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Enrique
Arias
Un cambio en mi vida
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Durante
el mes de agosto de 1989, me encuentro con un pariente que había
ido de viaje a Puerto Rico, y veo en su casa un libro Yoga por vez
primera en mi vida, y la foto de una SWAMI Gurumaya.
Me
pongo a observar la foto y comienzo a decirle mentalmente lo hermosa
que era, pero que tenía cierta tristeza en su mirada.
De
repente de sus ojos parten hacia mí en forma de espiral y
con los colores del fuego (amarillo y naranja) y me cubren todo
el cuerpo, dejándome en un estado de gracia o placer muy
agradable.
Manifiesto
esto porque desde ese instante mi vida cambió completamente,
haciendo un giro de 360 grados, por ejemplo.
Nunca
había pintado. Comencé a pintar. Nunca había
curado a nadie, comencé a sanar y a limpiar a personas. Recordé
las palabras de Cristo: "
Aquel que tenga fe en mí
podrá hacer lo que yo hago..."
Me
refiero a esto porque a los pocos días de encontrarme en
la casa de Concepción Permuy con la foto de Swami Gurumaya,
me encuentro en un latón un libro en inglés del SIDDHA
Yoga y comienzo a practicarlo y a revelárseme otro "mundo
paralelo".
Por
ejemplo, un día me llaman y me indican que tenía que
levantar o poner en disposición combativa a dos pelotones
de la reserva de las Tropas Guardafronteras de la unidad TGF de
Guanabo. Localizo al jefe de un pelotón y cuando llamo al
segundo jefe de pelotón, que era un reservista que era candidato
a Doctor en Bioquímica del Instituto de investigaciones Fundamentales
del Cerebro, en el Nuevo Vedado.
Pues
marco el número y llamo, y el teléfono a dar timbre
y timbre y nadie sale. Coño, y lo lejos que está el
Centro, detrás del Cementerio.
Me tiro al piso y canto una Mantra. De repente veo frente a mí
que en el espacio, sobre el piso , hay una serpiente que se mueve
lentamente a favor de las manecillas del reloj. Cuando la cabeza
llega al centro de la espiral siento en mi oído, una voz
que me dijo ¡ahora llama¡...
Marqué
de nuevo el número, dio timbre varias veces, lo cogen y siento
una voz algo nerviosa de una mujer que me dice: - ¡Oiigoo¡...
-¿Es
el Infunse? Le pregunto.
-Sí señor...
-Por favor con el bioquímico José Martínez
(Pepe Cebolla) en el laboratorio del sótano, por favor.
Sale
Pepe, le doy la contraseña y cuando voy a colgar, mi amigo
me pregunta: ¿Cómo pudistes comunicar?
-Contra, por teléfono. -Pero es que este teléfono,
a 150 metros de aquí, frente a Cartografía y Catastro,
la línea está cortada y el cable arrollado allí,
y entre ese lugar y este no hay cables, la pizarra telefónica
está contra la pared. Aquí está en Instituto
en pleno, y el director, Dr. Nivaldo Hernández, quiere hablar
contigo.
Por
supuesto solo le manifesté que yo hice la comunicación
porque era un SIDDHA Yoga, y nada más. Así esto no
trascendió.
Ahora
curo a las personas adoloridas o les calmo el dolor por algunos
días usando la vista o la imposición de manos, pero
sin tocar el cuerpo.
Continuará...
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