El trabajo está reseñado en la página 822 del mismo volumen segundo por Ángel Sierra de Cózar, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y uno de los relatores de la sección de Humanismo, quien lo presenta como “lo que sin duda constituye una de las mayores novedades del Congreso”. Entre otras consideraciones, escribe Sierra de Cózar que “el contenido del libro –recogido ampliamente en el resumen- es sumamente interesante; pero lo es mucho más, como lectura, la historia detectivesca de las distintas copias del ms. de las que se guarda noticia, y el enigma de si el ms. conservado en Oxford y procedente de Flandes es el original que Rodrigo Caro mandó a Flandes para ser impreso, o un borrador o copia que conservó consigo”.
El artículo describe el contenido y metodología del tratado sobre los Manes o reliquias de los antiguos Dioses de Hispania de Rodrigo Caro (1573-1647), así como de las vicisitudes del manuscrito autógrafo escrito en 1628 ahora recuperado, que siguió adicionando hasta 1641, en que envió a Flandes una copia en limpio para imprimirlo, que acabó desapareciendo.
Caro no sigue el método alegórico de la mitografía tradicional, siguiendo en gran medida los criterios vigentes hoy día: principalmente se basa en las fuentes literarias e inscripciones de la Antigüedad, así como en estatuas, monedas y otros restos arqueológicos de la Península. Además investiga la pervivencia de la mitología pagana en fiestas, juegos, bailes y otras manifestaciones culturales, así como en la toponimia y el léxico.
Caro presta especial atención a los dioses indígenas de que había entonces noticia, como Endovélico; a las divinidades orientales (Isis, Osiris, Serapis, Canopus), y a los principales lugares de culto, como el templo de Hércules en Cádiz, además del medio centenar de divinidades greco-latinas de cuyo culto en Hispania había entonces testimonio.
En esta obra reivindicamos la figura de Rodrigo Caro como el fundador de los estudios sobre la religión antigua en España, al haberse anticipado en más de tres siglos, dentro de las limitaciones de su tiempo y circunstancias, a los estudios contemporáneos iniciados con la que ya no puede ser considerada “la primera aportación básica en profundidad y extensión sobre el tema”, las actas de un simposio sobre La religión romana en Hispania (Madrid, 1981), organizado por el Instituto de Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas “Rodrigo Caro”, llamado así en honor de quien ha sido considerado el padre de la arqueología hispana, y el poeta que mejor ha sabido cantar los restos arqueológicos y ruinas de la Antigüedad.
Este manuscrito original se encuentra desde comienzos del siglo XIX en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, a donde fue a parar procedente de la biblioteca del erudito de Amsterdam Jacob Philip d’ Orville (1696-1751). Hasta 1729 estuvo en esa misma ciudad holandesa en casa de Gosvinus Vilenbroek, a donde llegó hacia principios de siglo procedente de la biblioteca de Juan Lucas Cortés (1624-1701). Cortés debió adquirirlo hacia 1666 a raíz de la muerte de Juan de Córdoba Centurión, hijo del marqués de Estepa, Adán Centurión, a quien estaba dedicada y a quien el autor la legó en su testamento el verano de 1647.
Canción a las ruinas de Itálica