Profe Cossoli

 
 

Fábulas y Relatos

 

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"Cuanto más cultives tu espíritu, mejor"

 

 

 

 

CONTENIDO DE ESTA SECCIÓN

El águila, el cuervo y el pastor

El águila y el escarabajo

Los dos conejos

El león y el ratón

 

 
 

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  El águila, el cuervo y el pastor  
     
 

 

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

 

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

 

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

 

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:

-Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

 

Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

 

Autor: Esopo

 

 
     
  El águila y el escarabajo.  
     
 

 

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.

 

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

 

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra.

 

Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.

 

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus.

 

Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

 

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

 

Autor: Esopo

 

 
     
  Los dos conejos  
     
 

 

Por entre unas matas,
seguido de perros,
—no diré corría—,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»

«¿Qué ha de ser? —responde—;
sin aliento llego...
Dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí —replica el otro—,
por allí los veo...;
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

«¿Qué? ¿Podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien visto lo tengo».

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

No debemos detenernos en cuestiones frívolas, olvidando el asunto principal
 

Autor: Tomás Iriarte

 

 
     
  El león y el ratón  
     
 

 

 

Estaba un ratoncillo aprisionado
en las garras de un León; el desdichado
en tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino por que con otros molestaba
al León, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia.
Al oír implorar la real clemencia,
responde el rey en majestuoso tono
(No dijera más Tito): -Te perdono!
Poco después, cazando el León, tropieza
en una red oculta en la maleza.

Quiere salir; más queda prisionero.
Atronando la selva, ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo llega, roe diligente
los nudos de la red, de tal manera
que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso.
Tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.

 

Autor: Félix Samaniego

 

 

 

 

 

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