Profe Cossoli

 
 

Fábulas y Relatos con moralejas

 

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"Cuanto más cultives tu espíritu, mejor"

 

 

 

 

CONTENIDO DE ESTA SECCIÓN

El pastorcito mentiroso

No hay mal que por bien no venga

 

 
 

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  El pastorcito mentiroso  
     
 

 

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando:

      -¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle se reía viendo sus preocupaciones.

 

Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad.

El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

- Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.  Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo.

Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.

 

MORALEJA

Al mentiroso nunca se le cree,  aun cuando diga la verdad.  

 

 
 
   

 

 
  No hay mal que por bien no venga  
     
 

 

Un empresario importante tenía entre su asesores económicos alguien que ante cualquier adversidad respondía "no hay mal que por bien no venga". Cualquiera sea la situación contradictoria, grande o pequeña, este asesor aconsejaba mirar la cosa con tranquilidad, ya que si pasaba de esa manera era "para bien".

 

Un día el empresario tiene un accidente importante. Como secuela del accidente queda sin tres dedos de la mano derecha. Una vez recuperado y en funciones llama al asesor que todo lo veía bien y, mostrándole la mano sin los tres dedos, le pregunta qué le perecía, ¿dónde estaba lo bien de esa desgraciada situación?. El asesor, encogiéndose de hombros, le dice que si bien en este momento la cosa parece desastrosa, uno nunca sabe cuándo se resolverá el " no hay mal que por bien no venga".  El empresario, muy enojado, no aceptó el comentario del asesor y lo despide.

 

Meses después, como premio al buen momento que estaba pasando la empresa, el empresario sin los tres dedos, premia al equipo de asesores invitándolos a un safari al África. Las cosas se desarrollaron bien al principio, pero la osadía del guía hizo que todo el contingente caiga en manos de una tribu de indios muy belicosos. Trasladados al asentamiento de la tribu, el jefe ordena encender el fuego y colocar grandes ollas encima. Demás está decir que el contingente serviría de comida para varios días. Una vez caliente el agua el jefe de la tribu ordena colocar a los prisioneros en las ollas, pero viendo al gerente sin los tres dedos le dice: "no, tú no, no queremos que nuestros chicos nazcan con defectos como el tuyo" y lo deja ir sin más. El gerente es rescatado y regresa a sus funciones normales una vez repuesto.

 

Pasados unas semanas encuentra el sentido de del consejo de su asesor despedido: si no fuera por el accidente donde perdió los tres dedos, habría perdido la vida a manos de los indios africanos. Se le conmueve el corazón y decide disculparse con el asesor. Va a su domicilio y le relata la desgraciada situación a raíz del safari africano, y le dice que ahora reconocía el valor de sus palabras. En la conversación el empresario le pregunta cómo aplicó él, el asesor, la frase " no hay mal que por bien no venga ", cuando lo despidiera de la empresa. El asesor le confiesa que al principio estuvo confundido y no supo si realmente había sido un bien el que lo despidiera, pero ahora que conoce el incidente del safari, no tiene duda que así fue, ya que si no hubiera sido por el despido, no estaría con vida a hora.

 

 
 

 

 

 

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