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Pisagua |
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Observamos, consternados, los despojos rescatados del desierto, en la cal amortajados, y los cuerpos mutilados, en grotescas formaciones, apilados, nos devuelven la mirada, horrorizados. |
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Genocidas, desquiciados, protegidos y amparados por indultos del esti�rcol extractados, ufan�ndose, admirados, se pasean en tropel, despreocupados, en ponzo�oso corral, alborozados. |
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En la acera, desgarrados, sin consuelo, desplazados, en cortejo doliente y fantasmal, claman justicia, esperanzados, los que han vivido y padecido, destrozados. |
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Como espes�simos vahos, saturados, cual pesadilla apocal�ptica, inventados, flotan lamentos, vagando sin destino, se van los pasos, que no vuelven, anudados, brotan los gritos, que se ahogaron, sofocados, hacia la fosa del martirio, pisoteados. |
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Huele a suplicios la arena de Pisagua, hieden a muerte las piedras de Pisagua, suena a ignominia el aire de Pisagua. El capullo de la sangre, deshojado, ti�e de intenso duelo las laderas, oscurece y entristece las maderas. |
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Los recuerdos m�s horrendos se amontonan, sin remedio, y sobrepasan las cumbres de los cerros que rodean, orgullosos, la bah�a (aquella que un d�a conoci� la gloria y fue basti�n de honor para la Patria entera). Se mecen las algas, cual p�lidos huesos, arrullan la cuna coronas de espumas, en danzas de espanto y ausencias de cantos, inundan las sombras, suspiros y llantos. |
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Los que fueron, sin juicio, condenados, humillados, azotados, despreciados, en salvaje ritual, ametrallados, sin piedad, como gavillas hacinados, superando el terror de los sicarios, vivir�n para siempre, recordados. |
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Desciende la tarde en los acantilados, cae el tel�n sobre sus mantos desplegados, el cielo, el agua, los relieves silenciados, enrojecen de verguenza, desolados. |
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Pedro L�zaro Boeri |
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