Contra la guerra imperialista

El Imperio terminal

Joaquín Albaicín *

La URSS nació como explosión claramente satánica de los bajos instintos del populacho. Ese estallido, reencauzado gracias a una labor de ingeniería psicológica desarrollada a base de calabozos, altavoces y tiros en la nuca, cristalizó años al cabo en una impersonalidad funcionarial que permitía a los ejecutores del KGB actuar con la indiferencia de quien regula o administra un servicio de mantenimiento. Cuando a mediados de los cincuenta el oficial del KGB dinamitaba una mezquita en Kazakhstán lo hacía con total indiferencia, y el mandatario del Kremlin ni se inmutaba al recibir el informe. Era la mostrenca inincumbencia ante lo sagrado. Bush, en cambio, se frota las manos y babea como un demonuelo satisfecho al ser informado de una nueva violación de un santuario. Occidente -o Estados Unidos, si se desea particularizar piadosamente- es otra clase de Rogue State: no la indiferencia, sino el odio visceral a lo sacro, cara complementaria de ese materialismo histórico definido por Mounier como "la psicología de las épocas inhumanas". Tiene, en efecto, su sentido la deducción de Seward, el explorador del ejército que en ´Gerónimo´, de Walter Hill, dice: "No veo cómo puede un hombre caer tan bajo... Serán tejanos, la clase más vil de hombres blancos".

Desaparecido el Rogue State leninista, resta en pie el que tiene su capital en Washington, cuyas tropelías invitan a preguntarse si el reciente descubrimiento de los restos del puerto de Ostia desde el que Roma lanzara sus naves a sojuzgar el mundo no será una señal de los Tiempos, un aviso de que un Occidente cuya malquerencia por todo lo noble no conoce fin va a fundar su nuevo imperio universal. Las concomitancias históricas son notables. Anases y caifases coloniales martirizan sin cesar a los zelotes en la Ciudad Santa, instalados por un Occidente cuyos mitos de silicona a nadie conmueven: la religiosidad del imperio es, en efecto, como la del romano, puramente formal. Alejandro sacrificó en el Templo de Jerusalem, en los santuarios egipcios, en los persas... Pero no por eclecticismo o puenteojeísmo, sino por solidaridad con la Verdad única intertradicional. Fue, como San Agustín y Ciro El Grande, un perfecto exponente de la Philosophia Perennis. Con todo aquel mundo acabaron los romanos y luego, de un modo completamente inconsciente y, por ello, inocente, los cristianos. Estos pretendieron enseñar a los occidentales moradores del confín del mundo a creer -volver a creer- en la realidad sobrenatural, pero restaron credibilidad a esa misma verdad precisamente por su pretensión de monopolizarla. La lógica consecuencia de aquello es que hoy los occidentales siguen sin creer ni en su Dios, al que la inmensa mayoría mira como despojado de todos Sus atributos, ni en el de los demás, ni en el de todos. La fe es algo más intensa en el corazón del imperio, pero bajo formas desviadas del tronco central, hijas del sectarismo y el moralismo. Frente al Sudeste Asiático donde se busca la inmortalidad a través de Buddha y Shiva, la ortodoxia rusa con solera de bargueño y el islam gnóstico de Persia, Rabat o la India, Occidente -el imperio- no quiere saber de aventuras espirituales sin preservativo, y los ojos de Bush despiden el brillo mortecino propio de los de aquel que ya en su juventud selló un pacto con el diablo.

Sobrepasado, desbordado por su fétida incontinencia, Occidente se está quedando sin varaderos coloniales que anegar con su detritus ideológico. En Iraq ha llegado hace tiempo el momento del alboroque, pero, despojados del condón, es decir, de los aviones indetectables por el radar, sus soldados, desconocedores del escudo intraspasable de Ajax Telamonio, caen como moscas. ¿Quién se lo iba a decir a los mismos que se dieron un paseo triunfal hasta Bagdad gracias a los aviones que -como informara La Vanguardia- bombardearon con napalm los puentes donde la resistencia de las fuerzas iraquíes se mostraba más contumaz? No hubo en ello ninguna violación de ninguna norma internacional, pues no existe una manera "humana" de hacer la guerra, justificó la medida la fuente consultada por el periódicode. Bueno, uno diría que está la manera de los hombres y está la manera de los cobardes. De cualquier forma, es de lo más elocuente constatar hasta qué punto tiene Occidente anestesiadas las conciencias y amordazadas las plumas. Nadie se atreve a llamar al pan, pan y al vino, vino.

Leemos, sí, con frecuencia que Saddam Hussein fue alimentado por Estados Unidos o Francia, pero nadie osa valorar tales hechos salvo en calidad de "errores", como si las administraciones norteamericana y francesa jamás hubieran tenido conciencia de las consecuencias que sus patrocinios podrían generar. Y, por supuesto, nadie osa definir a dichas naciones, que almacenan ingentes cantidades de armas de destrucción masiva, como Rogue States o amenazas para la Humanidad. Mucho menos nadie se plantea señalar a Estados Unidos, Gran Bretaña y sus patéticos aliados como miembros del Eje del Mal. Lo más parecido a una declaración de principios en este sentido lo encontramos en discurso aún caliente pronunciado en Bangalore por Natwar Singh, en su día secretario de los No-Alineados: "El Primer Ministro de India, Atal Bihari Vajpayee, se ha referido a Iraq. Ha dicho que, sea lo que sea lo que esté sucediendo en Iraq, constituye una advertencia para quienes pertenecemos a esta parte del mundo. ¿Por qué ha dicho esto? Después de todo, su gobierno sostiene relaciones muy estrechas con Estados Unidos. Lo ha dicho porque siente que Estados Unidos ... puede estar rastreando en derredor: ´¿Adónde vamos después de Iraq?´ Hoy hemos escuchamos un informe sobre Teherán, hemos escuchado que el régimen de Irán debe ser civilizado, y se hacía uso en él de una desafortunada expresión: ´Eje del Mal´. Los países a los que se llama ´Eje del mal´ son miembros de las Naciones Unidas. Así pues, ¿quién decide ahora sobre el ´Eje del mal´? Y, ¿cuáles son los países que serán incluidos en él en el futuro? Quièn fija la agenda sobre el ´Eje del Mal´?"

Quienes somos lectores habituales de La Vanguardia pudimos también hace poco leer en sus páginas el discurso pronunciado por Mussolini el 11 de junio de 1941 con motivo de cumplirse el primer aniversario de la entrada de Italia en la II Guerra Mundial. Ese día, refiriéndose a la hipotética incorporación de los Estados Unidos al combate contra el Eje, el líder fascista profetizó: "La intervención estadounidense no otorgará la victoria a Gran Bretaña, sino que prolongará la guerra; no limitará el alcance del conflicto, sino que lo hará cruzar los océanos; transformará el régimen de Estados Unidos en un régimen autoritario, que será totalitario en comparación con el de sus precursores europeos -los fascistas y los nazis-, quienes se sentirán superados y perfeccionados con creces. Cuando se quiere mencionar a un dictador en el puro sentido clásico de la palabra, se cita a Sila. Sila nos parece un modesto aficionado comparado con Delano Roosevelt". Parece bien difícil cuestionar lo fundado de la predicción. No en vano Franklin Delano Roosevelt fue uno de los impulsores más encendidos de la segregación racial en su país. De él aprendieron mucho, sin duda, sus sucesores, bajo cuyos mandatos fueron impartidas al mundo lecciones intensivas de cómo acabar con los adversarios políticos tanto dentro del propio territorio (Martin Luther King, Malcolm X...) como fuera de él (Lumumba, Thomas Sankara, Mossadeqh...).

Mussolini ni siquiera vivió lo bastante para conocer el lanzamiento por Truman, sucesor de Roosevelt, de dos bombas atómicas sobre la población civil japonesa, pero, de haber vivido hasta hoy, habría podido constatar que la historia de Estados Unidos de 1945 en adelante deja en pañales las villanías e infamias perpetradas por sus camisas negras en la invasión de Abisinia.

El mismo día de la publicación del discurso del Duce, integrado en una serie que durante el pasado verano concitó justamente la atención de los lectores, el excelente editorialista que es Alfredo Abián, director adjunto de La Vanguardia, escribía a propósito del derrocamiento de Mossadeq por la CIA y Gran Bretaña: "Lo que jamás previeron los estrategas de Washington y Londres es que, probablemente, hace medio siglo sembraron la revolución jomeinista y empezaron a dar clases de vuelo al integrismo islámico". Probablemente Abián se refiriera a las clases de vuelo en un sentido figurado. Quien estas líneas firma, barrunta que la frase encierra una verdad mucho más... literal.

JOAQUÍN ALBAICÍN (Madrid, 1966)
Escritor, conferenciante y cronista de la vida artística, sus artículos y relatos, así como sus críticas de arte flamenco -que han contribuido positivamente al presente resurgir del género- han aparecido en diarios como ABC, El País y Reforma (de México), y revistas como El Europeo, Vogue, Sur-Exprés, Axis Mundi, Letra y Espíritu, La Clave, Generación XXI, Debats, Amanecer, Web Islam, 6 Toros 6, El Ruedo, MAN, Próximo Milenio, The Ecologist, Más Allá, Omarambo... El esoterismo de las grandes tradiciones espirituales, la geopolítica, la tauromaquia, el espionaje, el Imperio Mongol y el mundo de los últimos Romanov son algunos de los principales focos de interés de este escritor nacido en una familia de artistas de raíces gitanas.
Contertulio habitual del programa de TV El Faro de Alejandría, dirigido y presentado por Fernando Sánchez Dragó, ha publicado en España la novela La serpiente terrenal (Anagrama, Barcelona 1993), el cuaderno de viajes Diario de un paulista (El Europeo, Madrid 1995) y los ensayos Gitanos en el ruedo: el Indostán en el toreo (Espasa Calpe, Madrid 1993), En pos del Sol: los gitanos en la historia, el mito y la leyenda (Obelisco, Barcelona 1997) -única obra escrita sobre la materia desde la perspectiva de la Philosophia Perennis-, El Príncipe que ha de venir (Muchnik Editores, Barcelona 1999) y Monteras de aquí y de allá (Castilnovo, 2006), así como el libro de cuentos La Estrella de Plata (Manuscritos, Madrid 2000). Dos relatos suyos inéditos en castellano han sido recientemente publicados en Suecia en la antología de literatura gitana coordinada por Gunilla Lundgren Svarta rosor/Rosas negras (Tranan, Estocolmo 2003).
En la actualidad está concluyendo una nueva novela, un ensayo sobre la leyenda medieval del Reino del Preste Juan, otro sobre el misterio de la Gran Duquesa Anastasia y un tercero sobre la controvertida figura del Barón Ungern-Sternberg. Su cajón guarda además un libro de cuentos inédito.
En la web www.svabhinava.org, creada por Sunthar Visuvalingam y dedicada al modelo indio de aculturación, Joaquín Albaicín coordina la sección Roma, consagrada a la diáspora indo-gitana. Los interesados encontrarán más información tanto en dicha web como en la de International Romani Writers Association (www.romaniwriters.com), de la que este autor es miembro.
Entrevista con Joaquín Albaicín en: 
"Opinión y Toros"

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