Marcianos, Fantasmas y el Pensamiento Crítico

 

¿Qué son las pseudociencias? Su nombre lo dice: "ciencias falsas"; podríamos definirlas como una mezcla heterogénea de creencias en la que se funde el espiritismo, la futurología, la ufología... pero también otras menos evidentes (y más peligrosas) como el creacionismo científico, es decir, la afirmación de que un dios hizo el mundo literalmente en seis días, o las teorías supremacistas acerca de las diferencias raciales. El punto común a todas las pseudociencias es la falta absoluta de pruebas; un ejemplo es el de la ufología, la creencia de que somos visitados por naves procedentes de otros mundos o planos de existencia alternativos. El 95% de los avistamientos ovni son explicados como fenómenos naturales y conocidos, lo que nos deja un 5% de casos no explicados (que no inexplicables). En la mayoría de las investigaciones científicas es asumible un pequeño porcentaje de datos erróneos o discordantes, que son desechados como "ruido de fondo"; sin embargo en la ufología ese 5% es el responsable de una creencia que ha perdurado más de cincuenta años. Y eso a pesar de que nadie, en esos cincuenta años, ha logrado mostrar una prueba irrefutable de la existencia de naves extraterrestres.

De igual manera, todas las demás pseudociencias se basan en el rumor, el testigo aislado o la teoría incomprobable, y nunca en experimentos reproducibles o leyes naturales conocidas. Pero la gente sigue consultando las cartas del tarot, acudiendo a sesiones para hablar con sus muertos y comprando los libros de Charles Berlitz sobre el Triángulo de las Bermudas ¿Por qué?

La respuesta no es sencilla, porque los factores que se conjugan son muchos y variados. Probablemente el principal es la necesidad del ser humano de escapar a un mundo onírico, de intentar huir de sus miserias cotidianas; las personas necesitan, como dijo Asimov, unas faldas a las que agarrarse. Y nada mejor que un universo poblado por seres que nos traerán la salvación y una era de prosperidad, adivinos que nos pueden contar el futuro que tanto nos aterra, o montañas mágicas en las que hay siempre tesoros por descubrir. Esto no es nuevo, antes que los extraterrestres existieron los espíritus, y antes las brujas, y antes aún los dioses de la lluvia y del trigo, las sirenas y los minotauros. Sólo que en esta era de tecnología las hadas adoptan nuevos disfraces y vienen en brillantes platillos.

Otro factor de importancia es la adhesión a las pseudociencias como un símbolo de oposición a la ciencia verdadera. Actualmente cualquier avance científico es casi incomprensible para el público medio, que se ve atrapado en un mundo que escapa a su control ,y esto genera desconfianza y rechazo. Además aprender ciencia no es fácil, y no abundan los buenos divulgadores; para una persona que no esté versada en geología es mucho más atractivo el mito de la Atlántida que las implicaciones de la Tectónica de Placas. Y no debemos olvidar que el espíritu crítico está completamente ausente en las escuelas y universidades: los conocimientos y teorías se explican como verdades absolutas, sin oportunidad para que el alumno dude; esto acaba convirtiendo a la ciencia en otra religión más a los ojos de muchos creyentes en las pseudociencias.

Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Debemos dejar a los aprendices de Merlín que sigan leyendo en las palmas de las manos? Alguien argumentará que, salvo casos excepcionales, no hay ningún peligro en que cada uno crea en lo que quiera. Como respuesta, ni siquiera mencionaré los muertos por suicidio en sectas milenaristas, me basta con recordar la inmensa cantidad de dinero que mueve la adivinación del futuro, o lo graves trastornos psicológicos que a algunas personas demasiado crédulas les puede traer jugar con la ouija. Además existe otro riesgo, más sutil pero más peligroso: aquellos que creen que en la Luna hay tres pirámides como las de Egipto están expuestos a creer casi cualquier cosa que les cuente una persona con suficiente carisma, y a obrar en consecuencia.

El cambio de milenio es un momento especialmente propicio para el avance de la irracionalidad; ante ello nuestra mejor arma debe ser el pensamiento crítico o, como dice el astrofísico Javier Armentia, no negar la posibilidad de nada pero someter todos los argumentos a la fuerza de la razón y de los datos contrastados. Y recuerden, los extraterrestres nunca nos han dado vacunas contra las enfermedades, la ciencia sí.

 

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