Tradición y Sabiduría Universal

Literatura y Tradición

Sergio Fritz Roa
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Primero que todo, deseo expresar el agradecimiento más sincero a todos los amigos argentinos que han hecho posible mi humilde presencia en este congreso, evento que, sin duda, marcará un hito para los estudios tradicionales en América. No es común en la actual edad oscura la reunión de tantos buscadores de la Luz, como en este instante y lugar acaece.

En la medida que el Kali Yuga se extiende con mayor fuerza presenciamos una de las caras más asombrosas del juego cósmico o Maya; pues, si bien es efectivo que las sombras son más generales, existen por el contrario posibilidades insospechadas para aquella minoría que insiste en hallar ese resplandor ígneo que es la Tradición. De allí que podamos reunirnos.

Acceder a la Gnosis hoy es en cierto sentido más fácil que en otros tiempos, dada la difusión del conocimiento; y, sin embargo, pocos son quienes anhelan comprender en serio - es decir con implicaciones prácticas - lo que Dios nos quiere decir.

En esta oportunidad queremos centrar la exposición en un tema relativo a la Tradición y que para muchos de los que aquí están presentes tendrá importancia, o, al menos, despertará una que otra reflexión. Nos referimos a un matrimonio que a veces está bastante mal, y que incluso en los tiempos modernos piensa divorciarse: la labor literaria y la Tradición.

Pues, más allá de toda potencial controversia, cierto es que entre ambos continentes existen conexiones subterráneas, pórticos que nos permiten ingresar a senderos luminosos, donde la irradiación del Verbo divino o Logos se extiende con toda su fantástica fuerza.

La creación literaria (es decir, el milagro que se plasma en un poema, un relato o en una novela), las raíces esotéricas de ciertas obras, el simbolismo y el destino de la literatura en las horas próximas, son algunos puntos que se tratarán a continuación. Con una finalidad ordenadora hemos fijado los siguientes capítulos, haciendo presente, desde ya, que, en virtud de la vastedad de las interrogantes que surgen del objeto de estudio, es prácticamente imposible responderlas con la rigurosidad deseada. Solo insinuaremos corrientes interpretativas, dando un marco teórico mínimo que nos ayude a navegar en este cosmos conceptual.

En fin, los capítulos sobre los cuales versará esta ponencia son:

1) PARTICULARIDAD DE LA LITERATURA;

2) EL ARTE DE SER POETA;

3) GNOSIS REVELADA Y GNOSIS DESCIFRADA. EJEMPLOS DE HERMENÉUTICA TRADICIONAL; y

4) SOBRE EL DESTINO DE LA LITERATURA

1. Particularidad de la Literatura

Entre las artes, las letras - como la música - juegan un papel preponderante. Tan cierto es esto que incluso en nuestro mundo occidental moderno, ser escritor aun conlleva un halo de respeto. Las semejanzas entre dichas artes son muchas, y aun cuando no pretendemos extendernos en ellas, demos como ejemplo el hecho que ambas industrias siguen siendo de las más "interesantes" para el comerciante, junto con otras más estruendosas como la empresa armamentista.

Pero, como ha ocurrido con las antiguas ciencias tradicionales (recordemos el caso de la astrología de los pueblos orientales que derivó en charlatanería en la Europa posterior a la Edad Media; que la Alquimia fue transmutada por los "sopladores" en la química actual; que la ciencia del Tarot perdió con el tiempo su sentido profundo para ser en la hora presente un desconocido conjunto de imágenes usado profanamente para inciertas adivinanzas donde el psiquismo juega un papel evidente; etc.) la literatura también parece haber desvanecido su noble estampa, para extraviarse en un laberinto semántico cuyo modelo es la bíblica Babel. Ensimismada en su aparente triunfo, absorta en los malabares estilísticos, atrofiada por la innovación reiterada - lo que viene a ser lo mismo que una poco fértil creación - y ávida de mal gusto, la literatura ha caído en una sima donde habita lo lúgubre.

¿Es éste el fin último o quintaesencia de lo que llamamos literatura? Indudablemente, la literatura es más de lo que sugieren los expertos y críticos. Pues la verdadera obra no muere en el texto. Así como la música repercute el cuerpo sutil del hombre, incluso una vez lejos del teatro; el auténtico escrito poético tocará estados sutiles del ser, especialmente aquel substrato de por sí indefinible que es la conciencia.

La verdadera literatura funda su origen de una u otra forma en los textos sagrados. Y éstos en el Verbo.

Así, la apertura al Evangelio de San Juan nos dice que en un principio era el Verbo. Del mismo modo enseña la Carta a los Hebreos (1, 3): "El (Dios), cuya palabra poderosa mantiene el universo..."

Tal es la fuerza del Verbo, que según el Bundahishn - uno de los principales libros zoroastrianos - el canto de la oración sagrada "Ahunvar" de parte de Ahura Mazda u Ormuzd le permitió la victoria sobre el sombrío Ahrimán a los inicios del Año Cósmico. Ahunvar es lo opuesto a la Palabra Mendaz o Mentira; dato que hemos de considerar por sus implicancias. En efecto, Verbo y Verdad han de identificarse, como veremos más adelante cuando propongamos como nota esencial de la Poesía Trascendente el uso de los tres trascendentales platónicos - Verdad, Bien y Belleza -.

Pero ¿qué es el Verbo, "palabra poderosa" o "palabra verdadera"? ¿No es acaso la "palabra perdida" que buscaban alquimistas y masones? El esoterismo nos puede ayudar en esta búsqueda; y así podemos expresar que es la sustancia primordial de donde todo surgirá, algo así como una fuente de donde manan diversos riachuelos, siendo cada uno de éstos una posibilidad.

El Verbo, en verdad, es un misterio; tanto como lo es el silencio, del cual muy poco se dice, siendo en las grandes obras poéticas y novelísticas uno de los elementos fundamentales.

La Palabra o Verbo tiene la virtud de crear, insinuar, recrear. Por algo los Poetas fueron considerados antaño profetas. Hoy, sin embargo, el escritor ha devenido en muchos casos, más allá de su consagración en los mass media, una figura palurda y triste incapaz de reconocer la belleza.

La decadencia de las letras modernas es, entonces, muestra de la decadencia del hombre moderno.

¡Para qué ocultarlo!

Pero, por favor, que no se nos mal entienda... Decir aquello no implica negar la existencia de grandes paladines literarios en los tiempos últimos. ¡Nada de ello! ¿Acaso podríamos renegar nuestra sincera admiración por la melancólica voz de Novalis, la alquímica redención que se plasma en los versos de O. V. de Milosz, las atmósferas preternaturales de Poe, los laberínticos cuadros de Hermann Hesse, la daga certera de Hölderlin o ese universo numinoso que creó H.P.Lovecraft?

Por ello, sentenciar sin más que la literatura actual nada positivo tiene que ofrecer, sería erróneo. Aun cuando innegable es la caída generalizada del Espíritu en los momentos modernos, la semilla de la Verdad surge milagrosa, como esas plantas del árido desierto de Atacama.

Lo mismo ocurre con los grandes esoteristas. René Guénon, Julius Evola, Schwaller de Lubicz, Canseliet, Corbin, Schuon... Hace no mucho - y más allá de sus diferencias, determinadas sin duda por sus propias "ecuaciones personales", para usar una expresión evoliana - estaban vivos, intentando dar luz, más luz, a una era agónica.

Y, sin embargo, lo que aquí queremos acentuar es que la presencia de dichas figuras es una excepción en los ambientes cultos.

Pero volvamos a la idea planteada originariamente en torno a la literatura y a los libros sacros. Y enunciemos un postulado: Toda auténtica literatura ha de tomar de dichos escritos un aire inspirador.

Tal vez esto sea considerado inverosímil, por algunos. Pero, ¿acaso no existe un ritmo o fuerza mítica en las obras más interesantes de los escritores contemporáneos? Pareciera que de una u otra forma, los Libros Sacros son el incienso que respiran unas tales creaciones. Así, por ejemplo, la literatura fantástica - que es en nuestro juicio la región de la lírica moderna que contiene mayor presencia de símbolos tradicionales -, cuenta con buenos ejemplos de ello.

Demos algunos.

Lord Dunsany en su magno Cuentos de un Soñador es puro Viejo Testamento. J.R.Tolkien en su trilogía El Señor de los Anillos revive la antigua lucha bien y mal, que fue descripta previamente en el Avesta, en las Eddas, y en la Biblia. C.S. Lewis con sus Crónicas de Narnia rememora el símbolo crístico a través del león Aslan, quien también es sacrificado y luego conoce la resurrección.

Por otra parte, el poder del simbolismo como de ciertos datos tradicionales, se encuentra en abundancia en determinados escritores de esta área literaria. Mencionemos solo a dos. El primero, un norteamericano. El segundo, un inglés.

H. P. Lovecraft se refiere a las batallas anteriores a la llegada del género humano a nuestro mundo, el temor a la grandeza del cosmos, como además indaga en la simbología de los laberintos, la literatura oculta, los centros geográficos del Mal ( lo que nos recuerda a las Torres del Diablo, las que el explorador William Seabrook dará a conocer en Occidente y que constituirá una de las grandes preocupaciones - así lo revelan sus cartas - para René Guénon ). Edward Bulwer Lord Lytton, autor de la célebre novela Zanoni, postula en su libro La raza venidera la existencia de seres intraterrestres poseedores de poderes inconcebibles para la humanidad, originados por una misteriosa energía llamada Vril, la cual es capaz entre otras cosas de dar luz en las tinieblas y ser usada como un arma de terribles consecuencias, incluso capaz de destruir naciones enteras. Los Vril-ya habrían huido al interior de las cavernas hace miles de años, debido a cataclismos que golpearon nuestro planeta. La sociedad de los Vril-ya se rige por un Consejo de Sabios. Todos estos datos serán de interés para cualquier estudioso de la Tradición, pues fácilmente hallará una similitud con lo dicho por los esoteristas René Guénon en su libro El rey del mundo , Saint-Yves d´Alveydre en Misión en la India, y por Ossendowski en Bestias, hombres y dioses.

Digamos que los libros sagrados contienen la sustancia que al escritor le interesa; pues, ¿ acaso no está allí la Verdad, el Bien y la Belleza?

Pero esto no es todo. Habrá que destacar otro paralelo entre religión y labor literaria. Y es la que se ha insinuado en un artículo de nuestro colaborador Julio Figueroa Cofré: la misión profética del escritor. Ello es evidente en algunos casos más que en otros. Como bien destaca nuestro amigo, un buen ejemplo sería el portugués Fernando Pessoa, de quien se ha dicho que pertenecía a sociedades herméticas .

Un último aspecto que hemos de destacar es el siguiente. La opus poética en sí misma implica un alejamiento del "mundo cotidiano" para captar realidades más sutiles e intangibles. De allí, el retraimiento o soledad del poeta, que los románticos elevarán a cualidad intrínseca de todo verdadero escritor.

Nos parece ilustrador de aquel sentimiento lo que sugiere el chileno Cristián Arregui Berger en su poema "Ser poeta es haber jugado solo".

Escuchemos:

"Ser poeta es haber jugado solo

un juego que no calzó con la multitud

Es haber nacido en la puerta giratoria de los espejos

dándose de cabezazos con la propia imagen

Es presentir que al otro lado habrá alguien más

Siempre ese alguien más

que se nos pierde en la espera

como un verso que olvidamos escribir" .

Es lo que quise expresar en mi novela "El jardín de trincheras", en el capítulo "Tras un mito". El narrador, llamado simbólicamente Kshatriya, expresa:

"Toda época, lo deberíamos recordar, posee un mito. El de los jóvenes vagabundos entre quienes milito, será el de nuestro tiempo.

"Nos verán caminar cansados de tanta reflexión. Cargados de luceros y esperanzas añejas.

"Por nuestro mirar nos reconocerán. Portamos el Signo de Caín en nuestra frente.

"Raza o estirpe maldita por años de incomprensión. Aviadores de un nuevo sueño. Contemplaremos los mares de nuestro amado Sur, con respeto. Urdiremos leyendas. Pocos nos seguirán, pues somos aristócratas y no queremos la multitud indisciplinada"
.

Esta nostalgia del ser, deriva del reconocimiento del poeta de pertenecer a una otra Patria. Se añora lo que no se tiene, lo que se ha perdido.

El Paraíso, tierra del Verbo.

2. El arte de ser poeta

Hablemos ahora del poeta y del proceso literario. La literatura auténtica, es decir aquella que los miembros de la revista Bajo los Hielos, llamamos Poesía Trascendente, es homologable al trabajo alquímico.

Quizá una de las mejores definiciones de Alquimia es aquella que recordaba una y otra vez Eugéne Canseliet, discípulo del misterioso Fulcanelli, y que tomaba del Lexicon Alchimiae:

"La Alquimia es la separación de lo impuro de la sustancia más pura".

La literatura, sin duda, confirmará dicho concepto y lo hará suyo. ¿No es acaso la búsqueda de la pureza o armonía el sentido teleológico del escritor? ¿No es el poeta un artista que trabaja la materia prima de la palabra para dotarla de fulgor y llama?

Separar lo impuro de la sustancia más pura...

¿Pues podría el auténtico poeta omitir las tres etapas del proceso alquímico: nigredo (o muerte mística), albedo (o purificación) y rubedo (es decir consagración o plenitud del ser)?

¿Acaso no hay hermandad entre las categorías fundamentales de las que nos habla la Tradición y que son: Verdad, Bien y Belleza, tríada que creemos todo escritor ha de intentar plasmar?

Es en el primer sentido de búsqueda, es decir la Verdad aquel que el filósofo Martin Heidegger - autor no exento de intuiciones metafísicas, más allá de su excesivamente complejo léxico - quiere rescatar para la poesía. Por ello es cierto lo que Arion L. Kelkel dice al analizar la obra del profesor alemán:

"El poeta es el hombre que ha dejado de ser un <> frente a <>, una vez que se entrega a devolver la palabra a las cosas en cuanto cosas, haciéndose, en cierta manera, el eco de la viviente y elocuente vibración del Ser".

Esta Verdad es develada por el poeta, quien le entrega a las palabras su sentido más íntimo, indagando en su propio ser lingüístico. Tarea ardua, que alejará al artista de todo aquello que es superfluo, accesorio. De ahí que es imprescindible un verbo depurado, alejado de todo artificio trivial o formalismo excesivo. Los sabios indican que la Verdad es más simple de lo que creemos inicialmente. ¿Por qué entonces ese gusto literario moderno de "complejizar" el texto? ¿Por qué esa laberíntica geografía que no lleva a ninguna parte sino a la prostitución del Verbo?

El poeta al librar las palabras de su carga idiomática falsa, les reviste de Luz, sustancia solar que alimenta al corazón.

Y luego de hacer aquello, deberá perseguir el Bien. Esto puede entenderse en un sentido moral, por cierto. Pero además ha de hacérselo en su implicancia de "corrección", "sujeción al orden". Bien y Belleza son en un contexto tradicional sinónimos de simetría.

El estudioso Ananda Coomaraswamy explica este punto de la siguiente forma:

"Por tanto, nos encontramos al principio con el problema de la finalidad del arte y del valor del artista en una sociedad formal. Esta finalidad es en general el bien del hombre, el bien de la sociedad y, en particular, la satisfacción ocasional de una necesidad individual. Todos estos bienes corresponden a los deseos de los hombres: de modo que lo que se produce efectivamente en una sociedad dada es una clave para comprender qué concepción del fin de la vida rige en esa sociedad, la cual en este sentido puede ser juzgada por sus obras, y mejor que de cualquier otro modo. No puede caber ninguna duda acerca del objeto del arte en una sociedad tradicional: cuando se ha decidido que se debe hacer tal o cual cosa, el modo correcto de hacerla es con arte. No puede haber un buen uso si las cosas no están correctamente hechas".

Al escritor le es permitido cierto grado de innovación. Pero siempre dentro de los esquemas dados por la corriente literaria de la que es parte y sin que dicha novedad implique un sin sentido o inutilidad. Es decir, tal cambio deberá ser necesario. Incluso esto es aplicable a una sociedad alejada de su origen como es la moderna. De allí que se diga que un Neruda o un Borges son continuadores de una tradición hispánica, más allá de las posibles creaciones que hayan hecho, más allá de su gusto por lo anglosajón en el caso del segundo... Se permite entonces una diferenciación, pero siempre que busque una finalidad superior. Ello es así por cuanto el arte por el arte no es argumento suficiente. El arte como toda esfera de conocimiento y práctica tradicionales ha de aspirar a ser regido por principios divinos; sólo así el arte salva, o, mejor aun, sirve como eficaz herramienta para la redención, al ordenar el propio ser a través de trabajos externos y una disciplina interior férrea.

Ahora surge una pregunta, en relación con el tercer principio trascendente aquí enunciado: ¿la Belleza es algo subjetivo? Y, segundo, ¿ella solo es apreciable sensiblemente?

Coomaraswamy otra vez nos ilumina el sendero:

"El reconocimiento de la belleza se basa en el juicio, no en la sensación: la belleza de las superficies estéticas reside en aquello de lo que están informadas y no en las superficies mismas. Cualquier cosa, ya sea natural o artificial, es bella en la medida en que es realmente lo que pretende ser, e independientemente de toda comparación; o es fea en la medida en que su forma no está expresada y realizada en su realidad intangible. De acuerdo con esto, la obra de arte es bella en términos de perfección, o de verdad y aptitud como se han definido más arriba; una cosa inadecuada o vaga no puede considerarse bella, por mucho que la valoren aquellos que <>".

3. Gnosis desvelada y Gnosis descifrada. Ejemplos de hermenéutica tradicional.

Luego de haber delineado la especificidad de la Literatura dentro del conocimiento y lo que debe ser un Poeta, se impone esbozar dos conceptos que creemos primordiales en el tema de nuestra exposición.

Nos referimos a las ideas de Gnosis Revelada y Gnosis Descifrada. La Gnosis - aclaremos de inmediato - aquí debe ser entendida como la voz misma de Sophia, es decir la cualidad que los hindúes llaman Jnani - concepto que por tanto nada tiene que ver con las sectas que fueron llamadas "gnósticas" y que proliferaron especialmente durante el cristianismo primitivo -.

La Gnosis es el conocimiento espiritual, y, por tanto, no cualquier entendimiento. Ella se opone al "saber ignorante" que predomina en los áridos medios intelectuales modernos.

Y llega al hombre, como dicen los alquimistas, o a través de la enseñanza de boca a oído conferida por el Maestro al discípulo (es decir por la vía de transmisión, que constituye la entidad misma de lo que denominamos tradición) o a través del Donum Dei, Don de Dios, que no es otra cosa que la revelación hecha al hombre por Dios directamente o por un ángel (el Kidhr islámico; y que en Occidente podemos hallar de alguna forma en la idea de Elías Artista, del cual nos habla Paracelso, los auténticos rosacruces y los filósofos por el fuego).

Esta es la Gnosis Revelada o Transmitida.

Pero hay una otra Gnosis; que llamaremos Descifrada. Ella se refiere a la hermenéutica tradicional misma. Y es la ciencia que permite captar los sentidos íntimos y últimos del Logos. Está directamente relacionada con lo que se llama "el lenguaje de los pájaros" y con la "Cábala hermética" (distinta a la Kabbalah judía, que se circunscribe a una sola forma tradicional), ciencia de la que nos hablan Fulcanelli y Canseliet.

Este "lenguaje de los pájaros" es la "palabra perdida" a la que nos hemos referido hace algunos momentos; y es la expresión de un conocimiento que sólo lo poseen los grandes Adeptos.

Dado que este asunto dice plena relación con nuestra exposición, ahondemos un poco en ello.

Fulcanelli en sus libros "El misterio de las catedrales" y "Las moradas filosofales" saca a la luz una enseñanza oculta para la mayoría. Se refiere a un mecanismo de interpretación de las frases y palabras de ciertos autores consistente en buscar el sentido primordial de ciertas expresiones. Así, por ejemplo, la palabra "gótico" que se relacionará con un arte específico, muy querido por Fulcanelli, derivaría de la palabra "argot" o "arcot", la cual si la descomponemos nos dará el significado esotérico. Y así es la suma de las palabras: "ar" (arte) y "cot" (luz). De esta manera: "el arte gótico es, en efecto, el ar got o cot (χο), el arte de la Luz o del Espνritu" .

Previendo una posible crítica a tal metodología, el insigne alquimista dirá: "Alguien pensará, tal vez, que éstos son simples juegos de palabras. Lo admitimos de buen grado. Lo esencial es que guían nuestra fe hacia una certeza, hacia la verdad positiva y científica, clave del misterio religioso, y no la mantiene errante en el dédalo caprichoso de la imaginación. No hay, aquí abajo, causalidad, ni coincidencia, ni relación fortuita; todo está previsto, ordenado, regulado, y no nos corresponde a nosotros modificar a nuestro antojo la voluntad inescrutable del Destino. Si el sentido corriente de las palabras no nos permite ningún descubrimiento capaz de elevarnos, de instruirnos, de acercarnos al Creador, entonces el vocabulario se vuelve inútil. El verbo que asegura al hombre la superioridad indiscutible, la soberanía que posee sobre todo lo viviente, pierde entonces su nobleza, su grandeza, su belleza, y no es más que una triste vanidad".

Y más abajo:

"Añadamos, por último, que el argot es una de las formas derivadas de la Lengua de los pájaros, madre y decana de todas las demás, la lengua de los filósofos y de los diplomáticos. Es aquella cuyo conocimiento revela Jesús a sus apóstoles, al enviarles su espíritu, el Espíritu Santo. Es ella la que enseña el misterio de las cosas y descorre el velo de las verdades más ocultas. Los antiguos incas la llamaban Lengua de Corte, porque era muy empleada por los diplomáticos, a los que daba la clave de una doble ciencia: la ciencia sagrada y la ciencia profana. En la Edad Media, era calificada de Gaya ciencia o Gay saber, Lengua de los dioses, Diosa-Botella . La Tradición afirma que los hombres la hablaban antes de la construcción de la torre de Babel, causa de su perversión y, para la mayoría, del olvido total de este idioma sagrado. Actualmente, fuera del argot, descubrimos sus características en algunas lenguas locales, tales como el picardo, el provenzal, etcétera, y en el dialecto de los gitanos" .

A continuación queremos hacer patente uno de los muchos ejemplos que sería factible entregar sobre hermenéutica tradicional. El presente lo hemos tomado de uno de los poetas más preclaros del siglo XX: O. W. de Lubicz Milosz. Veamos solo el discurso preliminar de su escrito "La noche de Navidad de 1922 del Adepto".

Dicho poema es una conversación entre el Adepto y Beatriz. El Adepto es el hombre instruido, avanzado, en la sabiduría de Hermes. Beatriz representa el ideal de la Sabiduría, identificable también con Belleza.

La primera observación que podemos hacer se refiere al hecho que acaezca durante la noche de Navidad la entrevista. Con ello quiere indicar el autor un hecho importante para el mundo occidental, pues se refiere nada menos que a la fecha en que el Hijo del Señor nace. Así Lubicz encuadra su obra en la tradición cristiana.

El Adepto comienza su discurso así:

"¡Hagamos - siete veces por el pasado y por nuestros tres venideros días, tres veces - la señal, la señal!, la nutricia señal aplacadora, refrescante - nuestras manos, nuestras frentes, nuestros corazones -, ¡la señal vencedora de la Cruz!..."

Detengámonos aquí por un instante.

La numerología podrá ayudar a descifrar este bello trozo. El siete suele asociarse con una cantidad innumerable de símbolos. Por ejemplo, los siete planetas del mundo antiguo, los siete cielos de algunas cosmologías arcaicas, las siete notas musicales, los sietes escalones del rehue mapuche, los siete Amesha Spentas del Zoroastrismo (siete y no seis, pues debemos agregar a Ormuzd como uno de ellos, como acertadamente dice Henry Corbin) los siete chakras del Yoga Tántrico, etc. Pero vayamos a la tradición hermético-alquímica que el poeta usa. Entonces, ¿qué significación posee este número para la Alquimia? De partida los siete días del Génesis. Los alquimistas nos hablan de los siete regímenes que comprende la Gran Obra. A cada régimen le corresponde un nombre. Según Ireneo Filaleteo los regímenes son los siguientes: Mercurio, Saturno, Júpiter, Luna, Venus, Marte y Sol . También el siete alude a la cantidad necesaria de sublimaciones. Y, por último, a los pasos de la preparación propiamente tal, que son: destilación, solución, putrefacción, negro, blanco, rojo (multiplicación, fermentación) y proyección .

Escuchemos ahora, la voz emocionada de Canseliet, quien admirablemente compara las notas musicales con el trabajo hermético y los siete días de la creación:

"Ya no tengo dudas ahora, mi buen viejo, y si Dios lo quiere tendré este anochecer la confirmación, el negro dura 6 días y la hebdomas hebdomadum de los Adeptos, que termina el 7° día, el del reposo, es muy real. En el curso de este último deben sucederse rápidamente las dos etapas del blanco y del rojo, con, ciertamente, la ausencia de toda dificultad que recuerda la quietud del domingo o día del Señor. Es así que deberé escuchar este anochecer la nota que cierra el último día del trabajo, es decir la 6ª, al mismo tiempo que la serie sonora cuyo crescendo se ha mostrado tan seguramente sensible a mi oído como la progresión graduada del peso y del calor en su constante sincronismo".

A continuación da los pesos como la correspondencia con la nota musical emanada del vaso hermético.

Canseliet no ajeno a las otras Artes, especialmente la literatura, entrega una luz formidable a quienes son capaces de ahondar en el esoterismo de las palabras. Atendamos la sugerencia del noble francés en torno al significado último de la palabra Poesía:

"Qué prodigiosa armonía la de esta operación, qué suave poesía igualmente, cuyo vocablo griego revela sin ambages, la esencia no solamente abstracta y metafísica, sino también positiva y científica: ποίησις, Poiesis, confección, ejecución, operación" .

Sobre el número tres al que se alude en el relato de Milosz, muchas cosas podrían decirse (de partida recordar los tres principios alquímicos que son: mercurio, azufre y sal), como también respecto de la cruz, objeto que ha analizado con detalles René Guénon en la obra intitulada "El simbolismo de la cruz". Pero en virtud del tiempo de esta ponencia nos parece preferible indagar ahora en la proyección del arte literario.

4. Sobre el destino de la literatura

La literatura como toda posibilidad de expresión de simbologías tradicionales, no está inmune de ser destinada a un objetivo del todo contrario a su razón de ser. Ello predomina en nuestros tiempos, en los que el apego a lo meramente sensual se constituye soberano.

Podemos tomar de René Guénon unas frases, las que sin duda alguna pueden referirse también a lo ocurrido en la lírica.

"La "geografía sagrada" - dice el tradicionalista Guénon - cuyo conocimiento determina tal elección, es, como toda otra ciencia tradicional de orden contingente, susceptible de ser desviada de su uso legítimo y aplicada "a la inversa"... "Este peligro de inversión de ciertos conocimientos, del cual encontramos aquí un ejemplo muy claro, explica por otra parte, digámoslo al pasar, muchas de las restricciones que son algo completamente natural en una civilización normal, pero que los modernos se muestran totalmente incapaces de comprender, puesto que atribuyen comúnmente a una voluntad de "monopolizar" estos conocimientos lo que no es en realidad más que una medida destinada a impedir que se abuse de ellos tanto como fuera posible. Además, y a decir verdad, esta medida solo deja de ser eficaz en el caso en que las organizaciones depositarias de los conocimientos en cuestión, dejan de penetrar en su seno individuos no cualificados, e incluso, como acabamos de decir, a agentes del "adversario", uno de cuyos objetivos más inmediatos será precisamente entonces descubrir sus secretos".

La literatura actual para ser tal tiene que implicar un riesgo; es decir, destinar su voluntad al fuego emancipador o sumirse en la extinción; de manera que el simple acto de escribir no pueda llamarse más literatura.

¿Qué hacer, entonces? Muy simple. Restituir el carácter sacro al proceso creacional. Por tanto, habremos de limpiar, depurar, el Logos del mero esculpir palabras. Ello será labor de años, pues las taras de tipo racionalista han de ser excluidas. Pero no solo bastará transformar el texto y su sentido; sino se deberá hacer extensiva dicha exigencia a la vida. Pues, ¿acaso la Poesía solo está en el papel? Si así pensamos, quiere decir que confrontamos radicalmente el ser del hacer, creando esferas de distinción donde no debiera haberlas. No. La Poesía - o verdadera literatura - es proceso depurador que implica el cambio del propio artista.

Ya estaban en búsqueda de aquello los poetas franceses. Leamos lo que dice un notable estudioso: "A ojos de Rimbaud o Mallarmé, la alquimia poética fue - a pesar de su estetización - un intento desesperado de restituir a la literatura la potencia creadora del Verbo" . Sin embargo, y aun cuando hemos de aplaudir una genial intuición de parte de ellos, no hay duda que aquello que desconocían no era menos importante. Nos referimos al estudio de las espiritualidades tradicionales; estudio que comprende por cierto no el mero dato tradicional sino la práctica de una disciplina espiritual válida. He aquí que nos encontramos frente a una barrera singular y esencial que los artistas modernos evaden: la adopción de una forma tradicional regular. Aun cuando su omisión no acarrea la nulidad de sus trabajos, no hay duda en que ello le daría un "peso" distinto a sus obras, otorgándoles muchas veces un significado espiritual concreto y técnicamente exacto. Pareciera que aquella cualidad de pretendida autosuficiencia que Guénon consideraba pertenecer a los más rebeldes de los "kshatriyas" se hace extensiva a los Poetas actuales; pues los sumerge con demasiada frecuencia en sí mismos, impidiéndoles ver otros contenidos más sutiles y superiores al propia individualidad. Algo de lo que los psicólogos denominan narcisismo se vislumbra en esta actitud. Legítimamente uno podría exclamar ¡qué diferencia habita entre el artista de la Edad Media que anulaba su yo, borrando su nombre, y nosotros, que veneramos la exigencia de incluir nuestro apellido! El carácter impersonal que destacaba René Guénon como una de las notas esenciales de la Tradición, es algo que de muy mala forma aceptarían los escritores actuales. Si bien es efectivo que la individualidad posee un grado de importancia, especialmente en Occidente, no es menos cierto que lo esencial está constituido por esa cadena que viene de tiempos inmemoriales - cuando podemos situarla en una dimensión temporal, pues es cierto que la Tradición es en otro aspecto más profundo una realidad no temporal - y que su fundamento invisible nada debe al ser humano. De allí que se diga que la Tradición es no humana. Ello por cuanto su fuente misma reside en Dios, aun cuando su Luz pueda manifestarse a través de las distintas formas tradicionales (Budhismo, Cristianismo, Islam, Judaísmo, religiones precolombinas, Taoísmo, Zoroastrismo, Hinduismo, etc.)

Habrá que dejar para otra oportunidad un tema que acompañará a los escritores durante toda su existencia: el deseo de lograr "fama". Esta palabra se ha convertido en el Olimpo que todo narrador desea alcanzar. Pues fama implica - o debería implicar - todo aquello que es querido por la mayoría: dinero, renombre, lujo.

Un tal objetivo, en verdad, no es más que un espejismo, o, peor aun, una trampa para el artista que anhelamos surja en estas tierras australes.

Lo que hemos de buscar, entonces, no es el culto a nuestra individualidad . Quien haya leído a los sabios de todos los lugares y tiempos, entenderá que lo que en Occidente se llama individualidad, no puede considerarse como algo fundamental en sí mismo, sino un medio relativo en su eficacia, y, que, por tanto, no es susceptible de devoción. La función literaria es un Arte, como lo es la Alquimia - a la que sus Adeptos llaman "Arte Real" -, al cual nos hemos referido constantemente en esta charla. Esta palabra - Arte - que como decía Coomaraswamy implica "hacer bien las cosas", sí constituye un medio de implicancias esotéricas innegables.

¿Es posible restituir a la estética y simbología literarias su verdadero valor, su sentido de instrumento de Gnosis Trascendente? ¿Aun podemos enderezar el camino perdido, y volver al origen, al Paraíso benéfico donde el Logos habitaba y daba potencia y forma a las cosas?

La verdadera Poesía aun es posible. Solo basta estudio, humildad, corrección, el silencio oportuno, armonía y fe en Dios, quien para nosotros siempre será el Sumo Poeta.

Sergio Fritz es director de la revista Bajo los Hielos


Charla presentada en la "Semana Guenoniana de Buenos Aires. 2004", el día miércoles 11 de Agosto de 2004, en la Biblioteca del Congreso de la Nación, Buenos Aires, Argentina.

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© 2004. Sergio Fritz Roa, por el texto

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© 2004.Bajo los Hielos, por la edición digital

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