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Eustoquio Gómez

Versión digital del libro de Edgar C. Otálvora

Editorial Pomaire. Caracas. 1993

 En el texto se identifica al autor con las iniciales “ECO”. Las intervenciones del señor Eustoquio Gómez Villamizar y la señora Josefita Gómez de Briceño se identifican con las iniciales "EG” y “DJ”, respectivamente


 

Capítulo IX

El guerrero asesinado

 

EG: Después del entierro papá se va a casa y no sale el resto del día. En la nochecita fue a visitar a doña Amelia y a los hijos del general.

El día 19 volvió a visitar la casa de los Gómez y ya estaba preparándolo todo para regresar a Barquisimeto. El iba a entregar la Presidencia del Estado Lara, tal como papá se lo había dicho a López en la reunión en que le rechazó el ofrecimiento de la Gobernación de Caracas.

López Contreras se había ido de Maracay a Caracas el día 19, y el 20 recibió mi papá este telegrama enviado por López Contreras desde Caracas. El telegrama dice: “Juzgo conveniente que usted no regrese a Barquisimeto sino que   venga mañana a hablar conmigo en esta ciudad. Su amigo. Eleazar López Contreras”.

ECO: Este telegrama explica de una manera diferente a la usual, el motivo del viaje de Eustoquio a Caracas.  Eustoquio viaja, no por decisión propia, a tomar el poder o la Gobernación como se ha dicho, él decide cancelar su viaje a Barquisimeto por orden del propio López Contreras, quien ya había tomado en la práctica posesión del poder.

EG: Cuando papá recibe este telegrama le dice a mamá: “Mira Celia, el general López me llama a Caracas, quién sabe qué ha pensado. Yo me voy mañana muy temprano para Caracas”.

Yo le pedí a papá que me permitiera acompañarlo  y dijo que no, porque la situación en Caracas estaba muy crítica. Al día siguiente se fue rumbo a Caracas con Fernando Gómez,

su hermano, con Leopoldo Briceño, su yerno, además de su asistente Maximiano Contramaestre y el chofer que siempre acompañaba a papá, de nombre Vicente Rojas.

ECO: Dice la historia oficial que Eustoquio Gómez fue a Caracas con un grupo de hombres fuertemente armados para tomar Miraflores.

EG: Como tantas veces he dicho, si papá hubiera querido tomar el poder no viaja a Caracas. Se hubiera alzado en Maracay, con los oficiales que le apoyaban y toma los cuarteles. Con eso hubiera bastado. Alza el occidente del país, recuerda que él era Presidente del Estado Lara y comandante en jefe de los ejércitos de occidente. Toda la oficialidad que mandaba en el occidente del país era de papá. Para papá alzarse hubiera sido muy fácil y casi con el éxito asegurado. Papá contaba con muchos oficiales que había estado con él en campaña, en las batallas que se dieron en los primeros años del siglo. El general Prato, por ejemplo, había estado con papá en la batalla de El Guapo, que fue una batalla muy dura según contaban después.

ECO: Antes de ir a la Gobernación donde sería asesinado, el general Eustoquio Gómez visitó al general López Contreras...

EG: Papá va directamente a Miraflores cuando llega a Caracas, mejor dicho al frente de Miraflores donde quedaba el Ministerio de Guerra. Según lo que me contaron después mi cuñado y el chofer, Vicente Rojas, papá estuvo hablando en privado con López Contreras algo más de una hora. Nunca supimos qué se discutió en esa reunión. Pero papá salió muy contento y le hizo un comentario a Leopoldo y Fernando: “Ya he arreglado todo con Eleazar, ahora sí podemos irnos para la casa”.

Y se fueron para nuestra casa en Caracas, entre las esquinas de Marrón y Cují.

Llegaron a la casa y no había nadie. Tocaron y tocaron y nadie salió. El viejito que se quedaba cuidándola no estaba en ese momento. Papá decidió continuar y salir de Caracas rumbo a Maracay. Llegan a la esquina de Cují y cruzan a la derecha, al llegar a la esquina de Salvador de León, que da directamente a la Plaza Bolívar, Fernando Gómez le dijo a papá: “Por qué antes de irnos a Maracay no pasamos por la Gobernación para que le dé un saludito al general Galavís, que lo nombraron gobernador porque usted mismo lo recomendó”. Papá no le contestó de momento pero al ratico les dijo que sí, que siguieran rumbo a la Gobernación que quedaba en aquel entonces donde ahora está el Concejo de Caracas. Más adelante se encuentran con que el pueblo está alzado, había una poblada gritando, pidiendo la cabeza de los Gómez. Fernando sugirió que era mejor regresarse y no entrar a la Plaza Bolívar pero papá le dijo: “Ya que usted insistió en esto, ahora tenemos que llegar hasta la Gobernación”.

Papá decide bajarse del automóvil y le dice a los otros: “Si quieren se quedan esperándome en el carro, pero yo voy a la Gobernación caminando”.

Se fue metiendo entre la gente, entre la poblada y me contaba Leopoldo que la gente gritaba cualquier cosa, hasta “Viva Eustoquio Gómez” se escuchaba que gritaban. Así es el pueblo, Edgar. Papá entró con Fernando y Leopoldo que iban atrás de él. Luego papá subió al segundo piso donde quedaba la oficina del general Félix Galavís, hablaron un rato mientras en la calle aumentaban los gritos de la poblada. Papá al final decide irse para tomar camino hacia Maracay y Félix Galavís le sugiere que no salga por la puerta principal que da a la Plaza Bolívar, sino que es preferible que salga por una puerta lateral, la del local que ocupaba y creo que todavía ocupa la policía, frente al Congreso Nacional.

“General Galavís, yo estoy acostumbrado a salir por donde he entrado”. Cuando papá sale a la calle está el pueblo gritando, alzado, pedían la cabeza de Eustoquio Gómez.

Papá les gritó: “Si quieren mi cabeza aquí está, vengan a buscarla”, se metió la mano en un bolsillo y todos salieron corriendo, dicen que no quedó nadie por ahí, papá sacó la mano con un pañuelo y se secó el sudor de la frente.

El carro de papá estaba en llamas y por eso regresa a la Gobernación. “General Galavís, cómo es posible que me hayan quemado el automóvil”. Hubo una discusión entre ellos y Galavís le pone a papá las manos sobre los hombros y le dice: “General Eustoquio, desgraciadamente me veo obligado a hacerlo preso” y papá le respondió: “Todavía no ha nacido el hombre que me haga preso” y empujó a Galavís.

Había mucha gente alrededor de papá y Galavís y de pronto se echaron encima de papá, se oyeron dos disparos y todos se apartaron. Papá cae al piso y Leopoldo intenta acercarse, no lo dejan hasta que les dice que él es médico. Tenía dos heridas, una de ellas por la espalda por donde sangraba mucho. Yo he conservado la chaqueta y el chaleco que papá vestía aquel día, en la parte de la espalda tiene un agujero de bala.

Estando papá en la gobernación antes de los tiros, Félix Galavís recibió una llamada telefónica de López Contreras...

ECO: Usted cree que López Contreras ordenó el arresto de Eustoquio?

EG: Tiempo después me han contado que López Contreras había montado una emboscada, una trampa para matar a papá en la carretera de regreso a Maracay o de Barquisimeto, con la ayuda del coronel Domingo Romero. Yo no sé si él lo mandó a matar. En declaraciones dadas al diario La Prensa de Caracas, el 2 de noviembre de 1944, López Contreras sólo dice que lo mandó a meter preso. Pero López Contreras le tenía pánico a papá, incluso sabiendo lo mal que estaba de salud mi padre para esa fecha.

En el momento de los disparos a mi padre, se encontraban en la Gobernación, según el periódico La Esfera del 17 de octubre de 1956, el general Santiago Briceño Ayestarán, Gustavo Manrique Pacanins, Miguel Márquez Rivero, Nicolás Perazo, Alfredo Acero Galavís, Antonio Pineda Castillo, Humberto Mondolfi, Carlos Arriaga Molina, los tres últimos, sobrinos políticos del gobernador Félix Galavís.

Eloy Montenegro, quien había venido desde Barquisimeto hasta Maracay, ante la información de que mi padre andaba para Caracas atendiendo la orden de López Contreras, llegó a Caracas cuando papá ya esta herido y desangrándose, por lo que presenció su muerte. Luego, en horas de la noche, se encargó del entierro de mi padre, en el Cementerio General del Sur. Este entierro fue prácticamente a escondidas de todo el mundo. Los doctores Salvador Córdova, Enrique Tejera, Antonio José Castillo y Antonio Pineda Castillo fueron los llamados a atenderlo pero al final, no hicieron o no pudieron hacer nada por salvar la vida de mi padre.

 

 

 

 

 

 

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