El Bhagavad Gita
Una introducción para el lector occidental
Rama P. Coomaraswamy
I Sam, XVII
"Recordemos al Hijo Bendito de Dios
quien nos
llama a una Guerra Santa"
Raimundo Lulio, Blanquerna.
El Bhagavad Gita proporciona al lector occidental una
excelente introducción a las escrituras del Hinduismo, siempre y cuando se le
den ciertas "claves" para su entendimiento. El propósito de esta introducción
es proporcionar algunas de estas claves y clarificar el significado de ciertos
términos técnicos sin los cuales el texto no puede ser tratado, de tal forma
que se le dé al lector como una especie de guía de material básico.
Ahora
bien, la preponderancia del Gita está demostrada por el hecho de que sea
probablemente el texto escritural indio más disponible y conocido en
Occidente, disponible en una variedad de traducciones que van desde las más
simples a las más elaboradas y fantásticas. Margaret Noble dice de él que "de
todos los escritos sagrados de la humanidad, no hay probablemente otro que sea
por sí mismo tan grande, tan completo y tan corto" (Web of Indian Life).
También es -y todavía lo es- en la India, el texto más comúnmente conocido y
rezado. Los hindúes de todos los matices de ortodoxia, de todas las castas y
en todas partes del país lo honran, y frecuentemente lo conocen en su
totalidad de memoria. Los comentarios tradicionales de los grandes teólogos
hindúes como Sankaracharya y Ramanuja están disponibles en traducción inglesa.
Es recitado o salmodiado diariamente por quizá millones de personas, tal como
lo eran los salmos en la Iglesia Católica hasta hace una o dos décadas.
Al
tratar los textos sagrados de otras tradiciones diferentes de la nuestra,
nosotros debemos despojarnos de cualquier prejuicio de superioridad. Debemos
intentar comprenderlos con los ojos y el corazón de aquellos que los tienen
por sagrados. Debemos aceptar su interpretación tradicional y sus comentarios
como válidos. Si encontrásemos en estos textos verdades que fueron una vez
enseñadas por el Cristianismo en Occidente, verdades que fueron una vez el
patrimonio común de todos los hombres, no debemos extrañarnos. Antes de
concluir que todos los pueblos "primitivos" desarrollaron similares conceptos
religiosos porque ellos tenían miedo de las fuerzas de la naturaleza, del
trueno y del rayo, deberíamos concluir que es realmente el hombre moderno, con
su negación de la metafísica, el que ha abrazado lo que es de hecho un punto
de vista "subhumano" y de miras estrechas. Si nosotros encontramos que otras
tradiciones enseñan y sostienen verdades similares a las nuestras propias,
entonces nosotros deberíamos ver una buena razón para adherirnos a nuestras
propias verdades con una mayor fuerza. Por eso fue que Santo. Tomás de Aquino
encontró en las obras de los filósofos paganos "pruebas intrínsecas y
probables" de las Verdades del Cristianismo. San Agustín dijo: "toda verdad,
no importa donde se encuentre, tiene su origen en Cristo", y San Ambrosio
dijo: "toda verdad, quienquiera que sea quien la diga, proviene del Espíritu
Santo". Vemos cómo Krishna -quien para los Hindúes es como Cristo- dijo en el
Gita: "todos los hombres, cualquiera sea el camino que sigan, vienen a mí".
Permítannos recordar que el pagano es, según San Eymardo: "el que adora a las
criaturas" y no el que adora a Dios en cualquier forma aunque difiera de la
nuestra propia. No olvidemos que como San Gregorio Magno dijo, Job no era
Judío, y no obstante fue un "hombre perfecto y recto", por eso significó y
fue, en verdad, un ejemplo para Israel (el pueblo de Dios) de las virtudes
espirituales existentes fuera de su propia tradición. El Cristianismo, aún
cuando incluye la verdad -conteniendo dentro de él todo lo necesario para la
salvación- nunca ha negado que la verdad exista fuera de sus propios confines.
Negar las verdades que están fuera de nuestra propia tradición o su condición,
a pesar del hecho de que ellas dicen cosas -a menudo con las mismas palabras-
que nuestras propias Escrituras y santos han dicho, aunque de hecho de manera
algo diferente, es "pecar contra el Espíritu Santo", incluso cuando se da la
sinceridad. Permítannos entonces buscar en nuestra lectura de las escrituras
Hindúes "la sabiduría que sobrepasa el humano entendimiento", como dice el
Gita, esperando que sean apreciados "los sabios que han visto la Verdad"
Para colocar el Gita un tanto en un contexto histórico, se da el siguiente
resumen de los libros sagrados de la tradición Hindú. La división general es
de dos clases, Sruti y Smriti. Sruti significa literalmente "audición" no de
un autor personal, y corresponde en términos cristianos a "lo revelado".
Smriti, que puede ser traducido como "recuerdos", y que usualmente se atribuye
por los eruditos occidentales a autores concretos debido al hecho de que los
nombres de las antiguas "colectividades" o de los sabios se vinculan a ellos,
y son a grosso modo paralelos a lo que en la Iglesia Católica se llaman "Las
Tradiciones".
Sruti
Los Vedas ("conocimiento"), cuatro en
número, Rig, Yajur, Saman y Atharva, que consisten en himnos y liturgias y son
difíciles de fechar. Los hindúes los llaman "eternos". Los eruditos
occidentales les atribuyen una fecha de 2000 años a. C.
Los Brahmanas
("sesiones íntimas") ritual y exégesis y datan de alrededor de 800 años a.
C.
Los Aranyakas, que son los libros de los "ermitaños del bosque".
Los
Upanishads, que explican la liturgia y los ritos sacrificiales y se han
fechado alrededor de 500 años a.C.
Smriti
Los Vedanga ("las
ramas de los Vedas"), que son tratados sobre Gramática, Astronomía y diversas
artes.
Los Sutras y Dharma Sutras, libros de leyes, como Las Leyes de Manu,
que incluyen trabajos tan conocidos como el Kamasutra.
Los Itihasa, las
grandes épicas, a saber, el Ramayana (que trata de la vida terrena de Rama), y
el Mahabarata (que trata de la vida terrena de Krishna) e incluye dentro de él
al Bhagavad Gita.
Los Puranas, obras míticas y devocionales.
No todo
hindú conoce los Vedas de memoria, pero hasta tiempos relativamente recientes,
y antes de la introducción del cine y la televisión, casi todo hindú, no
importa de qué casta, estaba íntimamente familiarizado con las grandes obras
épicas. Tropas de actores ambulantes van todavía de pueblo en pueblo, en
cierto modo como las obras de misterio medieval, representando escenas de las
obras épicas. Los niños, espontáneamente y como parte de su juego, las ponen
en escena, como hace un tiempo los niños de Inglaterra representaban escenas
de los relatos del rey Arturo y de los caballeros de la mesa redonda. Las
grandes épicas proporcionan así al hindú medio la primera fuente de su
instrucción religiosa. Puede que no conozca las leyes de Manu; puede que sea
incapaz, a menos que sea un Brahmín practicante, de recitar los Vedas de
memoria; pero sabe cómo actúan los héroes de su épica, conoce sus valores y se
inspira en ellos. No es inusual encontrarse con campesinos analfabetos (los
llamados "incultos") que conocen de memoria la epopeya entera -como lo pueden
hacer de corrido con cualquiera de los 16 volúmenes de la versión inglesa. El
Bhagavad Gita es una pequeña parte de la epopeya del Mahabharata.
El
estudio del Gita no puede ser abordado por medio del "método histórico
crítico". Cuando un erudito occidental como Garbe dice que es "un libro de
texto Sankhya reescrito por los adoradores de Krishna y luego otra vez por un
vedantista", o cuando Edgerton, o Hopkins y Holzman escriben largos tratados
mostrando que está lleno de contradicciones e interpolaciones de materias
extrañas a un poema histórico, los hindúes sonríen burlonamente. Un hindú no
cree "en el progreso teológico". Como Krishna enseña en el capítulo quinto del
Gita, el Yoga que él imparte es "el mismo antiguo Yoga" que se enseñó al
comienzo de los tiempos. El hindú sostiene con Frithjof Schuon que "o la
teología es importante y no progresa, o la teología progresa y entonces no
puede ser importante". Veamos lo que Krishna Prem, un autor actual, ha dicho:
"El Gita es un pie de la triple base sobre la que se apoya el Vedanta, los
otros dos son los Upanishads y los Brahmasutras". Nótese cómo dice que los
textos más antiguos derivan de los más jóvenes, implicando así una unidad de
doctrina y no una secuencia histórica. Sankaracharya en el primer párrafo de
su comentario al Gita dice que "comenzamos su importante trabajo después de
una manera ortodoxa de contemplar inicialmente a Dios, mostrando luego que los
Puranas, los Itihasas y el Gita enseñan la única y misma doctrina". Un poco
después viene a decir que el Gita "es el resumen de toda la enseñanza védica",
y agrega, como entre paréntesis, que "es muy difícil comprenderlo".
El
Bhagavad Gita es en cualquier sentido una Escritura. Los padres judíos dicen
que "La Torah es como un yunque, que cuando es golpeado con un martillo,
saltan de él miles de chispas". San Alfonso de Ligorio nos dice (en su
Exposición y Defensa) que toda Escritura puede ser interpretada tanto en
sentido literal como en sentido místico. Más adelante divide el sentido místico
en alegórico, que considera los misterios de fe; analógico, que hace
referencia a la eterna beatitud que esperamos; y tropológico, que se relaciona
con la esfera moral. Dante en su Convivio usa una clasificación similar y nota
que el término analógico significa literalmente lo que está "por encima del
sentido". Ahora bien, si nosotros concedemos este privilegio a las Escrituras
Cristianas, debemos hacer lo mismo respecto del Gita. No debemos quejarnos si
en algunos lugares encontramos su contenido oscuro y difícil más de lo que nos
quejaríamos de nuestra incapacidad para entender un complejo texto de
matemáticas superiores.
Hemos dicho antes que el hindú tiene con respecto a
Krishna la misma reverencia que los cristianos tienen o deberían tener con
respecto a Cristo. Él considera a Krishna como un avatar, que literalmente
significa "descenso", Dios nacido de mujer y poseyendo simultáneamente la
naturaleza divina y la humana. Sostiene que ha habido nueve Avataras en el
presente Kalpa o Edad. El hindú ve a Cristo como un Avatar, aunque no enviado
a su propia tradición. Y ¿por qué tantos Avataras? La respuesta se encuentra
en el Gita donde Krishna dice: "Cada vez que haya un decaimiento de la
religión, Oh Bhárata, y un dominio de la irreligión, entonces Yo mismo me
manifiesto". Si tal concepto suena extraño a nuestros oídos, permítanme citar
a San Clemente: "Él es el único que lo tiene (el Espíritu de Cristo), quien ha
cambiado sus formas y sus nombres desde el comienzo del mundo y ha reaparecido
una y otra vez en el mundo" (Homilías, III, 20) . El décimo y último Avatar de
nuestra Era, el Kalki Avatara vendrá montado sobre un caballo blanco y
blandiendo una espada de doble filo (tal como se describe en el Apocalipsis la
Segunda Venida de Cristo) al final de los tiempos.
Regresando entonces al
Gita mismo, permítanme esbozarles su marco ambiental. El texto se abre en un
campo de batalla, llamado el campo del Dharma. Arjuna es un guerrero y es el
que pregunta a Krishna, su auriga que conduce su carro entre los dos ejércitos
opuestos donde comienzan su debate. Arjuna da muchos argumentos para no
combatir, e incidentalmente los expresa con frases religiosas, y termina por
echar por tierra su arco y flechas, y con lágrimas abandona en su
tentativa.
Ahora bien, nada de esto es, como pudiera parecer, accidental.
Examinemos por turno cada parte de esta escena.
En primer lugar el campo de
batalla, llamado Dharma. ¿Qué es el Dharma? El Dharma ha sido traducido
diversamente como deber, "recta acción" o justicia. Platón define la justicia
como "lo que todo hombre hace y tiene que hacer en concordancia con su propia
naturaleza". La palabra griega y platónica de Justicia es dikaiosyne y aparece
frecuentemente traducida en la Biblia por la palabra rectitud. Podemos suponer
que los Apóstoles la usaron en su sentido platónico. "Buscad, pues, primero el
reino y su justicia, y todo eso se os dará después" (Mateo 6, 33). El campo de
batalla de la vida es precisamente este campo de rectitud, que es por lo que
Sto. Tomás de Aquino dice que "el trabajador (todos somos trabajadores) está
inclinado en justicia a hacer su trabajo fielmente" (Summa I-II,67).Vemos así
que el Dharma se emparenta con el concepto de vocación esa vocación por la que
podemos perfeccionar nuestras almas. (Imaginar que podemos perfeccionar a
otros o al mundo que nos rodea antes de perfeccionarnos a nosotros mismos es
uno de los absurdos de la época moderna. Un cirujano difícilmente podría
practicar sobre otros lo que no ha aprendido primero él mismo). Ahora bien la
vocación tiene en cierto sentido dos niveles, siendo el primero el trabajo que
nosotros estamos llamados a hacer, como por ejemplo ser sacerdote o cirujano
(el hindú ve esto como un cumplimiento del deber de casta -y recordemos que
entre los Judíos la casta sacerdotal era también hereditaria); el segundo
consiste en realizar nuestras obligaciones para con Dios, o lo que puede ser
llamado, entrar en el camino de la perfección de sí mismo. En realidad, los
dos están íntimamente relacionados y sólo pueden separarse artificialmente.
Por ejemplo, en el caso de un sacerdote, sólo siendo buen sacerdote puede
llegar a ser santo, pero sólo tratando de ser santo puede llegar a ser un buen
sacerdote. En una sociedad, donde todo oficio es un sacerdotium (cf. Hocart,
Les Castes), donde las palabras de Cristo: "como el Señor haya llamado a cada
uno, así se conduzca" se toman en serio, esto es específicamente verdad. En el
Gita Krishna defiende con palabras inequívocas el sistema de castas y dice:
"Más vale cumplir cada uno con su propio dharma, aunque sea de manera
imperfecta, que cumplir el de otro, aunque sea a la perfección". Así es
apropiado que comencemos nuestra búsqueda en el campo del Dharma, cumpliendo
de una manera justa con esa vocación a la que estamos llamados, porque hablar
de perfección fuera de nuestra vocación es un esfuerzo necio.
El simbolismo
del campo de batalla va mucho más lejos. A pesar de la crítica prevaleciente
sobre el amor y la paz (que ignora las verdaderas cosas que hacen el amor y la
paz), debemos recordar que existe algo tal como la guerra justa en verdad la
guerra justa y santa. Existe tal cosa como el mal en el mundo y lo que es
opuesto. (Recordemos que Krishna llama a los enemigos de Arjuna
"malintencionados" y "criminales" y a la guerra "legal"). No estoy sugiriendo
que las guerras modernas, basadas como lo están en nuestras "codicias y
avaricias" (San Pablo), en imperativos económicos, sean justas o santas. Sin
embargo, el Antiguo Testamento está lleno de ejemplos de guerras justas y
santas, y David es un ejemplo del héroe que debería estar en todos nosotros.
Ahora bien, si vamos a tener guerras justas, entonces deberíamos tener
soldados justos y santos, y ellos a su vez, deberán no sólo luchar, sino
luchar bien. Arjuna, el héroe del Gita es un guerrero, pero él es más que un
guerrero, él representa a cada uno de nosotros. No sólo hay una pequeña
porción de guerrero en cada uno de nosotros, sino que más aún, las palabras
dirigidas por Krishna a Arjuna están dirigidas a todos y a cada uno de
nosotros cuando nos encontramos abatidos y "confusos" en el campo de
batalla.
Se dice que el Profeta Mahoma, al regreso de la batalla dijo a sus
seguidores: "Habéis luchado con éxito la pequeña jihad (guerrasanta); ahora
debéis luchar la gran jihad, dentro de vosotros mismos". El simbolismo de la
guerra, ya sea una lucha entre dos ejércitos opuestos, o entre dos gigantes,
entre David y Goliat, o entre San Jorge y el Dragón ha sido siempre un símbolo
de esa real lucha interior. Todos estamos destinados a ser caballeros de la
tabla redonda y llamados a salir en busca del Santo Grial. ¿No está el Antiguo
Testamento lleno de guerras y batallas, y no es de suponer que todas esas
luchas puedan tener un significado pseudohistórico y que veamos en ellas
también aspectos del combate interior, como así lo hicieron los Padres de la
Iglesia? Recordemos que como San Gregorio dijo: "es precisamente en el campo
de batalla donde nosotros estamos todos los días" (Comentarios al libro de
Job). Ciñámonos nuestros lomos, "pongámonos la armadura de Cristo" y tomemos
"la fe como nuestro escudo". Como el Gita dice, cual eco de las palabras de
San Pablo, "actúe el hombre" como la Palabra de Dios, comparada por Cristo a
una "espada de doble filo", para separar su alma inferior de su Espíritu. Como
San Benito dijo: "reunámonos bajo el estandarte de Dios para que podamos salir
victoriosos en la batalla". Unámonos al Padre Scapoli y a Santa Catalina de
Siena en lo que ellos llaman la "lucha espiritual"; recordando siempre que
como dijo Santa Teresa de Lisieux: "la santidad debe ganarse a punta de
espada".
Nosotros, como Arjuna, estamos llenos de excusas y nos gusta
ocultar nuestras excusas, como él lo hace, con una falsa religiosidad. De esta
manera, al final, estamos impulsados a tirar nuestras armas al suelo y
desertar del campo de batalla. Ahora bien, Santa Catalina de Siena dice que
"es el deleite de los demonios y su único propósito conseguir que el soldado
de Cristo deponga sus armas" (su Vida por San Raimundo de Capua). ¿Y cuáles
son estas armas? Permítaseme parafrasear una cita de otra Escritura hindú, el
Mundaka Upanishad (II, 3-4).
Habiendo tomado como un arco esa gran
arma, a saber, las instrucciones del director espiritual de uno (gurú).
Uno debe fijar en Él la flecha afilada por la constante
meditación.
Dirigiéndola con una mente llena de Dios,
Penetra, oh
hombre, en lo imperecedero (Dios) que es el ojo del toro.
El Soplo Divino
es el arco, la flecha es el Ser mismo,
Dios es el blanco.
Con
concentración será penetrado,
Uno debe convertirse en uno con Dios como la
flecha con el blanco.
Para entender finalmente la escena, debemos
examinar el carro que es un simbolismo común no únicamente para las
tradiciones Hindú y Budista, sino que también se encuentra en Filón (Leyes,
898 d) y Platón (Fedro, 247 c). El carro representa el vehículo psicofísico en
el cual según nuestro conocimiento de "quiénes somos" vivimos y nos movemos.
Los caballos representan a los sentidos, las riendas su control. Si a los
caballos se les consiente escaparse de la dirección de la mente, el vehículo
se extraviará. Pero si los caballos son dominados y dirigidos por la mente
según su conocimiento del Sí, el Atman, que en nuestra historia es Krishna,
entonces y únicamente entonces puede ella continuar adelante su propio curso.
Como San Patricio de Irlanda dijo en su famoso poema: "Cristo está en el
asiento del carro"
En el Cántico de Hababuc se encuentran las
siguientes palabras:Que tú, Oh Dios, guíes los corceles de nuestro
carro victorioso.
Descubierto y preparado está tu arco y lleno de flechas
tu carcaj.
Cornelius Lapide, en su comentario a este pasaje cita a San
Ambrosio, quien dice:
El carro es el alma animal. Puede tener buenos o
malos caballos. Los buenos caballos son las virtudes del alma. Los malos son
las pasiones del alma. Un buen auriga refrena los malos caballos y los hace
volver, por así decirlo, a su exilio… Así un buen auriga es aquel que sabe
cómo gobernar sus caballos… y así llegan a convertirse en los caballos de
Cristo.
¿Es acaso sorprendente entonces que Santa Brígida de Suecia
pidiera a Cristo que la ayudara a "refrenar" su voluntad y que San Alfonso de
Ligorio hablara de "refrenar los caballos" de sus pasiones?
El escenario
está ya montado, y nosotros nos encontramos al final del primero de los
dieciocho capítulos del Gita. Los otros diecisiete son explicaciones y
exposiciones -en forma de diálogo- de la doctrina y de la vida espiritual que
debe llevarse. Ellos son titulados, en su mayor parte, "Yogas". Yoga
significa, literal y etimológicamente, "yugo", como el de los bueyes, y los
diferentes yogas no están mutuamente más opuestos que, digamos, los caminos
espirituales de los franciscanos y los jesuitas. El lector moderno, ya sea
oriental y occidental, tiene tendencia a ver violentas contradicciones en lo
que son realmente diferentes puntos de vista, o interpretaciones en diferentes
niveles de realidad. Se puede hablar del yoga del conocimiento (Jnana-yoga),
del yoga del amor (Bhakti-yoga), o del yoga de la acción (Karma-yoga), pero se
debe recordar que, como lo expondría un teólogo cristiano, no se puede amar
sin conocimiento como tampoco se puede realmente conocer sin amar. Así
llegamos al segundo capítulo del Gita donde se habla del Sankhya-Yoga. No
vamos a intentar hacer una exposición del Sankhya darshana (punto de vista),
puesto que ya ha sido tratado adecuadamente en otro lugar. Sin embargo, es
importante introducir al lector en el concepto de Atman o Yo interior que se
trata en este capítulo. Krishna le dice a Arjuna que no es el mero vivir y
morir del individuo lo que es importante, ya que en cada individuo hay un
centro interior, el Atman (literalmente "aliento" o "espíritu") que puede ser
"conocido". Debemos recordar que como dice San Juan de la Cruz, "Dios sostiene
cada alma y mora en ella substancialmente. Incluso aunque sea la más pecadora
del mundo. Esta unión entre Dios y las criaturas siempre existe. Así es como
Él preserva su existencia de tal suerte que si la unión terminara ellas serían
de inmediato aniquiladas, y dejarían de existir" (Ascenso al Monte Carmelo).
Este Atman es el Yo que toda tradición nos amonesta a conocer. Éste es el
"Espíritu", opuesto al "alma" la cual debe ser aborrecida. Es por lo que Sto.
Tomás de Aquino dice: "duo sunt in homine, scilicet natura spiritualis et
natura corporalis" (hay dos naturalezas en el hombre: su naturaleza espiritual y
su naturaleza corporal. Summa, II-II, 26.4). Este es un concepto confuso para
comunicar a alguien que no esté familiarizado con el pensamiento metafísico.
La confusión viene porque nosotros usamos la palabra "alma" en una amplia
variedad de sentidos. Así, Filón habla de "el Alma del alma", y Platón del
"Hombre en el hombre". Guillermo de St. Thierry (contemporáneo de San Bernardo
y su hijo espiritual) habla de la diferencia entre anima y animus (ambas
traducidas libremente como alma) y se refiere al animus vel spiritus (alma o
mejor espíritu) que es la imago Dei (la imagen de Dios) en nosotros. San Pablo
habla de la Palabra de Dios que "penetra hasta la división del alma y del
espíritu" (Hb 4,12) y nos dice que Dios es "el único que posee la
inmortalidad" (1 Tm 6,16) y también habla "del Espíritu de Dios que habita en
vosotros" (1 Cor. 3, l6). San Pablo es claro, como el hindú diría, al negarse
a sí mismo, o su alma inferior, cuando dice "no vivo yo, sino Cristo quien
vive en mí". Esto distingue a los dos yoes, el Yo interior (también llamado
por varios autores nuestro "Hombre común", la interna "Razón verdadera", la
Conciencia, Syneidesis, Synteresis, "Intelecto increado", y el "daimon" de
Sócrates), y el yo exterior contingente que se refleja en nuestra herencia
lingüística. Hablamos de la gente que se "controla a sí misma", y nos
amonestamos unos a otros a "ser nosotros mismos"; hablamos de los santos que
están, no en "guerra con ellos mismos", sino antes bien "en paz consigo
mismos". Al mismo tiempo reconocemos con San Pablo que están aquéllos que son
"egoístas" (2 Tm 3,2), lo que se ejemplifica con el término común de
"egoísmo". El yo inferior, el "yo" del egotista, es una entidad contingente
siempre cambiante y que no tiene una realidad substancial. Como Krishna nos
dice "estos dos yoes están en guerra uno con otro". San Pablo dice: "pero
siento otra ley en mis miembros, luchando contra la Ley de Dios, y me encadena
a la ley del pecado, que está en mis miembros" (Rm 7,23). Vemos así que el
Atman el "aliento" o Espíritu que entregamos cuando morimos, es un concepto (a
pesar de la confusión que los orientalistas y los misioneros han dado a
conocer) de aceptación universal. Por eso la postura hindú puede manifestarse
en las palabras que Cristo dijo a Santa Catalina de Siena: "¿sabes hija quién
eres y quién soy yo? Si sabes estas dos cosas serás bendecida. Tú eres la que
no eres, mientras que Yo soy El que soy. Mantén este conocimiento en tú alma y
el Enemigo nunca te engañará y escaparás a todas sus artimañas…" (Su Vida por
San Raimundo de Capua). La postura cristiana bien podría expresarse con las
palabras del Aitareya Aranmaka: "este yo se entrega a aquél Yo, y este Yo a
aquél yo; ellos se funden". Esto es por lo que Bel Shem Tov, el fundador del
movimiento Hasídico en el Judaísmo dijo que "no hay lugar para Dios en el que
esté lleno de sí mismo"; esto es por lo que Platón dijo que "la causa de todos
los pecados reside en el excesivo amor de las personas hacia sí mismas"; esto
es por lo que Santa Teresa de Lisieux dijo que "sólo Jesús es, todo lo demás
no es" y que "nuestra misión es olvidarnos de nosotros mismos, para
aniquilarnos a nosotros mismos" (la cursiva es de ella);. esto es por lo que
Santa Catalina de Siena dijo que "el amor de sí mismo… es el principio y el
fundamento de todo mal" . Finalmente, esto es por lo que San Euvardo dice que
la vida espiritual "requiere que declaremos la guerra al ego humano, al amor
de uno mismo" . Es a la luz de estas palabras como las palabras de Krishna
acerca de la persona "cuya mente es engañada por el egoísmo" tienen sentido.
Nuevamente Krishna dice: "Que el hombre eleve su yo mediante el Atman y no lo
destruya; pues en verdad, el Atman es el amigo del yo o su adversario. Para
aquel en quien el Atman ha vencido al yo, el Atman es entonces su amigo, pero
para aquel que es infiel al Atman, el Atman puede ser hostil, como un
enemigo" , o de nuevo: "Oh Gudakesha, Yo soy el Atman en el corazón de todos
los seres" . El hindú ve en el egoísmo, en el apego a su yo inferior, rehusando
someterlo a su Yo superior, el mismo pecado cardinal que el cristiano ve en el
orgullo. Orgullo y egoísmo no son sino dos aspectos de la declaración del
diablo: "no serviré". Es de esperar que ya sea evidente por sí mismo (sic)
para el lector que la Verdad es una, aunque sus expresiones sean muchas. Una
veritas in variis resplendeat ( "una verdad en varias formas brilla a la vista" San Nicolás de Cusa).
Es entonces en esta conceptualización de la Verdad
que el resto del Gita nos enseña cómo conocer lo que nosotros somos. Sería
imposible incluir todos los aspectos de esta enseñanza, pero es importante
tratar brevemente la enseñanza hindú del Karma yoga , "el camino de la acción".
Ahora bien, el "camino de la acción", o la vida espiritual apropiada para los
que están comprometidos con lo que el Cristiano llama "la vida activa", es
acentuado en el Gita, y como es debido. Hemos mencionado anteriormente que el
Gita es un texto sagrado usado por los hindúes en todos los caminos de la
vida. Arjuna no es un monje en retiro, es un guerrero en el campo de batalla
del Dharma. Por eso mientras que se examinan diversos aspectos de la vida
espiritual, se acentúan aquéllos más apropiados para él y para nosotros. Sin
embargo, en la esfera del Karma yoga puede haber lugar a la confusión ya que
las dos tradiciones difieren aparentemente en su manera de expresión, aunque
no en sus principios.
A través de todo el Gita se pone gran énfasis en el
concepto de realizar nuestras tareas sin apego a los frutos de nuestras
acciones. En términos cristianos esto se llamaría "el Santo Abandono" y "la
Santa indiferencia" . El hindú con su creencia en el sistema de castas, en su
dharma, es instruido por Krishna para "realizar constantemente la acción que
debe hacerse sin ningún apego; así el hombre alcanza la Acción Suprema" . El
abad Lehodey nos dice que "toda perfección, toda santidad consiste en cumplir
fielmente lo que Dios quiere de nosotros" , y Santa Gertrudis dice: "debemos
imitar la santa religión aplicándonos a nosotros mismos con humildad y fervor
lo que Dios quiere de nosotros según nuestra vocación, y no debemos pensar en
descubrir otra forma y camino mejor para llegar a la perfección aquella ya
señalada… y en verdad, ya que Dios mismo es quien ha elegido por nosotros
nuestro estado de vida, y los medios para nuestra santificación, ciertamente
nada más puede ser mejor para nosotros, nada puede ser ni bueno, fuera de
nuestro estado y nuestros medios" . Pero ¿cómo deberá realizarse nuestra
acción? Según Lehodey, "con la Santa Indiferencia" , no indiferencia hacia
Dios, sino hacia los frutos de nuestras acciones. Como Krishna instruyó a
Arjuna: "renunciando a todas las acciones por Mí, con tu pensamiento fijo en
el Atman, estando libre de esperanzas, libre de egoísmos, desprovisto de
emoción, de tus luchas… toma refugio en la devoción (amor) hacia Él (Dios) y
abandona los frutos de todas las acciones, sé autocontrolado" . San Francisco
de Sales nos dice que "abandonar nuestra alma y abandonarnos a nosotros mismos
significa ni más ni menos que privarse uno mismo de la propia voluntad a fin
de entregársela a Dios" . San Alfonso de Ligorio nos dice que "aquél que
permanece unido a la voluntad de Dios vive y salva su alma; aquel que prefiere
seguir su propia voluntad muere y se pierde" . La postura hindú se clarifica
aún más en los Narada Bhakti Sutras : "La característica esencial de Bhakti
(amor a Dios) es la consagración de todas las actividades, por una completa
autoentrega a Él y una extrema angustia si Él fuese olvidado" . Con la
diferencia en el énfasis que aparece muy superficialmente puede uno
impresionarse por la similitud de instrucción de cómo debe ser alcanzado este
estado espiritual. Permítaseme yuxtaponer declaraciones de las dos tradiciones
para demostrarlo.
San Juan de la Cruz: "los apetitos son pesados y
tediosos para el hombre porque lo perturban y lo desordenan, así como lo hace
el viento con el agua" .
Gita: "Como el viento lleva el barco fuera de
la ruta, así, uno pierde la consciencia cuando la mente es llevada por los
vagabundos sentidos" .
San Juan de la Cruz: "la ignorancia de algunos es
extremadamente lamentable, ellos se agobian a sí mismos con penitencias y
muchos otros ejercicios, pensando que estos son suficientes para lograr la
unión con la sabiduría divina. Pero estas prácticas son insuficientes si la
persona no se esfuerza diligentemente en rechazar sus apetitos" .
Gita:
"No por abstenerse de la acción obtiene el hombre la liberación de la acción,
ni por el solo renunciamiento de la acción, se logra la perfección… Aquél que
reprimiendo los órganos de la acción, sigue pensando en los objetos de los
sentidos, se engaña a sí mismo y se dice que es de falsa conducta" .
San
Juan de la Cruz: "un hombre con apetitos siempre está insatisfecho y amargado,
como alguien que está hambriento" .
Gita: "El enemigo constante del
sabio, es una forma de deseo que es codiciosa e insaciable" .
San Pablo:
"Aquellos que tienen mujer deberían actuar como si no la tuvieran; los que
lloran por las cosas de este mundo como si no llorasen; los que se alegran
como si no se alegrasen; los que compran como si no poseyesen, y los que
disfrutan del mundo como si no disfrutasen, porque pasa la apariencia de este
mundo" .
Gita: "Es por lo tanto realizando constantemente las acciones
que deben hacerse sin apego, como el hombre alcanza lo Supremo" .
El
Maestro Eckart dijo que la más grande de las virtudes es el desapego (de todo
lo que no es Realidad pura); y que este completo desapego implica e incluye
todas las otras virtudes. San Juan de la Cruz, al hablar de la pobreza,
describe su esencia como "la desnudación de los apetitos y gratificaciones del
alma" ( Ascenso al monte Carmelo ). Ahora bien, si hablamos de desapego, o de
pobreza, o de acción sin apego, estamos fundamentalmente hablando de la
extinción del ego (el yo), y ésta es la más alta virtud, precisamente porque
implica la más alta perfecta conformidad con la Voluntad Divina. El alma que
es aniquilada no puede desear ninguna otra cosa que la voluntad de Dios. Como
Jacob Boehme dijo: "toda la Escritura clama por la liberación del
yo" .
Dentro del espacio de una introducción no es posible tratar en detalle
cada parte del Gita. Uno espera sin embargo que se hayan dado al lector
suficientes claves para permitirle penetrar por debajo de la superficie del
texto. Si se han usado una multiplicidad de paralelos cristianos, es porque el
lector occidental no puede esperar encontrar en la mayoría de los casos, un
medio más eficaz para entender lo sagrado en las otras tradiciones más que
profundizando en sus propias raíces culturales. Se espera también que el
lector vea que la religión no es solo una cuestión de actuar y sentir, que no
es simplemente un compendio de ética y sentimentalidad. Es primordialmente una
cuestión de ser. Si el hombre moderno está vacío y aislado, es precisamente
por "él cree en sí mismo" . Si él no quiere creer en lo que está por encima de
él mismo, esto es elección suya. Como Arjuna, puede encontrar excusas para sus
actitudes, puede enmascarar su orgullo en frases altisonantes tales como
"honestidad intelectual", o "pensar por mí mismo". Mas si desea comprender las
Escrituras, debe decir como Krishna: "vive con fe y sin poner peros" . Debe
creer como dijo Krishna que "las Escrituras son la autoridad para decidir lo
que debe hacerse y lo que no debe hacerse" . Debe recordar que, en palabras de
Platón, la "incredulidad es para la chusma" , y que ser escéptico es muy fácil.
La lucha sin embargo no es una cosa fácil. La vida del guerrero requiere
entrenamiento y el soldado debe aprender tanto a manejar sus armas como a
conducir sus caballos. Hemos venido a ser sin embargo una sociedad "blanda".
No nos gusta el trabajo duro. Hemos olvidado cómo caminar en los caminos de
nuestros padres y hemos construido para nosotros mismos una serie de ídolos de
oro, tales como "progreso", "la perfección de la sociedad (sin Dios)", el
éxito y la prosperidad económica. Hemos confundido el amor con la
concupiscencia porque vemos nuestra autosatisfacción en la saciedad de
nuestros deseos y la llamamos felicidad. Aquellos que deseen oír una
descripción del hombre moderno, deben leer el capítulo dieciséis del Gita.
Hemos olvidado que "el hombre no vive sólo de pan" y hemos apartado nuestras
caras de la Palabra de Dios. No buscamos ya las Escrituras porque no tenemos
ni ojos para ver ni oídos para oír. No buscamos ya y nos quejamos amargamente
de no encontrar. Porque si no pedimos, no podemos esperar recibir. Se
requieren algo más que claves para comprender las Escrituras. Como San
Agustín, nosotros debemos creer para que podamos comprender, y debemos
comprender lo que creamos. Concluyamos con las palabras finales de Krishna en
el Gita:
"Y quien lo escuche, lleno de fe y libre de malicia (mala
voluntad) , también será liberado y alcanzará los mundos felices de los
rectos" .
Esperanzadoramente respondamos como Arjuna: "Mi ilusión está
destruida, y por Tu Gracia, oh Dios, he recobrado mi presencia de espíritu. Me
siento firme (confirmado) y mis dudas han desaparecido. CUMPLIRE TUS PALABRAS. "
Extraído de "Textos Tradicionales"
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