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Tarapac� |
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Te adoro intensamente, tierra desnuda y agrietada, que muestras tu rostro sin caretas. Tu c�lido regazo me abraza y me cobija y acaricia mi alma, tu palma suave y desolada. Llanura generosa, de coraz�n abierto, espacioso capullo del silencio, tus palpitantes entra�as minerales sostienen sin cesar la humilde pampa desgarrada. |
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Esparcida en extensiones infinitas, saturada de sales e ilusiones, bamboleantes, oce�nicas espumas, sigilosas, acarician tus arenas, las que otrora transitaran imponentes visitantes colosales (hoy osamentas nos evocan epopeyas diluviales entre puzzles de naufragios y febriles ecos de leyendas). |
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Modelada por gigantes milenarios, insaciable recipiente de los tiempos, rondas celestes de luci�rnagas traviesas, te acompa�an y entretejen sus destellos. � Nada compite a la fluidez de tu tersura ! Cada rinc�n es resplandor del para�so, que en las alturas contemplan, espectrales, misteriosos y pacientes animales. |
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� Indefenso crisol de gritos apagados ! � Pachamama de los ritos primitivos ! el c�ndor, vigilante, otea, lejano, tus repliegues, dibujado en el perfil inalcanzable, del impasible disco de los sue�os. � Nadie que invada, furtivo, tus secretos, puede volver airoso y relatar lo que ha vivido ! |
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Los hijos de tus hijos seguir�n transitando, dejando huellas o simplemente nada, y seguir�s siendo testigo de lo eterno, abrigada de nubes y de estrellas. |
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Entre piedras que narran las historias, nosotros vagaremos fugazmente, como sombras fantasmales atrapadas, por aquellos que un d�a se atrevieron a lanzar sus ilusiones al futuro, cual espigas de semillas esculpidas, en los tambos de las rutas hoy vac�as. |
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Otros ojos tendr�n la dicha intensa, de disfrutar la esbeltez de tu figura, yo s�lo quiero seguir sintiendo ahora, tu coraz�n latir apasionado, observando el jugueteo de las aves, al despuntar los resplandores de la aurora. |
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� L�mpida brisa !, � camanchaca de las nieves suspendidas !, � invadan plenamente mi raz�n y esfumen la melancol�a ! perm�tanme acercarme una vez m�s al oasis de la vida, lejos del crepitar tenaz de la ansiedad, de la ambici�n y la ilusi�n perdida, para nadar por fin en la termal eternidad de la abismal infinitud de la armon�a. |
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Pedro L�zaro Boeri |
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