Artículos
publicados por Alejo Carpentier en el diario "El Nacional"
de Caracas, Venezuela,
en su sección
"Letra y Solfa", 17 de agosto de 1952
Colaboración
de Ramón Rodríguez
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PLATILLOS
SOBRE EL ORINOCO
Bueno:
ahora que muchos los han visto; ahora que la fotografía que
uno de ellos apareció en primera plana de nuestro periódico;
ahora que los científicos testarudos no podrán decirles
a uno que son espejismos, puedo decir que yo también he visto
platillos voladores. Y junto a mí, los vieron varias personas
dignas de crédito. Y no fue ayer. Fue hace cuatro años,
sobre el Orinoco. Muy exactamente a las 10:20 de la noche del 23
de agosto de 1948.
Navegábamos a bordo de "El Caribe", conducidos
por la firme mano del capitán Eustaclio, veterano de viajes
a lo largo del Padre Río. Como siempre anclábamos
al atardecer en alguna orilla, me resultaba tan nuevo eso de remontar
el río en una noche despejada y fresca, que me había
sentado en la toldilla de proa del remolcador, de cara a la orilla
izquierda (en el sentido del descenso) y dejando colgar las piernas
sobre las aguas que bullían sordamente en la oscuridad. Habíamos
salido de Caicora al alba. Llegaríamos mañana a La
Urbana. Ibamos por nuestro cuarto día de navegación,
pues apenas si empezaban a bajar las aguas después del tiempo
de la lluvias, y el remolcador que empujaba la gabarra ganadera
hacia Puerto Ayacucho tenía que luchar contra una fortísima
corriente.
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Los
OVNIs que pudo haber observado Alejo Carpentier...
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De
pronto, la noche dejó de ser noche. Una luz blanca, cruda,
intensísima, se hizo sobre nosotros. Escuchamos un ruido
como papel celofán que estrujaran. Y pasaron a gran velocidad,
tres discos de color blanco verdoso, uno tras otro, (la estela del
primero alcanzaba el segundo, y la del segundo al tercero, como
una línea continua), que pudimos contemplar durante unos
cuatro segundos.
-Aerolitos!...exclamé, buscando la explicación más
lógica al prodigio. Y nadie, para decir la verdad, concedió
la menor importancia al hecho. Yo lo comenté, en aquel momento,
con mis compañeros de navegación, viéndolos
como complementos de las muchas imágenes maravillosas que
se nos habían ofrecido, hasta entonces, en Guayana. Tomé
luego el "Diario" de viaje, y apunté: "23
de agosto. 10:20. Asistimos al paso de varios aerolitos. Ver si
Gumilla, por casualidad, señala algo semejante en su libro..."
Y no pensé más en lo visto.
Transcurrieron cuatro años. Y, hace poco, al hojear un número
de la "Life", encontré una representación
de platillos voladores, idéntica a los que había contemplado,
durante varios segundos, sobre el Orinoco. La misma coloración
verde blanca; la misma luz; se hacía referencia, además,
al ruido semejante al papel estrujado. Entonces me percaté
del error cometido al considerar aquello como paso de aerolitos.
En efecto: ¿cómo podían ser aerolitos, los
cuerpos vistos en el cielo, si eran tres, y avanzaban en perfecta
fila - por no decir en "formación"?... Lo que habíamos
visto, aquella noche, eran platillos voladores.
Sencillamente. Por lo demás, dos conocidos profesores que
nos acompañaban en el viaje, una persona que desempeñaba
funciones de jefe civil, actualmente en el territorio Amazonas,
y varios viajeros más, que sería fácil localizar,
pueden confirmar lo que acabo de narrar. Hace cuatro años,
vimos platillos voladores sobre el Orinoco.
Artículos
del mismo autor sobre el tema
Alejo
Carpentier
1904-1980
Es
la mayor figura de la novelística cubana y uno de los más
importantes escritores de la lengua española en el siglo
XX.
Su
obra está conformada por: ¡Ecué-Yamba-O! (1933),
Viaje a la semilla (1944), El reino de este mundo (1949), Los pasos
perdidos (1953), El acoso (1956), Guerra del tiempo (1958), El siglo
de las luces (1962), El derecho de asilo (1972), El recurso del
método (1974), La consagración de la primavera (1978)
y El arpa y la sombra (1979). Ha sido traducido a todas las lenguas
modernas.
Fue
reconocido con las más altas distinciones literarias cubanas
y de otros países, entre ellas el Premio Miguel de Cervantes
en el año 1978.
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