La plaza y los naranjos encendidos.... | |
Siempre fugitiva y siempre... | |
¿Mi amor? Recuerdas dime... | |
Y era el demonio de mi sueño, el angel..... | |
Desde el umbral de un sueño me llamaron..... | |
Invierno. |
La
plaza y los naranjos
encencidos.... La plaza y los naranjos encendidos con sus frutas redondas y risueñas. Tumulto de pequeños colegiales que, al salir en desorden de la escuela, llenan el aire de la plaza en sombra con la algazara de sus voces nuevas. ¡Alegriía infantil en los rincones de las ciudades muertas! Y algo nuestro de ayer, que todavía vemos vagar por estas calles viejas! |
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Siempre
fugitiva y siempre.... Siempre fugitiva y siempre cerca de mí, en negro manto mal cubierto el desdeñoso gesto de tu rostro pálido. No sé adónde vas, ni dónde tu virgen belleza tálamo busca en la noche. No sé qué sueños cierran tus párpados, ni de quien haya entreabierto tu lecho hospitalario. Detén el paso, belleza esquiva, detén el paso . Besar quisiera la amarga, amarga flor de tus labios. |
¿Mi
amor?
¿Recuerdas,
dime
¿Mi amor? ¿Recuerdas, dime, aquellos juncos tiernos, lánguidos y amarillos que hay en el cauce seco? ¿Recuerdas la amapola que calcinó el verano, la amapola marchita, negro crespón del campo? ¿Te acuerdas del sol yerto y humilde, en la mañana, que brilla y tiembla roto sobre una fuente helada? |
Y
era el demonio de mi sueño,
el ángel
. Y era el demonio de mi sueño, el ángel mas hermoso. Brillaban como aceros los ojos vistoriosos, y las sangrientas llamas de su antorcha alumbraron la honda cripta del alma - ¿Vendrás conmigo? - No, jamás; las tumbas y los muertos me espantan. Pero la férrea mano mi diestra atenazaba. - Vendrás conmigo Y avancé en mi sueño cegado por la roja iluminaria. Y en la cripta sentí sonar cadenas y rebullir de fieras enjauladas. |
Desde
el umbral de un sueño
me llamaron
Desde el umbral de un sueño me llamaron Era la buena voz, la voz querida. - Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma? Llegó a mi corazón una caricia. - Contigo siempre Y avancé en mi sueño por una larga, escueta galeria, sintiendo el roce de la veste pura y el palpitar suave de la mano amiga. |
Invierno Hoy la carne aterida el rojo hogar en el rincón obscuro busca medrosa. El huracan frenético ruge y silba, y el árbol esquelético se abate en el jardín y azota el muro. Llueve. Tras el cristal de la ventana, turbio, la tarde parda y rencorosa se ve flotar en el paisaje yerto, y la nube lejana suda amarilla palidez de muerto. El cipresal sombrío lejos negrea, y el pinar menguado, que se esfuma en el aire achubascado, se borra al pie del Guadarrama frío. |