Antonio Machado.

La plaza y los naranjos encendidos....
Siempre fugitiva y siempre...
¿Mi amor? Recuerdas dime...
Y era el demonio de mi sueño, el angel.....
Desde el umbral de un sueño me llamaron.....
Invierno.

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La plaza y los naranjos encencidos....

La plaza y los naranjos encendidos
con sus frutas redondas y risueñas.
Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.
¡Alegriía infantil en los rincones
de las ciudades muertas!…
Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!

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Siempre fugitiva y siempre....

Siempre fugitiva y siempre
cerca de mí, en negro manto
mal cubierto el desdeñoso
gesto de tu rostro pálido.
No sé adónde vas, ni dónde
tu virgen belleza tálamo
busca en la noche. No sé
qué sueños cierran tus párpados,
ni de quien haya entreabierto
tu lecho hospitalario.

Detén el paso, belleza
esquiva, detén el paso
. Besar quisiera la amarga,
amarga flor de tus labios.

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¿Mi amor?…¿Recuerdas, dime…

¿Mi amor?… ¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos,
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?…
¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?…
¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde, en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada?…

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Y era el demonio de mi sueño, el ángel….

Y era el demonio de mi sueño, el ángel
mas hermoso. Brillaban
como aceros los ojos vistoriosos,
y las sangrientas llamas
de su antorcha alumbraron
la honda cripta del alma
- ¿Vendrás conmigo? - No, jamás; las tumbas
y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
mi diestra atenazaba.
- Vendrás conmigo… Y avancé en mi sueño
cegado por la roja iluminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas
y rebullir de fieras enjauladas.

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Desde el umbral de un sueño me llamaron…

Desde el umbral de un sueño me llamaron…
Era la buena voz, la voz querida.
- Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?…
Llegó a mi corazón una caricia.
- Contigo siempre… Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galeria,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.

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Invierno

Hoy la carne aterida
el rojo hogar en el rincón obscuro
busca medrosa. El huracan frenético
ruge y silba, y el árbol esquelético
se abate en el jardín y azota el muro.
Llueve. Tras el cristal de la ventana,
turbio, la tarde parda y rencorosa
se ve flotar en el paisaje yerto,
y la nube lejana
suda amarilla palidez de muerto.
El cipresal sombrío
lejos negrea, y el pinar menguado,
que se esfuma en el aire achubascado,
se borra al pie del Guadarrama frío.

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