CONTACTADOS
CUBANOS
Enrique
Arias
Cerca de Jibacoa
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Era
1983 o 1984. Durante las operaciones militares que se llevaron a
cabo en nuestro país un día X en el verano de uno
de los años de la década de los ochenta, se produjeron
dos hechos provocados por elementos contrarevolucionarios en las
provincias de La Habana y Ciudad de la Habana; en la respuesta a
estas actividades, las fuerza de las tropas Guardafronteras y otras
fuerzas militares cercaron, cerca de la población de Jibacoa
(del este de la Ciudad de la Habana) a un grupo enemigo, cerco total
por los cuatro puntos cardinales. Considero que allí habrían
5000 individuos de ambos sexos.
Al
llegar la noche un por ciento proporcional, en el que me encontraba
yo, nos encontrábamos a lo largo de la carretera que iba
al pueblecito de Jibacoa. El cerco estaba detenido, hasta la nueva
alborada no habría operaciones.
Estábamos
sentados al borde de esa estrecha carretera, una persona cada 1,5
metros, por ahí no podía pasar ni una mosca; en la
parte norte quedaba a unos 5000 metros la costa y más personas,
y entre ambos, monte, un cayo de monte y una pequeña presa
(ver figura 7).
Al
oscurecer, nos alimentaron, cerca de la 01:00 a.m., a mi lado estaba
el reservista Vicente Díaz Díaz, trabajador de la
Empresa de Perforación de Petróleo del Occidente,
militante del PCC; de repente pudimos observar que procedente del
este y a unos 10 metros por arriba de los postes eléctricos
que iban paralelos a la carretera, a lo lejos se acercaba a nosotros
una luz roja intermitente, que tenía una intermitencia de
10 segundos, primero a su izquierda -10 segundos- a la derecha,
de color rojo.
-
"Mira"- le dije a Vicente - "ahí viene el
Comandante en Jefe en helicóptero".
- "Seguro", dijo Vicente.
Pero
precedida de la luz, y del supuesto helicóptero, venía
a nuestros oídos, de miles de gargantas un prolongado ¡Ohhhhhhhhhhh!
de admiración o de dudas, y era porque aquello se podía
precisar el bulto, se movía sin hacer ruido y llegando a
nosotros (¡que casualidad!) se desvió 200 metros al
sur y colijo que aterrizó porque saltaron muchas chispas
rojas y no prosiguió su avance.
Todo
el personal a lo largo del trayecto estaba muy intranquilo (calculo
que unas 2000 personas lo vieron).
-
"¿Qué crees de esto?" le pregunté
a Vicente.
- "Eso son cosas de muertos, Enrique", me contestó.
- "Bueno", me levanté, me puse el AKM con el cañón
para el suelo, tomé la linterna de tres pilas, "ahora
vengo, voy para allá".
Crucé
la cerca, era un potrero, la hierba de guinea estaba alta y cubierta
de rocío, llevaba caminando unos 300 pasos, cuando tropecé
con todo mi cuerpo contra algo, y caí despatarrado de espaldas,
como si hubiera tropezado contra un poste.
Me
levanté, cogí la linterna y caminé con cuidado
hasta volver a chocar con una pared invisible que se levantaba frente
a mí.
Alumbrando
con la linterna, pude ver que refractaba la luz.
Apagué
la linterna y comencé a hablar con la mente, una suave brisa
me refrescó. Pero la pared siguió; regresé.
Al
amanecer volví, toda la hierba de guinea estaba aplastada
en un diámetro grande, unos 40 metros, y en el centro, quemado.
Esta
misma luz roja intermitente, moviéndose sin ruido, la había
ya observado yo durante decenas de servicios operativos, pero sin
detenerse.
Yo
pienso que este tipo de OVNI es una nave tripulado o no, de exploración.
Si supiera la distancia que existe entre poste y poste que cruzaba
en unos 3 segundos, basándome en la fórmula del artillero
V=E/T podría saber la velocidad, que no era mucha.
Afirmo
que casi siempre estas naves nos estaban observando, quizás
cuidándonos, ¿por qué no?; considerando que
podría ser para ellos el ejemplo social de Cuba algo interesante,
o vaya a saber.
De
lo que sí estoy seguro es de que en nuestro planeta hay varios
grupos intergalácticos y que no es de su interés el
intercambio con grandes potencias de muerte y destrucción
que todos conocemos. Sus bases están en el mar, o en grandes
cordilleras, alejadas de la mortífera curiosidad de los terrícolas,
y de su espíritu destructivo y maléfico.
Continuará...
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