Texto íntegro del comunicado
José Saramago
Ellos creían que nos habíamos
cansado de protestas y que les habíamos dejado libres para seguir en su
alucinada carrera hacia la guerra. Se equivocaron. Nosotros, los que hoy nos
estamos manifestando, aquí y en todo el mundo, somos como aquella pequeña mosca
que obstinadamente vuelve una y otra vez a clavar su aguijón en las partes
sensibles de la bestia.
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leído por José Saramago
en la manifestación contra la guerra
en Madrid
Somos, en palabras populares, claras y rotundas
para que mejor se entiendan, la mosca cojonera del poder.
Ellos quieren
la guerra, pero nosotros no les vamos a dejar en paz. A nuestro compromiso,
ponderado en las conciencias y proclamado en las calles, no le harán perder
vigencia y autoridad (también nosotros tenemos autoridad) ni la primera bomba ni
la última que vengan a caer sobre Irak.
No sigan los señores y las
señoras del poder que nos manifestamos para salvar la vida y el régimen de Sadam
Husein. Mienten con todos los dientes que tienen en la boca. Nos manifestamos,
eso sí, por el derecho y por la justicia. Nos manifestamos contra la ley de la
selva que Estados Unidos y sus acólitos antiguos y modernos quieren imponer al
mundo. Nos manifestamos por la voluntad de paz de la gente honesta y contra los
caprichos belicistas de políticos a quienes les sobra en ambición lo que les va
faltando en inteligencia y sensibilidad.
Nos manifestamos en contra del
concubinato de los Estados con los super-poderes económicos de todo tipo que
gobiernan el mundo. La tierra pertenece a los pueblos que la habitan, no a
aquellos que, con el pretexto de una representación democrática descaradamente
pervertida, al final les explotan, manipulan y engañan. Nos manifestamos para
salvar la democracia en peligro.
Hasta ahora la humanidad ha sido siempre
educada para la guerra, nunca para la paz.
Constantemente nos aturden las
orejas con la afirmación de que si queremos la paz mañana no tendremos más
remedio que hacer la guerra hoy. No somos tan ingenuos para creer en una paz
eterna y universal, pero si los seres humanos hemos sido capaces de crear, a lo
largo de la historia, bellezas y maravillas que a todos nos dignifican y
engrandecen, entonces es tiempo de meter mano a la más maravillosa y hermosa de
todas las tareas: la incesante contrucción de la paz. Pero que esa paz sea la
paz de la dignidad y del respeto humano, no la paz de una sumisión y de una
humillación que demasiadas veces vienen disfrazadas bajo la mascarilla de una
falsa amistad protectora.
Ya es hora de que las razones de la fuerza
dejen de prevalecer sobre la fuerza de la razón. Ya es hora de que el espíritu
positivo de la humanidad que somos se dedique, de una vez, a sanar las innúmeras
miserias del mundo. Esa es su vocación y su promesa, no la de pactar con
supuestos o auténticos "ejes del mal".
Amenamente estaban Bush, Blair y
Aznar charlando sobre lo divino y sobre lo deshumano, seguros y tranquilos en su
papel de poderosos hechiceros, expertos en trucos de trilero y conocedores de
eméritos de todas las trampas de la propaganda engañosa y de la falsedad
sistemática, cuando en el despacho oval donde se encontraban reunidos irrumpió
la terrible noticia de que los Estados Unidos de América del Norte habían dejado
de ser la única gran potencia mundial. Antes de que Bush pudiera asestar el
primer puñetazo en la mesa, vuestro presidente José María Aznar se dio prisa en
declarar que esa nueva gran potencia no era España. "Te lo juro, George", dijo.
"Mi Reino Unido tampoco", añadió rápidamente Blair para cortar la naciente
suspicacia de Bush. "Si no eres tú y tú no eres, ¿quién es entonces?", preguntó
Bush. Fue Colin Powell, mal creyendo él mismo en lo que estaba pronunciando su
propia boca, quien dijo "La opinión pública, señor presidente".
Ya habéis
comprendido que esta historieta es un simple invento mío. Os pido por tanto que
no le deis importancia. Pero sí la tiene que lo que ya es una evidencia para
todos, la más exaltadora y feliz evidencia de estos conturbados tiempos: los
hechizeros de Bush, Blair y Aznar, sin quererlo, sin proponérselo, nada más que
por sus malas artes y peores intenciones, han hecho surgir, espontáneo e
incontenible, un gigantesco, un inmenso movimiento de opinión pública. Un nuevo
grito de "No pasarán", con las palabras "No a la guerra", recorre el
mundo.
No hay ninguna exageración en decir que la opinión pública mundial
contra la guerra se ha convertido en una potencia con la cual el poder tiene que
contar. Nos enfrentamos deliberadamente a los que quieren la guerra, les decimos
"NO", y si aún así siguen empecinados en su demencial afán y desencadenan una
vez más los caballos del apocalipsis, entonces les avisamos desde aquí que esta
manifestación no es la última, que continuaremos las protestas durante todo el
tiempo que dure la guerra, e incluso más allá, porque a partir de hoy ya no se
tratará simplemente de decir "No a la guerra", se tratará de luchar todos los
días y en todas las instancias para que la paz sea una realidad, para que la paz
deje de ser manipulada como un elemento de chantaje emocional y sentimental con
que se pretende justificar guerras.
Sin paz, sin una paz auténtica, justa
y respetuosa, no habrá derechos humanos. Y sin derechos humanos -todos ellos,
uno por uno- la democracia nunca será más que un sarcasmo, una ofensa a la
razón, una tomadura de pelo. Los que estamos aquí somos una parte de la nueva
potencia mundial. Asumimos nuestras responsabilidades. Vamos a luchar con el
corazón y el cerebro, con la voluntad y la ilusión. Sabemos que los seres
humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Ellos (no necesito ahora decir
sus nombres) han elegido lo peor. Nosotros hemos elegido lo mejor.