Cine

El indio Fernández:
un centenario

Joaquín Albaicín *

"El alcohol" -decía el Indio Fernández- "encabrona, es cierto y lo sé, pero es menester vivir encabronado para combatir y destruir lo que nos molesta y es despreciable. Yo no puedo ser indiferente ni tolerante con lo que me repugna". Sabía de qué hablaba. En rigor, no se tiene "buena" o "mala" bebida, sino demonios más o menos poderosos -o sometidos- agazapados en la mente, y adversarios o aliados más o menos hábiles en la vecindad de quien bebe. El Indio no era San Eusebio, que por cuarenta años se ató el cuello a los riñones con una cadena que le impedía erguirse, ni aquel otro monje que -menudo ejemplo de nostalgia del Cielo- resistió veinte sin apartar la vista de las puntas de sus pies. No se molestaba en batallar contra la demoníada. De eso se ocupaban su desdén, su carcajada y sus protectores invisibles. De ahí que, una noche, en uno de sus accesos de visión penetrante, se permitiera echar de su casa a sus doscientos invitados para quedarse solo en su cantina, pimplando de lo lindo mientras escuchaba a Chopin. ¡Qué gran anfitrión! La fiesta con que agasajó a Yul Brynner, a quien no conocía de nada, duró ocho días. Yul se negaba a retirarse a descansar. Si los mariachis demandaban reposo, él tocaba el violín. Luego, recitó sutras budistas y contó a los diez convidados que restaban en pie historias sobre los bonetes amarillos, el chamanismo y la vida nómada en Mongolia. Leyó a todos la mano y fueron quedándose dormidos. Sólo quedaron el homenajeado y el Indio, charlando mientras Amalia Rodrigues cantaba fados y el caballo Malik pegaba bocados al viento en su cuadra.

Nacido un 26 de marzo de hace ahora cien años en la mina de Hondo, enclave que ya no existe, era por parte de madre kickapú, tribu piel roja procedente del Noroeste de los Estados Unidos que se desplazó hasta Coahuila buscando preservar su identidad y a la que Juárez permitió instalarse en México a cambio de su ayuda para luchar contra los lipanes, comanches y mescaleros hostiles. Su padre fue coronel del ejército revolucionario. Él tenía -dice su biografía legendaria, única que nos importa junto con la escrita por su hija- ocho años cuando Zapata se alzó en Morelos. Se batió a los once con Felipe Ángeles en la toma de Torreón. En 1926, tras ejercer como bailón profesional en un hotel de Chicago, hace de las suyas en Hollywood: enseña el tango a Valentino, anuncia brillantina y su torso inspira el diseño de la estatuilla de los Óscar. En 1929, salva de morir ahogada a la novia de Al Capone.

Había sido campeón de danzón en Cuba, clavadista en Acapulco y co-director y jefe de producción de El fugitivo, de John Ford cuando, allá por 1938, se estrenó en los cines del Distrito Federal una de sus primeras películas como galán: "Adiós, Nicanor", cuya publicidad rezaba: "Conozca usted cómo castigan los hombres del campo a las mujeres que les traicionan". Parecidos eran los reclamos para llenar las salas donde se exhibía "Nina Petrovna ha mentido", protagonizada por Isa Miranda: "Vea usted cómo puede una mujer mentir cuando debe amar". La publicidad cinematográfica mexicana ha sido siempre, en este aspecto, encomiablemente realista. No sabemos si decir lo mismo de la taurina, a menudo tocada de punzante ambigüedad. Hace unos días, por ejemplo, nos topamos en una revista de toros con un retrato de Cagancho. Tras anunciar que el gran torero se despediría el año entrante de los ruedos, el redactor invitaba en el pie de foto a constatar en la imagen "los estragos que el tiempo ha hecho en él". Lo curioso del caso es que el comentario pretendía ser... ¡elogioso! ¿Qué decir de la crónica del suicidio de una joven desairada, publicada por Excelsior en enero de 1938? "Una romántica menos", se tituló la columna... ¿Condolencia? ¿Guasa? No es fácil pronunciarse.

Cuando se estrenó "Adiós, Nicanor", "Bohemios" "Fragantes" eran los cigarrillos de mayor aceptación por el labio chilango y estaban de moda el sombrero de paja y las lámparas "Aladino" fabricadas por la casa Lerdo Chiquito. Silverio aún andaba por llegar. Triunfaban en los ruedos Lorenzo Garza y don Antonio Llaguno con sus toros de San Mateo y, en las pantallas, Lupe Vélez con "La zandunga" (a cuyo estreno asisitó como invitado de honor Johnny Weissmuller), Novarro con "La novia del sheykh" y Jorge Negrete con "La madrina del diablo".

Tequila blanco, sotol, ficheras, sólo peines de madera, aceite de víbora para la tersura del cabello, mujeres de pelo largo, gallos... "Salón México", "María Candelaria", "Maclovia", "Flor Silvestre"... Al final de su vida, quería el Indio ir a Haití a rodar la de Gauguin. Su hija Adela, tras recordar que muchos actores han sido víctimas de la dificultad del público para diferenciarles de los malvados a quienes daban vida en la pantalla, reconoce que "en el Indio es mucho más impreciso distinguir el hilo divisorio entre su personalidad real y los arquetipos cinematográficos en que ha incurrido". Tenía una casa para soñar llena de iguanas y, en lugar de corazón, un águila devorando a una serpiente. Cuando Pío XII le ofreció un contrato de diez años para filmar películas devocionales, respondió: "Perdóneme, Su Santidad, pero yo soy indio mexicano, de esos que no lograron conquistar los españoles. Yo sigo creyendo en Huitzilopochtli, y de santos y milagros no entiendo nada". Un temperamento, sin duda, muy poco práctico y moderno. Pero es que nada práctico ni moderno puede franquear las puertas del Paraíso, donde él ahora devora antojitos, dispara al aire y, sobre la silla de Malik, persigue trenzas a placer.

Más sobre el Indio Fernández en: "Maestros de la luz"

JOAQUÍN ALBAICÍN (Madrid, 1966)
Escritor, conferenciante y cronista de la vida artística, sus artículos y relatos, así como sus críticas de arte flamenco -que han contribuido positivamente al presente resurgir del género- han aparecido en diarios como ABC, El País y Reforma (de México), y revistas como El Europeo, Vogue, Sur-Exprés, Axis Mundi, Letra y Espíritu, La Clave, Generación XXI, Debats, Amanecer, Web Islam, 6 Toros 6, El Ruedo, MAN, Próximo Milenio, The Ecologist, Más Allá, Omarambo... El esoterismo de las grandes tradiciones espirituales, la geopolítica, la tauromaquia, el espionaje, el Imperio Mongol y el mundo de los últimos Romanov son algunos de los principales focos de interés de este escritor nacido en una familia de artistas de raíces gitanas.
Contertulio habitual del programa de TV El Faro de Alejandría, dirigido y presentado por Fernando Sánchez Dragó, ha publicado en España la novela La serpiente terrenal (Anagrama, Barcelona 1993), el cuaderno de viajes Diario de un paulista (El Europeo, Madrid 1995) y los ensayos Gitanos en el ruedo: el Indostán en el toreo (Espasa Calpe, Madrid 1993), En pos del Sol: los gitanos en la historia, el mito y la leyenda (Obelisco, Barcelona 1997) -única obra escrita sobre la materia desde la perspectiva de la Philosophia Perennis-, El Príncipe que ha de venir (Muchnik Editores, Barcelona 1999) y Monteras de aquí y de allá (Castilnovo, 2006), así como el libro de cuentos La Estrella de Plata (Manuscritos, Madrid 2000). Dos relatos suyos inéditos en castellano han sido recientemente publicados en Suecia en la antología de literatura gitana coordinada por Gunilla Lundgren Svarta rosor/Rosas negras (Tranan, Estocolmo 2003).
En la actualidad está concluyendo una nueva novela, un ensayo sobre la leyenda medieval del Reino del Preste Juan, otro sobre el misterio de la Gran Duquesa Anastasia y un tercero sobre la controvertida figura del Barón Ungern-Sternberg. Su cajón guarda además un libro de cuentos inédito.
En la web www.svabhinava.org, creada por Sunthar Visuvalingam y dedicada al modelo indio de aculturación, Joaquín Albaicín coordina la sección Roma, consagrada a la diáspora indo-gitana. Los interesados encontrarán más información tanto en dicha web como en la de International Romani Writers Association (www.romaniwriters.com), de la que este autor es miembro.
Entrevista con Joaquín Albaicín en: 
"Opinión y Toros"


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