Batalla del Monte Tumbledown
13 de Junio de 1982
http://ar.geocities.com/laperlaaustral/bim5.htm
(Relato extraído del libro Batallón 5 de
Emilio Villarino)
Rechazando el ataque de la Guardia Escocesa de la Reina
Los centinelas vigilaban en forma constante los 200 metros de frente por los
50 de ancho que ocupaba la 4ta sección, muchas veces adelantados de sus
posos para poder dar la alerta general.
A las 21 comenzó a bombardear el lugar la donde estaban los morteros
de 60 mm. , a unos 650 metros a retaguardia sobre Tumbledown. Uno de los proyectiles
corto la línea telefónica, lo que le preocupaba bastante a Vázquez,
pues no tenia contacto con el teniente Miño, quien a 150 metros le cubría
las espaldas. Con quien había acordado que si recibían la orden
de replegarse, ambos se encontrarían en un punto acotado y con las dos
secciones unidas y en combate retardante, se desplazarían hasta el comando
de la Compañía "Nácar".
Fue un conscripto a tratar de reparar la línea telefónica pero
no la encontró, por ello el teniente Vázquez manda a llamar al
cabo 2º Amilcar Tejada quien estaba a 100 metros.
-Tejada- le dijo ni bien apareció en la boca del pozo – tiene que
solucionarme el corte de la línea telefónica. Vea que puede hacer.
A pesar del intenso fuego de artillería, Tejedor corrió de piedra
en piedra tratando de seguir la línea y así llego hasta la gran
pared de piedra, donde estaba el subteniente Silva. El cable se había
cortado y era imposible repararlo. En medio de las explosiones el cabo llegó
hasta la posición de Vázquez para informárselo.
El ataque de la artillería continuo hasta las 23,10. Vázquez ubicado
en la boca del pozo, para tener una mejor vista, dar las ordenes y formular
los pedidos a través del suboficial Fochesatto, que había pasado
a desempeñrse como radiooperador. En ese instante el conscripto Güida,
desde su pozo situado a la izquierda, le gritó.
-¡Señor! ¡Señor! ¡Lo hirieron a Khin!
-¡Ya voy! –le respondió Vázquez, dejando su fusil
en el pozo para poder correr con mayor velocidad.
Cuando llego el conscripto Khin estaba afuera, tomándose el estomago,
con la mirada perdida y tambaleante, con las piernas muy abiertas. Con el mismo
impulso de la carrera, lo empujo hacia el interior del pozo, al tiempo que le
decía:
¡Esta loco, parado afuera!
Una esquirlas le había abierto el costado derecho del abdomen y no existía
posibilidad de evacuarlo. Otro infante se introdujo en el pozo para ayudar.
La oscuridad era total y solo entraba algo con las explosiones. Vázquez,
tanteando la herida, comenzó a practicarle un vendaje de emergencia.
Cuando cesó el cañoneo.
No había pasado ni un minuto cuando escucho una ametralladora Sterling,
ahí nomás, en la misma boca del pozo de zorro ¿Qué
había ocurrido? Los ingleses habían aprovechado el intenso fuego
de artillería para aproximarse a escasos metros de la Sección.
-¿Quién podría estar tirando con Sterling? Voy a ver que
ocurre – exclamo extrañado Vázquez.
Cuando saco la mitad del cuerpo fuera del pozo quedo petrificado: dos ingleses,
cada uno a no más de 5 metros y a ambos costados de donde estaba Vázquez,
iban avanzando y disparando. El de la Sterling, con la bayoneta calada y el
otro con un FAL, con un cigarrillo en la boca. Fue entonces que Khin comenzó
a gritar de dolor. Vázquez se zambullo en el pozo y le tapo la boca.
-Callaté Gringo, porque acá nos cocinan a todos- le dijo en voz
baja.
Vázquez debía regresar a su pozo de inmediato, por varios motivos,
se encontraba a 100 metros de su posición, desde donde tenia que dirigir
el combate. Allí estaba la radio, único enlace con su jefe. Además
recordó que había dejado su fusil, cosa que lamento.
-Termina de vendarlo – dijo Vázquez al conscripto que le ayudaba
a vendar a Khin. -Yo regreso a mi posición
Sacó la pistola, la cargo, tomo una granada de mano, le saca el seguro
y salió del pozo corriendo, el tiroteo se había generalizado.
Los británicos habían pasado al asalto con bayoneta empleando
gran cantidad de hombres (como se supo después el Regimiento que ataco
a la 4ta Sección fue el 2º Batallón de la Guardia Escocesa)
y a medida que pasaban por los pozos disparaba encima de ellos.
Mientras corría Vázquez, se cruzaba a menos de cinco metros de
los ingleses, justo cuando la ola de asalto estaba sobre la 4ta Sección
Los Guardias Escoceses, preocupados de usar todo el poder de fuego contra los
soldados, que enterrados les disparaban sin cesar, se sorprendieron al ver un
hombre del bando contrario corriendo entre ellos. Era una situación confusa
e ilógica, ocurrió en segundo, no daba margen a reaccionar. Es
razonable que en medio de un asalto un hombre escape, pero resulta difícil
imaginar que corra a lo largo de las posiciones. La reacción fue tardía.
En esos instantes, se encendió un iluminante y la zona quedo como sí
fuera de día. Es ahí cuando Vázquez comenzó a ver
la trazantes que se cruzaban delante suyo. Le estaban tirando con fusil y ametralladora
tenia dos posibilidades: o se tiraba en un enorme ,cráter
o sé hacia el muerto y la decisión a tomar las tomo mientras corría.
Optando por simular que le pegaban un tiro y se dejo caer boca abajo, con las
piernas y los brazos abiertos. En la mano izquierda tenia aun la granada, en
la otra la pistola. Apoyo la cara sobre la derecha con el derecho cerrado y
al izquierdo lo pudo mantener abierto.
Los minutos que
siguieron fueron una eternidad. Para colmo el iluminante no se apagaba. Algunos
ingleses pasaron tan cerca que solo veía desde sus rodillas hacia abajo.
Tuvo pánico, sabia que le podían dar el tiro de gracia o el bayonetazo
"Tengo que quedarme quieto, no moverme, no salir corriendo porque no llegaré
a mi pozo" Para ocupar la mente comenzó a rezar.
Al cesar la iluminación.
Como un resorte se levanto y comenzó a correr, mientras tiraba con la
pistola, sin apuntar a ningún lado en especial. Ya sin aliento y con
las piernas sin responderle, observo que en la boca del pozo no había
nadie. Sin dudarlo y a pesar de que tenia 2 metros de profundidad, se zambullo
de cabeza.
-Foche, realmente
creí que no iba a llegar nunca – le dijo al suboficial Fochesatto,
quien estaba sorprendido por la forma que su jefe había caído
dentro del pozo.
-¿Qué
paso jefe?
-Hirieron a Khin- respondió Vázquez – los ingleses nos atacan
con muchos hombres.
Recuperandose, guardo la pistola, tomo el FAL y asomo medio cuerpo fuera del
pozo. Rápidamente busco al grupo de ingleses más cercanos y les
lanzo la granada que lo había acompañado en su corrida. Tenia
para elegir. La cantidad de soldados enemigos era importante; algunos combatían
en las posiciones otros habían sobrepasado la línea de la 4ta
Sección unos 30 metros sobre retaguardia.
Comenzó a dar ordene, los gritos, los que a su vez eran pasado de pozo
en pozo hasta los extremos.
No tenia noticias
de lo ocurrido al subteniente Silva, que con cinco soldados, ubicados a unos
cincuenta metros más atrás, sobre la cresta de Tumbledown, cubriendo
las espalda de la gente de la 4ta Sección de la Nácar y sirviéndole
de apoyo para el caso de que tuvieran que replegarse.
A espalda de Silva
estaba Miño con su sección de ingenieros anfibios, pero del otro
lado de la altura y sin camino ni comunicación accesible, pues allí
Tumbledown estaba cortado por picos con paredes de hasta diez metros en la vertical.
La única manera de comunicarse era por el punto de reunión previamente
convenido.
El flanco izquierdo
de asalto británico había escalado el monte por el Noreste de
Tumbledown, directamente al Norte, por un sitio por el que no se lo esperaban
(la existencia de muchos recovecos desorganizaba toda defensa) Sin embargo los
escoceses subieron por allí y a medida que avanzaban gritaban y tiraban
con todas las armas.
Miño y sus
hombres, sorprendidos en su flanco, respondieron con fuego de FAL, lanzacohetes
y granadas de mano y de fusil. Veían perfectamente los disparos ingleses
a través de la estela químicas que marca el trayecto de las trazantes.
Antes de las 24,
Miño le aviso al guardiamarina De Marco cuyo observatorio para dirigir
el fuego estaba próximo, que se iba a replegar a un punto intermedio,
en dirección al puesto de Comando del teniente Villarraza, enviando a
un conscripto hasta la posición de Vázquez para avisarle que se
replegaba. Aparentemente por producto del fuego y del ataque que sufría
Vázquez, ese hombre no ubico la posición de la 4ta Sección.
Lo cierto es que la comunicación no le llegó a Vázquez
y que Miño inició el repliegue solamente con sus hombres.
Cuando la fracción de Miño se replegó de esas posiciones
en la cresta militar Norte, el subteniente Silva quedó con sus espaldas
desprotegidas y fue entonces que los ingleses lo tomaron por atrás, matando
a los cinco soldados que lo acompañaban.
A la una y veinte de la madrugada y como el enemigo no cedía en su ataque
Vázquez llamó por radio al puesto de comando de Compañía
del teniente Villarraza. Por varios motivos tenias problemas para comunicarce
con su jefe: se había cortado la línea telefónica; ambas
posiciones se encontraban en la laderas opuestas de una misma montaña
que hacia de pantalla y, como si eso fuera poco, desde la tarde del 13 los ingleses
interferían los equipos radioeléctircos hablando y con ruidos.
Por ello, a veces la 3ra. O la 2da. Sección retransmitían las
comunicaciones.
-Verde, aquí Verde 4- insistió Vázquez.
-Verde 4 – fue la respuesta inmediata del puesto de comando de Villarraza.
-Solicito fuego de mortero sobre mi Sección
-Recibido
El suboficial Elbio Cuñe, jefe de la Sección morteros 81 mm dependía
de la central de fuego a cargo del teniente de navío Ubaldo Pagani, instalado
en el puesto de comando del Batallón 5. Cuando comenzó el ataque
sobre las posiciones del teniente Vázquez, Pagani lo liberó y
le dijo que se comunicará directamente con el comando Nácar, para
hacer más efectivo el apoyo hacia esa Compañía.
Villarraza retransmitió a Cuñe el pedido de fuego de Vázquez.
El suboficial había reglado el tiro sobre la punta que bajaba de Tumbledown
a Dos Hermanas, en un pequeño valle de 300 metros delante de la 4ta.
Sección. De todas manera tenía que recibir la orden del lugar
exacto donde hacia falta el apoyo.
-Verde, aquí Naranja- dijo respondiendo el llamado de Villarraza.
-Aquí Verde adelante Naranja
-Corríjame, va disparo. ¡Pum!- dijo Cuñé.
Vázquez, que ya había alertado a sus hombres que les caería
fuego de morteros, le comunicó a Villarraza la corrección del
tiro y éste le retransmitió a Cuñé:
-Acorte 100, derecha 50.
-Recibido. Va- respondió Cuñé.
-Bien, esta en zona batida.
De inmediato cayeron sobre la 4ta. Sección unas quince salvas, provocando
una gran sorpresa entre los británicos, que comenzaron a desbandarse.
También hizo fuego el suboficial Lucio Monzón con sus morteros
de 60 mm, ubicados a 500 metros a retaguardia de la 4ta Nácar, con seis
conscriptos.
Ese fue un momento muy difícil, durante el cual quien está combatiendo
desde su pozo no puede merece adentro y tiene que seguir tirando. Si deja de
disparar, el enemigo, que lo tiene localizado perfectamente y que ya está
jugado pues el fuego lo toma desprotegido, se le va encima y, como hacían
los ingleses, le arroja una granada dentro del pozo o se para en la boca del
mismo y vacía un cargador en el interior, ocupando luego ese mismo agujero.
Además el
combate en esas condiciones es totalmente entreverado. A los proyectiles de
los morteros de 81 había que sumarle los cohetes, granadas y misiles
Milán que tiraban los británicos. Un infierno, donde las distancias
entre contendientes no excedían los 8 o 10 metros y donde los disparos
de cada uno eran su mejor cubierta. Nadie tenía tiempo de apuntar, sólo
de tirar al bulto, sin exponerse demasiado porque con seguridad uno o más
enemigos le estaban tirando. Esa situación fomentaba la inseguridad de
ambos bandos y dificultaba la precisión de los disparos.
Ante la intensidad del fuego de morteros, los británicos se replegaron
a la posición de partida que habían adoptado para el ataque, en
el valle, al Oeste de Tumbledown. Muy pocos quedaron a retaguardia de la 4ta.
Sección, escondido detrás de alguna piedra al no poder escapar
con el grueso.
Era exactamente
la 1,30 del 14 de junio.
El asalto de la Guardia Escocesa de la Reina había sido rechazado. Un
silencio absoluto que se prolongó por espacio de media hora se apodero
del monte. Ni siquiera había viento y la visibilidad, pese a ser de noche,
era buena, luego de haber pasado momentos de niebla cerrada, fuerte lluvia de
granizo y nevadas.
De pronto, ese
extraño silencio se rompió con los gritos de los marinos argentinos
"Viva la Infantería de Marina", "Vengan, ingleses hijos
de puta", " Que Venga la Reina, Carajo", "Vengan que acá
esta la 4ta. Sección". Los nervios, la tensión vivida durante
más de dos horas de combate ininterrumpido, el cansancio, el miedo, daban
paso a un desahogo merecido. Los habían rechazado, que para esos hombres
era mucho.
A los pocos minutos
los ánimos los ánimos se tranquilizaron. Vázquez bajo a
su pozo para calentarse, pues tenia las manos muy frías, casi sin tacto.
De inmediato solicito que le comunicaran las bajas y el estado de la munición,
dato que se le paso al teniente Villarraza:
-Verde, aquí
verde 4.
-Verde.
-Señor, informo que los ingleses se retiraron, prácticamente se
fueron en desbandada, en este momento no hay fuego, Tengo cuatro muertos y tres
heridos. Estamos haciendo recuento de munición.
En la sintética,
Vázquez le relato a su jefe lo ocurrido, quien le respondió:
-Recibido. Pregunto si se va o se queda.
-Señor, yo no domino del todo la situación pero los ingleses tampoco.
Si me envía refuerzos puedo aguantar y de aquí no me saca nadie.
-Recibido. Espere
Pasaron unos minutos,
los necesarios para que el teniente Villarraza consulte con el puesto de comando
del Batallón. El capitán Robacio le respondió que le enviaría
refuerzos.
-Verde 4, aquí Verde
-Verde 4- contestó Vázquez.
-Bien, resista, van a ir refuerzos
-Recibidos
.Recibidos, Aquí Verde 4, corto
La Presión
Británica
Poco duro la tregua del primer ataque. Exactamente a las dos, apenas media hora
después de retirarse, los británicos lanzaron una segunda ola
de asaltos, pero con tropas "frescas": habían reemplazado a
los hombres de la Guardia Escocesa que combatieron la primera vez, por otro
de las mismas unidades, descansado y con todo su armamento.
-¡Señor
! ¡ se vienen de nuevo ! grito uno de los vigías desde la boca
de un poso cercano a Vázquez , quien, con la mirada de su cuerpo fuera,
comenzó a dirigir las alarmas sobre determinados blancos, a pedir el
estado de la munición y básicamente a dar las órdenes de
fuego.
De nuevo el combate generalizado, todos tirando contra quien estuviese cerca.
Otra vez el infierno del combate de infantería, donde se entremezclaba
el tableteo de las ametralladoras, las explosiones de granadas, cohetes y proyectiles
de diverso calibre, los disparos de los fusiles y los grito de los heridos.
A las 12,30, el
grupo del suboficial primero Julio Castillo, en el extremo derecho de la sesión
trataba de contener la embestida enemiga., con Castillo estaba el cabo segundo
Almilcar Tejada, que habían viajado a Malvinas con el teniente Vázquez
y el dragoneante José Luis Galarza, un muchacho que se habría
destacado en ese grado y a quien Castillo quería como un hijo "Ese
es mi pollo" decía con orgullo.
Tres soldados británicos
salieron de atrás de un montículo rocoso y disparando mientras
corrían, mataron a la joven Galarza. El cabo Tejada, echado a unos siete
metros de distancia, giró la ametralladora MG con la que hacía
fuego hacia el sur y comenzó a disparar en dirección al enemigo,
derribando a los que se acercaban a la carrera.
Castillo, al ver la forma en que habían caído su de dragoneante,
se incorporó, furioso, en momentos en que otros tres ingleses avanzaban
hacia él, desde unos 15 a 20 metros.
_¡ Ingleses
hijos de punta a ! _ grito e intentó disparar su fusil automático.
Pero un tiro en el pecho que salió por la espalda abriéndole un
herida de 20 centímetros, lo tiró hacia atrás violentamente.
Tejada giro otra
vez la ametralladora y disparos sucesivas ráfaga hasta que los tres ingleses
cayeron. Se arrastró hasta Castillo, con la esperanza de que hubiera
querido, pero surge ese había fallecido instantáneamente (*).
Castillo, Tejada
y Galarza habrían aguantado estoicamente el avance enemigo, ya que el
extremo derecho de la 4ta Sección, donde ellos estaba, era el sitio que
recibía todo los ataques. Los británicos que desde el oeste llegaban
al centro y la de izquierda de la Nácar, habían pasado primero
por el extremo derecho donde eran "filtrados" por el Castillo y tejada
Sólo en el primer asalto avanzaron por el Sur y por el Oeste.
Con la muerte de Castillo, tejada pasó a ser el único jefe que
le quedaba a Vázquez en la punta derecha de su sección. El único
para la base órdenes y alentar a la tropa.
El teniente Silva
intentaban defenderse como podía. El combate y eran intensisimo y el
enemigo aparecía detrás de una piedra tanto a tres metros como
a veinte. dos de los conscriptos que estaban con él cayeron herido por
una ráfaga de ametralladora. Sin dar un instante Silva dejó la
protección de su pozo y comenzó a arrastrar a uno de los conscriptos,
buscando el reparo de una roca. Casi treinta metros lo separaban de lo que estimo
que era un buen refugio para ese hombre que, de todas maneras, sin tiempo ni
medios para curarlo moriría en poco minutos más.
Quédate aquí _ y le dijo, tratando de la le animó _. Te
pondrá bien. En cuanto pueda regresaré a buscarte. Por favor no
te mueva.
El conscriptos
con sus dos manos tomándose el estómago del que brotaba mucha
sangre, miro fijó a su jefe, en silencio, sin pronunciar palabra, tal
vez de despidiéndose para siempre.
_ Tranquilo, tranquilo.
Regreso enseguida _ insistió Silva.
Arrastrándose y evitando ser un blanco del nutrido fuego, hizo el camino
de vuelta. Jadeando, se metió en el pozo donde estaba un FAP abandonado,
pues el soldado a cargo había sido muerto, y comenzó a disparar
hasta que se le trabó.
_ ¡Alcánzame
algo para tirar! _ le pidió al conscriptos Rodríguez, de la sección
del teniente Vázquez .
Rodríguez, que estaba ubicado cerca, se aproximó y le entrego
un fusil.
_ Gracias, algo es algo _ dijo Silva intentando que una sonrisa se dibujaba
en su cara en merecida.
Poco a poco, en una avance en perfecta formación los británicos
se fueron afianzando. Las bajas de los hombres de la nácar fueron en
aumento, al mismo tiempo que se le incrementa el número de los ingleses
mezclados entre los pozos de la sección.
¿Qué
estaba ocurriendo? ¿Por qué durante el primer asalto y pese a
la intensidad del combate de los infantes argentinos tuvieron tan pocas bajas?
La respuesta surge un ante un rápido análisis: porque la cuarta
sección estaba entera y había apoyo mutuo entre los conscriptos.
Cada pozo era apoyado por los pozos de sus costados. Cada uno protegía
la espalda de lo otro, el costado del otro. De ahí que los ingleses tuvieron
que combatir no contra un pozo sino contra varios a la vez.
Pero en el segundo
asalto, los británicos comenzaron a utilizarse una táctica que
rápidamente le dio muy buenos resultados: tres o cuatro hombres, agazapado
a diez o doce metros de distancia, se levantaban simultáneamente y corría
en dirección al pozo más cercano. Se le podía tirar a matar
a uno o dos, pero un paro de ellos llegaban al pozo matando a los que allí
estaban. Un precio caro, pero cuando así procedían el resultado
era siempre el mismo. Las granadas de mano en esos casos eran inútil.
los infantes argentinos utilizaban granadas americanas M-67, inservibles para
frenar a un hombre que se acercaba corriendo a un pozo, ya que sólo explotaba
con 5 o 6 segundos de retardo, por lo que las distancia de combate cuerpo a
cuerpo la tornaban inapropiadas.
Así paulatinamente,
la desproporción de las fuerzas de hizo cada vez más evidente.
A Vázquez, más que las bajas, le preocupaba no poder sacarse de
encima a sus enemigos; impedir que fueran ocupando las posiciones en la forma
en que lo estaban haciendo. Le pidió a Fochesatto que lo comunicara con
el teniente Villarraza:
_Verde, aquí Verde 4.
_Verde
_¿Que ocurre con los refuerzos?
_Aguante que están por salir.
_Recibido.
Minutos antes de las tres de la madrugada, un soldado de ejército se arrastró hasta el pozo donde estaba Vázquez y grito:
-¡Mi teniente!
¡Mi teniente! Le dieron al subteniente Silva.
_ ¿Qué le pasó ?
_ Le dieron un tiro en el pecho y uno en el brazo tira sangre por la boca (**)
_¿ Está vivo ?
_ Si mi teniente.
_ Bueno, arrástralo con cuidado, metelo en un pozo y trata de hacerle
alguna curación.
"¿Qué puedo hacer?", "¿Que le puedo decir?",
pensó Vazquez. Pero cinco minutos después el mismo soldado regresó.
_ Mi teniente, el subteniente Silva murió.
Vázquez perdía así un oficial muy valioso, que permanentemente
arengaba a sus hombres para que combatieron y que transmitía las ordenes
en forma constante, allí donde la voz de Vázquez no llegaba.
¿Qué
había movido al soldado a regresar para avisar que Silva había
muerto? ¿para que arriesgarse ?
Esa necesidad de informar tan sólo la muerte de un jefe hay que buscarla
en un sentimiento que se da en todo combatiente: no hay peor cosa para el que
maten a su jefe. Lo destruye. Su jefe, que es la única esperanza de salvación,
por qué es el que más sabe. Si el jefe, que es el más adiestrado
y el que más sabe murió, ¿qué esperanza le queda
a él, que sabe menos y esta menos adiestrado? ¿Quién lo
sacará de problema? Además su jefe, por la misma rutina de la
vida militar, es el que atiende los problemas de los subordinados. Ha muerto
quien atendía sus problemas. Y ahora ¿Quién se ocupara
de él? ¿Quien le va a decir "córrete de ahí
que te van a matar" o "cubrir" o "apunta para allá"?
¿Quien va a organizar el repliegue? Nadie.
El jefe en combate
y todo. De ahí que con la muerte de los jefes se incrementa de inmediato
la muerte de los subordinados. Caen en la desesperanza, en la desorientación,
en la inseguridad, y es cuando los conscriptos comienzan a tener reacciones
dubitativos, temerosa, inseguras, sobre todo en el combate cercano, en el que
sobrevive el que tienen reflejo más aptos. El otro no.
Ese conscripto
se arriesgó dos veces por dos motivos: primero, quiso ver la posibilidad
de que salven a su superior herido, y segundo, si su jefe moría quería
ser tomado por otro, escapar a la idea de que quedaba desprotejido. Una reacción
muy humana. Una de las tantas facetas de la guerra.
Vázquez
no tuvo tiempo de pensar en la muerte del subteniente Silva. Una ametralladora
comenzó a tirarle desde una pared de piedra ubicada un poco más
arriba de su pozo. Lo británicos lo tenían perfectamente localizado
y ni bien asomaba la cabeza para impartir órdenes, recibía una
andada de proyectiles. No podía dejar de dirigir el fuego, aún
en un forma entrecortada. "Te voy a reventar", dijo entre dientes,
con rabia, y tomando una granada antitanque la disparó en dirección
a la ametralladora que le vomitar fuego. De inmediato tiro otra, era la suerte
no lo acompañaba: una pego la base de la piedra y la otra siguió
de largo. Era inútil, no podía abatidos .
_ ¡ Gasco!
¡Gasco! ¡ tírale a esa ametralladora! _ grito Vázquez
aún conscripto ubicado a su izquierda y al que había ascendido
ese mismo día. "Cosas de guerra", pensó. Se había
tomado la atribución de ascenderlo a dragoneante en pleno combate, pues
le tenía mucha confianza.
_ ¡ Gasco!
¡Gasco! ¡ No seas hijo de puta! ¡ No me dejes solo ahora !
Sabía que el conscripto estaba vivo. Entonces, ¿ por qué
no contestaba?
El dragoneante
estaba tratando de destrabar la ametralladora. "Menos mal", exclamó
cuando logró hacerla funcionar. sin perdía el tiempo dirigió
el fuego hacia quienes atacaban a Vázquez, dejándolo fuera de
combate.
La situación era desesperante. Vázquez decidió bajar para
hablar por radio, lo que generalmente y estaba a cargo del suboficial Fochesatto,
pero cuando se trataba de algo muy importante lo hacia personalmente.
Alentar al pozo, lo primero que hizo fue apretar la tecla del equipo; en forma
instantánea desaparecido el ruido característico de los aparatos
que están receptando. Bajo tierra se escuchaba bien todo lo que ocurría
afuera: las explosiones, los gritos, los disparos. Las detonaciones hacían
temblar el suelo y estremecían a esos hombres que, sin embargo, ya les
importaba poco la forma en que morirían. Eran conscientes de que posiblemente
no saliesen con vida de ese pozo. Pero también estaban convencidos de
que los ingleses no se le llevarían de arriba.
De pronto alguien
hablo en inglés, ahí nomás, casi la boca del pozo. Vázquez
y Fochesatto se quedaron petrificados.
_¡Al diablo ! ¡ No van a meter una "pepa" por el agujero
! _ exclamó Fochesatto.
Vázquez tenían la costumbre de dejadas afueran dos fusiles, uno
con la granada antitanque puesta y apuntando en una dirección y el otro
en dirección opuesta.
En la desesperación se llevó por delante la radio, pero igual
saltó fuera del pozo y tomo el fusil que tenía más a mano:
el de la granada antitanque. A unos 7 metros, tirado cuerpo a tierra, de costado,
un soldado británico hablaba por radio, y listo para meter una granada
dentro del pozo, Vázquez no lo penso dos veces; apuntó y disparó.
El proyectil antitanque que pego a menos de medio metro del inglés, cuyo
cuerpo saltó desplazado.
En esos instantes,
en el medio sector oeste del teniente Vázquez, pero más hacía
la derecha, un inglés llegó hasta uno de los pozos de zorro. El
conscripto Feliz Ernesto Aguirre, a unos 30 metros vio al enemigo pero le falto
rapidez para deducir si era un ingles o no, algo perfectamente aceptable teniendo
en cuenta la confusión propia del momento, dado que el ataque británico
era incesante.
_¡Si, es
un inglés ! _ exclamó Aguirre y disparó su fusil.
Fue tarde. Un segundo antes de recibir un impacto en la espalda, el soldado
tuvo tiempo de activar una granada de mano incendiarias y arrojarla dentro del
pozo. El estallido fue inmediato. Lenguas de fuego salieron del interior, como
buscando más víctimas. Un soldado salió rápidamente.
Era una tea humana. Sin titubear se desprendió una manta en forma de
poncho, revolcándose por el suelo. Le pareció increíble
que no estuviese quemado. Como un resorte se irguió y giro la cabeza
en uno y otros sentido buscando un arma. A poca distancia había un fusil,
lo tomó, se arrastro hasta otro pozo y se metió en un interior
para seguir combatiendo.
Vázquez
volvió a comunicarse con el teniente Villarraza.
_ ¿Que pasa con los refuerzos? _ exclamó sin ocultar su preocupación.
_Ya están marchando, están en camino _ fue la respuesta, una mentira
piadosas, ya que los refuerzos no se habían puesto en marcha.
Lo cierto era que
el apoyo que necesitaba Vázquez y no llegaba y la situación empeoraba
cada vez más. Las bajas iban en aumento. Munición no abundaban.,
En ese instante, Vázquez tomo una decisión: solicitar nuevamente
fuego de artillería.
_Que tiren los
morteros _ pidió por radio en un intento por sacarse de encima a los
ingleses .
_ No, los morteros no porque en estos momentos están cumpliendo otra
misión de fuego.
_ Bueno, entonces que tiren los 106 _ reclamo refiriéndose a la sección
de morteros 106,6 mm, con seis piezas ubicada retaguardia entre el puesto de
comandos del teniente Villarraza y el BIM 5 .
_ Recibido.
Pocos minutos después,
los proyectiles de los mortero comenzaron a hacer temblar lugar, aliviando algo
las presiones de los británicos, pero sólo un breve tiempo.
A las 3,30 de la madrugada, la ametralladora ubicada en el centro de la 4ta
sección quedó sin municiones. El conscripto Aguirre y otros tres
hombres que la servían continuaron disparando con sus fusiles.
A las 4, la ametralladora
del extremo izquierdo envió una aviso "Munición consumida".
Hasta esa hora Vázquez había mantenido el control sobre su sección.
Sus ordenes eran cumplidas y se le informaba de cuanto ocurría, incluida
la bajas que se iban produciendo. Sin duda, el sector más afectado era
el centro y el del extremo derecho.
A partir de las 4,30, los ingleses comenzaron a ocupar los pozos de zorro. Ni
en mataban hombre le sacaban y se metían en ellos. Así las cosas,
los infantes de marina se encontraron con que a 7 o 10 metros a la izquierda
o a la derecha, a atrás o adelante, en el sitio donde pocos minutos antes
estaba un compañero, era ocupado por un enemigo.
La situación se había tornado desesperante, insostenible. Cada
vez habría más ingleses disparando sorpresivamente desde los pozos.
Vázquez sabía que no podía resistir mucho tiempo más.
Tampoco disponía de mucho tiempo para pensar. Entonces tomó la
decisión: batir la sección con su propio mortero calibre 60, con
los cincuenta y cuatro proyectiles disponible . Una decisión terrible,
el verdadero manotazo de abogado. Otra cosa no podía hacer. Salvo rendirse
o morir irremediablemente. El intento valía la por.
Como el mortero es un arma de tiro curvo, si se lo colocaba bien parado, tiene
una distancia mínima de disparo. La única forma de batir su propia
posiciones es sacándole el bipode. Eso fue precisamente lo que hicieron:
le sacaron las patas, le pusieron dos cajones de municiones para sostener los...
Y quedó paradito.
_Rotela _ dijo
Vázquez dirigiéndose al dragoneante que hacía las veces
de jefe de pieza , secundado por el conscripto Güida y otro al que aprobaban
"Pankuka" _ ¿Tiene Güida puesto el guantes ?
_ Sí señor. Está listo.
Güida con un guante colocado en su mano derecha para protegerlo de calentamiento
de el tubo, sostenía con la otra el proyectil. Con sus ojos fijos en
el mortero , esperaba ansioso la orden para el primer disparo.
_¡Fuego !_ gritó Vazquez.
Comenzaron por
el extremo derecho de la posición que ocupaba, pasando por el Centro
y llegando al extremo izquierdo. Uno tras otro fueron explotando, provocando
temblores y abundante humo y terronazos. En vano intentaron corregir la dirección
de los disparos: un tubo sostenidos por cajones y con inclinación dada
por la mano de un soldado, no podía asegurar mucha precisión.
Los resultados fueron pobres; a pesar de sufrir numerosas bajas, los ingleses
no retrocedió.
Además de ser muchos, estaba bien protegido en los pozos de zorro.
_¡Esto se
va al carajo! _ exclamó Vázquez _:Así no podemos continuar
por mucho tiempo más .A ver si puedo comunicarme con el comando. Se acercó
a la radio y comenzó a llamar al capitán Robacio.
_ Señor, aquí el teniente Vázquez _ dijo con voz angustiada.
Sí, capitán Robacio. Estábamos tratando de comunicarnos
con usted. En gran parte del peso del combate esta centrada en su sección.
¿Qué quiere que hagamos?
_ Señor. ¡Tire con los obuses contra nosotros!
El pedido significaba ser batido por la propia artillería, nada menos
que con abuse de 105 mm, los proyectiles mas grandes que tenían y capaces
de destruir los pozo de zorro. De todas formas no saldrían vivos.
Robacio alejó el tubo de su oreja y dudo un instante.
_ Pero Vázquez...
_Señor, por favor, tire ya mismo. Esto es insostenible.
_Bien, así lo haré. Continuemos al habla.
Se dio vuelta y dirigiéndose a su ayudante le dijo:
- Ordene abrir fuego con los 105 sobre las posiciones del teniente Vázquez.
Ya mismo. Pronto.
El primer disparo cayo lejos del blanco, exactamente a unos 500 metros. El terreno
muy blando de las Islas y la intensa actividad a la que habían sido sometidas
las piezas de artillería terminaron por desencajarlas totalmente.
- Señor, mando corrección, Alargar 900, derecha 500 - exclamo
Vázquez.
Normalmente, la corrección en un tiro de artillería no es tan
exagerada. De ahí la respuesta del capitán Robacio:
- Tranquilícese Vázquez. Esa corrección es imposible.
Tapando el tubo del teléfono de campaña, le dijo a su ayudante:
- Este pobre pibe, ya debe estar mal de la cabeza.
Pero Vázquez no estaba mal de la cabeza. Realmente el disparo había
pegado lejos. Como el segundo tiro tardaba en llegar, el teniente gritó
desesperado:
- ¡ Que esperan! ¡Tiren! ¡Tiren! ¡Nos están haciendo
pelota!
Llega el segundo tiro. Largo, lejos de la posición.
- ¡Pero esta artillería de mierda, no sirve para un carajo! ¡Métanse
los cañones en el culo!
Vázquez estaba hablando nada menos que con su comandante. La muerte segura
de él y de sus hombres lo desesperaba. Quería detener a los ingleses
a toda costa. Tenia que hacerlo. No había otra alternativa.
De pronto, el tercer tiro pegó en la Sección.
- ¡Bien! ¡Así! ¡Así! - grito por radio -. Bien,
señor, así. Señor perdóneme.
- Esta bien, hijo. Trate de aguantar _ dijo Robacio consiente del difícil
momento por el que estaban pasando sus hombres.
A partir de ese momento los obuses de 105 comenzaron a batir la posición
guiados por el oficial de la central de fuego de la batería de artillería,
teniente Oscar González, un intimo amigo de Vázquez, que sabia
perfectamente que estaba tirando contra su amigo y que lo más probable
es que éste muriera ante el tremendo poder de fuego de esas piezas.
Pocos minutos después cesó el infierno desatado por las explosiones.
Sin embargo, los ingleses estaban ahí, en su pozos.
Aproximadamente
a las 5, el enemigo inicio su tercer asalto, en el que no hubo pausa como ocurrió
entre el primero y el segundo, sino que al no quedar tantos británicos
combatiendo, apareció otra oleada de refresco. La otra diferencia con
las dos anteriores fue que no ocurrió de manera orgánica, no atacaron
en perfecta formación.
Otra vez Vázquez reclamó los refuerzos, obteniendo una repuesta
similar;
"Están en camino". Entonces insistió con el apoyo de
los morteros de 81 mm del suboficial Cuñe, quien a pesar de tener otras
misiones de fuego, había estado batiendo la zona de Vázquez con
tres de sus piezas