EL CASO GALILEO  

 

CONOCER LO QUE EN REALIDAD SUCEDIÓ

 

 PARA DESTERRAR LA “NOVELA” O “LEYENDA NEGRA”

MONTADA POR LOS ANTICLERICALES

 

Texto de José María Riaza Morales. La Iglesia en la Historia de la Iglesia. Madrid: Bac 1999, 215-229

 

HABIA UN SISTEMA INTERMEDIO

 

Sistema de Tycho Brahe

 

Un astrónomo danés de gran valía, Tycho Brahe (1546-1601), protestante, sincero admirador de Copérnico, aunque opuesto al esquema de su astronomía, propone hacía 1583 otra concepción distinta del mundo, un sistema intermedio entre el ptolemaico y el copernicano, con reminiscencias del viejo Heráclides de Ponto: los planetas giran alrededor del Sol y éste y la Luna lo Cuadro de texto: LA TEORIA DE COPERNICO
NO TENIA PRUEBAS
ERA SOLO UNA TEORIA
EN AQUEL ENTONCES
hacen en torno a la Tierra inmóvil.

 

«Para los astrónomos de la primera mitad del siglo XVI, el sistema de Tycho Brahe, que parecía combinar las ventajas del de Copérnico con las del ptolemaico, aparecía como un tercer sistema del mundo... y un sistema en muchos aspectos superior a los otros dos, puesto que unía la fidelidad a la experiencia y al sentido común del segundo con la elegancia del primero»9. De hecho encontró por aquel entonces en los sectores cultos más amplia aceptación que el de Copérnico.

 

GALILEO GAILEI, COPERNICANO

 

Difusión de la obra de Copérnico

 

El volumen de Copérnico De revolutionibus, impreso en Nuremberg y dedicado por su autor al papa Paulo III, se difundió sin problemas en el orbe católico. Una segunda edición sale en 1566. La Universidad de Salamanca fue la primera en insertar oficialmente en sus programas, hacia 1561, la doctrina en él propuesta. En 1584, el agustino español Diego de Zúñiga, escriturista, publica un Comentario al libro de Job, donde interpreta en consonancia con la nueva doctrina, un pasaje de la Biblia.

 

El «caso Galileo» constituye quizá el episodio más estrepitoso de la controversia ptolemaica-copernicana, filosófico-científica, de los siglos xvi y xvii. Copérnico en su escrito de 1512, De 1'ypothesibus motuum coelesium, propone la inmovilidad del sol y la movilidad de la Tierra como postulados, pidiendo que le sean concedidos. En su obra final. De revolutionibus', no emite, sin embargo, como hipótesis sus concepciones innovadoras, sino como expresión de la realidad. Se estima actualmente que “Copérnico creía en la realidad física del movimiento de la tierra: se esfuerza por  refutar las objeciones físicas que se podrían hacer a este movimiento»

 

El protestante A. Osiander, a quien le había confiado la publicación del manuscrito, cambia el prefacio original sin el consentimiento previo del autor e imprime, en su lugar, uno suyo, anónimo, donde se atribuye al conjunto de lo enseñado en el libro, el valor de una simple teoría hipotética. El astrónomo polaco recibe en el lecho de muerte el primer ejemplar de su obra, sin tiempo ya para dejar en claro la manipulación sufrida por el prefacio, que será, en consecuencia, tenido como redactado por él y como esclarecedor de su manera de pensar respecto a las cuestiones tratadas. Su propio prefacio saldrá a la luz impreso por primera vez tres siglos más tarde, en 1854.

 

Galileo se convierte en decidido paladín del sistema de Copérnico, luchando durante años por demostrar su realidad en contra de la filosofía aristotélica y de la doctrina científica de Aristóteles y Ptolomeo.

 

Galileo, propugnador de la cosmovisión copernicana. Quiere ir más allá de la hipótesis.

 

El italiano Galilea Galilei (1564-1642), matemático, astrónomo, físico y filósofo, a la gloria de sus descubrimientos astronómicos junta otra, de más elevado valor todavía en los dominios de la mecánica racional, además de brillar como uno de los fundadores Cuadro de texto: EL PROBLEMA DE GALILEO ES QUE DABA COMO 
CONOCIMIENTO SEGURO
LO QUE TODAVIA NO ESTABA PROBADO
 de la concepción cuantitativo-mecanicista de la Naturaleza y como el creador del método científico experimental hipotético-deductivo. Con el empleo de las matemáticas como medio especial para detectar la realidad física condujo a una transformación en la ciencia. Con feliz expresión, Bergson resume la obra del [científico] italiano así: «la ciencia matemática que se aplicaba... al estudio de los astros ha descendido a la tierra a lo largo del plano inclinado de Galileo»". «Puede decirse—afirma Copleston—que Galileo combinó la perspectiva del físico matemático con la del filósofo... Como filósofo, del éxito del método matemático en la física sacó la conclusión de que la matemática es la clave de la estructura objetiva de la realidad».

 

Durante sus estudios universitarios había conocido la filosofía y la ciencia tradicionales, que eran las explicadas entonces en los centros de enseñanza superior, y él mismo las había enseñado siendo catedrático de matemáticas en la Universidad de Pisa (1589-1592). En 1592 pasa a ocupar la cátedra de matemáticas en la famosa Universidad de Padua, cátedra que conservará hasta 1610.

Cuadro de texto: RECIEN EN 1608 SE INVENTA EL TELESCOPIO.
(el mismo año que se funda la primera Misión jesuítica entre los guaraníes).  
HASTA ESE MOMENTO LOS COLEGAS DE GALILEO 
	Y los filósofos de la época
NO TENIAN FORMA DE  OBSERVAR CIENTIFICAMENTE EL UNIVERSO

En carta del 4 de agosto de 1597 confiesa al astrónomo alemán Juan Kepler (1571-1630), algo más joven que él: «adopté las enseñanzas de Copérnico hace muchos años»". Kepler, colaborador de Tycho Brahe y futuro heredero de la colección de sus esmeradas observaciones astronómicas, prefería a la teoría intermedia de éste la copernicana y la había defendido entusiásticamente en su obra Mysterium Cosmographicum (Tubinga 1596).

 

La aparición de una nova en 1604 atrae la actividad investigadora de Galileo. La observa y luego pronuncia en Padua tres conferencias acerca del acontecimiento, demostrando sobre la base de un cuidadoso estudio que el nuevo astro sería realmente una estrella, debía de estar muy distante, más allá de nuestro sistema planetario, entre las estrellas fijas. Afirma, según eso, que el mundo celeste puede cambiar y -no es inmutable, en contra de lo defendido por la filosofía aristotélica.

 

En 1608 hace su aparición, construido en Holanda, el telescopio, inventado probablemente por el físico italiano Juan Bautista de la Porta (1535-1615). Al parecer, durante el año siguiente llegan a Italia (vía Francia) los primeros ejemplares. A Galileo le bastó leer nformes del descubrimiento para construir un modelo análogo.

 

A lo largo de milenios los cielos venían siendo observados sólo a simple vista. Nadie conocía las magnificencias existentes más allá de los límites a los que alcanzaba la visión humana. Pronto los astrónomos escrutan el firmamento a través del telescopio. Disponen y el del aparato que faltó a los astrónomos medievales de la Europa occidental cristiana para poder ampliar los conocimientos exhaustivos del cosmos acumulados durante siglos por mesopotámicos y egipcios, griegos y árabes, con la observación visual únicamente.

 

Galileo se adelanta a todos (1609) en aplicarlo a la investigación de los cuerpos celestes, y sus descubrimientos, con anterioridad no siquiera vislumbrados, se suceden unos a otros. Lo dirige en primer lugar a la luna, la contempla recubierta de pronunciadasCuadro de texto: ¡¿COMO PODIA PRETENDER GALILEO QUE LOS HOMBRES DE SU EPOCA 
ACEPTARAN –así, sin pruebas- DATOS QUE CONTRADECÍAN EL SENTIDO COMUN  Y LAS AFIRMACIONES “CIENTIFICAS” DE 2000 AÑOS DE LA HUMANIDAD?

EL MODELO DE QUE LA TIERRA ERA EL CENTRO DEL UNIVERSO TENIA INMENSAMENTE MÁS CREDIBILIDAD  -para los cientìficos de la época- QUE EL MODELO “NUEVO” –propuesto por Copérnico- DE QUE EL SOL ERA EL CENTRO

En 1633, la tesis de de que el sol y los planetas giran en torno a la tierra, y la contraria, que la tierra gira en torno al sol, eran sólo hipótesis del mismo peso. 


 rominencias y oquedades, y halla un método sencillo para determinar la altura de sus montañas. Enfoca luego las estrelléis, encuentra que el anteojo pone al alcance de la visión una multitud antes imperceptible. La Vía Láctea, que parecía una banda luminosa continua, resulta formada en realidad por una inmensa  aglomeración de estrellas. Todas las nebulosidades muestran igualmente ser conglomerados estelares. Tras descubrir los cuatro primeros satélites de Júpiter, elabora unas tablas de sus movimientos y eclipses.

 

Con frenética celeridad, empleando a lo sumo seis meses en observar, componer e imprimir, recopila sus asombrosos hallazgos en una obrita, tan sólo de veinticuatro hojas en octavo, titulada Sidereus nuntius (1610). En ella. se adhiere públicamente por primera

vez al sistema copernicano del mundo. A finales de este año se traslada a residir en Florencia nombrado «primario matemático y filósofo» del gran duque Cosme II.

 

Una vez instalado en su residencia florentina, prosigue las investigaciones con su anteojo astronómico, y descubre las fases de Venus, fases que habían de darse efectivamente, caso de que este planeta girara alrededor del Sol. Como resultado de sus observaciones del astro solar, da a la estampa un nuevo libro: Istoria e dimostrazioni interno alie macchie solari e loro accidenti (Roma 1613).

 

Estudia en él minuciosamente las manchas solares, establece con precisión que no pueden estar fuera del astro, sino que pertenecen a éste, y concluye que incluso el radiante sol, el más «perfecto» de todos los cuerpos celestes según las enseñanzas de Aristóteles y los peripatéticos, estaba sujeto a. cambio, mostraba manchas, y manchas que cambiaban. Constata que no guardan la misma posición relativa sobre el disco, sino que se desplazan, desaparecen en el horizonte, y vuelven a venir por el otro lado, al cabo de algunos días. De ahí deduce que el Sol rota sobre sí mismo alrededor de un eje que pasa por sus polos; logra también calcular la velocidad de la rotación.

 

Piensa que la Luna, no siendo ni perfectamente llana, ni exactamente esférica, y mostrando una superficie como la terrestre en todo, resulta un cuerpo semejante a la Tierra: la distinción aristotélica entre el mundo celeste y el sublunar falla, lo que también ponen de manifiesto las manchas solares.

 

En los satélites de Júpiter encontramos astros que giran en torno a otro distinto de la Tierra, mientras que ésta constituía en la astronomía clásica el centro inmóvil de todo el firmamento. El conjunto de esos cinco cuerpos celestes pone además ante los ojos un modelo, en escala reducida, del sistema astronómico propuesto por Copérnico, una especie de sistema solar en miniatura. Por otra parte, de manera análoga podría la Luna moverse alrededor de nuestro planeta, aunque éste también lo hiciese teniendo como centro de giro al Sol. Venus, con sus fases, manifestaba ser un cuerpo opaco, parecido a la Tierra, que recibe su luz del astro solar y describe su órbita en torno a él.

 

En marzo de 1611 viaja a Roma, donde con sus descubrimientos llama la atención de los entendidos, triunfa y es agasajado. La Academia de los Linces lo admite entre sus miembros. El papa mismo lo recibe en amistosa audiencia. Se le considera científico y filósofo, y así se considera él también. En la portada de alguna de sus obras posteriores hará constar sus títulos de filósofo y matemático primario.

 

CONFLICTO CON UNA CONCEPCIÓN BI MILENARIA DEL COSMOS

 

Galileo, en la idea de que la cosmovisión copernicana responde a la realidad, se consagra con tesón a demostrar en sus explicaciones orales y en sus escritos la verdad del heliocentrismo. Ante los ojos de todo el mundo el astro solar parece trasladarse diariamente a través del espacio en torno a la tierra, y nadie nota, en lo más mínimo, ninguno de los movimientos de nuestro planeta.

 

Como es obvio, «el sentido común aceptaba la evidencia inmediata de la inmovilidad de la Tierra y el desplazamiento alrededor de la misma del Sol y de los planetas»

 

Un cambio de mentalidad «se hizo necesario para explicar las apariencias del movimiento solar y la ausencia de manifestaciones sensibles, fisiológicas, de la rotación de la Tierra sobre sí misma. Hacía falta una nueva, y formidable, contorsión del «sentido común» para admitir que la Tierra gira, cuando se percibe tan bien que está inmóvil». «Esto explica y aun excusa, en parte, la resistencia opuesta a Copérnico y Galileo por los mantenedores de la fijeza de la Tierra». Hasta el propio Galileo confesó: «No puedo dejar de admirar a quienes aceptaron la doctrina heliocéntrica contra la observación de los sentidos».

 

Contradictores de Galileo. Las universidades estaban en contra de Galileo

 

La doctrina de Copérnico «contradecía no sólo el sentido común, sino también toda una tradición filosófica sólidamente establecida y sistematizada en la que se introducía como cuerpo extraño. El copernicanismo, además, se oponía a la tradición universitaria». La cosmología de Aristóteles y Ptolomeo era la enseñada por lo general en las universidades y admitida por los estudiosos. Los escrituristas, por su lado, la encontraban de acuerdo con las indicaciones bíblicas. Alertados por la difusión y el reforzamiento de las tesis de Galileo, empiezan a surgir opositores dentro del campo católico, que recurren en sus escritos a textos de la Biblia para apoyar aquella cosmología (L. delle Colombe,F.Sizi, 1611).

 

El sale al paso a sus contradictores en una carta (21-XII-1613) dirigida a su discípulo y amigo, el benedictino Benito Castelli, donde, además de sus motivos para hablar a favor del sistema de Copérnico, expone el punto de vista de que la Biblia y la ciencia natural nunca pueden estar en contradicción.

 

Escribe entre otras cosas: «La Sagrada Escritura no puede ni mentir, ni equivocarse. La verdad de sus palabras es absoluta e inatacable. Pero los que la explican y la interpretan pueden equivocarse de muchas maneras, y se cometerían funestos y numerosos errores si se quisiera siempre atenerse al sentido literal de las palabras; se llegaría, en efecto, a contradicciones groseras, a errores, a doctrinas impías, puesto que se vería uno forzado a decir que Dios tiene pies, manos, ojos, etc... En las cuestiones de ciencias naturales, la Escritura Sagrada debería ocupar el último lugar.

 

La Escritura Sagrada y la naturaleza vienen las dos de la palabra divina: la una ha sido inspirada por el Espíritu Samo, y la otra ejecuta fielmente las leyes establecidas por Dios. Pero, mientras que la Biblia, acomodándose a la inteligencia del común de los hombres, habla, en muchos casos y con razón, según las apariencias, y emplea términos que no están destinados a expresar la verdad absoluta, la naturaleza se conforma rigurosa e invariablemente a las leyes que le han sido dadas. No se puede, recurriendo a textos de la Sagrada Escritura, poner en duda un resultado manifiesto adquirido por detenidas observaciones o por pruebas suficientes... El Espíritu Santo no ha querido (en la Sagrada Escritura) enseñarnos si el cielo está en movimiento o inmóvil; si tiene la forma de la esfera o la del disco; quién, de la tierra o del sol, se mueve o permanece en reposo».

 

Posteriormente, en un extenso escrito en forma de carta enviado a María Cristina de Lorena, madre del gran duque de Toscana, vuelve sobre el mismo tema con una documentación más amplia y precisa acerca de la exégesis de los textos bíblicos'

 

 

Denuncia a Roma

 

En Florencia (1614), el dominico Tomás Caccini ataca públicamente como contraria a la fe la doctrina defendida por Galileo.

 

En cambio, al año siguiente aparece un trabajo del carmelita Pablo Antonio Foscarini, en el que intenta concordar el modelo heliocéntrico de Copérnico con la Biblia. En febrero de 1615 el dominico Nicolás Lorini envía al cardenal Sfondrati, prefecto de la Congregación del índice, una copia de la carta de Galileo a Castelli, indicándole al mismo tiempo que conviene examinar las expresiones peligrosas en ella contenidas.

 

Desde Roma el santo y doctor de la Iglesia Roberto Belarmino escribe con ponderación a Foscarini (12 abril 1615): «Usted y el señor Galileo obrarían prudentemente contentándose con hablar ex'suppositione'y no de un modo absoluto, como siempre he creído que había hablado Copérnico; porque decir que suponiendo el movimiento de la tierra y la inmovilidad del sol se salvan todas las apariencias mejor que con las excentricidades y los epiciclos, está muy bien dicho.

 

Pero querer afirmar que realmente el sol está enel centro del mundo y que gira solamente sobre sí mismo, sin ir del oriente al occidente, mientras que la tierra está en el tercer cielo, y gira con mucha rapidez alrededor del sol, es correr gran peligro... acusando a la Sagrada Escritura de error». «Si hubiera una verdadera demostración que probara que el sol está en el centro del mundo y la tierra en el tercer cielo, y que el sol no gira en torno a la tierra, sino la tierra en torno al sol, entonces sería necesario ir con mucha circunspección al explicar los pasajes de la Escritura que parecen contrarios, y decir que no las entendemos, más bien que declarar falso lo que está demostrado. Pero no creeré en la existencias de semejante demostración hasta que me haya sido mostrada; y probar que, suponiendo el sol en el centro del mundo y la tierra en el cielo, se salvan las apariencias, no es lo mismo que probar que en realidad el sol está en el centro y la tierra en el cielo»

 

Cuadro de texto: EL CARDENAL BELARMINO
Y los jueces del tribunal de la Inquisición
ERAN MAS RIGUROSOS QUE GALILEO:  
EXIGIAN PRUEBAS --NO HIPOTESIS

GALILEO SEÑALABA DATOS –verdaderos-  pero QUE NO PROBABAN SUS HIPOTESIS
En ese fragmento quedan delimitados con justeza los dos problemas nucleares en cuestión. Las tesis copernicanas ¿se brindan sobre pruebas reales y verificables o se basan solamente sobre conjeturas y apariencias? Por otra parte, ¿son compatibles con lo referido por la Sagrada Escritura? El científico pisano no dejaría de advertir la debilidad de su argumentación. En realidad, sus descubrimientos no constituían pruebas concluyentes de que la tierra dé vueltas alrededor del Sol. Las manchas solares cambiantes, las irregularidades de la superficie lunar, semejante a la terrestre, las rases variables de Venus, hacen ver simplemente lo erróneo de las enseñanzas aristotélicas sobre unos cielos perfectos, invariables, en contraste con el mundo sublunar. El que en torno a Júpiter se muevan unos satélites no excluía que la Tierra permaneciera fija como centro del cosmos en general. Del desplazamiento de las manchas solares se desprendía que el Sol rotaba sobre su propio eje, pero no que el globo terráqueo hiciese otro tanto. Las fases de Venus ponían de manifiesto la revolución de ese planeta en torno al astro solar, sin seguirse de ahí que el sistema astronómico de Copérnico sea verdadero, ya el que hecho vale asimismo para el sistema de Tycho Brahe, que suponía inmóvil en el centro del mundo a la Tierra. En suma, Galileo, como lo señalará dos siglos después el célebre astrónomo Laplace, apuntalaba sus tesis con pruebas de analogía

 

Cree haber encontrado la prueba decisiva en una teoría suya acerca de las mareas, teoría que venía elaborando desde hacía años y que explana en un pequeño tratado: Trattato del Flusso e Reflusso riel m are (1616). Según su parecer, las mareas se originan por la combinación de los movimientos de rotación y de traslación terrestre.

 

Intervención de las Congregaciones romanas

 

Entre tanto, la denuncia de Lormi a Roma contra Galileo había surtido su efecto. En la centuria anterior, con la contrarreforma católica la Iglesia había intentado contrarrestar los efectos de la Reforma protestante. Los problemas de la interpretación de las Escrituras eran centrales en la controversia interreligiosa. El protestantismo había hecho rápidos progresos en su difusión, porque a cada uno se le concedía la libertad de explicar la Biblia según su propio parecer.

 

Por ello, el Concilio de Trento había decretado que nadie en determinadas cuestiones debería atreverse a interpretar las Sagradas Escrituras según su propio criterio, contra el sentido aceptado por la Iglesia, a quien corresponde decidir sobre el sentido verdadero y la interpretación del texto bíblico. Mientras el sistema de Copérnico fue debatido en un terreno puramente científico y filosófico, la Santa Sede no intervino. Solamente cuando la discusión se desliza hacia la interpretación de la Biblia, empieza a actuar, y difícilmente podía abstenerse.

 

Al recibir la denuncia de Lorini, la Congregación del Santo Oficio ordena abrir una investigación secreta, como lo hacía siempre en casos semejantes. La cuestión iba adquiriendo paulatinamente esta forma: ¿la teoría de Copérnico era compatible con las expresiones de la Biblia acerca del movimiento del Sol y de la inmovilidad de la Tierra? La discusión se había corrido del terreno científico al dominio de la exégesis, y este deslizamiento se debía en parte al mismo Galileo.

 

Mientras que las pruebas basadas en sus descubrimientos astronómicos no demostraban con certeza la realidad del sistema copernicano, el argumento de las mareas, que él presenta como inconcluso y concluyeme, resulta equivocado. Kepler, de acuerdo con la opinión sostenida por Plinio en la antigüedad, atribuía las mareas a la acción combinada de la Luna y del Sol, en tanto que Galileo descarta esa acción como causante del flujo y reflujo y los supone originados principalmente por el movimiento de nuestro planeta. De ser exacta su hipótesis, debería verificarse en un punto dado de la superficie terrestre una marea completa sólo cada 24 horas. En realidad, se observan dos mareas completas en el tiempo que transcurre enere dos pasos consecutivos de la Luna por el meridiano de un lugar, es decir, en poco más de 24 horas.

 

«Las pruebas que él adujo —comenta Pastor— tomadas de sus descubrimientos en el cielo, a favor del nuevo sistema del mundo, resultaban sin valor por el solo hecho de que cuanto él deducía se aplicaba sin dificultad al sistema de Tycho Brahe; en lo demás que aduce se halla completamente en error o bien se queda atrás de Kepler, sin aventajar a Copérnico»

 

El 19 de febrero de l6l6, fueron sometidas al examen de los teólogos consultores las dos proposiciones siguientes: 1 El Sol es el centro del mundo y está inmóvil. 2.° La Tierra no es el centro del mundo ni está inmóvil, sino que rota sobre sí misma por  completo cada día. El día 24, los teólogos se reúnen para calificarlas, y lo hacen en estos términos: Lo La primera proposición es filosóficamente falsa y absurda; es además formalmente herética, porque contradice expresamente numerosos pasajes de la Sagrada Escritura, según el sentido propio y según la interpretación común de los Padres y de los doctores teólogos. 2.° La segunda proposición merece la misma censura desde el punto de vista filosófico; desde el punto de vista teológico, es por lo menos errónea. Constituyeron el grupo de consultores: el arzobispo de Armagh, seis dominicos, un benedictino, un agustino, un jesuita y un clérigo regular.

 

Un eminente científico de nuestra época, el conocido W. Heisenberg, no católico, ha escrito: «En realidad era ciertamente falsa la primera proposición de la doctrina copernicana, de la que allí se trataba. La física actual no diría tampoco que el sol es el centro del mundo ni que está, por esta razón, inmóvil. Cuanto a la proposición segunda, que versa sobre la tierra, sería preciso aclarar primero qué significan los vocablos 'reposo' y 'movimiento'».

 

«Los jueces [en 1616] sentían evidentemente el mayor respeto ante la autoridad científica de Galileo; por ello no querían impedirle la prosecución de sus investigaciones, pero sí impedir que se introdujese desasosiego e inseguridad en la imagen cristiana del mundo, que siempre había jugado y jugaba un papel tan importante en la estructura de la sociedad medieval»

 

Advertencia pontificia final a Galileo (l6l6)

Cuadro de texto: EL TRIBUNAL DE LA INQUISICION
LE EXIGIO (en 1616) QUE SIGUIERA INVESTIGANDO PERO QUE SOLO SE REFIRIERA A SUS TESIS COMO HIPOTESIS, NO COMO HECHOS PROBADOS

El cardenal Belarmino ni había presidido la Comisión del Santo Oficio, ni siquiera estado en ella. El 26 de febrero, por encargo del papa Paulo V, cita en su residencia a Galileo, ocupado desde hacía meses en la Ciudad Eterna, y le advierte que debe abstenerse de enseñar, sostener o tratar esos puntos. El científico promete obedecer. Días después, el 5 de marzo, aparece por orden del sumo pontífice un decreto de la Congregación del índice, a fin de dejar totalmente liquidado el asumo: el libro de Foscarini es condenado, las obras de Copérnico y de Zúñiga quedan prohibidas hasta que se corrijan, una prohibición general engloba todos los libros que defiendan el heliocentrismo copernicano.

 

La Congregación del índice ha decidido no proscribir el libro de Copérnico, sino corregir algunos pasajes. «Las enmiendas que necesita'' la obra del astrónomo de Thorn no se referían al contenido científico del libro, sino únicamente a las expresiones que debían tacharse o suavizarse en cuanto presentaban el nuevo sistema como verdad inconcusa».

 

Tampoco fue vedado a los astrónomos el seguir buscando pruebas a favor del sistema copernicano». Decían las instrucciones para la corrección de la obra De revolutionibiis: «Si algunos pasajes de Copérnico sobre el movimientos de la Tierra no son hipotéticos, conviértanse en tales; y así no serán opuestos a la verdad ni a la Sagrada Escritura». Por ejemplo, el título del capítulo 11, «Sobre la explicación del triple movimiento de la Tierra», se transformaría en «Sobre la hipótesis del triple movimiento de la tierra”

 

El decreto no dice nada contra la persona de Galileo ni pone en el índice alguna de sus obras. Fiel católico, él había manifestado anteriormente su buena disposición de ánimo en una carta (16 febrero 161 5) con estas palabras: «Voy reuniendo todas las razones... para presentarlo después a los pies del Sumo Pastor y a la infalible determinación de la Santa Iglesia, que haga de ello la estima que parezca a su suma prudencia».

 

Habiendo empezado algunos adversarios suyos a esparcir el rumor de que la Congregación le había condenado a una penitencia y a una abjuración, solicita de Belarmino para acabar con esta difamación un atestado que restablezca la verdad. El cardenal atiende inmediatamente este ruego y declara por escrito (26 de mayo 1616): «Galileo no ha abjurado ni en nuestras manos ni en las de ninguna otra persona de Roma o de ningún otro lugar, Que nosotros sepamos, de ninguna de sus opiniones o doctrina, ni ha recibido ninguna penitencia saludable ni de otra clase; tan sólo se le ha comunicado la declaración hecha por el Santo Padre y publicada por la Sagrada Congregación del índice, en la que se da a conocer que la doctrina atribuida a Copérnico, a saber: que la Tierra se mueve alrededor del Sol y que el Sol está inmóvil en el centro del mundo, sin moverse de oriente a occidente, es una doctrina contraria a las Sagradas Escrituras y, por consiguiente, no se la

puede sostener o defender»

 

Cuadro de texto: 	GALILEO ERA SOBERBIO E INTOLERANTE

El jesuita Grassi, matemático del Colegio Romano había explicado la existencia de los cometas de una forma más científica que Galileo.  Pero Galileo, que no estaba de acuerdo con la evidencia mostrada por Grassi  y lo llamaba con epítetos muy poco científicos:
“El burro más grande que jamás se vio”, “embustero” “estafador” “burro” “búfalo”, “holgazán maligno”, “estúpido”, “miserable falsificador”, “sujeto vil”, “mentiroso” “animal imbécil” “cabeza loca”
En el “Diálogo…” Galileo pone la opinión de sus colegas contrarios disfrazándolos en el personaje llamado “Simplicio” que –en realidad- era un estúpido y débil mental
Galileo no aportaba pruebas convincentes de la verdad del sistema copernicano y por tanto no existía una razón decisiva para no comprender los pasajes de la Sagrada Escritura en su sentido literal y obvio. «Es posible que él haya reconocido en una visión intuitiva la exactitud del concepto heliocéntrico del mundo, pero no estaba en condiciones de demostrarlo rigurosamente ante sus contemporáneos científicos»2". No pasó de probar la suma probabilidad de la nueva cosmovisión, sin conseguir demostrarla con certeza. No se podría proponer como la explicación cierta, como la explicación única de los datos de observación. El continuará en los años siguientes procurando reunir argumentos para

probar su tesis.

 

PROCESAMIENTO

 

Nuevas publicaciones galileanas

 

De una polémica en torno a los cometas nació un nuevo libro suyo titulado II Saggiatore, que contiene una disimulada defensa del heliocentrismo, conducida con suma habilidad. Se lo dedica al papa Urbano VIII. Tal era el nombre tomado por el cardenal Mafreo Barberini al subir en ese ano al solio pontificio (1623). Barberini, cultivador de las ciencias y, al igual que Galileo, miembro de la Academia de los Linces, le había dado siempre desde antiguo muestras de viva admiración y de gran afecto. Hasta llegó a componer (1620) en honor del famoso científico una oda latina, de 1 9 estrofas, en las que celebraba los descubrimientos astronómicos de éste. Ahora Galileo marcha de Florencia a Roma, pensando tal vez lograr del pontífice la revocación o atenuación de las decisiones adoptadas en 1616. Urbano VIII sigue siendo extremadamente afable hacia él, le concede seis largas audiencias en el curso de dos meses y le despide con obsequios y bendiciones.

Sin embargo, las conclusiones prohibitivas de 1616 continuarán en vigor.

 

El astrónomo regresa a Florencia con la idea de preparar una nueva obra. A Francisco Ingoli, que en Ferrara había escrito argumentando en contra del movimiento de la Tierra, le refuta con un trabajo dedicado exclusivamente a la defensa científica del copernicanismo. Dirigida en forma de carta a un amigo suyo de Roma (septiembre de 1624), viene a constituir un preludio de una futura gran obra suya, a cuya preparación se entrega. Esta aparece impresa en Florencia (1632) con el título Dialogo ... sopra i due massinii sistemi del mondo, tolemaico e copernicano.

 

Está presentado bajo la forma de una conversación a lo largo de cuarto días sucesivos entre tres interlocutores, que llevan los nombres de Salvisti, Sagredo y Simplicio. Salvisti expresa de ordinario las ideas del propio Galileo, dirige con acierto el diálogo y, como científico moderno y capaz, sabe rebatir los argumentos aducidos por los otros contra el movimiento de la Tierra. Sagredo ocupa el segundo puesto en la marcha de las conversaciones, contribuyendo al buen desarrollo de ellas con sus precisas preguntas y su atinada comprensión de los temas. Simplicio, designado irónicamente con ese nombre, representa a los aristotélicos y en su boca pone las objeciones contra la hipótesis copernicana.

 

Cuadro de texto: Galileo decía que los cometas eran ilusiones ópticas y había arremetido duramente contra los astrónomos jesuitas del observatorio romano que decían que eran cometas celestes reales. Según L. Pastor, «de las tres razones que se alegan en favor de Copérnico, la segunda y tercera, tomadas de las manchas solares y de las mareas, carecen enteramente de importancia; la primera razón, la sencillez con que en el nuevo sistema del mundo se pueden explicar las complicadas órbitas de los planetas, había sido ya presentada por Copérnico, y Galileo no hizo más c)tie ponerla en una forma más fácil de entender». La primera prueba, basada en el hecho de que los movimientos aparentes de los planetas se explican fácilmente suponiendo que dan vueltas alrededor del Sol, no es más que la reproducción de la propuesta por Copérnico. Ya queda anteriormente indicado en

estas páginas que también se ofrece explicación, por la teoría de Tycho Brahe, de que los planetas giran alrededor del Sol v éste y la Luna lo hacen en torno a la Tierra.

 

Por otra parte, Galileo afirma que los movimientos de los planetas resultan perfectamente uniformes y regulares si se supone que esos astros describen circunferencias con el Sol en su centro, cuando los datos observacionales indican que en realidad describen órbitas elípticas con movimientos no uniformes y con el Sol en uno de los focos.

Cuadro de texto: ADEMAS DE NO PROBAR SUS HIPOTESIS 
GALILEO COMETIO  IMPORTANTES ERRORES CIENTIFICOS
-	negaba que las mareas eran debido a la luna
-	negaba la existencia de cometas extra terrestre
PERO LLAMABA “IMBECILES” A SUS COLEGAS CIENTIFICOS

La segunda prueba se apoya sobre el movimiento de las manchas solares. De las diversas posiciones ocupadas sucesivamente durante el año por una mancha cercana al ecuador solar infiere Galileo que la Tierra da una vuelta alrededor del Sol en ese espacio de tiempo. Sin embargo, los fenómenos astronómicos observados se explican igualmente suponiendo que el Sol gira alrededor de la Tierra y que su eje de rotación permanece siempre paralelo a sí mismo, como lo requiere la ley de la inercia.

 

La tercera prueba reproduce, con algunas adiciones, la manejada en l6l6 sobre las mareas. De ser verdadera su hipótesis, saca él como consecuencia que las mareas más débiles han de producirse en la época de la luna nueva, y las más altas, en la de luna llena. La realidad, en cambio, es que las mayores tienen lugar hacia las sizigias (lunas nuevas y llenas), y las menores, hacia las cuadraturas (cuartos crecientes y menguantes).

 

El proceso

 

Sale la obra e inmediatamente su distribución da comienzo, pero en agosto de ese mismo año de 1632 Galileo y el impresor florentino reciben una orden pontificia de no entregar ningún ejemplar más, a pesar de haber sido impresa la edición con la correspondiente licencia de la autoridad eclesiástica. Se la habían denunciado a Urbano VIII como abiertamente defensora del sistema copernicano, hasta ser calificado el libro más tarde como el gran Manifiesto Copernicano. Se le hizo notar al papa también que una objeción apuntada por él mismo a Galileo contra los argumentos de éste la propone allí en iguales términos el ridículo Simplicio.

 

Una comisión de teólogos designada por el sumo pontífice se encarga de examinar la obra. Como consecuencia de su dictamen, el autor recibe una citación jurídica para que se presente en Roma y comparezca ante la Congregación del Santo Oficio. Declaró cuatro veces en el proceso: dos en abril, una en mayo y la cuarta el 21 de junio.

 

A pesar de las locuciones más o menos ambiguas por él utilizadas con el fin de atenuar sus afirmaciones, se le acusa de haber transgredido las órdenes transmitidas en l6l6; en el Dialogo) enseñaba la doctrina condenada aquel año, infringiendo la prohibición de la Congregación del índice y violando la promesa formal que había hecho él entonces. El núcleo del proceso era la desobediencia de uno que se profesa católico.

 

Sentencia condenatoria

 

El 22 de junio, mediante un decreto disciplinar, se le intima la sentencia. El libro será prohibido, sin que la prohibición se extienda a sus demás escritos. El autor quedará detenido a la discreción del Santo Oficio y ha de recitar los salmos penitenciales en cierto tiempo.

 

El escucha de pie la sentencia, luego, de rodillas, lee y firma su abjuración. Se ha repetido una y otra vez que, al incorporarse después, golpeó con el pie el suelo ante el tribunal y murmuró, refiriéndose a la Tierra: «Eppur si mueve» (Y sin embargo se mueve). «La leyenda —escribe Hemleben— cuenta que Galileo Galilei se puso de pie y murmuró entre dientes: "Y sin embargo se mueve",

Cuadro de texto: ¿Fue quemado vivo como piensan muchos estudiantes universitarios?
Lo que verdaderamente sucedió es que el 22 de junio de 1633, en Roma, en el convento de Santa María sobra Minerva, después de oír la sentencia el “verdadero” Galileo dio gracias a los diez cardenales –tres de los cuales habían votado a favor de su absolución- por haberle dado una pena tan moderada
CONDENADO A REZAR SALMOS DE PENITENCIA Y A NO PUBLICAR UN LIBRO QUE DABA POR SEGURO LO QUE NO ESTABA –todavía- PROBADO

NI SIQUIERA FUE A LA CARCEL
SE ALOJO EN CASA DE CARDENAL

Pero no cabe duda de que no pronunció esta frase»'". Según afirman Lerner y Gosselin, «no hay prueba alguna que confirme tal hecho»31. «La leyenda... no tiene ningún fundamento histórico». «El famoso 'Eppur si muove' se encuentra por primera vez en un libro del año 1757 publicado en Inglaterra»

 

Durante el proceso no sufrió torturas ni ninguna clase de malos tratos físicos. «Hay que decir —señala Hull— que Galileo fue tratado cortésmente, y que su condena fue leve (desde el punto de vista de lo habitual en aquella época)”. En la ejecución de la sentencia se tuvo en cuenta desde el primer momento lo que el procesado era. Condenado a la cárcel por los jueces, ve inmediatamente conmutada esa pena por la de arresto domiciliario. Empieza a cumplirlo, trasladándose del palacio de la Inquisición, el día siguiente, a una mansión del gran duque de Toscana, su protector, en Roma.

 

Poco después recibe la autorización para ir a vivir a Siena, en el palacio del arzobispo Ascanio Piccolomini, su amigo adicto.

 

Reside allí desde primeros de julio cinco meses, colmado de atenciones por el arzobispo y visitado por toda la nobleza de la ciudad. Hacia finales del año (1633), obtiene morar confinado en su propia villa de Arcetri, cerca de Florencia, donde permanece hasta el fin de sus días trabajando en compañía de sus amigos y recibiendo numerosas visitas.

 

Cuadro de texto: Muchos piensan que la frase “eppur si muove!” es  histórica y proviene de Galileo una vez que la Inquisición dicta sentencia

Sin embargo esta frase fue inventada en Londres en 1757 por Barretti un periodista, después de un siglo y 20 años de la sentencia
. Allí hace público en 1637 que había descubierto la libración de la Luna. Durante esos años de confinamiento y tranquilidad prepara sobre todo una obra concebida tiempo atrás, en la que da forma definitiva a experiencias y descubrimientos físicos realizados a lo largo de su vida.

 

La obra maestra de la ciencia galileana, mirada a veces como la más importante de todas las suyas, aparece impresa en Leyden 311 (1638) bajo el título Discorsi e dimostrazioni maternatiche intorno a due nuove scienze. El gran científico entendía por «dos ciencias» la teoría del movimiento (Dinámica), presentada por el de forma radicalmente nueva en este libro, y la teoría de la resistencia de los  cuerpos. Esta obra y los descubrimientos y escritos astronómicos  colocan a Galileo en los primeros puestos entre los renovadores de la ciencia y del método científico.                                   

 

 

ANÁLISIS DEL «CASO GALILEO»

 

Desde el alborear de la centuria hasta la condenación de 1633,  se había entregado con incansable tenacidad a abrir cauces a investigaciones astronómicas y a demostrar, sin conseguirlo, la realidad del sistema copernicano del mundo. Para comprender el y

proceso de 1633, es imprescindible no trasponer a esas fechas  (elementos que han aparecido sólo más carde.                           ,

 

¿Demostró Galileo la verdad del sistema de Copérnico?

 

«Para nosotros, el heliocentrismo es verdadero por numerosas razones de física celeste y de física terrestre... Ahora bien, estas razones Galileo no las tenía todavía». Para un científico como él, «el sistema de Copérnico es el verdadero sistema porque es el más simple, el más elegante... Dios, por su perfección misma, ha elegido los caminos más simples... Manera de ver muy seductora —decía ya Urbano VIII—, pero, en fin, como lo decía también con justa razón, quedaba por probar que esta estética era con seguridad el mundo real». «Para pasar de esta intuición a esta afirmación, se necesitaba una audacia a toda prueba. Porque era menester desplazar el centro el mundo de la Tierra al Sol, poner la Tierra en movimiento, considerarla como un planeta, es decir, un astro como los demás. Todo esto, lo aprendemos nosotros hoy día en la escuela desde nuestros primeros años. Pero ¿caemos en la cuenta de los sacrificios que se pedían a la mentalidad entonces común? Era necesario hacer poco caso de las apariencias, renegar del testimonio de los sentidos, ver el Sol inmóvil y la Tierra en movimiento, aligerar la Tierra, que es por esencia un cuerpo pesado, dar peso a los astros, que por esencia eran fuego y no pesaban»".

 

Cuadro de texto: En los 4 días de discusión, sólo presentó un argumento a favor de su teoría de que la tierra giraba en torno al sol; y era erróneo. 
Aparte de la explicación errónea, Galileo no supo aportar otros argumentos experimentales y comprobables a favor de la centralidad del sol y del movimiento de la tierra. 
El Santo Oficio no se oponía a la evidencia científica. Pero Galileo no mostró ningún dato, sino sólo hipótesis. En realidad, la primera prueba experimental indiscutible es de 1748 casi un siglo después. 
Dentro del campo científico Galileo mantenía una sarta de afirmaciones erróneas: número y causa de las mareas, órbitas planetarias circulares, movimiento uniforme de los planetas, Sol en el centro del universo e inmóvil... Afirmaba que los movimientos de los planetas resultaban perfectamente uniformes y regulares si se suponía que describen circunferencias con el Sol en su centro, cuando por los datos observacionales se conoce que describen órbitas elípticas con movimiento no uniforme y con el Sol en uno de los focos. Ponía fijo e inmóvil en el centro del universo al Sol, que no está en el centro del universo y que se traslada en vertiginosa carrera a través del firmamento.

 

Sin embargo, impugnaba de forma bastante satisfactoria los argumentos científicos que se aducían en contra de la rotación terrestre, como por ejemplo por el famoso de Tycho Brahe basado en las leyes de la caída libre de los cuerpos: si la Tierra está animada de un movimiento de rotación, un cuerpo soltado desde lo alto de una torre no caerá junto a ésta, sino hacia atrás, admitiendo que nuestro planeta gira del oeste hacia el este durante el descenso del cuerpo. A lo que daba esta respuesta: en el momento en que el cuerpo es abandonado a sí mismo, está participando del movimiento, hacia el este, del punto de la torre donde se encuentra, movimiento que componiéndose con el vertical de la caída da

como resultante la bajada del cuerpo paralelamente a la torre. Es verdad que para disponer con garantía de la solución será necesario aguardar a Newton y Hookc.

 

Galileo no logró probar de forma irrefutable el doble movimiento de la Tierra, el de rotación diaria en torno a su eje y el de traslación anual en torno al astro solar. «A una demostración efectiva —escribía Pastor— para la astronomía matemática se llegó solamente en el año 1686, cuando Newton mostró que según la ley de la gravitación era imposible que el globo inmenso del Sol tuviese por centro de su movimiento a la pequeñísima Tierra; para una demostración decisiva tomada de observaciones de la astronomía estelar, hubo que esperar hasta 1725, cuando Bradley demostró que en el curso exacto de un año muchas estrellas fijas describen pequeñas elipses; que estas elipses, en las estrellas próximas al polo celeste, se redondean más y más aproximándose al círculo, pero en las estrellas cercanas al ecuador celeste estas elipses se estrechan más y más llegando a presentar a la vista una sencilla línea recta y que este fenómeno puede explicarse solamente como un efecto de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Mas de estas demostraciones reales estuvo ajeno enteramente Galileo durante toda su visa. La grandiosa sencillez con que Copérnico explicaba el embrollado movimiento aparente de los planetas y sus propias observaciones podían convencerle para su persona de la verdad del nuevo sistema»

 

Ya indicaba el célebre astrónomo Secchi en el siglo XIX que basta considerar las pruebas aducidas ahora a favor del movimiento de la Tierra para convencerse de que eran desconocidas en aquella época. La rotación de nuestro planeta, por ejemplo, se demuestra por su aplanamiento en los polos y por la fuerza centrífuga, en cuya virtud la intensidad de la atracción gravitatoria va apareciendo compensada al aproximarse al ecuador.

 

Otro astrónomo, G. Armellini, concluía en 1942: «La ciencia hoy demuestra, del modo mas seguro, que es la tierra la que anualmente da una vuelta completa en torno al sol y no el sol el que gira en torno a la tierra». «Mas... tal demostración exige notables conocimientos de astronomía estelar o, por lo menos, que la Mecánica Racional esté ya suficientemente desarrollada». «Dado el estado de los conocimientos en el siglo XVll, era imposible llegar entonces a una demostración rigurosa del sistema copernicano.

 

Históricamente, en efecto, la primera demostración científica se tuvo casi medio siglo después de la muerte de Galileo, cuando los progresos de la Mecánica hicieron conocer que el sol tenía una masa trescientas treinta mil veces mayor que la de la tierra. Y entonces, un célebre teorema de Dinámica, conocido con el nombre de 'teorema del baricentro', mostró que era la tierra y no el sol el que se movía..., dando así al sistema copernicano toda aquella absoluta certeza que tienen las verdades matemáticas». «Dado el estado de la ciencia [del tiempo de Galileo]..., en el que la Dinámica no había nacido aún y la astronomía estelar todavía menos, aquellos argumentos no podían ser, y no eran, más que simplemente indiciarios; es más, el descubrimiento de la gravitación universal mostró después que uno de ellos (y precisamente el de las mareas) era inexacto».

 

Recapitulando: «La doctrina del movimiento de la tierra, todavía en el estado de hipótesis durante la vida de Galileo y además durante casi medio siglo después de su muerte, se convirtió en tesis cuando se pudo calcular la masa del sol. La tesis se hizo, por así decir, palpable en 1728 con el descubrimiento de la 'aberración' de las estrellas y se cambió en un verdadero triunfo en el "siglo siguiente con el descubrimiento de las paralajes estelares». «Por lo que toca a las pruebas del movimiento diurno, movimiento de rotación de la tierra..., bastará recordar la de la desviación del péndulo, ideada por Foucault en 1851, y que prueba ineluctablemente tal rotación»

 

La demostración completa del giro de la Tierra alrededor del Sol requiere poder comprobar que Tas estrellas cambian aparentemente de posición como efecto del movimiento de traslación de nuestro planeta. En 1727, Bradley anuncia la aberración (desplazamiento elíptico anual de las estrellas): la velocidad de la Tierra y la velocidad de la luz procedente de una estrella se componen, y la dirección aparente en la cual nosotros vemos esa estrella varía en el curso del año. Como complemento, en 1837-1838 se inicia la determinación de las paralajes estelares. En 1852 Foucault evidencia, con su péndulo, la rotación de la Tierra.

 

«Galileo —señala el astrónomo Romañáno pasó de probar la suma probabilidad del sistema de Copérnico sin conseguir demostrarlo con certeza»'. Due, astrónomo también, juzga que «sus argumentos carecían de fuerza probativa, no ya ante la ciencia astronómica de aquel tiempo, sino ante la de hoy, mejor informada que entonces» «Decididamente, un buen físico —comenta Lenoble— no puede contentarse con semejantes pruebas»

 

«Galileo manifestó a este propósito una confianza que se juzga hoy excesiva en las pruebas en favor del sistema de Copérnico. Es verdad que pruebas absolutamente decisivas no vinieron sino mas tarde»

 

 

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