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De Dresden a Bagdad:
58 años de
"Aterramiento y Espanto"

Mickey Z

"Si nos fuerzan a ir a la guerra, lucharemos por una causa justa y con medios justos, haciendo todo lo que esté en nuestra mano para proteger a los inocentes."

--George W. Bush, en su discurso sobre el Estado de la Nación el 28 de enero de 2003


El Pentágono ha revelado recientemente su plan para el primer día del inevitable bombardeo de saturación sobre Irak. El "Día del Bombardeo Aéreo" (o "Día A") los Estados Unidos y Gran Bretaña lanzarán entre 300 y 400 misiles de crucero sobre Irak. Según James Ridgeway, del Village Voice, "estos son más misiles que los que se lanzaron durante los 40 días de la guerra del Golfo en 1991".

El segundo día se lanzarán otros 400 misiles. Un estratega del Pentágono explicó a CBS News que se trata de algo "de una envergadura nunca contemplada hasta ahora [...] no habrá un lugar seguro en toda la ciudad de Bagdad." En términos militares, el plan se conoce como "Shock And Awe" (algo así como "Horrorizar y Sobrecoger" o "Aterrar y Espantar"). El objetivo es aniquilar toda voluntad de resistencia en el enemigo. Según el estratega militar Harlan Ullman, el efecto del ataque planificado será "más bien como el de las armas nucleares en Hiroshima". El día del bombardeo aéreo "se desmantelará la ciudad", será destruido el sistema de abastecimiento de agua y electricidad de Bagdad, y los iraquíes quedarán "física, emotiva y psicológicamente exhaustos".

"Lo que Bush propone", dice Ridgeway, "no son daños colaterales, sino un nivel de destrucción civil sin precedentes desde la segunda guerra mundial, con decenas de miles de muertes civiles deliberadamente planeadas".

Este instinto sanguinario no es exclusivo de Bush. Él es simplemente el representante más reciente de una larga lista de hombres "humanitarios" dispuestos a masacrar a la población en nombre de la democracia. Ahora que se acerca el 13 de febrero, 58 aniversario del bombardeo angloamericano de Dresden, podemos hablar de un posible regreso al futuro.

Marshal Arthur Harris, director del mando de bombardeos inglés, decidió abandonar la ilusión de los bombardeos "quirúrgicos". Harris (apodado "Bomber") adquirió de su insidioso maestro, Winston Churchill, un dominio completo del arte del crimen de guerra.

En 1919, la Royal Air Force pidió permiso a Churchill para utilizar armas químicas "contra árabes recalcitrantes, a modo de experimento". Churchill, que por entonces era secretario de estado del gabinete de guerra, dio su autorización sin tardanza. "Estoy completamente a favor del uso de gas venenoso contra tribus incivilizadas", explicó. Y Bomber Harris, que en 1919 era un prometedor oficial del ejército del aire, se mostró de acuerdo: "Ahora [los árabes y los kurdos] se van a enterar de lo que es un buen bombardeo, en términos de víctimas y daños."

Harris y Churchill se asociaron de nuevo unos 25 años más tarde, en la segunda guerra mundial, para ejecutar una implacable campaña de bombardeos aterradores por la cual ninguno de los dos se disculpó jamás ni mostró el más mínimo pesar. "Ahora todo el mundo lo hace", comentaba Churchill en referencia a la matanza deliberada de civiles. "Es simplemente una cuestión de moda; como los vestidos, que en ciertas épocas se llevan cortos, en otras largos."

La actitud de Harris tuvo su más precisa expresión cuando, en la última etapa de la guerra, un policía de tráfico lo paró por exceso de velocidad. "Podría haber matado a alguien", le dijo el policía en tono recriminatorio. A lo cual Bomber Harris respondió: "Muchacho, yo mato a miles de personas todas las noches".

Respecto a los estadounidenses, que en Europa actuaban bajo órdenes directas del Presidente Roosevelt, inicialmente los bombardeos siguieron una política, ligeramente más humana, de ataques diurnos de precisión. A diferencia de sus colegas británicos, los estadounidenses venían desprovistos de recuerdos de la Luftwaffe atacando Londres, con lo cual no tenían un deseo tan desbocado de asesinar en masa, y en consecuencia tardaron un poco más en apuntarse a la política de bombardear sistemáticamente objetivos civiles.

Los riesgos de los bombardeos diurnos no se veían compensados por su precisión, ya que sólo el 50% de las bombas estadounidenses caía en un radio de un cuarto de milla de su objetivo. Los norteamericanos pronto adoptaron la política de sus aliados ingleses: bombardeos nocturnos sobre objetivos civiles alemanes. Los bombardeos masivos llevados a cabo por Bomber Harris y sus homólogos estadounidenses sobre Alemania mataron como mínimo a 635,000 civiles.

Tanto durante el día como durante la noche, el gran número de bombas que caían alejadas de su objetivo demolieron completamente el mito de la "precisión". Una operación de bombardeo llamada COBRA, planeada para el 24 y 25 de julio de 1944, despachó 1800 bombarderos estadounidenses para atacar las defensas alemanas cerca de Saint-Lô. Los aviones llegaron con un día de antelación y bombardearon de manera tan imprecisa que mataron a 25 norteamericanos e hirieron a 131. Algunas unidades estadounidenses dispararon sobre sus propios aviones. Al día siguiente, habiendo alejado a los soldados estadounidenses varios miles de metros para evitar una repetición de lo ocurrido, los bombarderos volvieron a fallar, matando a 111 de los suyos e hiriendo a más de 500.

"Para invadir el continente", dice el historiador Paul Fussell, "los aliados mataron a 12.000 civiles franceses y belgas que vivían en la parte equivocada de la ciudad, es decir, demasiado cerca de las vías del ferrocarril.

En 1945, los británicos y los estadounidenses echaron gasolina al fuego.

El 13 y 14 de febrero de 1945, las fuerzas aliadas bombardearon la ciudad alemana de Dresden, otrora conocida como "la Florencia del Elba". Con los rusos avanzando rápidamente hacia Berlín, decenas de miles de civiles alemanes huían hacia Dresden creyendo que allí estarían a salvo, con lo que el número de habitantes de la ciudad aumentó de 600.000 a cerca de un millón.

Siguiendo el precedente marcado por un ataque a Hamburgo en julio de 1943, en el que murieron al menos 48.000 civiles, Winston Churchill enroló a científicos británicos para producir "un nuevo clima". El objetivo era alcanzar no sólo el mayor nivel posible de destrucción y de muertes, sino también mostrar a sus aliados comunistas lo que era capaz de hacer la máquina de guerra capitalista... en caso de que a Stalin se le ocurrieran ideas descabelladas.

Un memorando de la RAF describía así los planes anticomunistas: "Dresden, la séptima ciudad de Alemania, no mucho más pequeña que Manchester, es también, con gran diferencia, la mayor zona urbana no bombardeada de que dispone el enemigo. En medio del invierno, con los refugiados avanzando hacia el oeste y tropas a las que hay que dar descanso, los techos son especialmente importantes, no sólo como refugio de la intemperie, sino también para albergar los servicios administrativos desplazados de otras zonas... El objetivo del ataque es golpear al enemigo donde más se resentirá... y mostrar a los rusos, cuando lleguen, de lo que es capaz nuestro centro de mando de bombardeos."

Los aliados nunca tuvieron ninguna duda acerca de a quiénes iban a bombardear en Dresden. Brian S. Blades, ingeniero de vuelo en un Lancaster del 460 Squadron (australiano), escribió que durante las reuniones informativas escuchaba frases como "objetivo virgen" o "los servicios de inteligencia informan de que hay miles de refugiados entrando en ciudad, procedentes de otras zonas bombardeadas".

Además del flujo de refugiados, Dresden también era conocida por su arquitectura barroca y rococó. Sus museos contenían obras de Vermeer, Rembrandt, Rubens y Botticelli.

Todo esto importaba muy poco la víspera del 13 de febrero.

Utilizando el estadio de fútbol de Dresden como punto de referencia, más de 2000 Lancasters británicos y Fortalezas Volantes estadounidenses vertieron cargas de bombas de gasolina cada 40 metros cuadrados a partir del estadio. La enorme llamarada resultante medía 20 kilómetros cuadrados y despedía una humareda de 5 km de alto. Durante las 18 horas siguientes se lanzaron bombas normales encima de aquel extraño brebaje. 25 minutos después del bombardeo, vientos de 240 km por hora succionaban todo lo que encontraban hacia el centro del tornado. Debido a que las altas temperaturas impulsaban el aire hacia arriba a gran velocidad, la pérdida de oxígeno producía remolinos de llamas que succionaban el aire incluso de los pulmones de la gente.

El setenta por ciento de las víctimas de Dresden en esos dos días murieron por asfixia o por inhalación de gases venenosos que tornaban sus cuerpos de color verduzco o rojo. La intensidad del calor derretía cuerpos sobre el pavimento como si fueran chicle, o los reducía a cadáveres calcinados y encogidos, de medio metro de longitud. El personal de las operaciones de limpieza después del bombardeo llevaba botas altas de goma para caminar por la "sopa humana" de las cuevas cercanas. En otros casos, el aire candente catapultó a las víctimas por el aire y esparció sus pedazos a distancias de hasta 24 km de Dresden.

En palabras del periodista Phillip Knightley "Las llamas devoraron toda la materia orgánica a su paso; todo lo que era combustible ardió. La gente murió derretida, incinerada o por asfixia. Al día siguiente llegaron aviones norteamericanos para ametrallar a los sobrevivientes que intentaban alcanzar la orilla del Elba".

El bombardeo aliado produjo algo más que "Aterramiento y Espanto": asesinó a más de 100.000 personas, la mayoría civiles, aunque el número exacto nunca se sabrá debido a la alta proporción de refugiados en aquella zona.

En sus memorias de la guerra, Sir Winston Churchill no mostró mucha emoción al recordar el asalto a Dresden: "En el último mes realizamos un fuerte bombardeo sobre Dresden, que entonces era el centro de comunicaciones del frente oriental alemán".

Todavía faltan algunos años antes de que George W. Bush publique sus inevitables memorias post-Casa Blanca. Es posible que aún podamos escribir los últimos capítulos de esta época.

Extraído de
"Znet en español"

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