierde en ángulos y curvas y se consume antes de alcanzar la playa.

Pero, no dejemos que el que mucho anhela le diga al que anhela poco: "¿Por qué eres tan lento y te detienes tanto?" Porque el que es verdaderamente bueno no pregunta al desnudo "¿dónde están tus vestidos?" ni al desamparado " ¿qué ha ocurrido con tu casa?"

 

La Oración

 

Entonces, una sacerdotisa dijo: Háblanos de la Oración.

Y él respondió:

Oráis en vuestra pena y en vuestra necesidad; deberíais también hacerlo en la plenitud de vuestra alegría y en vuestros días de abundancia.

Porque ¿qué es la oración sino el expandirse de vuestro ser en el éter viviente?

Y si es para vuestra paz que volcáis vuestra oscuridad en el espacio, es también para vuestro deleite el derramar el amanecer de vuestro corazón.

Y, si no podéis sino llorar cuando vuestra alma os llama a la oración, ella os enjugará una vez y otra aún llorando hasta gire encontréis la risa.

Cuando oráis, os eleváis para hallar en lo alto a los que en ese mismo momento están orando y a quienes no encontraríais sino en la oración.

Por lo tanto, que vuestra visita a ese invisible templo no sea más que éxtasis y dulce comunión.

Porque, si entrarais al templo solamente a pedir, no recibiréis;

Y si entrarais aun a pedir por el bien de los otros, no seréis oídos.

Es suficiente que entréis en el templo invisible.

No puedo enseñaros cómo orar con palabras.

Dios no oye vuestras palabras sino cuando El Mismo las pronuncia a través de vuestros labios.

Y yo no puedo enseñaros la oración de los mares y los bosques y las montañas.

Pero vosotros, nacidos de las montañas, los bosques y los mares, podéis hallar su plegaria en vuestro corazón.

Y si solamente escucháis en la quietud de la noche, les oiréis diciendo, en silencio:

"Nuestro Señor, que eres nuestro ser alado, es Tu voluntad la que quiere en nosotros.

Es Tu deseo, en nosotros, el que desea.

Es Tu impulso el que, en nosotros, cambia nuestras noches, que son Tuyas, en días, que son Tuyos también.

No podemos pedirte nada porque Tú conoces nuestras necesidades antes de que nazcan en nuestro ser:

Tú eres nuestra necesidad y dándonos más de Ti, nos lo das todo."

 

El Placer

 

Entonces, un ermitaño, que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y dijo: Háblanos del Placer.

Y él respondió, diciendo:

El placer es una canción de libertad, pero no es libertad. Es el florecer de vuestros deseos, pero no su fruto.

Es una llamada de la profundidad a la altura pero no es lo profundo ni lo alto.

Es lo enjaulado que toma alas, pero no es el espacio con finado.

¡Ay! en verdad verdadera, el placer es una canción de libertad.

Y yo desearía que la cantarais con plenitud de corazón, pero no que perdierais el corazón en el canto.

Algunos jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados por ello y censurados.

Yo no los juzgaría ni censuraría. Los dejaría buscarlo. Porque encontrarán el placer pero no lo encontrarán solo; Siete son sus hermanas y la peor de ellas es más hermosa que el placer.

¿No habéis oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?

Y algunos mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas cometidas en

embriaguez. Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y no su castigo.

Deberían ellos recordar los placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un verano.

Sin embargo, si los conforta el arrepentirse, dejad que se arrepientan.

Y algunos hay, entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.

Y, en su miedo a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u ofenderlo.

Pero esa renuncia misma es su placer.

Y, así, ellos también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar raíces.

Pero, decidme, ¿quién es el que puede ofender al espíritu?

¿Ofende el ruiseñor la quietud de la noche o la luciérnaga ofende a las estrellas?

Y ¿molestan al viento vuestro fuego o vuestro humo? ¿Creéis que es el espíritu un estanque quieto que podéis enturbiar con un bastón?

A menudo, al negaros placer, no hacéis otra cosa que guardar el deseo en los recesos de vuestro ser.

¿Quién no sabe que lo que parece omitido, aguarda el mañana?

Aun vuestro cuerpo sabe de su herencia y su justa necesidad y no será engañado.

Y vuestro cuerpo es el arpa de vuestra alma.

Y sois vosotros los que podéis sacar de él dulce música o confusos sonidos.

Y ahora vosotros preguntáis en vuestro corazón: " ¿Cómo distinguiremos lo que es bueno de lo que no es bueno en el placer?"

Id a vuestros campos y a vuestros jardines y aprenderéis que el placer de la abeja es reunir miel de las flores.

Pero es también el placer de la flor el ceder su miel a la abeja.

Porque, parada abeja, una flor es fuente de vida.

Y, para la flor, una abeja es un mensajero de amor, Y para ambos, abejas y flor, el dar y el recibir placer son una, necesidad y un éxtasis.

Pueblo de Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores.

 

La Belleza

 

Y un poeta dijo: Háblanos de la Belleza.

Y él respondió:

¿Dónde buscaréis la belleza y cómo haréis para encontrarla a menos que ella misma sea vuestro camino y

vuestro guía? ¿Y cómo hablaréis de ella, a menos que ella misma teja vuestro hablar?

El agraviado y el injuriado dicen: "La belleza es gentil y buena.

Camina entre nosotros como una madre joven, casi avergonzada de su propia gloria."

Y el apasionado dice: "No, la belleza es cosa de poder y temor, como una tempestad sacude la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nosotros."

El cansado y rendido dice: "La belleza es hecha de blandos murmullos. Habló en nuestro espíritu.

Su voz se rinde a nuestros silencios como una débil luz que se estremece de miedo a las sombras."

Pero el inquieto dice: "La hemos oído dar voces entre las montañas.

Y, con sus voces, se oyó rodar de cascos y batir de alas y rugir de leones."

Durante la noche, los serenos de la ciudad dicen: "La belleza vendrá del este, con el alba."

Y, al mediodía, los trabajadores y los viajeros dicen: "La hemos visto inclinarse sobre la tierra desde

las ventanas del atardecer."

En el invierno, dice el que se halla entre la nieve: " Vendrá con la primavera, saltando sobre las colinas."

Y, en el calor del verano, los cosechadores dicen: "La vimos danzando con las hojas de otoño y tenía un torbellino de nieve en su pelo."

Todas estas cosas habéis dicho de la belleza.

Pero, en verdad, hablasteis, no de ella, sino de vuestras necesidades insatisfechas.

Y la belleza no es una necesidad, sino un éxtasis.

No es una sedienta boca, ni una vacía mano extendida.

Sino, más bien, un corazón ardiente y un alma encantada:

No es la imagen que veis ni la canción que oís.

Sino, más bien, una imagen que veis cerrando los ojos y una canción que oís tapándoos los oídos.

No es la savia que corre debajo de la rugosa corteza, ni el ala prendida a una garra.

Sino, más bien, un jardín eternamente en flor y una bandada de ángeles en vuelo eternamente.

Pueblo de Orfalese, la belleza es la vida, cuando la vida descubre su sagrado rostro.

Pero vosotros sois la vida y vosotros sois el velo.

La belleza es la eternidad que se contempla a sí misma en un espejo.

Pero vosotros sois la eternidad y vosotros sois el espejo.

 

La Religión

 

Y un viejo sacerdote dijo: Háblanos de la Religión.

Y él respondió:

¿Acaso he hablado hoy de otra cosa?

¿No son todos los actos y todas las reflexiones, religión? ¿Y aún aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar?

¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus ocupaciones?

¿Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo diciendo: "Esto para Dios y esto para mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?"

Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona.

El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo.

El sol y el viento no desgarrarían su piel.

Y aquél que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una jaula.

El canto más libre no sale detrás de alambres ni barrotes.

Y aquél para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el alba.

Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra religión.

Cada vez que en él entréis llevad con vosotros todo lo que tenéis.

Llevad el arado y la fragua, el martillo y el laúd.

Las cosas que habéis hecho por gusto o por necesidad. Porque en recuerdos, no podéis elevaros por encima de vuestras obras ni caer más bajo que vuestros fracasos.

Y llevad con vosotros a todos los hombres.

-Porque, en la adoración, no podéis volar más alto que sus esperanzas ni humillaros más bajo que su desesperación.

Y si llegáis a conocer a Dios, no os convirtáis en aclaradores de enigmas.

Mirad más bien alrededor de vosotros y lo veréis jugando con vuestros hijos.

Y mirad hacia el espacio; lo veréis caminando en la nube, desplegando sus brazos en el, rayo. y descendiendo en la lluvia. Lo veréis sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos en los árboles.

 

 

Tomado de : librodot (Agregar www. al principio y .com al final)

 

 
 

 

 

 

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