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EJEMPLOS DE CR�NICAS

Del despelote en Barcelona al sepelio de la mujer polic�a

 

 
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  • Cr�nica de un despelote masivo
  • Religi�n / El cuerpo de Juan XXIII
  • Dan adi�s a Mujer polic�a

     

    Los lunes al Borne

    Cr�nica de un despelote masivo

    La instalaci�n de Spencer Tunick en Barcelona
    • — Karla Islas Pieck || Egresada de Medios UAA y actualmente en Barcelona

    Nunca antes en mi vida me hab�a desnudado en p�blico. Supongo que el sentimiento de pudor, especialmente inculcado por mis educadores desde que era peque�a, sumado a los complejos producto de la cultura de la est�tica en la que vivimos, han logrado que el despojarse de las prendas sea una acci�n especialmente dif�cil para m�.
    A manera de reto, en un intento de vencer este temor, el pasado domingo decid� unirme a las m�s de 7 mil personas que posaron desnudas en la instalaci�n del artista norteamericano Spencer Tunick.
    Recuerdo que todo comenz� cuando me top� con una postal de esas gratuitas que est�n en las tiendas y restaurantes. La foto: Una instalaci�n de Spencer Tunick en d�nde aparecen varias personas desnudas; atr�s: informaci�n sobre c�mo inscribirse a la que se realizar�a en Barcelona. Faltaba m�s de un mes, as� que decid� apuntarme sin pensarlo mucho y mand� mi ficha a trav�s de Internet. Cuando la fecha se aproximaba, reflexion�. Parec�a absurdo que yo me planteara posar desnuda y m�s a�n siendo algo masivo, cuando me resulta muy dif�cil ponerme un bikini para ir a la playa. Tom� la decisi�n de asumirlo como un reto y tom�rmelo sin mucha aprensi�n por si me arrepent�a en el �ltimo momento. Quer�a ir sola, nada de ir con amigos o conocidos, esto seguramente har�a m�s dif�cil lo que sin duda, representaba un desaf�o. Incluso me convenc� a mi misma que esto podr�a servir como una especie de “terapia” para superar el miedo al desnudo.
    De momento nadie de mis amigos se hab�a apuntado, pero en la �ltima semana varios comentaron que se lo estaban pensando. El primero en confirmarlo fue Patxi, y como es mi vecino, se ofreci� a pasar por mi para ir juntos al evento. “No, no nos veremos”, fue mi primera reacci�n. Pero despu�s, tras una breve reflexi�n, cambi� de parecer ya que ir sola hasta la Plaza Espa�a en medio de la madrugada podr�a ser toda una aventura. En fin, que llegado el d�a, acept� y quedamos que pasar�a por m�a a las 3:00 de la ma�ana en punto.
    Los nervios me invad�an. Hab�a planeado dormir muy bien la noche anterior para estar fresca, pero err� en pasar camino a casa y tocar el timbre de Vicky, ya que nos sorprendi� la madrugada hablando sobre el tema.
    Lo dud�, lo dud� mucho y m�s a�n por lo que me dec�a Vicky, quien atinadamente hac�a de psicoterapeuta –para lo cual tiene una sorprendente habilidad. Muchas veces le digo que en vez de ser Bi�loga, deber�a haber sido psic�loga— que en alg�n momento toc� mis fibras m�s sensibles y me puso al borde de la deserci�n.
    Ah, problema. El Patxi seguramente estar�a durmiendo y a las tres de la ma�ana ir�a por m�. Hab�a adelantado la hora de despertar cambiando el plan previo que ten�a de ir en bicicleta, para ir en el “Nit bus” conmigo y me parec�a una completa descortes�a cancelar el plan en el �ltimo momento. Camin� a casa. El reloj marcaba ya las 2:00 de la ma�ana y adem�s me faltaba un peque�o detalle: depilarme. Claro, si ten�a que desnudarme, al menos tendr�a que estar presentable. En fin, llegu� a casa y me somet� a una afeitada de axilas completamente mediocre, y lo de las piernas de plano lo abort�. Ten�a una mitad de las piernas medianamente libre de bellos consecuencia de una reciente depilada. Y as� qued�. Saqu� una cerveza que llevaba al menos tres meses a�ej�ndose en el refrigerador y opt� por tomarla mientras llegaba la hora. El alcohol desinhibe, pens�. As� que me la tom� m�s en plan terap�utico que de esparcimiento. Me sent� en el balc�n y los minutos pasaban lento esperando a que el reloj marcara las 3:00 en punto.

    Lleg� el Patxi, caminamos hasta la estatua de Col�n, que es d�nde sale el autob�s nocturno que nos llevar�a hasta el lugar en cuesti�n. Parti� puntual, 3:25 tal y como lo indica la tabla de horarios fijada en el acr�lico de la parada.

    Como estaba previsto, llegamos antes de las 4:00 de la ma�ana, hora a la que la “organizaci�n” del evento hab�a citado a los participantes.
    Decidimos tomar un caf�, yo lo necesitaba ya que no hab�a dormido absolutamente nada y estaba previsto que el evento se alargara hasta las 9:00 de la ma�ana. Un chupito de tequila pidi� adem�s el Patxi y yo le hice segunda, --a pesar de que, parad�jicamente, no me gusta nada esa bebida mexicana--, por aquello de los efectos desinhibidores.
    S�lo unos minutos despu�s de las 4:00 nos aventajamos hac�a la puerta de la improvisada vaya que cercaba el acceso a la avenida Mar�a Cristina, una de las m�s importantes de Barcelona. S�lo hab�a que depositar el formulario con los datos en una caja y el acceso era inmediato. Parec�a no haber mucha gente, impresi�n que cambi� de inmediato al acceder a El Palau de la Metal�rgia de Fira de Barcelona, en d�nde hab�an ya varias decenas de personas que se hab�an adelantado a la hora de la cita.
    La gente estaba sentada en el suelo, muchas parejas y tambi�n grupos de amigos que, entre bostezos, charlaban y compart�an algo de comer o beber. M�s de alguno aprovech� para hacer una “siesta”.

    Aqu� comenzaron los encuentros, amigos de M�xico, compa�eros de estudios y las m�s de dos horas de espera dieron pie incluso para hacer alguna nueva amistad. Pude reconocer a la chica de la biblioteca y a la se�ora de una de las tiendas del barrio. Mayoritariamente j�venes, pero la diversidad era una condici�n que aumentaba conforme el reloj avanzaba. Parejas de gente entrada en a�os, gordos, flacos, altos, chaparros, morenos, blancos, negros, viejos, ni�os y alg�n beb� daban un sentimiento multicolor al evento. Varios idiomas se escuchaban en el recinto.
    Largu�simas colas para entrar al ba�o y para comprar algo en las m�quinas dispensadoras de bebidas, hac�an pasar los minutos en medio de bostezos y ansiedad.
    El cuadro era hasta ahora bastante usual, hasta que alguno gan� tiempo y decidi� desnudarse desde antes, logrando el asombro y las miradas de la concurrencia, quien a pesar de saber que m�s pronto que menos se encontrar�a en las mismas condiciones, no pod�a dejar de externar su sorpresa.
    Luego de m�s de dos horas de espera, se escuch� un ruido que parec�a salir de la megafon�a. Sonidos ininteligibles, la gente se puso de pie, pero era imposible enterarse de algo. El sonido era mal�simo, y fue el primer dato de la p�sima organizaci�n que caracterizo el evento. Es m�s, creo que si no hubiera sido por la colaboraci�n incondicional de los asistentes, hubiera sido imposible la coordinaci�n de la masa aglutinada.

    Por raro un efecto de expansi�n de informaci�n y de imitaci�n logramos intuir que deb�amos tomar posiciones. Yo a�n estaba con el Paxti y nos hab�amos unido a un grupo de amigos mexicanos que encontramos durante la espera. Mi intenci�n de separarme de los conocidos se dilu�a frente a un sentimiento de nervios y un poco de incertidumbre de lo que ten�a que hacerse. Tomando distancia lateralmente con los brazos, d�bamos pasitos hacia atr�s hasta que cada qui�n tuvo su espacio. El sonido segu�a sin entenderse en lo absoluto, s�lo se escuchaba una voz desga�it�ndose, que supusimos que era del Spencer Tunick, en un intento por dar instrucciones a las m�s de 7 mil personas que estaban listas para posar.
    Casualmente las personas de la parte m�s posterior del recinto fueron las primeras en “despelotarse”. Al voltear me di cuenta de que hab�a decenas ya sin ropa. Despu�s se sent�a ese movimiento simult�neo de la gente de agacharse mientras se desnuda. Nervios. Demasiado tarde para arrepentirse. Me quit� la playera azul sin mangas que ten�a puesta, no fue tan dif�cil. Despu�s los pants verdes. Met� ambas prendas en una mochila que hab�a llevado para dicho fin y al agacharme decid� seguir el proceso quit�ndome las chanclas. Todo un logro, pero de momento ning�n avance respecto a la sensaci�n de ir a la playa en bikini. A tomar valor, despu�s de un profundo respiro me quit� el sost�n. Esper� unos minutos antes de poder despojarme de la �ltima prenda que me quedaba a�n, pero el hecho de ver a toda la gente de mi alrededor desnuda, facilit� las cosas. Lo hab�a logrado. Y adem�s todas las expectativas de pudor y de verg�enza se hab�an visto reducidas a un ligero sentimiento de extra�eza.




    La gente se miraba a las caras. Nadie se atrev�a a bajar mucho la mirada cuidando de no encontrarse con la desnudez del vecino. Los minutos pasaban lento y la organizaci�n fatal.


    Celulitis, estr�as, v�rices, cicatrices, lonjas, panzas, bellos, tatuajes, marcas de bronceado, todo lo que normalmente pasa de inc�gnita resguardado o al menos disimulado por la ropa, estaba como una gran exposici�n de variedad y al mismo tiempo, nos dejaba a todos en condiciones de igualdad, y los complejos de lado.


    Ser�an las seis de la ma�ana, aunque no puedo afirmarlo porque no llevaba reloj, seg�n las indicaciones del evento no se podr�a llevar nada sobre el cuerpo, ni siquiera joyas o gafas.


    Comenzamos a salir del lugar en un gesto de imitaci�n de los primeros, que seguramente hab�an logrado escuchar las instrucciones, y el sol ya hab�a salido. A lo lejos, se ve�an los autobuses, los coches y algunos mirones que no perdieron la oportunidad de desma�anarse para acudir en calidad de espectadores, y que seguramente estar�an sorprendidos por la escena que dejaba ver r�os de gente desnuda fluyendo del edificio.


    Poco a poco fuimos cubriendo la avenida Mar�a Cristina y los gritos del fot�grafo subido en una gr�a de color azul, no se escuchaban, al menos, desde la mitad de la calle, que es en d�nde nos encontr�bamos nosotros. La euforia de la masa humana tom� forma de olas. Primero hac�a adelante y despu�s de regreso, tres o cuatro veces se repiti� el gesto que es t�pico de los estadios de f�tbol.
    Lleg� la hora de tirarse al suelo, que por cierto no estaba fr�o como se adivinaba. Hab�a poco espacio, brazo con brazo, comenzamos a tomar posiciones luego de varios minutos de ir hac�a adelante y hac�a atr�s, buscando que todos cupieran. La alfombra humana poco a poco comenz� a tomar uniformidad. “Mirando al cieloooo” se escuchaba la voz de una chica que pasaba con un altavoz gritando en un intento por coordinar a los asistentes. Varios minutos. El azul del cielo s�lo se ve�a interrumpido por el revolotear de algunas aves, que seguramente extra�adas por privilegiado el panorama a�reo del que gozaban, daban vueltas como queriendo encontrar alguna explicaci�n.
    “A ver si est� p�jaro caga, a qui�n le toca el premio” Risas. Las bromas no se hicieron esperar y mientras el fot�grafo esperaba la uniformidad de los cuerpos. De un lado al otro flu�an los chistes y las bromas, seguidas de risas. Ruido. Parece que la primera foto est� tomada. Nos ponemos todos de pie y un aplauso, celebraba el buen trabajo de los siete mil, uno.
    En este momento, se abren las puertas y los periodistas que estaban cubriendo el evento se disponen a subir al techo del palacio de convenciones, para as� poder tomar fotos de la segunda instalaci�n. Eran los �nicos vestidos del recinto. Minor�a. La gente comenz� a silbarles y el grupo de mexicanos con el que estaba comenzamos coreando fuerte el cl�sico “mucha rooooopa, mucha rooooopa” que en cuesti�n de segundos era generalizado. Los periodistas hicieron caso omiso de los gritos y subieron a lo alto del edificio. “La pren-sa en pe-lo-tas, la pren-sa en pe-lo-tas” fue el segundo coro que se generaliz� en cuesti�n de instantes y que por persistente, pas� a un aplauso cuando el primero de los periodistas se comenz� a quitar la ropa. Los coros segu�an, un par m�s de periodistas se animaron, pero la mayor�a permanec�a vestida, como si no escuchara. Ante esta situaci�n, la gente les ofreci� la espalda y comenz� a darse golpecillos en el trasero con las palmas. El ruido que emerg�a de esta acci�n era sumamente extra�o, y divertido. Era como un aplauso, pero un poco m�s agudo y simp�tico.


    Mientras tanto, la gr�a desde la que se tomaron las fotos atravesaba la avenida Maria Cristina con intenci�n de llegar al otro extremo, desde d�nde se har�a la segunda fotograf�a. La gente demand� al fot�grafo que se desnudara. La gr�a pas� y el chico que iba arriba de ella llevaba los pantalones abajo. Aplaudimos a su paso al creer que era Tunick. “Que joven es” dijo el Patxi cuando pas�. M�s tarde por las noticias nos dar�amos cuenta de que no era el artista quien fue aclamado durante el recorrido. Pasaban los minutos. Los efectos de la desvelada, sumados al sol se comenzaban a notar. La sensaci�n de estar desnudos se hab�a ido convirtiendo poco a poco en algo normal. Ya no se notaba.
    Por fin, lleg� el momento de hacer la segunda pose, que desde el aviso que recibimos los participante por Internet previo al evento, se antojaba mucho m�s dif�cil, y lo fue. Posici�n fetal, hincados y con la cabeza tocando las rodillas. La textura �spera del pavimento se notaba, adem�s de lo complicado que resultaba mantenerse as�, para las personas que no tenemos mucha flexibilidad. Otro factor, a pesar de que el hecho de estar desnudos es algo que estaba superado por la generalidad, la pose dejaba vulnerable una parte muy �ntima. La gente vigilaba qui�n estaba detr�s, pero poco a poco se fueron tomando las posiciones. Lo inc�modo que resultaba estar as�, sumado a la nula visibilidad del entorno hac�a complicado que las 7 mil personas estuvieran sin levantar la cabeza. Se alargaba la espera. Los chistes comenzaban a pasar de un lado al otro como antes. “Qu� pasa, que se le acab� el carrete, o por qu� no dispara”. Risas.

    Luego de largos minutos que no sabr�a precisar, se logr� la foto. Aplausos. La gente se incorporaba sacudi�ndose las rodillas. Una se�ora mayor que estaba cerca de nosotros de plano no pudo levantarse, necesit� la ayuda de los vecinos que esperaron a que recuperara las fuerzas y le tendieron la mano.
    Era momento de regresar al Palau de la Metal�rgia. Gente euf�rica se met�a en las fuentes y saltaba. Otra sub�a por las escaleras mec�nicas formando un bonito cuadro de piel que sub�a y despu�s bajaba. Pacientemente �bamos entrando lento a consecuencia del efecto de “cuello de botella” que hac�an las jardineras y fuentes, seguidas de las puertas del edificio. “Habr� una tercera foto, dentro” se escuchaba. A buscar la ropa, confiando en la buena memoria y por alg�n referente espacial que nos pudiera dar alg�n dato de en d�nde hab�amos dejado nuestras pertenencias, por fin lo logramos. Algunos no esperamos para ponernos alguna prenda. La espera y la poca informaci�n que flu�a en el lugar, favorec�an la sensaci�n de dar por terminada la haza�a.
    Nos vestimos y salimos. Seguramente eran m�s de las 8:00 de la ma�ana y el movimiento de la ciudad dejaba sentir a la gente que comenzaba el d�a. La circulaci�n en Mar�a Cristina estaba reestablecida y los autobuses pasaban dejando ver la mirada curiosa de quienes pasaban por ah�.
    De regreso a casa, la vida segu�a y ahora todo lo que hab�a causado tanta expectaci�n estaba convertido en el recuerdo de una divertida noche. En lo personal, me qued� el haber podido vivir la sensaci�n de que el pudor es un algo completamente social, aprendido y mutable

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  • RELIGI�N | El cuerpo de Juan XXIII

    (Domingo, 1 de abril de 2001 - N�mero 285)

    El Papa bueno... e incorrupto

    ��UN MILAGRO!�, gritaron los obreros que vieron hace dos meses el cuerpo intacto de Juan XXIII, enterrado en 1963. Para la Iglesia es bueno llevarlo a los altares

    • — Juan Eslava Gal�n* || escritor, ganador del premio Planeta, es especialista en temas religiosos

    Un viento helado soplaba en la plaza de San Pedro el 16 de enero de 2001 cuando, a la temprana hora en que todav�a no  han comenzado a llegar los turistas, el cardenal Virgilio Noe y los tres clerigos que lo acompa�aban, cruzaron ante el tabern�culo de Bernini, en la capilla del Sant�simo Sacramento de la bas�lica de San Pedro, y rodearon el gigantesco pilar de San Longino, uno de los cuatro que sostienen la c�pula del mayor templo cat�lico.

    Frente al altar de la Confesi�n y el gigantesco baldaquino de bronce de Bernini aguardaban a la comisi�n otros cl�rigos acompa�ados por algunos obreros de la bas�lica, con impecables monos de trabajo grises. Intercambiaron breves saludos y el cardenal orden� abrir la puerta de la gruta. Un obrero accion� un interruptor y el subterr�neo se ilumin�.

    La misi�n de Virgilio Noe, en su calidad de arcipreste de la bas�lica, parec�a rutinaria. Juan Pablo II le hab�a ordenado que colocase el sarc�fago que contiene los restos de Juan XXIII en un lugar m�s accesible de la cripta para facilitar su veneraci�n por los devotos. Juan XXIII, el Papa Bueno, fallecido en 1963, era beato y por lo tanto se le pod�a rendir culto en una capillaparticular.

    El cardenal y sus acompa�antes, entre los que se contaban el cardenal secretario de Estado, �ngelo Sodano, el perito Nazzareno Gabrielli, y el secretario de la reverenda f�brica de San Pedro, monse�or Vittorio Lanzani, descendieron hasta el nivel de la gruta subterr�nea y salieron a la rotonda central, frente a la tumba de P�o VI instalada un sarc�fago paleocristiano, y torcieron a la izquierda. El sarc�fago de Juan XXIII estaba rodeado por un andamio rodante de tubos de acero que los obreros hab�an instalado previamente.

    Dos focos iluminaban suficientemente el lugar. Los trabajadores descorrieron la pesada tapa de m�rmol del sarc�fago y la colocaron sobre el andamio. Despu�s, con ayuda de una polea el�ctrica levantaron el enorme ata�d de madera de olmo del pont�fice, de m�s de media tonelada de peso, y lo colocaron sobre la plataforma. En 37 a�os una capa de polvo hab�a cubierto el fino barniz caoba. Le pasaron un pa�o y volvi� a brillar. Levantaron la tapa y apareci� un segundo ata�d de plomo. Estaba sellado con las armas papales y atornillado.

    ROSTRO BONACH�N

    El cardenal Noe asinti�: ��branlo�. Apartaron los sellos ante la mirada atenta del notario apost�lico. Los obreros forcejearon con los tornillos durante un buen rato, pero no ced�an. �Est�n atorados, eminencia�, inform� el perito despu�s de examinarlos.

    Probaron por todos los medios, pero los tornillos se resist�an.Tuvieron que romperlos con un percutor. Cuando pudieron levantar la tapa de plomo apareci� el verdadero ata�d que conten�a los restos de Juan XXIII: una caja de cipr�s forrada de terciopelo carmes�. El notario se cercior� de que los sellos estaban intactos y asinti�. La abrieron.

    Al destaparla, una docena de cabezas se adelant� para observar su interior. El Papa  Bueno, Juan XXIII, parec�a dormir, las enguantadas manos unidas en actitud orante. La �nica parte de su anatom�a que dejaban al descubierto las ricas vestiduras pontificales, su rostro bonach�n, ligeramente estragado por el c�ncer de est�mago que lo llev� a la tumba, permanec�a como 38 a�os antes, cuando cerraron el sarc�fago.

    - Incorrupto dijo el perito.

    - �Un milagro! exclam�, santigu�ndose, el jefe de los obreros.

    Ese d�a, y los d�as siguientes, hubo concili�bulos y comisiones para estudiar el caso. Nuevas exploraciones confirmaron que el resto del cuerpo estaba igualmente incorrupto. Sin embargo la noticia se reserv� durante casi dos meses y s�lo se ha  conocido hace d�as. Se podr�a pensar que ha servido para distraer a la opini�n p�blica del caso de los sacerdotes violadores de �frica, pero el retraso bien pudiera deberse simplemente a la tradicional cautela con que el Vaticano maneja estos casos.

    Un milagro de los antiguos en los umbrales del nuevo milenio no es materia balad� que la Iglesia pueda despachar con una simple nota de prensa. Pero, �ser� verdaderamente un milagro? �No embalsamaron al Papa? �No puede deberse la incorruptibilidad a causas naturales propiciadas por el absoluto aislamiento del cad�ver dentro de un triple f�retro sellado?

    Juan XXIII falleci� el 3 de junio de 1963. La costumbre vaticana inmemorial es embalsamar el cuerpo del pont�fice, aunque s�lo sea para retrasar la putrefacci�n durante los largos funerales, con mayor raz�n si el papa es gordo y muere en verano, como ocurri� con Juan XXIII. Salvo si el papa expresa el deseo contrario, extraen sus v�sceras y las depositan en unas urnas en la cripta de la iglesia de los Santos Vicente y Anastasio, donde reposan las entra�as desecadas de los papas desde Sixto V. Hasta los a�os 30, los procedimientos de embalsamamiento eran bastante traum�ticos para el cad�ver, pero con P�o XII se empez� a practicar el llamado �embalsamamiento autom�tico�, por �smosis arom�tica, seg�n un m�todo desarrollado por el doctor Nuzzi, profesor de la Universidad de N�poles, y aprobado por el propio pont�fice.

    A la muerte de P�o XII, el protom�dico pontificio, profesor Galeazzi-Lissi convoc� a Nuzzi a Castelgandolfo. �Sin necesidad de desnudar el cad�ver del Papa�, escribe Nuzzi. �utilizando involucros de resina sint�tica di�fana y de celof�n, pudimos llevar a cabo las necesarias reacciones qu�micas. El embalsamamiento se realiz� pr�cticamente durante la primera jornada, pero los d�as siguientes sometimos dos veces el venerable cuerpo a inspecci�n (..) A una semana de distancia era blanco y el�stico. En virtud de la �smosis se hace penetrar sustancias qu�micas en estado de vapor a trav�s de la piel (...) Pueden inducir en los tejidos ese estado de incorruptibilidad que en anatom�a y en histiolog�a se conoce como fijaci�n. El cuerpo, protegido del ambiente externo, se conserva indefinidamente�.

    Una vez embalsamado, el cad�ver del papa se traslada a la Capilla Sixtina para el velatorio por la Curia cardenalicia y al d�a siguiente lo colocan en un catafalco cerca del altar de la Confesi�n de la bas�lica de San Pedro. A tres d�as de exequias suceden otros d�as de oficios f�nebres (los novendiali) antes de que finalmente el triple f�retro papal se deposite en la cripta del altar de la Confesi�n donde permanece un tiempo antes de su enterramiento definitivo. Ah� es donde yace Juan XXIII y donde la comisi�n examinadora ha encontrado su cuerpo incorrupto.

    �EMBALSAMADO?

    Tanto si la incorruptibilidad de Juan XXIII se debe a su razonable embalsamamiento (aunque aseguren que no fue embalsamado) como si es achacable a las especiales condiciones en que se ha mantenido el cad�ver (los casos de cad�veres incorruptos son bastante frecuentes en Italia), es evidente que los creyentes tienen motivos para felicitarse y para atribuir el buen estado de los restos del Papa Bueno a un milagro, lo que sin duda impulsar� su ascenso a los altares en breve plazo.

    Hoy, con la Iglesia en crisis, el prestigio de Juan XXIII ha crecido tanto en la comunidad cristiana como fuera de ella. Milagro o no, su cuerpo incorrupto lo catapultar� a la santidad. Un papa moderno santo conviene mucho al Vaticano y seguramente favorecer� por igual a los distintos grupos curiales que perfilan sus estrategias a la sombra declinante de Wojtyla, con el ojo puesto en el pr�ximo pontificado: de un lado el Opus Dei; del otro la Iglesia alemana de Ratzinger, sin olvidar a Carlo Mar�a Martini, el jesuita arzobispo de Mil�n, enfrentado a Ratzinger, al Opus y al propio Wojtyla, autoexiliado en Jerusal�n.

    A uno de ellos, o a otro purpurado cualquiera, tocar� elevar a su antecesor, el gordo y bondadoso Roncalli, a los altares.

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    * Con la informaci�n de Marta Lobato.

    Dan adi�s a mujer polic�a

    • — H�ctor Castro/ peri�dico El Norte

    Monterrey, M�xico.- Bajo un sol radiante, el supervisor de la Polic�a Auxiliar pasaba lista, se trataba de un evento diferente, algunos uniformados lloraban, otros tragaban saliva: daban el �ltimo adi�s a la oficial placa 363.

    Al mismo tiempo, con la voz entrecortada, los polic�as gritaron presente, al escuchar al comandante Alfonso Mart�nez nombrar el n�mero 363.

    Las l�grimas no se hicieron esperar, el llanto se confund�a con el ulular de las sirenas, las cuales anunciaban el �ltimo adi�s de Leticia Yanira Ramos Escobar, de 22 a�os.

    Ramos Escobar es la primera mujer polic�a que muere en cumplimiento de su deber en toda la historia de Seguridad P�blica del Estado.

    Un accidente vial, donde presuntamente chocaron contra un autom�vil que no respet� un se�alamiento de Alto y que era conducido por una persona en estado de ebriedad, acab� con la carrera de la polic�a de barrio.

    El percance ocurri� a las 3:10 horas del viernes, en el cruce de Lincoln y San Jos�, en la Colonia Valle Verde.

    Ramos Escobar fue sepultada en el Pante�n San Jorge, justamente a unos 200 metros del cruce donde perdi� la vida, al quedar prensada bajo la granadera que los llevaba a cubrir una emergencia.

    Elementos del �rea metropolitana estuvieron presentes en el �ltimo adi�s a la mujer polic�a.

    A las 14:00 horas de ayer, le rindieron una misa de cuerpo presente en las Capillas Dolores, donde fue velada por sus familiares y amigos.

    Cerca de las 15:00 horas, la carroza con los restos de Ramos Escobar, gui� a m�s de 100 patrullas a la �ltima morada de la mujer polic�a.

    Durante el trayecto al pante�n, el sonido de las sirenas no ces�, un elemento de Seguridad P�blica del Estado hab�a ca�do en cumplimiento de su deber.

    El car�cter duro de los polic�as cambi� por completo, las l�grimas recorr�an sus mejillas.

    "Desgraciadamente as� es, una baja irreparable, una gran compa�era que quiso destacar mucho desde el inicio de su carrera dentro de la Polic�a Auxiliar.

    "Sentimos, verdaderamente, muchos de los que estamos aqu�, y los que no nos hicimos presentes, sentimos la p�rdida irreparable de la compa�era", expres� sin poder contener el llanto el supervisor de la Polic�a Auxiliar.

    La marcha f�nebre se escuch� mientras los sepultureros bajaban el f�retro color cobre con los restos de Ramos Escobar a su �ltima morada, mientras los familiares y compa�eros de la mujer se desped�an lanzando una rosa a la tumba.

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