Becquer

I. Yo se un himno...
XI. Yo soy ardiente...
XXVII. Despierta, tiemblo al mirarte....
XXIX. Sobre la falda tenia....
XXX. Asomaba a sus ojos una lagrima....
XL. Su mano entre mis manos....
LI. De lo poco de vida....
LIX. Yo se cual es objeto....
LXVI. ¿De donde vengo?.
LXVIII. No se lo que he soñado....
LXXV. ¿Será verdad que..
LXXVII. Dices que tienes corazón....
LXXIX. Una mujer me ha envenenado el alma....

Volver a poemas....

I

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que al aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de enterrarle; y apenas, ¡Oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oido, cantártelo a solas.

Volver a Indice...

XI

- Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿A mí me buscas?
-No es a ti, no.

-Mi frente es pálida, mis trenzas de oro;
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro:
¿A mi me llamas?
-No, no es a ti.

-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte.
-¡Oh, ven, ven tú!

Volver a Indice....

XXVII

Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma
yo velo mientras tú duermes.

Despierta, ríes y al reir tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.

Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
¡Duerme!

Despierta, miras y, al mirar, tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.

Al través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz, templado rayo,
lámpara transparente.
¡Duerme!

Despierta, hablas y, al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.

Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenua,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!

Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.

De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!

Volver a Indice...

XXIX

Sobre la falda tenía
el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros;
no veiamos las letras
ninguno creo;
sin embargo guardábamos hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces pude saberlo.
Solo se que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
¡y sonó un beso!
*
Creación de Dante era el libro;
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
-¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
-¡Ya lo comprendo!

Volver a Indice...

XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: - ¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: - ¿Por qué no lloré yo?

Volver a Indice...

XL

Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi hombro,
Dios sabe cuantas veces
con paso perezoso
hemos vagado juntos
bajo los altos olmos
que de su casa prestan
misterio y sombra al pórtico.....

Volver a Indice...

LI

De lo poco de vida que me resta,
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.

Y esta vida mortal y, de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mi has pensado.

Volver a Indice...

LIX

Yo sé cuál el objeto
de tus suspiros es;
yo conozco la causa
de tu dulce
secreta languidez.
¿Te ries?... Algun día
sabrás, niña, por qué:
Tú lo sabes apenas,
y yo lo sé.

Yo sé cuando tú sueñas,
y lo que en sueños ves;
como en un libro, puedo
lo que callas
en tu frente leer.
¿Te ríes?... Algun día
sabrás, niña, por qué.
Tú lo sabes apenas,
y yo lo se.

Yo sé por qué sonríes
y lloras a la vez;
yo penetro en los senos
misteriosos
de tu alma de mujer.
¿Te ríes?...Algún día
sabrás, niña, por qué;
mientras tú sientes mucho
y nada sabes,
yo que no siento ya,
todo lo sé.

Volver a Indice...

LXVI

¿De donde vengo?... El mas horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿Adonde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle
de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra solitaria,
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

Volver a Indice...

LXVIII

No sé lo que he soñado
en la noche pasada.
Triste, muy triste, debió ser el sueño,
pues despierto la angustia me duraba.

Noté al incorporarme
húmeda la almohada,
y por primera vez sentí al notarlo
de un amargo placer henchirse el alma.

Triste cosa es el sueño
que llanto nos arranca,
mas tengo en mi tristeza una alegría...
¡Sé que aún me quedan lágrimas!

Volver a Indice...

LXXV

¿Será verdad que, cuando toca el sueño,
con sus dedos de rosa, nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenua soplo,
alado sube a la región vacía,
a encontrarse con otros?

¿Y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?

¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?

Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros.
Pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco.

Volver a Indice...

LXXVII

Dices que tienes corazón, y sólo
lo dices porque sientes sus latidos.
Eso no es corazón...; es una maquina
que, al compás que se mueve, hace ruido.

Volver a Indice...

LXXIX

Una mujer me ha envenenado el alma,
otra mujer me ha envenenado en cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.

Como el mundo es redondo, el mundo rueda;
si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?

Volver a Indice...

Hosted by www.Geocities.ws

1